
Ven, vuelve
—Buenos días, doctor Caws —le dijo el doctor Wessex cuando tomó asiento al lado de Andrew—. Pues empecemos. Anoche entró un hombre de cincuenta años con un derrame cerebral...
El teléfono de Elliot sonó y éste se disculpó con sus compañeros mientras colgaba la llamada de Summer.
—Como decía —continuó—, tuvo un derrame en el hemisferio derecho, le administramos TPA.
—¿Ha sangrado? —preguntó Elliot.
—De momento no, pero necesito que lo vayas a ver. —Se ajustó las amarillentas gafas—. Tú, Andrew, necesito que hables con la familia de la señora Johansson. —Ambos se levantaron y se encaminaron a la puerta—. Elliot, espera, que te acompañaré parte del camino.
—Claro.
—Dime, ¿no estás contento por trabajar aquí? —le comentó cuando andaban por el pasillo.
—Sí, estoy muy contento. Disculpe que estos días haya estado un poco ausente.
—Estás haciendo bien tu trabajo, pero no veo que estés muy feliz.
—Son cosas personales, señor. A mí me encanta trabajar aquí, es como cumplir un sueño. De nuevo le quiero dar las gracias.
—No hay de qué... nos vemos luego —dijo cuando se desvió.
—Doctor Caws, doctor Caws, tiene una llamada urgente. —La voz sonó a través de los altavoces.
Elliot resopló y se paró en la primera recepción que encontró.
—Soy el doctor Caws, ