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Cap. 11


«Enrique Williams»

La rubia se mueve de un lado al otro con total tranquilidad mientras relata su pequeña cita con el que denominó «Chico de sus sueños», que por cierto, que asco.

— ¡Y me tomó de la mano! —Chilla de la nada provocando que me sobresalte, Noé, por su parte, abre los ojos y suelta una risa.

— Que no se note que te enamoras del más mínimo acto de decencia humana —comenta haciéndome sonreír.

— Que no se note que los hombres me ponen la vara muy baja —se defiende.

— No justifiques tus malos gustos —contraataca el moreno y me acomodo cruzando las piernas.

— Por favor, si el 95% de la población masculina se parece a ti —la veo cruzarse de brazos y vuelvo mi mirada a Noé.

— ¿Hermosos, elocuentes, carismáticos, interesantes, divertidos y buenos en la cama? Qué maravilla.

— Mujeriegos, mentirosos, habladores y de —hace un gesto con las manos al separarlas un poco frente a ella— amigo corto.

Suelto una risa porque Johnson se sonroja al instante, me veo obligado a desviar la mirada antes de que me metan en su pelea y yo también termine afectado.

— ¿O sea que ya lo viste a él en la cama? —Cuestiona el castaño y mi risa se corta de inmediato.

— Alice —sentencio enarcando una de mis cejas. Ella toma asiento a mi lado en la cama.

— Claro que no, estúpido, cómo crees, solo fuimos al cine y me gustó. Es tierno y dulce, como tú.

Como yo. Qué asco de comparación.

— A mí no me metas en tus malos gustos, por favor —menciono, ubicando una mano frente a ella para evitar que siga hablando.

— Al final, estamos aquí por Enrique, ¿qué hacemos hablando de la tarde hormonal que tuvo Alice ayer? —Noé se pone de pie tras realizar la pregunta y camina hasta mi escritorio, allí se detiene y clava la mirada en las notas que cuelgan a un costado en la pared—. ¿Ir a un concierto? ¿Cera? —Nos voltea a ver— ¿Están haciendo planes sin mí?

— Estamos aquí por Enrique —repite la rubia y me observa. Sujeta mi mano y la acaricia con suavidad, ese gesto me provoca un pequeño brote de dulzura que sube hasta mi pecho en forma de calorcito. Se siente bien. Sonrío.

— Papá quiere comprarme un auto —ambos se regresan a ver porque, claro, no le ven lo malo— pero no puedo evitar pensar que lo hace para tratar de mejorar nuestra relación y... —me quedo callado un segundo pensando en si quiero mencionar el segundo pensamiento que me carcome. No—. Y eso.

Ambos se quedan callados, Alice no suelta mi mano y Noé observa por la ventana. Un vacío se crea en mi garganta y me siento algo extraño, no me creo capaz siquiera de describir el sentimiento. Es nuevo.

— Deberías verlo como una oportunidad —añade él, finalmente—. Al menos tendrás cómo movilizarte, sí, puede que trate de recuperar parte de tu cariño con eso, pero al menos tendrás vehículo. Creo que ganas. Además, no por aceptar significa que debe mejorar su relación, simplemente... no sé, saca provecho.

Observo a la rubia, ella no dice nada, solo sonríe.

— Bien —concluyo y Noé da vuelta para observarme.

— Bien. Ahora, Alice, ¿Edgar y tú se besaron?

La susodicha me suelta la mano rápidamente lo cual me desconcierta, pronto todos los sentimientos anteriores se ven reemplazados por un malestar en el estómago.

— ¿Disculpa? —Es todo lo que dice, luce nerviosa.

— Pregunta si te besaste al príncipe azul —cuestiono y me callo de inmediato, pues el malestar aumenta y el estómago se me remueve. Como cuando vas a vomitar.

— Pues... —agacha la cabeza y algo en mí conoce la respuesta incluso antes de que salga de sus labios—. Sí. Quizá.

— ¿Sí o quizá, teñida?

— Sí, Noé, sí. Ahora cállate.

Me pongo de pie sin saber muy bien por qué. Puedo sentir la mirada de Noé sobre mí cuando me acerco al puff y me siento en él, quedando con la vista fija en la ventana. En ese instante suena un celular y Noé responde con rapidez sin pensarlo dos veces antes de salir de la habitación. El silencio que tengo con Alice, por primera vez, no es del todo cómodo.

