37. Sueño
Wonsik lo miraba sonriente a su lado, tenía el rojo de su pelo despeinado, a causa de una noche movida, los tatuajes eran intensos, desde la frase de su clavícula hasta el ángel en el costado. Usaba una mano a modo de almohada a pesar de estar ya apoyado en una, y la otra parecía estar posada en su cintura aunque no lo notara siquiera. Taekwoon se acercó a sus labios porque los necesitaba de verdad, pero en cuanto estuvo nariz con nariz su rostro se esfumó, quedando todo borroso y cuando volvió a parpadear ya no estaba. De nuevo había desaparecido.
La luz lo cegó de sobremanera, odiaba la manía de su madre cuando abría las cortinas por la mañanas para "amanecer con luz natural". Se tapó con la manta hasta cubrirse la cabeza, y cerró los ojos muy fuerte, intentando visualizar de nuevo la imagen de Wonsik a su lado, pues imaginar su cara era lo único que le daba fuerzas para despertar cada odiosa mañana.
Picaron a su puerta, y Taekwoon ya sabía lo que significaba aquello: un nuevo día, uno en el que vestía con un traje gris y aburrido, que por suerte combinaba con sus gafas rojas, y en el que desayunaba únicamente batidos de frutas. Nada que ver con aquellos en los que se ponía los tejanos manchados con pintura, o comía los dulces recién sacados del horno que Wonsik le traía. Se sentó en la gran mesa decorada solo con un tapete blanco y unas flores de plástico, nadie lo acompañaba y lo agradeció inmensamente, pues como bien decía el dicho: mejor solo que mal acompañado.
El mayordomo de la casa apareció con una bandeja y el vaso alargado relleno de una sustancia verdosa, Taekwoon sabía que era kiwi y poco más, aun así seguía sin gustarle. Lo bebió para tener algo en su estómago hasta el mediodía, donde por suerte tenía un poco de libertad para escoger el menú, aunque lo que servía la cafetería de la empresa no fueran más que platos precocinados.
El gran reloj de la sala principal anunció que eran las nueve en punto, dejó el batido por la mitad y se apresuró a la salida, rezó para que su madre no lo llamara para cerciorarse de que ya estaba de camino al trabajo, lo que menos quería esa mañana (y todas) era escucharla de nuevo. Por desgracia el sencillo tono del teléfono lo sobresaltó en cuanto entró en el coche y saludó al chofer, suspiró frustrado, nadie sabía las ganas que tenía de tirar el dichoso aparato por la ventanilla. Descolgó sin ni siquiera hablar.
- ¡Taekwoon! ¿Dónde estás? Tienes una reunión en treinta minutos, tu padre está furioso. Ya son tres las semanas que llevas aquí y no has aprendido nada, deberías... - Dejó de escuchar a partir de ahí, casi todos los días era lo mismo.
Desde que apareció delante de su puerta, hasta que llegó a Busan a los pocos días, esa mujer, a la que debería llamar "madre", le hacía la vida imposible. Si aceptó volver a ese odioso sitio fue únicamente porque ya no tenía nada que lo atara en Seúl, había perdido su trabajo y Wonsik estaba encerrado a saber dónde, no tenía ánimo, no le importaba lo más mínimo tener que lidiar con la vida de la que una vez escapó.
Después de darle la razón por teléfono, y contestar que sí a todo lo que decía, al fin terminó la llamada. Miró el aburrido fondo de pantalla color azul y naranja, el mismo que venía por defecto cuando se lo dieron. Echaba de menos el suyo propio, aquel que tenía una foto preciosa de Wonsik con el pequeño Buttie de fondo de bloqueo, y otra de los dos manchados de pintura que aparecía cuando ponía la contraseña. Apoyó la cabeza en la ventanilla tintada, decidió cerrar los ojos y relajarse en los quince minutos que le quedaban para llegar a su infierno personal.
El edificio era un lugar donde la única persona que le sonreía de verdad era la chica de la entrada. Tenía unas oficinas frías y lujosas que se encargaban de la gestión de una gran marca de coches. Subió al ascensor de cristal acompañado del resto de trabajadores que entraban a la misma hora que él, los saludó de manera tímida por cortesía, pero estos se lo devolvieron con seriedad y distancia, y de algún modo los comprendía, Taekwoon era el hijo del arisco presidente de la compañía y futuro heredero.
Caminó por los pasillos hasta llegar a lo que era su despacho, cuatro paredes con un gran ventanal que le ofrecía una vista de la ciudad espectacular, tal vez lo único que lo relajaba en su día a día. Pero esos momentos los disfrutaba a solas, y aquella mañana la mujer que lo había llamado en el coche, lo esperaba sentado en uno de los sillones.
- ¿Otra vez te has puesto esas horribles gafas? ¡Te dije que llevaras lentillas!
- Pero no puedo estar con ellas, me molestan, además...
