Lo que había pasado en su departamento ahora me parece un recuerdo lejano. Ayer no lo vi en todo el día y hoy aún no se ha aparecido, pero había algo que sí estaba fresco en mi memoria y era la escena que había presenciado hace dos días. Todavía tengo aquella sensación de inquietud del que no sabía el origen, ver eso me había dejado con un mal sabor de boca. Sin embargo, ayer en la penumbra de mi solitario departamento, me puse a pensar en los detalles que hacen de Ariel un misterio para mí. Su mirada afligida, su andar lento y adolorido, sus hombros hundidos, sus ojeras, las manos con curitas y sobre todo su silencio. No habíamos intercambiado una sola palabra desde que lo conocí, o mejor dicho, Ariel no me había hablado nunca.

¿Por qué era así? O lo que es más intrigante, ¿por qué me importaba tanto?

Esas preguntas no las pude responder hoy, porque tampoco vino.