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III.

Las duras palabras de su padre, había causado mayor impacto en Jungkook, quien había decidido repentinamente alistarse en el ejército; siendo aceptado para realizar su ingreso dentro de seis meses más.

—Hey... —Jimin se acercó a él, luego de observarlo en silencio por varios minutos.

Jungkook mantenía la mirada fija en el cristal de la ventana, observando el horrible paisaje que el barato departamento les ofrecía.

Luego de dejar la comodidad de la casa de sus padres, se había visto obligado a ocupar sus pocos ahorros en alquilar algo para poder vivir, quedando en cero al momento de efectuar el pago por adelantado de dos meses. Jimin había congelado de inmediato su carrera, creyendo ingenuamente que podría retomarla en algún momento. Jungkook en cambio, podría seguir estudiando gracias a la beca que el estado le había otorgado, siempre y cuando siguiera manteniendo sus notas altas y no reprobara ningún ramo.

—¿Uhm? —musitó desganado, dándole una calada al barato cigarro mentolado que había conseguido con uno de sus compañeros de universidad.

—¿Qué pasará con tu beca y la universidad?

Vio como Jungkook recogía los hombros mientras daba una última calada al cigarrillo.

—No pasa nada.

—¿No?

—No. Las clases siguen normales hasta una semana antes de entrar al servicio militar, luego se congelan hasta que salga y presente el certificado de que concluí mi periodo con éxito.

—¿Ya lo habías averiguado todo?

—Sí.

—Oh... Y, ¿por qué no me lo habías dicho? Si no veo la carta de aceptación, ¿no pensabas decírmelo? —le reprochó con dolor.

—Por supuesto que te lo iba a decir...



—¿Cariño? —la dulce voz de su esposa lo sobresaltó, trayéndolo de vuelta a la realidad— ¿Cariño, aun sigues aquí?

Sorbió su nariz y carraspeó su garganta para poder pronunciar algún fonema, mas nada logró salir de sus labios.

Nayeon subió con cuidado las escaleras, viendo poco a poco a su esposo tumbado en el piso con algo entre sus manos.

—¿Jimin? —se acercó hasta él, posando sus pequeñas manos sobre sus hombros y se agachó para quedar a su altura.

La fotografía no era nueva para ella, no cuando ya sabía la historia completa.

—Tae la encontró... —musitó entre leves sollozos mal contenidos.

Ella acarició el largo de su espalda, intentando de alguna manera darle ese apoyo que necesitaba.

La primera vez que vio a Jimin, él tenía treinta años. Lo encontró sumergido en la miseria, borracho y sin un hogar al cual llegar. Ella vagaba por la ciudad, mendigando para poder alimentar a su pequeña hija de tres años.

—¿Sabes que leí por ahí? —Jimin negó con la cabeza, mientras ella sacaba del bolsillo de su cárdigan, un bonito pañuelo bordado y secaba la humedad de su rostro— Algo de que el duelo es solo amor, amor que no tiene a dónde ir.

—Ya no hay amor...

—¿Estás seguro? —ella lo interrumpió— Porque durante todos estos años en los que hemos estado juntos, te he visto autoconvencerte de que estás bien, de que lo olvidaste y lo superaste, cuando claramente no es así.

Jimin bajó la cabeza, sin saber cómo desmentir sus palabras.

Pero sabía que Nayeon tenía razón, porque todos estos años trató y se esforzó por no olvidar su rostro, grabándolo en su memoria. Porque se negaba a olvidar que antes de ese doloroso adiós, solo se había entregado a él, en cuerpo y alma.

Simplemente no quería olvidar el tiempo aquel, aun sabiendo que ya jamás volverá.

—Te quiero. ¿Lo sabes, no? —él respondió con un asentimiento de cabeza— Y estoy demasiado feliz y agradecida de la familia que construimos juntos, de que hayas sido el padre de Hwan, aun cuando no tenías que hacerlo.

—Cariño...

—Te quiero muchísimo —ella lo interrumpió— Y sé que me quieres de igual forma, pero ya somos viejos, Jimin. El tiempo para nosotros se detuvo hace rato y ya va en cuenta regresiva.

—Lo sé...

—Y nunca te juzgué por entregarle tu corazón a un hombre y tampoco lo haré ahora, no tengo derecho de hacerlo —con cuidado, quitó unas hebras grisáceas que caían sobre sus ojos— Pero creo que necesitas que alguien te diga todo lo que no estás haciendo bien.

—No creo que sea el momento indicado para hablar de ello...

—Nunca será el momento indicado, Jimin.

—Están los niños...

—Mejor aún —ella le acarició una de sus mejillas— Podríamos explicarles lo que pasa, sabes que no te juzgaran ni te darán la espalda. No criamos así a nuestra hija ni a nuestros nietos.

—No. No quiero hablar sobre él, no con ellos.

Ella soltó un largo suspiro antes de volver a hablar.

—Está bien, respetaré tu decisión de no querer hacerlo y no te presionaré para que me des el gusto, pero podrías pensarlo.

Jimin guardó la fotografía en la caja y se levantó con cuidado, reprimiendo un quejido de dolor que punzó en sus articulaciones. Nayeon también se puso de pie.

—Ya es tarde, iré a la habitación.

—Vale.

—Y, uhm... Mañana sigo aquí.

—No hay problema —le sonrió, acercándose para dejar un corto beso en su mejilla— Descansa.



Trabajar con turno fijo de noche y a veces cubrir a quienes faltaba en el día para generar dinero extra, lo estaba matando, pero era lo único que había conseguido hasta ese momento. Debían dos meses de alquiler y habían estado viviendo de la pequeña cuota que venía incluida en la beca de Jungkook, esa que debía ser utilizada para el transporte público. Y hasta ese punto, ambos habían bajado considerablemente de peso.

—¿Quieres ir a dar una vuelta? Esta noche la tengo libre, así que podríamos caminar por el parque y ver el atardecer, o no sé...

Era tan deprimente saber que no podían planificar nada más que eso, ya que su miserable sueldo solo cubría la cuota del alquiler y la deuda atrasada, además de alcanzar a comprar un poco de mercadería.

—No puedo. Tengo que estar en la biblioteca dentro de una hora para juntarme con unos compañeros, necesitamos terminar un trabajo que se debe entregar este viernes. Lo siento, hyung.

Con o sin trabajos que entregar, Jungkook se la pasaba en la biblioteca de la universidad; estudiando y aprovechando la calefacción que en el deplorable departamento no existía.

—Oh... ya veo.

Conforme al paso de los meses, los cambios en Jungkook persistieron, comenzando a cansarlo. A lastimarlo. Los besos, las caricias y las palabras dulces habían menguado a tal punto de que Jimin empezó a sentirse abandonado.

Soltando un largo suspiro, se sentó a su lado en el estrecho y viejo sillón, apoyando su cabeza en el hombro de Jungkook, quien se removió para poder abrazarlo.

Fue ahí que el corazón de Jimin pareció revivir y saltar de felicidad, olvidando toda la carencia de atención que había tenido estos últimos meses.

—¿Me amas, Kookie? —no pudo conformarse solo con el calor de sus brazos, así que se aventuró por más, sintiéndose totalmente codicioso.

Jungkook lo apretó ligeramente contra su cuerpo, hundiendo la nariz en sus resecos cabellos. Jimin se sintió ligeramente incómodo, ya que sabía muy bien que no olía a vainilla como en el pasado. El shampoo barato que ocupaba, solo limpiaba y resecaba su cabello.

—Yo... te amo, hyung —respondió luego de un rato, los que parecieron eternos segundos para Jimin.

No se aventuró por más, temiendo escuchar algo que rompería su frágil corazón.



—Abuelo, ¿ya terminaste de ordenar todo? —Taehyung se asomó por la puerta de su dormitorio, mirándolo con ojos curiosos.

Jimin ya llevaba puesto su pijama de dos piezas y de color azul marino.