- ¡No me importa! – Los ojos se le cerraron ante su grito. – Escúchame...deberías darnos las gracias por pasar por alto la tontería que hiciste, y porque tu padre haya decidido formarte para llevar la empresa correctamente. No tienes derecho a hacer lo que te venga en gana. – Taekwoon agachó la cabeza. – Más te vale aprender rápido, esto no es ningún juego. – Solo pudo asentir, mientras su madre suspiraba. – Ves a la reunión y vuelve a casa a tu hora, esta noche tenemos invitados especiales y tienes que estar presentable.
- Claro. – Se limitó a decir.
Escuchó un portazo a su espalda, y se derrumbó en su asiento delante del ordenador, luego se tapó la cara para evitar sus ganas de llorar. Pero no pudo hacerlo porque en cinco minutos tenía que estar en la sala diez, junto a su padre y el resto de accionistas para hablar de un nuevo motor. Respiró fuerte, él no tenía ni idea de coches, no había logrado aprender nada de ellos en las tres semanas que llevaba allí, aunque sabía que era su deber.
Él era futuro presidente de la compañía, un título del que tenía que comenzar a acostumbrarse, pues ese sería su cargo hasta que ascendiera como tal, y aunque aun faltara tiempo, serían días que pasaría a las órdenes de su madre y bajo el mando de su padre, días en los que tenía que asimilar que no volvería a tener momentos felices nunca más.
....
Taekwoon se terminó de colocar la corbata delante del espejo, el traje que llevaba ahora era mucho más formal que el de la mañana, era color azul marino y resaltaba con el pálido tono de su piel. El flequillo le caía a cada lado de los ojos, lo tenía algo más largo y le gustaba como le quedaba, su madre lo había obligado a ir a la peluquería esa misma tarde para que se lo cortaran, pero lo único que le pidió al estilista era que se lo peinara de un modo distinto. Ya discutiría con ella al día siguiente, hoy sabía que se controlaría para quedar bien delante de los "invitados especiales". Sabía de quienes se trataban, y Taekwoon no tenía ni el más mínimo interés en participar, aunque los negocios que tratarían lo incumbían a él de primera mano.
- Señorito Jung. – Escuchó en la puerta. - ¿Puedo pasar?
- Claro, adelante Señora Park. – La mujer entró a la habitación cargada con varias sábanas y las dejó sobre su cama. – ¿Cuantas veces le he dicho que me llame Yangmi?
- ¿Y yo que no me trate de usted? – Taekwoon se cruzó de brazos y sonrió, era con la única que podía hacerlo, y ésta se la devolvió.
- Tu madre me ha ordenado que te diga que bajes ya de una vez. – Dijo imitando su voz.
Soltó una pequeña carcajada y suspiró triste mientras se sentaba en el colchón.
- No quiero.
La mujer de pelo blanco, con un rostro que no aparentaba su edad, lo cogió de las manos y se colocó a su lado. Comenzó a acariciarle el cabello como cuando era pequeño, de algún modo aquello lo relajaba, consideraba a Yangmi como la madre que le hubiera gustado tener.
- Pero no tengo otra opción. – Susurró. – Esta es mi vida a partir de ahora.
- Pues no deberías vivir algo que no te mereces.
- ¿Y qué hago? – La miró a los ojos. - No tengo nada fuera de esta casa.
- ¡TAEKWOON! – Se escuchó desde el piso de abajo, y ambos miraron a la puerta, luego se levantaron.
- Tal vez no tengas nada fuera, pero si dentro. – Frunció el ceño, mientras la veía sacar algo de uno de sus bolsillos. – Esto es tuyo, lo he recuperado de las cosas que te quitaron.
Taekwoon abrió mucho los ojos al ver su móvil y lo cogió al instante, desbloqueando la pantalla y viendo la cara más bonita del mundo. Sonrió de nuevo, aunque quería llorar.
- Te ves muy feliz con él.
- Él es mi felicidad, Yangmi. – Suspiró. – Lo echo tanto de menos.
Su nombre volvió a sonar en forma de grito fuera de la habitación, y esta vez mucho más cerca. Guardó el teléfono en uno de sus cajones rápidamente y volvió al espejo para hacer como si todavía se estuviera vistiendo. Su madre no tardó en aparecer por la puerta.
- ¿Pero aun estas así? ¿Y porque no te has cortado el pelo? - Giró su cabeza hasta la cama. - Señora Park, creí haberle dicho que se asegurara de que estuviera presentable para esta noche.
- Sabe que no he podido, llevo todo el día preparando las habitaciones para los nuevos trabajadores de la casa.
- ¡Me dan igual ellos! – Taekwoon observaba la escena, no le gustaba que le hablara de ese modo, pero no podía decir nada.
El timbre de la casa resonó por todos los lados, confirmando que los invitados ya estaban llegado, la señora Jung comenzó a ponerse nerviosa, le volvió a repetir de mala gana que se terminara de arreglar rápido y que se echara el pelo para atrás, luego desapareció dejando en paz la habitación.
