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Capítulo 16 - Tú y Yo

♪...High above the mountains
Far across the sea,
I can hear your voice
Callin' out to me.

Brighter than the sun
And darker than the night,
I can see your love
Shinin' like a light...♫

El éxito del espectáculo del profesor Damián con los alumnos de último curso de la academia había sido tal, que fue sido convocado para presentarlo en una gala en el Palacio de Bellas Artes, la más prestigiosa institución cultural de la capital y la nación.

Gonzalo recibió la noticia con un ataque de euforia, ignorando la incomodidad de su esposo Sandro quien, para variar, cada éxito de Damián le hacían hervir de celos y envidia.

Lorenzo y Alfredo aconsejaron a Ángel enfocarse en sus estudios y su preparación y no pensar en el proceso levantado contra Marisol con todas las acusaciones que tenía la mujer en su contra:

_ Nosotros nos encargaremos de todo._ aseguró el hombre con determinación._ Ahora eres parte de nuestra familia, y no te dejaremos solo. Tú y Benjamín concéntrense en los compromisos que tienen por delante y lo demás nos encargaremos nosotros.

_ Gracias señor del Castillo._ sonrió Ángel.

_ Gracias papá._ dijo Benjamín evitando mostrarse emocionado.

Aida y Maclovio habían quedado al frente de todos sus negocios en San Martín del Valle, y estaban trabajando duramente para recuperar lo que Marisol e Israel habían prácticamente destruído. Pero había esperanzas de que la producción de maracuyás y la fábrica, volvieran a tener su esplendor de antaño.

Siguiendo el consejo de los abogados, Benjamín y Ángel se enfocaron en los rigurosos ensayos que el profesor Damián convocaba cada día. Para alegría de ambos, Brenda había sido incluída también en el espectáculo:

_ Se me ha ocurrido añadir una nueva coreografía, precisamente con ustedes tres._ los señaló al final de una clase.

_ ¿Nosotros, profesor?_ se sorprendió Brenda, aunque de igual manera muy entusiasmada.

_ Si, ustedes tres. Quiero hacer una especie de divertimento. Alegre, explosivo, atrevido. Un pas de trois nada convencional. Ya saben, romper esquemas, hacer explotar cerebros. Una masacre visual.

_ Usted tiene cada cosa, profesor._ se rió Benjamín.

_ ¿Y adivinen qué música emplearemos?_ preguntó Damián cruzándose de brazos y enarcando una ceja.

_ No puede ser..._ suspiró Brenda y Benjamín y Ángel respondieron a dúo.

_ ¡Céline Dion!

******************

Un mes después...

La construcción del Palacio de Bellas Artes había sido iniciada en el año 1904, siendo finalizada treinta años después, en 1934. Era una magnífica edificación con un estilo arquitectónico art nouveau en el exterior, y con influencias art decó en el interior. Como lo decía su nombre, era el templo de las más puras expresiones artísticas: la ópera, la danza, el teatro, y contaba, además de las tres salas de funciones y eventos, con dos museos y un Rincón del Tiempo, además de una galería de arte, librería con venta de discos y souvenirs y una cafetería. Actualmente, era la sede de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Ópera, del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, y del Ballet Juvenil de México.

La noche de la función, Ángel se detuvo ante la fachada del majestuoso edificio y apenas pudo contener el aliento. No podía creer que estuviera a punto de bailar en uno de los escenarios más emblemáticos de la nación, el sancto sanctorum por excelencia de las artes en México. Benjamín, que iba con él de la mano, acompañados también de Brenda, Luciano, Roxana y Kai, le dieron ánimos para continuar. Ángel suspiró. Su madre había bailado allí en una ocasión. Estaría feliz de saber que esa noche, él seguiría su ejemplo y la honraría con su danza. A ella y a su amado padre.

La sala principal, con su aforo para casi mil seiscientas personas, estaba totalmente llena esa noche. Entre los asistentes, estaban el padre Pancho, Felicia, Bibi, Nico y Polo. También habían acudido Sor Virtudes, Sor Carmela y Sor Agustina.

Lorenzo, Clara, Alfredo, Paulina, Rolando y el pequeño Junior estaban en un palco. Los jóvenes y el niño estaban maravillados de la belleza interior de aquel gran salón, con la majestuosa lámpara de cristales con una representación del dios griego Apolo rodeado de las musas de las artes. Martha y Ximena también estaban entre el público.

El gran telón antifuego, único en el mundo dentro de un teatro de ópera, tenía las imágenes de los volcanes mexicanos Popocatépelt e Iztaccíhuatl, y un peso de veinticuatro toneladas y permanecía cerrado, a la espera de que iniciara el espectáculo.

Los chicos estaban nerviosos tras bambalinas. Los bailarines calentaban los músculos y hacían estiramientos; los jóvenes músicos afinaban sus instrumentos. Los de teatro e interpretación musical calentaban sus voces.

