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IV.


Su corazón había saltado feliz cuando corroboró la fecha en el calendario, recordando que ese día Jungkook finalizaba su reclutamiento en el servicio militar.

Dos años en los que no lo vio y solo se mantuvieron en contacto por cartas, las que en un inicio fueron respondidas cada semana cuando el correo les llegaba, pero conforme iba pasando el tiempo, comenzó a tener respuestas tardías.

Porque sí, Jungkook después de medio año, comenzó a responderle una vez cada tres a cuatro meses.

Nunca dejó de tener miedo ante la inseguridad de que Jungkook decidiera alejarse definitivamente de él, pero ese día olvidó todo lo que lo atormentaba. No pudo evitar sentirse feliz; ansioso por volver a verlo. Necesitaba abrazarlo, sentirlo contra su cuerpo.

Ese día no fue al restaurante a trabajar y tampoco iría al día siguiente ya que había acumulado sus días libres.

Desde que Jungkook se había enlistado en el servicio militar, Jimin se mentalizó en trabajar y ahorrar. Ya no vivía en el deplorable departamento que tenía filtraciones de agua y olor a moho por la humedad, tampoco trabajaba en la pequeña tienda de convivencia con sus malditos doble turnos.

Ahora trabajaba en un lujoso restaurante como mesero, donde recibía un sueldo fijo y la buena propina que los clientes solían dejarle. Gracias a su arduo trabajo, podía darse lujos como comer algo rico de vez en cuando, tener su shampoo favorito y cremas corporales.

También alquilaba un pequeño y acogedor departamento con un solo dormitorio, que estaba completamente equipado con lo que él necesitaba.

Cuando la hora se acercó a la llegada de Jungkook, Jimin se terminó de arreglar y de ordenar el departamento. Había pedido pizza y gaseosas, además de unos deliciosos pasteles que no tardaban en llegar.

Pero cuando las horas avanzaron y Jungkook no apareció a la hora estimada, Jimin comenzó a inquietarse.

Preocupado de que se hubiera perdido, decidió tomar su chaqueta para salir a esperarlo fuera del edificio.

Abrió la puerta y salió, chocando con un firme y tonificado pecho.

—Ay... —se había quejado mientras se tambaleaba hacia atrás, siendo sostenido por una gran mano tatuada.

Alzó la vista, con su mano izquierda sobre su pequeña nariz enrojecida y sus ojos se iluminaron al ver el rostro maduro de Jungkook.

—¡Kookie! —gritó feliz y estrelló su cuerpo contra el de Jungkook, enredando sus brazos por el cuello de este— No puedo creer que estés tan grande, tan guapo...

Lo abrazó con emoción, ignorando completamente lo reacio que Jungkook estaba siendo ante tan efusivo recibimiento.

—Venga, entremos.—lo jaló hacia el interior y cerró la puerta, observando como las perfiladas cejas de Jungkook se alzaban al inspeccionar el lugar— Es pequeño, pero mucho mejor que el antiguo departamento.

Jungkook dejó el bolso que Jimin le había mandado la primera navidad que pasó reclutado, cuando se negó voluntariamente a salir por esas fechas.

—¿Tienes hambre? Pedí pizza para comer, aunque también hay pasteles y gaseosas...

Jungkook se volteó para observarlo, aun sin decir una sola palabra. Jimin enmudeció ante la penetrante mirada, sintiéndose ligeramente nervioso.

—¿N-no quieres pizza...?

Manteniendo el silencio, Jungkook se acercó a él y elevó su mano tatuada para acariciarle el rostro. Su toque fue áspero, pero delicado.

Ladeó su rostro en busca de más contacto, mirando y apreciando el cambio que el rostro infantil de Jungkook había tenido.

Jungkook separó ligeramente sus labios, como si quisiera decir algo, mas nada salió de ellos. En cambio, se inclinó y lo besó. Jimin respondió ansioso, cerrando los ojos y aferrándose a la chaqueta militar que Jungkook llevaba puesta.

Las manos de Jungkook recorrieron sus curvas por sobre la ropa, hasta que llegó a sus muslos y lo elevó. Jimin inmediatamente enredó sus piernas en las caderas de este.

Jungkook avanzó hasta el dormitorio, recostando a Jimin con delicadeza sobre la cama, luego comenzó a quitarle la ropa con cuidado. Y Jimin vio atentamente como Jungkook se quitaba el uniforme y dejaba a la vista su cuerpo lleno dd músculos, recordándole que ya no era más el niño delgado y sin fuerza del pasado. Ahora era un hombre grande y fuerte.

Su cuerpo delgado fue explorado con las manos callosas y labios de Jungkook. Cada rincón de su piel pálida fue cubierto por húmedos besos.

Y pudo darse cuenta de cómo Jungkook se concentraba en recordar sus reacciones antes sus caricias, atesorándolo, como si fuese alguna clase de despedida silenciosa.

—¿Ko-Kookie? —su voz salió temerosa.

Jungkook alzó la vista hasta conectar sus miradas y le sonrió por primera vez desde que había llegado.

—Te extrañé —fue todo lo que dijo antes de hundirse en él.

La voz ronca y firme vibró en sus oídos, provocando que la excitación del momento aumentara.



Cuando se dio cuenta de que definitivamente no podía dormir, se sentó en la cama y tomó el teléfono que descansaba en la mesita de noche.

Eran la una y treinta de la madrugada.

Soltó un suave suspiro antes de abandonar el calor de las sabanas y enfundar sus pies dentro de las felpudas pantuflas que su nieta le había obsequiado.

¿Cariño, pasó algo? la voz somnolienta de Nayeon le hizo girar el rostro, para verla acurrucada en la cama.

No pasa nada tomó una bata negra para abrigarse Sigue durmiendo, yo iré por un vaso de agua.

Vale... bostezó y cerró los ojos.

Salió del dormitorio en completo silencio y se quedó ahí, observando el techo, justo donde estaba la pequeña puerta del ático.

Caminó y estiró su mano, alcanzando el hilo y tiró de él para que la puertita cuadrada se abriera y la escalera automáticamente bajara de forma lenta.

Subió cada peldaño con cuidado y encendió la luz cuando estuvo finalmente arriba.

Solo tenía un objetivo y lo sabía, por más que se mintiera a sí mismo. No podía conciliar el sueño gracias a los recuerdos que volvieron a atormentarlo.

Se agachó con cuidado para alcanzar la vieja caja de madera y cuando la sostuvo entre sus manos, buscó uno de los cojines para poder sentarse sobre ellos. Cuando la abrió y vio la foto, sus ojos inmediatamente se llenaron de lágrimas.

Con las yemas de sus dedos acarició el retrato de Jungkook y sonrió melancólico.

¿Cómo estará? Era algo que solía preguntarse.

Leyó una y otra vez la nota, odiándolo por no haberle escrito algo mejor.



Se había convertido en alguien totalmente diferente. Jungkook ya no parloteaba como en el pasado, limitándose solo a decir lo necesario.

No abandonó la rutina del servicio militar, levantándose muy temprano cada mañana para hacer su rutina de ejercicio. Un pocillo de avena con leche era su desayuno, acompañado de alguna fruta cuando había.

Jungkook había retomado casi de inmediato las clases y la beca comenzó a correr nuevamente, al igual que el pequeño depósito a su cuenta.

Jimin no lo veía mucho durante el día ya que trabajaba. Era en las noches, cuando llegaba muerto de cansancio que lo veía sentado en el pequeño comedor frente a un montón de libros y cuadernos.

No importaba si compartían un par de horas, eso era suficiente para él.

Jungkook ya no sonreía a menudo, aun cuando Jimin se esforzaba por hacerlo. Tampoco le gustaba que salieran juntos y si lo hacían, era incluso más distante de lo que ya era.

—¿Qué te parece si vamos al cine? —una noche, Jimin se aventuró e intentó sacarlo de la aburrida rutina en la que estaban cayendo.

—No puedo —era la respuesta que Jimin esperaba. Últimamente esas dos palabras, era todo lo que Jungkook le dedicaba.

Estaba realmente cansado de él, de ese Jungkook que solo reprimía sus sentimientos y no se mostraba como era realmente.



Secó la humedad de su rostro con la manga de su bata, odiándose, odiándolo por todo. Por su pasado, su presente y el poco de futuro que le quedaba.

Comenzó a sacar los antiguos recuerdos de la caja, donde habían notas escritas por ambos, recortes y flores secas. Leía cada nota entre pequeños sollozos, sorbiendo su enrojecida nariz de vez en cuando.

Tonto Jungkook murmuró entre hipidos, cuando leyó una nota con mensajes cursis y corazones adornandola.



—Es la mejor decisión para ambos, lo sabes.