- Deja que te ayude. – Susurró Yangmi mientras lo sentaba en una silla y cogía el peine.
- ¿Así que habéis contratado personal nuevo? – Habló Taekwoon para distraerse, y olvidarse de que quería desaparecer.
Vio a la mujer de pelo blanco sonreír y asentir con la cabeza, mientras pasaba los dedos por su cabello. Le comenzó a explicar que muchos de los trabajadores de la mansión llevaban años allí, y la mayoría se iban a jubilar, y por lo tanto decidieron contar con nuevos empleados más jóvenes que les hiciera falta un trabajo.
Dejaron la conversación para otro momento, y se miró al espejo de nuevo, no parecía él, pero ese era el personaje que debía mostrar a los invitados. Recibió ánimos del ama de llaves antes de bajar al salón principal, donde sus padres hablaban animadamente con otra pareja, tal vez de su misma edad, respiró hondo antes de acercarse a ellos.
Mostró su mejor sonrisa falsa ante el hombre de pelo negro engominado y su mujer, una señora que seguro había pasado por quirófano más de una vez. Detrás de ellos apareció una silueta menuda que no había visto antes, y a la que presentaron como su hija Seohyun. A ojos del genero masculino, y seguro femeníno, podía considerarse extremadamente bella, lucia un rostro juvenil y fresco, con cabello castaño, largo y liso que combinaba con un maquillaje, para Taekwoon, demasiado cargado.
Cada vez tenía más ganas de salir corriendo.
Aguantó la cena como pudo, probó no más de un bocado de cada plato servido, hablo casi obligado por las patadas que su madre le daba bajo la mesa y las miradas asesinas de su padre. Seohyun mostraba en todo momento claro interés en él, y extremadamente encantada del futuro que le esperaba, pues para ella casarse con Taekwoon en un par de meses era todo un lujo del que presumir con sus amigas.
Sintió ganas de vomitar durante el postre, intentó no hablar por miedo a tener que salir corriendo hacia el baño, y recivir las reprimendas de su madre después. Luego se mareó, las palabras de los que estaban en la mesa le chocaban en la cabeza, él no quería vivir los planes que se estaban formando en la conversación, pero tenía que afrontarlo porque no tenía más opción.
Notó la libertad en el momento en el que la família comenzó a despedirse, no tardó en subir las escaleras hasta su cuarto, en cuanto su limusina arrancó para marcharse. Ni siquiera dio las buenas noches, y se metió en la tranquilidad de su cama, bajo las sábanas y con la pantalla iluminada de su teléfono móvil. Susurró a las fotos, como si de aquel modo pudiera hablar con aquel que le devolvía una sonrisa que añoraba demasiado.
- Ojalá estubieras a mi lado. - Notó una lágrima caer por su mejilla.
Los párpados se le cerraron de a poco, dando paso a esos sueños que tanto le encantaban, aunque odiaba que fueran tan cortos y que a veces ni recordaba, justo lo como pasó esa misma noche.
Su cabeza creó a la perfección el garage, con el sofá rojo y el colchón en el suelo. Taekwoon estaba tumbado boca abajo y el pequeño Buttie lo miraba con su cabecita ladeada, luego lo vio girarse y ladrar contento. Dio un par de vueltas mientras su dueño se acercaba a él y le daba esas galletitas que tanto le gustaban, una escena adorable que le encantaba mirar.
En la siguiente parte del sueño seguía en la misma posición, pero esta vez en el sofá, abrió los ojos buscando a Wonsik y sonrió cuando lo vio bajando las escaleras, vestido con lo que parecía un mono tejano, por supuesto sin camiseta y manchas de pinturas por todo el cuerpo, comenzóa salivar, su novio era extremadamente sexy. Se acercó a él y se agachó para quedar a la misma altura, con los rostros a escasos centímetros.
Se miraron con esa intensidad que solo ambos conocían, Taekwoon quiso besarlo, pero como se trataba de un sueño le fue imposible, así que se dedicó a observarlo. Estaba igual que siempre, incluso más guapo, el rojo del cabello le cubría casi los ojos y su sonrisa sería capaz de amansar al animal más indomable del mundo, igual que hacía con él. Notó como le acariciaba la mejilla con el pulgar y susurraba palabras inentendibles, pero que seguro serían de amor, ese sentimiento que ambos habían descubierto al mismo tiempo.
El beso que le siguió fue en la frente, tan cálido que parecía real, como si Wonsik hubiera estado en su aburrido cuarto esa misma noche. Le pareció imposible porque despertó completamente solo, con la luz del sol de aquel sábado iluminando la estancia. Aún sentía el cosquilleo de sus labios sobre las cejas, debía estar volviendose loco.
❤👨🏻💻👨🏻🎨❤
¡Tardío pero aquí está! Feliz domingo!💕💕
Perdonádme si hay algún error ortográfico, he tenido que escribir partes con el teléfono, y yo no uso autocorrector😓
Besitos!😘😘
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