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Capítulo 1

Elena, Meredith y Bonnie salían de la clase de Lenguaje para irse juntas a la de Psicología. Meredith hablaba del fin de semana con Bonnie mientras Elena las seguía por los pasillos de la facultad encerrada en sí misma. Antes de llegar a la puerta de la clase, sus dos amigas se giraron hacia ella como esperando una respuesta.

-Perdón -se disculpó la rubia al darse cuenta-, ¿qué decíais?

-Elena -contestó Meredith-, esto no puede seguir así. Arréglalo con Stefan o empieza a salir con otro chico porque esto no hay quien lo aguante. Como sigas así suspenderás el semestre y tu tía te mandará de vuelta a Fell's Church. ¿Es eso lo que quieres?

-Lo siento, Meredith. Pero aún duele el haber perdido a Damon antes de poderle decir lo mucho que lo amo, ¿sabes? Tú, cuando llegue Navidad tendrás a tus padres y a Alaric. Yo me tendré que enfrentar a la tercera Navidad sin padres y encima ahora también sin Damon. Perdona si no estoy al cien por cien.

Ante eso, Meredith se sintió fatal y se quiso disculpar con su amiga, pero Bonnie se le adelantó ofreciéndole algo que les sorprendió tanto a Elena como a la morena.

-Mi abuela me ha enseñado un hechizo nuevo para levantar el ánimo. Lo podríamos probar esta noche en la residencia. ¿Qué te parece?

-La idea -respondió la rubia- es buena y te lo agradezco en el alma, pero no creo que un hechizo para levantar el ánimo sea suficiente para mí ahora. Tal y como están las cosas, creo que necesitaré uno para recomponerme el corazón.

-¡¿Sí?! -exclamó la pelirroja- ¡Qué bien, tengo uno!

-Bueno, ¿qué? ¿Te apuntas entonces, Elena?

-Venga, va. Si así me dejais tranquila...

-¿Van a entrar -oyeron decir al señor Kelly, el profesor de Psicología, quien las esperaba apoyado en la puerta, gesto que a Elena le recordó a Damon- en clase o se van a quedar aquí de tertulia, señoritas?

-Lo sentimos mucho, señor Kelly. Pero es que Elena lo está pasando muy mal con la muerte de su novio.

-¡Bonnie! -Exclamó Elena.

-¿Está usted bien, señorita Gilbert? Si lo desea, podemos hablar del tema cuando acabe la clase.

-Muchas gracias, señor Kelly. Se lo agradezco mucho, pero ahora no quiero hablar del tema.

-Como usted quiera. Pero, sepa que si me necesita, aquí estoy yo para escucharle, ¿de acuerdo?

-Sí, gracias -respondió Elena antes de matar con la mirada a Bonnie y entrar en la clase para sentarse en su mesa.

-Lo siento -susurró la pelirroja-, Elena. Pero tenía que distraerle para que no nos reprendiese.

-Y, ¿no se te podría haber ocurrido otra cosa que decir que eso?

-Además -añadió Meredith-, Damon no era su novio.

-¡Meredith!

-Pero porque ella no se atrevió a dejar a Stefan y empezar una relación con Damon, que si no sí que lo habría sido.

-¡Bonnie!

-¡Chicas! -Volvió el profesor a regañarlas- Como tenga que volverles a llamar la atención, no entrarán en esta clase en lo que queda de trimestre. ¿Estamos?

