Hoy volvió el chico maleducado del suéter negro. Lo saludé con una sonrisa, pero este ni siquiera movió un musculo facial. En cambio, con movimientos lentos, sacaba cada producto del canasto y lo ponía en frente para que pueda registrarlos.
Ya estaba cansado de aquel trato, no quería seguir siendo amable con alguien que no estaba interesado en devolverme el gesto. Así que decidí que ya no habría más sonrisas para él.
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