Jimin jamás esperó a que Jungkook le dijera algo así, aun cuando todo indicaba que su inexistente relación se desmoronaba en pedazos.

—No, no lo sé —respondió con voz tosca.

Vio como Jungkook inhalaba profundo y apretaba los labios. Ambos estaban cenando, luego de un largo día laboral y de estudios.

—Jimin...

Las cosas jamás fueron bien, no desde que su padre los había encontrado uno sobre el otro años atrás. Jimin no comprendía el por qué a Jungkook le había afectado más.

—¿Por qué? —necesitaba saber cuál era el motivo, la razón, una excusa del porque Jungkook quería terminar con él.

—Es lo mejor —repitió. Jimin se exaltó, levantándose de su lugar con furia, necesitando alejarse de él.

—¡No lo es, y tú lo estás decidiendo solo esto! —le gritó y Jungkook simplemente miró su plato por unos segundos.

—Sí, porque tú no lo harás...

—Claro que no, ¿por qué lo haría? —Jimin lo había interrumpido, con sus ojos brillando y su labio inferior temblando— Te amo, pero si tú no lo haces más, solo dilo y no inventes esta mierda de que es lo mejor. ¡Porque no lo es, Jungkook! Solo lo aceptaré porque no puedo obligarte a tenerte a mi lado si no quieres...

—No está bien esto... —Jungkook se levantó, acercándose a él— Es antinatural que dos hombres se amen, que tengan una relación y finjan ser una pareja normal.

—¿Qué? —Jimin no podía creer lo que escuchaba.

¿Dónde se había ido ese Jungkook que lo amaba y deseaba quedarse a su lado para siempre?

—En el servicio... —comenzó Jungkook. Nunca antes había tenido la iniciativa de contarle las experiencias del ejército— Había un chico, se llamaba Seokjin...

—¿Qué demonios tiene que ver él en estos momentos?

—Solo tenía dieciocho años, Jimin. Ignoraba la maldad del ser humano e iba despreocupadamente por ahí, revelando sin vergüenza que su orientación sexual era diferente. ¿sabes qué le pasó? —Jimin no dijo nada, simplemente lo observó en completo silencio— Lo obligaron a cumplir un castigo aun cuando no había hecho nada malo, y luego de eso, cuando estuvo totalmente exhausto e indefenso, lo golpearon hasta desfigurarlo y dejarlo al borde de la muerte. ¿Sabes por qué? Porque le gustan los hombres. Porque cometió el error de decir que tenía un novio y esperaba por su regreso.

—Es lamentable... —Jimin respondió, sin saber que decir realmente— Pero eso no tiene nada que ver contigo o conmigo. ¿Prefieres fingir algo que no eres para encajar en la sociedad? ¿Para que no te golpeen? ¿Prefieres ser infeliz toda tu vida para ser normal, Jungkook?

—¡Tampoco seremos felices así, Jimin! ¿por qué no lo ves? Tenemos que escondernos todo el tiempo, con el miedo latente de que si nos descubren nos repudien, nos humillen, nos insulten o hasta nos manden a prisión solo por ser homosexuales. ¿Es así cómo quieres vivir toda tu vida, escondiéndote porque no eres libre?

—Nada de eso me importa si tú estás a mi lado, Jungkook.

—¡Maldición, Jimin! No es así de fácil. Un día vas a despertar y te darás cuenta de que estás cansado de todo esto. ¡Ni siquiera éramos homosexuales al inicio! Solo fuimos dos pubertos sin experiencia.

Las lágrimas en su rostro se deslizaron con fuerza ante cada palabra de Jungkook. Dolía tanto ese miedo, esa inseguridad que se había apoderado de él, siéndole incapaz a Jimin de reconocerlo.

—Dijiste que me amabas... —sollozó cuando Jungkook se paró frente suyo y le tomó el rostro para secar sus mejillas.

—Y lo hago, pero es por eso que debemos terminar esta absurda relación sin futuro.

Jimin se alejó de sus brazos y negó con la cabeza.

—Entonces no me amas lo suficiente.

—Te amo, Jimin, pero también tengo miedo. No quiero que nos vuelvan a humillar como lo hizo tu padre, que nos señales y nos nieguen cosas solo por ser homosexuales.

—Eres un cobarde.

—¡Nos pueden matar, Jimin! ¿Y qué crees? A nadie le va a importar que dos hombres anormales mueran por eso.

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