A partir de ese momento no abrieron la boca en toda la clase, y cuando esta terminó quedaron en que Bonnie haría el hechizo en su cuarto a medianoche.

~~~~

Meredith se había encargado de llevar todo lo que Bonnie le había dicho que necesitaría para el hechizo. Habían puesto velas dispuestas en un círculo en el que Elena se tendría que meter.

-¿Segura que esto hará que no me duela tanto el haberle perdido?

-Sí, Elena. Tú confía en mí con esto como confías en mis visiones, ¿vale?

-Supongo que no pierdo nada al intentarlo.

-Exacto. Bueno, ¿ya está todo listo, Meredith?

-Sí. ¿Tienes algo de él, Elena?

Elena se llevó la mano a la medallita de la Virgen que llevaba en el cuello. Se la había regalado Damon aquella maravillosa noche que pasaron juntos y de la que él no se acordaba por culpa de Sinichi. No habían tenido sexo a diferencia de lo que él había creído, aún se acordaba como si hubiese sido esa misma mañana lo nervioso que estaba él cuando entró en la cabaña y la vio despierta. Sólo habían estado hablando de su madre. De lo cariñosa y comprensiva que había sido siempre con él. Y, entonces fue cuando le dio la medalla.

-Sólo tengo esto -contestó ella enseñándosela a sus amigas-. Fue el último regalo que le hizo su madre antes de morir. Damon me la dio como prueba de su amor hacia mí. Aunque yo le traicionase después.

-Bien -respondió Bonnie-. Déjame tocarla un poco mientras digo las palabras del hechizo.

Elena la cogió y se la acercó a la pelirroja mientras esta empezaba con el ritual. Las velas se encendieron solas y un viento comenzó a soplar de repente, con todas las ventanas cerradas a cal y canto. Elena sintió una especie de hormigueo por todo el cuerpo, como si millones de hormigas le estuviesen correteando por todas partes. Antes de cerrar los ojos estaba en su cuarto de la residencia y cuando los volvió a abrir al notar que el viento había cesado y Bonnie se había callado, vió que no tenía ni idea de donde se encontraba. Lo único que podía decir era que se estaba en un gran jardín.

Al mirar a su alrededor vio al fondo una casa enorme. Se parecía muchísimo a los palacios renacentistas que había dado en Historia del Arte. Pero eso no podía ser, no podía estar en Italia. Aunque viendo las veces que Bonnie había hecho un hechizo bien... Estaba pensando en acercarse a la casa cuando oyó que alguien le decía algo en italiano. Sí, definitivamente, Bonnie no daba una a derechas.Al girarse se encontró con un hombre de mediana edad, de unos 40 años aproximadamente, que la decía algo. Entonces se fijó en su manera de vestir, y un escalofrío le recorrió toda la columna vertebral. Al ver que el hombre le seguía hablando, decidió decirle lo poquito que Damon le había conseguido enseñar en italiano.

-Scusi signore. Io no parlo italiano. Io parlo inglese. (lo siento, señor. No hablo italiano. Hablo inglés)

-Oh, sois inglesa. ¿Os habéis perdido, signorina?

-Yo... -Elena se puso a pensar qué podía decirle a ese hombre que la miraba como si fuese un pastel de chocolate.

-Si me decís vuestro nombre y con qué familia os hospedáis tal vez os pueda ayudar.

-Mi nombre es Elena Gilbert, pero no sé ni dónde estoy ni que ha sido de mis acompañantes. Iba con mis tíos hacia Florencia pero unos maleantes nos asaltaron y nos robaron todo lo que teníamos.

-Ya estáis en Florencia, signorina Gilbert. Eso explica por qué estáis en ropas menores. Venid conmigo a mi casa que yo os ayudaré.

Elena lo miró con desconfianza, no sabía por qué, pero había algo en ese hombre que no la terminaba de gustar. Iba a rechazar su oferta cuando se dio cuenta que en verdad no tenía ni idea de qué hacer ni a dónde ir. Así que, hizo de tripas corazón y decidió seguirle aunque sin confiar del todo en él.

-Muchas gracias, señor...

-Oh, sí. Que modales los míos, me paso el día repitiéndoselo a mis hijos y ahora lo hago yo. Soy Giussepe Salvatore.

Elena se lo quedó mirando sorprendida. ¿En serio? ¿Giussepe Salvatore? ¿Cuántos Giussepe podría haber habido en Florencia en la familia de Damon y Stefan? ¿Acaso sería casualidad? Igual era un apellido común en aquella época.

-¿Os encontráis bien, signorina?

-Sí, sólo un poco confusa. Y cansada.

-No os preocupeis. Entrad conmigo en mi palazzo. Ahí mis doncellas se ocuparán de vos. E icluso podréis poneros un vestido de mi esposa, ella tenía vuestro mismo tipo. Y así también podréis conocer a mis hijos.

~~~~

Elena se miró al espejo. Se acordó de la fiesta de Halloween a la que fue vestida de Dama Renacentista y a la misma que Damon fue de la Muerte. Estaba tan perdida en sus pensamientos que no oyó lo que la sirvienta le decía.