Ángel revolcaba desesperadamente en sus pertenencias, maldiciendo entre dientes y comenzando a entrar en pánico. No podía creer que hubiese dejado una zapatilla en casa. Estaba seguro de que había metido las dos en el bolso, no era posible que ahora solo apareciera una:

_ ¿Perdiste algo?

Se giró hacia Benjamín para responderle y su expresión cambió de inmediato. Benjamín estaba recostado al dintel de la puerta del camerino, con expresión burlona, y en uno de sus dedos, hacía girar una zapatilla de media punta:

_ ¿Dónde la encontraste? ¡Casi me vuelvo loco buscándola!

Benjamín soltó una risotada y fue hasta él. Se agachó y con mucho cuidado, le colocó la zapatilla en el pie, besándole luego el empeine:

_ Tienes un raro síndrome de creerte que eres el príncipe de Cenicienta._ musitó Ángel.

Benjamín se irguió y lo besó en los labios:

_ No serás Cenicienta, pero sí soy tu príncipe.

_ Pretencioso._ sonrió Ángel y aferrándose a su rostro, profundizó más el beso.

Brenda apareció en el umbral de la puerta e hizo una mueca:

_ ¿En en serio? ¿No se cansan? En cinco minutos comienza la función.

_ No necesitamos mucho tiempo. Salte, cierra la puerta, danos tres minutos y estaremos contigo enseguida.

_ ¡Ben!_ exclamó Ángel ruborizándose.

Brenda soltó una risita:

_ Eres tan desvergonzado. Vamos, muévanse. Tenemos que calentar un poco y ponernos de acuerdo en esos movimientos finales que al profesor Damián no acababan de convencerle ni de gustarle como quedaban.

******************

El espectáculo una vez más fue un rotundo éxito, pero esta vez, el cierre fue toda una novedad, la apoteósis que colmó toda medida. La nueva coreografía interpretada por Brenda, Ángel y Benjamín, resultó en una explosión de técnica bien ejecutada, giros, saltos, elevaciones, poses, hábiles movimientos de piernas, extensiones. Los tres jóvenes tenían bien captada la atención de los presentes, y nadie se atrevía siquiera a pestañear, por temor a perderse algún detalle.

Se trataba de una especie de juego escénico, romanceo, seducción y alegría juvenil. Amistad y amor reflejados en escena. Respeto, aceptación, tolerancia. Ese era el mensaje de la pieza. Y una eterna promesa de amor y fidelidad.

El colofón fue cuando Brenda, en medio de la escena, estaba ejecutando una serie de interminables y veloces fouettés, y Benjamín y Ángel, a lados opuestos del escenario, se miraron, sonriéndose, y echando a correr por detrás de la chica, saltaron por los aires, con los brazos abiertos, entrecruzándose en el vuelo, y cayendo silenciosamente, para volverse a levantar y unirse a Brenda, que seguía girando, mientras ellos también lo hacían, alternando pirouettes y giros a la seconde.

El público estalló en una especie de alarido unánime y fortísimos aplausos. La voz de Céline Dion resonaba en cada rincón de la majestuosa sala:

♪...You and I, were meant to fly.
Higher than the clouds
We'll sail across the sky.
So come with me
And you will feel,
That we're soaring,
That we're floating up so high,
'cause you and i were meant to fly...♫

Cuando la coreografía concluyó, con los tres unidos en un único abrazo, las luces se oscurecieron abruptamente. Una ovación cerrada estalló en toda la sala, y cuando llegó el turno a Ángel, Benjamín y Brenda de salir a escena a saludar, junto con el resto de los artistas que se presentaron, encontraron al público puesto en pie, y la aclamación fue unánime y ensordecedora. Los tres respondieron con elegantes reverencias y sonrisas emocionadas. Benjamín estuvo a punto de echarse a llorar cuando escuchó los gritos de ¡Bravo! provenientes del palco ocupado por su familia. Su padre era uno de los que más gritaba, y lo mismo su madre, que sin poderse contener, comenzó a chiflar como una loca, mientras sus hijos la regañaban y le pedían que se comportara debidamente.

Ángel no pudo retener un par de lágrimas cuando creyó ver, entre la multitud, a sus amados padres. Estaban totalmente vestidos de blanco, guapos como los recordaba, y le sonreían, y le saludaron con la mano. No supo si fue real o no aquella visión, producto tal vez de sus nervios disparados, de la adrenalina derrochada en escena, pero se sintió feliz, y seguro de que ellos jamás le iban a dejar solo del todo.

Miró entonces a Benjamín, y este lo miró también. Se sonrieron uno al otro:

_ Te amo._ susurró Benjamín apenas moviendo los labios.

_ Te amo._ respondió Ángel del mismo modo.


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