—No, cariño —tomó la botella de agua para darle un gran sorbo— Mañana seguiré, porque ahora estoy muy cansado.

—Pero son recién las nueve.

—Y yo soy un viejo que debe descansar.

Taehyung sonrió, subiéndose a la cama para acurrucarse cerca de su abuelo.

—No estás viejo, abuelo. Tienes apenas sesenta y algo de años, eso no es ser tan viejo.

Jimin no pudo evitar la sonrisa que se formó en sus labios ante las palabras de Taehyung. Amaba a sus nietos y sus ocurrencias.

—Sesenta nada más, y mi reloj del sueño me indica que debo dormir.

—Además, no creas que no noté el otro chico que aparecía en la foto —Taehyung esbozó su preciosa sonrisa cuadrada— Eras increíblemente guapo, ¿por qué no hay fotos tuyas de más joven?

—Porque no solía tomarme fotos.

—Oh, ya veo. Y... ¿Quién era ese tal Jungkook?

La inocente pregunta de Taehyung, solo logró que el incómodo nudo en su estómago reapareciera.

—Él... él era un viejo amigo.

—¿Y qué le pasó?

—Yo... no lo sé —intentó sonar lo más calmado que pudo, aunque creyó que no podría y se volvería a quebrar— Nos alejamos un día y no lo volví a ver nunca más.

—Oh... que triste.

Jimin le sonrió, acariciando y revolviendo su sedoso cabello.



Traicioneras lágrimas se deslizaron por sus pálidas mejillas. Su corazón se marchitaba y se hundía cada vez más por el dolor, pero se obligaba a ignorarlo.

Fingió estar completamente calmado y se mantuvo el silencio, mientras presenciaba como Jungkook se movía y guardaba sus cosas para finalmente marcharse.

—Hyung, ya estoy listo... —dijo Jungkook cuando salió del dormitorio con una pequeña maleta entre sus manos.

Jimin estaba sentado frente a la ventana, observando el horrible cielo gris sobre la ciudad. Apenas escuchó la voz gruesa de Jungkook, secó rápidamente la humedad de su rostro con la manga del viejo poleron que llevaba puesto. Se giró para verle e intentó sonreír, fallando terriblemente.

Jungkook no le dijo nada, simplemente suspiró y dejó la maleta en el piso para acercarse a él.

—Es momento de que me vaya...

—¿Puedo ir a dejarte? —Jimin le había interrumpido, casi suplicando.

—No.

Sabía que Jungkook se avergonzaba de él, de su propia orientación sexual. Tampoco podía culparlo, no cuando la sociedad lo orillaba a eso. Pero dolía ver en sus ojos la inseguridad que estos le transmitían.

—¿Puedo ir a visitarte...? —preguntó ahora, incluso anticipando ya la respuesta.

—Yo... Prefiero que no, hyung.

Cansado de todo, Jimin perdió la poca paciencia que parecía quedarle.

—¡Serán casi dos años, Jungkook! —le gritó con dolor y rehuyó de su mirada, sintiendo como nuevas lágrimas comenzaban a aguar sus ojos— ¡No quiero estar sin noticias tuyas por tanto tiempo!

Jungkook se había acercado a él, tomándolo de la mano y jalándolo hasta que se levantó de la silla.

—Cartas... —sugirió— Puedes escribirme cartas y yo las responderé, lo prometo —lo rodeó con sus brazos y Jimin se fundió en su pecho.

—Yo... te estaré esperando, Kookie —sollozó contra su pecho, sintiendo las delicadas caricias que Jungkook dejaba en su espalda.

—Lo sé.

Jungkook rompió el abrazo luego de un momento y movió sus manos hasta sus sonrojadas mejillas, acunandolas, se inclinó y lo besó.

El beso fue suave y dulce. Doloroso.

—Por favor, vuelve... —Jimin le susurró, sonando totalmente devastado.

No estaba preparado para una despedida, no en ese momento.

—Volveré —Jungkook le aseguró, pero Jimin no sabía si creerle o no.

—Te amo, Jungkook...

—Nos vemos, hyung.

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