— Y bueno —carraspea— ¿Qué más?

— ¿De qué?

— ¿Qué más te tiene así? No puede ser solo un carro, hay algo más, Enrique, ¿qué es?

— No sé —miento.

— Sí sabes, cuéntame.

— Quizá... —me encojo de hombros, suspirando—. Quizá es la sensación de que no merezco nada de esto —alzo los brazos tratando de señalar toda mi habitación—. Ya sabes, porque maté a mi hermana y... No deben recompensarme por eso.

— Oh... Enrique —su voz se corta abruptamente cuando el castaño aparece en escena haciendo su habitual disturbio.

— Las mujeres se enojan por todo, que pesadas —comenta en voz alta.

— ¿Ahora qué te pasó? —Pregunto y sin saber por qué me dan ganas de reírme.

— Elle, dice que por qué salgo en una foto con mi prima así de juntos y abrazos, ¡es mi prima! ¿Qué tiene esta mujer en la cabeza?

— Entiéndela, Noé, contigo nunca se sabe —admito, sonriéndole.

— Vete muy a la verga, Quique —saca el dedo del medio, sonriéndome de vuelta.

— ¿Y a todo esto quién es Elle? —Cuestiona Alice y le doy la razón con un asentimiento.

— Un ligue casual que ahora me cela, al parecer.

Reímos, me resulta maravilloso cómo hay tantos tipos de personas en este mundo y la mayoría, según Alice, se parecen a Noé.

— En fin, ¿vas a aceptar Quique?

Con un asentimiento, acepto.

— Toma todo el tiempo que necesites, es tu decisión, no la dejes en manos de nadie más —interviene Alice y ambos la observamos—. Sobre todo si ese alguien más es Noé, por favor, cambia de novia cada semana.

— ¡No es cierto! Ellas me cambian a mí —se queja el moreno—. Soy una pobre víctima de las mujeres y sus sucios juegos.

— Eres una víctima de tu propia idiotez, Noé, no te hagas.

— Para tu información, teñida, yo soy...

— Dejen de pelear como niños pequeños, joder —pido en forma de reclamo y cierro los ojos.

— Joder —repiten los dos al mismo tiempo haciendo burla de la palabra—. Suena tan bonito —chillan al mismo tiempo.

Sonrío y de pronto siento un cuerpo sobre el mío haciendo presión, tras unos segundos otro peso aún mayor se le une. Abro los ojos para encontrarme a Alice recostada sobre mí y Noé sentado en la espalda de la rubia. Lanzo una risa ahogada y me hago consciente del cabello de mi amiga el cual me cae en el rostro. Parpadeo un poco y logro respirar con normalidad. Subo una de mis manos hasta el rostro de Alice para tratar de moverle el cabello, pero no consigo tener mucho movimiento debido al peso de ambos sobre mí.

— Noé —expulso una queja buscando tener más movimiento.

Mis dedos hacen contacto con las mejillas de Alice y nuestros ojos se encuentran aún entre risas y suspiros ahogados por la ligera falta de aire. Le sonrío.

— Hola —me dice y siento su estómago tensarse cuando trata de moverse, quizá intenta quitarse a Noé de encima.

— Hola —respondo y le acaricio el rostro por inercia.

Cierra los ojos e inclina la cabeza hacia mí hasta que nuestras narices chocan. De repente el peso y la falta de oxígeno me parecen nulas, el calor sube a mis mejillas y relamo mis labios al sentir su respiración sobre la mía, huele a chocolate y vainilla... helado.

— ¿Viniste comiendo helado? —Indago y ella suelta una risa antes de observarme.

Sus labios rozan los míos, ni siquiera es un beso, es un simple roce que me acelera el corazón y me causa cosquillas en el estómago, la piel me arde y siento la necesidad de que no sea un simple roce.

— Listo, me cansé —el peso que nos aprisionaba a ambos se desvanece cuando Noé se pone de pie.

De un impulso Alice lo sigue, ninguno dice nada sobre lo ocurrido, solo le sonreímos a Noé y lo insultamos por dejarnos ahí sin poder movernos. Pasan unos minutos y ambos se van. Noé me da un apretón de manos y un abrazo. Alice se despide desde el umbral y sale corriendo por el pasillo. Suspiro y cierro la puerta que da a mi habitación. Vuelvo al puff y, mirando al cielo, me invade un solo pensamiento:

¿Qué se sentirá besar a Alice?

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