Prólogo
Una niña llamada Victoria observaba con curiosidad desde los brazos de su madre las reformas que estaban teniendo lugar. La sede debía aumentar de tamaño, ya que eran cada vez más miembros, que se unían para luchar, por una buena causa.
-Ana -dijo Samuel.
La mujer se giró, y miró a los ojos a Samuel.
-Dime.
-El combate va a empezar. Quédate dentro -dijo en tono autoritario.
-No quiero. Laurie y todos vosotros vais a arriesgar vuestras vidas, y yo no puedo quedarme dentro sin hacer nada.
-Está bien -cedió mientras levantaba las manos.
Aquella misma tarde dejaron a los niños juntos en la habitación. Estaban seguros de que Rodrigo cuidaría de Brithany y de Ángel, además de su pequeña hermanita. Tal vez no los volvieran a ver, pero debían tener fe.
A lo lejos divisaron el polvo, que rodeaba a decenas de jinetes. A la cabeza, iba Adrián, y tras él estaban Claudia con sus hijos. Todos enarbolaban las espadas, pero lo que no esperaban era que la temida Orden de Roca les recibiera con flechazos y agua hirviendo.
-Debemos ordenar la retirada -dijo Adrián, en el momento en el que Carlos cayó bajo el efecto del agua.
-Jamás -le respondió Claudia
-Pero es tu hijo -le increpó.
-Y también el futuro.
Adrián, como le habían prohibido la retirada, continuó luchando, solo que en vez de atacar se limitaba a defenderse. En un determinado momento, vio a un joven, que luchaba contra uno de sus hombres. Lo hubiera reconocido en cualquier lugar, era su hermano, Samuel. Le ordenó a su hombre que le dejase a él, y una vez estuvieron frente a frente, lo admitió: les había abandonado.
-Vaya, esperaba no tener que verte tan pronto -dijo mientras esquivaba una estocada de Adrián.
-Ni yo tampoco -dijo éste entre dientes.
N.A.
Bienvenidx al tercer libro de la Orden de Roca.
Prometo solemnemente que es un libro corto, que voy a subir un capítulo a la semana, que voy a leer todos vuestros comentarios y que no voy a desaparecer de la faz de la tierra.
(Para nada he cruzado los dedos).
Muchas gracias por darle una oportunidad, se os quiere.
Con cariño, Diana H y Lily H.
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