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VIII

Alzas la mirada hacia el enorme letrero con letras en neón. Se escucha la música proveniente del local desde afuera. No hay ningún seguridad en la entrada, las personas entran y salen como abejas rondando el polen. Y sin embargo tú estás parado ahí, con las luces azules y rojas iluminando parcialmente tu rostro, preguntándote qué haces en este tipo de sitio para nada de tu estilo.

Es noche, pasadas las diez tal vez. El cielo se encuentra totalmente despejado y hace una temperatura agradable, te gusta, pero extrañas el frío y las lluvias del invierno.

Toses, observas una vez más el local. Ayer, después de desmentir tus creencias, él te había dicho que vinieras a este local. No te dijo porqué, aunque tampoco es que prestaste mucha atención, estabas demasiado concentrado asimilando, después simplemente te fuiste sin querer escuchar nada más.

Aquello no te causó alivio ni mucho menos, porque sabes que ella lo quiere, simplemente lo sabes. Pero ya no le tienes tanta manía, aunque los celos sigan presente y así lo sea por más tiempo. ¿Será por eso que viniste? No lo sabes y tampoco eres muy supersticioso, pero algo te empujó a presentarte a este lugar. Así que haces caso omiso a la voz de tu cabeza y te haces espacio entre la gente que van entrando.

Casi de inmediato la música explota tus oídos y el calor sofocante a embestirte. No hay tantas personas como para sentirse uno una sardina en una lata, pero sí las suficientes para incomodarte. Las luces tenues y coloridas iluminan ligeramente el local y un gran escenario luce imponente al final. Dos chicos cantan encima y un DJ se encuentra a su esquina. Paseas tu mirada por las mesas situadas a lo largo del espacio, pero te vas directamente hacia una barra. Te sientes sobre un taburete y escuchas a los chicos cantar.

Tú lo harías muchísimo mejor.

Te sientes extraño en este ambiente, te veo desde una de las mesas y observo como diriges miradas a tu alrededor en busca de no sé qué. En cierto modo te ves perdido, hace mucho que no frecuentas estos tipos de locales.

No seguirá igual más tiempo, lo presiento.

Pasados unos minutos estás a punto de irte, no conoces a nadie y no tienes ganas de entablar conversación. Estás irritado porque él a ti te dijo que vinieras, pero tú a él no lo viste en ningún momento. Así que te diriges a la salida, cuando ves una cabellera arcoíris. Te resulta muy conocida y aún más cuando la dueña de ella se gira y te observa también sorprendida. Para tu bochorno te sonríe y viene hacia ti. Ahora, viéndola más de cerca, te acuerdas de ella, y es que es la chica que ahuyentó al payaso que se reía de ti como foca retrasada en el instituto.

Te saluda, tú también lo haces. Te pregunta cuánto tiempo llevas aquí, porque no te había visto. Tú le respondes con sinceridad diciéndole que poco tiempo. Asiente y después te cuestiona si te gusta como canta la mujer del escenario, añade que incluso ella lo haría mejor. Arqueas los labios ligeramente sin saber qué contestar. Pero no es necesario, ella te coge del brazo, arrastrándote a una mesa redonda con varias personas más sentadas. La miras de soslayo cuando te presenta a sus, crees, amigos.

Bastante enérgica, ¿verdad?

Después de un rato consigues incluso relajarte y liberar la tensión de tu cuerpo que ni sabías que cargabas. Los amigos de la "arcoíris" ahora la llamas así– son agradables y ella dice unos chistes tan malos que solo a ella le hace gracia, pero aún así consigue hacerte reír.

Miras como ahora abuchea a una pareja , cantan una canción empalagosa, y después  lo ves a él. Se percató que estabas ahí desde hace un rato pero se tomó su tiempo en decidir si hablarte o dejarte en paz, a decir verdad estaba bastante seguro que no vendrías. Pero estás ahí y bastante dispuesto a todo.

¿Qué tienes pensado, lindo?

Te levantas y  te diriges hacia él bajo la atenta mirada de la de cabello arcoíris. Salís fuera  echáis a caminar por la zona. No decís nada. Lo miras de soslayo, incluso en la oscuridad de la noche se puede apreciar un moratón en su pómulo, del tamaño de una nuez. No puedes evitar reírte, él chasquea la lengua e instintivamente se palpa el rostro. Te fulmina con la mirada, tú aun ríes.

Observo vuestras espaldas, observo como él te propina un banal puño en la barriga, observo como os reís juntos a distancia de unos metros. Ya no sois dos chicos que quieren a la misma mujer, sois simplemente dos chicos que se ríen juntos... como unos amigos.

Veis un banco y os sentáis.

El entorno se somete a un silencio.

Os habéis dicho más que suficiente ayer y ahora solo disfrutáis de la agradable noche.

Piensas y lo observas.

¿Podrías ser amigo del que podría ser pareja de tu enamorada? Tu baja autoestima en parte es debido a él, sin ser culpa suya. ¿Podrías estar a su lado mucho tiempo sin sentirte incómodo y no compararte continuamente? Peor aún, ¿podrías, seguramente en un futuro, observar a los dos juntos sin sentirte miserable?

¿Y por qué no?

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