I
Allí estás tú, sentado en aquél banco con grafitis obscenos ensuciando la madera ya de por sí vieja y desgastada. Observas ambas manos temblorosas, tus dedos manchados con tinta negra corrida que antaño simulaba siluetas que ahora no se distinguen bien por el continuo roce con la piel. Aunque, son dos iniciales con los bordes aún un poco inflamados y rojizos lo que atrae tu atención. Vuestras iniciales que, al juntar los óvalos, forman un pequeño corazón.
Sientes un vuelco en tu interior y tu pecho cada vez más pesado. Percibes tu frente perlada y te pican las palmas que rascas casi con furia, y es que no son mariposas lo que tienes en tu estómago. No. Son muchas más criaturas salvajes; dragones, halcones, todas revoloteando con rabia y sin contención.
Bufas y te pasas la misma mano de las iniciales por la maraña de tus cabellos largos y ondulados. Tu rodilla izquierda te comienza a temblar y te restriegas la nariz rojiza, avecinando un posible estornudo. Estás impaciente, por eso enciendes la pantallas de tu móvil para volver a ver la hora, a pesar de haber hecho exactamente lo mismo hace tan solo unos escasos minutos. Te preguntas el motivo de su tardanza cuando, efectivamente, estornudas y das un pequeño salto en ese banco. Te percatas avergonzado que llamaste la atención de una pareja mayor y ocultas automáticamente tu rostro tras el móvil.
Estabas descansando tumbado en la cama y abatido por un fuerte constipado, pero eso no te impidió venir a este parque cuando ella te escribió para citarte. No te interesó las indicaciones médicas que te dictaron reposo, ella es más importante para ti.
Ojalá ella te quisiera como lo haces tú.
Guardas las manos en los bolsillos de tu abrigo y sientes escalofríos recorrer tu cuerpo.
Cuando la ves.
El latir de tu corazón aumenta vertiginosamente, de tal modo que lo sientes luchar con salir de tu pecho. Notas tu paladar reseco y te tienes que humedecer los labios para poder murmurar un hola. La ves extraña, por alguna razón nerviosa. Se siente a tu lado y se disculpa por haber tardado, afirma que tuvo que esperar el metro. Tú no la escuchas, tan solo piensas en si deberías enseñarle tu regalo ahora o esperar un poco más.
Parpadeas confundido cuando la ves mover la mano frenéticamente. Le preguntas qué ocurre, que porqué te citó. Observas consternado como sus mejillas rojizas se vuelven pálidas y como evita observarte a los ojos. Se forma un nudo en tu garganta.
Te das cuenta por su mirada brillante y ese tick que siempre hace cuando está nerviosa, el temblor de su labio inferior, que no te gustará lo que dirá a continuación.
Insistes, angustiado, una vez más. Agrandas los ojos, la observas con matiz de pánico y desesperación. Ella sigue evadiendo tu mirada.
Cuando habla.
Se te atora el aire en los pulmones y te quedas en blanco.
Sin habla.
Tan solo escuchas su voz diciendo que se acabó. Una y otra vez se reproduce en tu mente. Y este, como burlándose, añade a su voz excusándose que es mejor así, que tiene la sensación de que vuestra relación se basa en monotonía y aburrimiento, no en amor. Que quiere estar sola, alejada de todos, todas y todo.
Si ella supiera...
Y sé que en tu interior darías cualquier cosa para retenerla contigo y decirle frases inteligentes y emotivas que la hiciese quedarse, frases como las de las películas que ella tanto adora y por las que suspira. Pero no puedes, porque ella ni siquiera te da esa oportunidad de replicar cuando te da un suave beso en la mejilla, se para de pies y se va, con ese andar suyo sutil que tantas veces lo comparaste con el compás de una canción lenta y sublime.
Te deja estupefacto, petrificado. Y cuando por fin reaccionas arremangas las mangas de tu abrigo y observas tus muñecas con la mirada empeñada. Y te quedas por mucho rato más en este banco de madera desgastada, vieja y sucia, escondiendo las lágrimas entre tus manos. Y piensas, cavilas y vuelves a pensar y cavilar en sus palabras y en las palabras que no le supiste decir . Te culpas por no haber luchado y dejarla marchar y te recriminas por no haber sido suficiente para ella, por no haber sido suficiente tus sentimientos por ella.
Pero lo que tú no sabes es que a veces eso de querer mucho a una persona no es suficiente razón para estar a su lado.
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