Final.
Es al separarse cuando se siente y se comprende la fuerza con la que se ama.
Medio año había pasado desde que Yoongi me propuso matrimonio. Entre las responsabilidades de mi residencia, los preparativos de la boda y los días que parecían fundirse unos con otros, apenas había tenido tiempo de asimilar todo lo que estaba sucediendo. Pero, en el fondo, estaba feliz. Exhausto, sí, pero feliz. Mi vida estaba avanzando de una forma que nunca imaginé, y esta vez parecía avanzar hacia un destino lleno de promesas.
Las noches eran nuestras. Después de un día largo, nos sentábamos juntos en la mesa de la cocina, con una taza de café a mi lado y Yoongi apoyado en el respaldo de la silla, hojeando catálogos y escribiendo cosas en su libreta. Planeábamos los detalles de la boda en voz baja, como si estuviéramos hablando de un secreto que solo nosotros dos compartíamos.
—¿Qué opinas de estas flores? —preguntó Yoongi una noche, empujando el catálogo hacia mí. Sus dedos señalaron una página con arreglos de rosas blancas y lilas.
—Demasiado formales —respondí después de un vistazo rápido. Me apoyé en mi mano y lo miré fijamente—. Tú no eres un tipo de rosas blancas. ¿Por qué no algo más simple? Margaritas, tal vez.
—Margaritas. Claro, algo más alegre. ¿Por qué no lo pensé antes? —respondió con una risa ligera, escribiendo algo en su libreta. Siempre anotaba lo que yo decía, como si cada detalle importara.
Yoongi era el equilibrio perfecto para mí durante esos días. Mientras yo me agobiaba con las decisiones y las responsabilidades, él mantenía todo en perspectiva. "Es solo una boda", solía decirme, con una sonrisa que hacía que mis tensiones se disiparan un poco. "Lo importante es que al final del día estaremos juntos. Todo lo demás es secundario."
Pero para mí, esta boda no era "solo una boda". Era nuestra segunda oportunidad, la prueba de que habíamos superado las heridas del pasado. Quería que fuera especial, no porque necesitara que fuera perfecta, sino porque esta vez quería que todo reflejara lo que realmente éramos ahora: más maduros, más conscientes, más fuertes.
Finalmente, llegó el día de mi graduación. Me desperté temprano, con el corazón latiendo rápido en mi pecho. Había esperado este momento durante años, pero ahora que estaba aquí, apenas podía creerlo. Cuando me puse mi bata blanca por última vez como residente, sentí un nudo en la garganta. Era un final y un comienzo al mismo tiempo.
Cuando entré al auditorio, mis ojos buscaron automáticamente a Yoongi, y allí estaba, en la primera fila, con una cámara en la mano y esa sonrisa suya que podía iluminar cualquier habitación. Mis compañeros, mis profes también estaban presentes, pero fue Yoongi quien atrapó toda mi atención. A pesar de todo lo que habíamos pasado, ahí estaba, apoyándome en silencio.
Cuando mi nombre fue llamado y subí al escenario para recibir mi diploma, escuché un grito que reconocí de inmediato:
—¡Ese es mi doctor favorito! —la voz de Yoongi resonó en el auditorio, causando risas entre los asistentes. Me sonrojé, pero no pude evitar sonreír ampliamente.
Después de la ceremonia, mientras todos nos felicitaban y tomaban fotos, Yoongi se acercó a mí con una pequeña caja en la mano.
—Felicidades, doctor Park —dijo, sosteniéndome la caja con una pequeña sonrisa.
La abrí y encontré un bolígrafo grabado con las palabras "El mejor médico del mundo".
—Gracias, Yoongi —susurré, conmovido por el gesto.
Él simplemente me abrazó y susurró en mi oído:
—Estoy tan orgulloso de ti. Eres increíble.
Unas semanas después, llegó el momento de comprar los anillos. Fuimos a una pequeña joyería en el centro de la ciudad, un lugar que Yoongi había encontrado y que tenía un aire cálido y acogedor. Las vitrinas estaban llenas de opciones: anillos de todos los tamaños, colores y diseños imaginables.
—¿Qué tal este? —pregunté, señalando un anillo de oro blanco con un pequeño diamante en el centro. Era simple, pero tenía algo que me gustaba.
—Demasiado extravagante. —respondió Yoongi, tomando otro anillo de la vitrina y sosteniéndolo frente a mí—. Este es perfecto: sencillo, elegante, como tú.
Sonreí, dejando que su elección me envolviera. Tenía razón, este anillo era el indicado.
—¿Y el tuyo? —le pregunté, mientras el vendedor nos mostraba más opciones.
—No me importa cuál sea mientras tenga tu nombre grabado —respondió, mirándome con una sonrisa.
Finalmente, elegimos dos anillos que se sentían perfectos para nosotros. De oro blanco con un detalle de textura en el borde. Los de Yoongi eran igualmente discretos, pero con un diseño único que nos encantó. Decidimos grabar algo especial en ambos: "Siempre tú".
Cuando salimos de la joyería, con la caja en nuestras manos, sentí una paz que no había sentido en mucho tiempo.
Lo miré de reojo, sintiendo cómo el amor por él crecía con cada palabra que decía. Caminamos en silencio el resto del camino, disfrutando de la tranquilidad de ese momento, sabiendo que el futuro estaba lleno de posibilidades.
La vida seguía avanzando, y aunque los días eran ajetreados, no podía esperar para llegar al altar, para prometerle a Yoongi, frente a las personas más importantes de nuestras vidas, que esta vez sería para siempre. Porque esta vez, estábamos listos. Y esta vez, sabíamos que no solo estábamos apostando por el amor, sino también por el esfuerzo, la paciencia y el compromiso que nos había llevado hasta aquí.
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