-Perdón. ¿Qué me decías?

-Que estáis tan hermosa que como os vea el señorito se enamorará de vos nada más veros. Ese color os sienta muy bien con vuestros cabellos, piel y ojos.

-Muchas gracias...

-Bianca, signorina. Ahora tenéis que bajar al comedor, signorina. Es la hora de la cena y el signore me ha ordenado que os acompañase al comedor para que cenaseis con él y los señoritos.

-Muchas gracias de nuevo, Bianca.

Elena ya se marchaba por el pasillo en compañía de la sirvienta cuando una voz le hizo pararse en seco. Reconocería esa voz en cualquier parte del mundo. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Qué clase de broma era esta? Ella no entendió lo que dijo ya que habló en italiano pero tras algo que le dijo la doncella, él habló en inglés.

-Vaya. Así que tú eres la nueva furcia de mi padre, cada vez se las busca más jóvenes.

Elena se giró hacia él y vio que era mucho más joven de lo que era cuando se convirtió en vampiro y que había un niño de unos 10 años junto a él, sin duda alguna ese debía ser Stefan.

-¿No nos vas a decir cómo te llamas? -Siguió diciendo él-. Encima tiene la poca vergüenza de vestirte con los vestidos de mi madre. Debes de ser muy cara.

-Ante eso Elena ya no pudo aguantar más y el insulto venció a la alegría de estar enfrente suyo de nuevo y, alzando la mano le dio una torta en la mejilla dejándole completamente cortado y se fue todo lo rápido que pudo en compañía de Bianca, quien no podía salir de su asombro al haber visto la escena.

Cuando hubo llegado al comedor, Giussepe estaba esperando sentado en la mesa presidiéndola. Este, al verla aparecer, se levantó y le ayudó a sentarse. Estaba acercándose a su sitio cuando oyó los inconfundibles pasos de sus hijos.

-Oh, signorina Elena. Aquí vienen mis hijos.

Elena al oír eso se puso tiesa en su silla y más al ver aparecer a Damon por su derecha y sentarse junto a ella. Ni siquiera le miró. Le había echado muchísimo de menos, pero lo que le había dicho era imperdonable, y más sabiendo qué clase de hombre había sido Giussepe.

-Hijos míos, os presento a la señorita Elena Gilbert. Había venido a pasar unos días a Florencia con sus tíos pero les asaltaron por el camino y se ha perdido. Así que, hasta que no aparezcan sus tíos, será nuestra invitada. Y le trataremos con honor, respeto y educación, ¿queda claro, chicos?

Miró hacia Damon y vio que este tenía sus negros ojos clavados en ella durante todo el discurso de su padre. Damon tenía la mejilla izquierda completamente roja del tortazo que le había dado Elena.

-Sí, padre - le distrajo Stefan.

-¿Damon?

-Por supuesto, padre. Seré la educación encarnada.-¿Se puede saber qué te ha pasado en la cara?

-Nada. Al parecer debo disculparme -añadió mirando a Elena fijamente otra vez.

-¿Qué has hecho ya, Damon? -Elena notó que Damon se ponía tieso en la silla y que se le había quitado toda la chulería de repente, al mirar a su padre vio por qué. ¿En serio ese horrible hombre iba a pegar a su hijo delante de su invitada? Decidió , que por el bien de Damon y de ese pequeño Stefan intentaría solucionar el problema.

-No os preocupéis, señor -le dijo a Damon mirándole a los ojos y poniendo esa sonrisa que tanto le había gustado a su Damon-. Sólo ha sido un malentendido, ¿no es cierto?

Damon se la quedó mirando a los ojos y lo notó. Notó que en ese momento ese joven Damon había caído en sus redes como ya lo había hecho el Damon adulto.

-Por supuesto, signorina -le respondió él cogiéndola de la mano y dándole un casto pero sugerente beso en esta.

Estaban tan ocupados los dos mirándose de esa forma que daba a entender que para ellos no existía nadie más que ellos, que no se dieron cuenta la forma en a que Giussepe les miraba. Tan serio como siempre, pero tan esperanzador como un padre que acaba de ver cómo su primogénito se enamora de una buena muchacha.

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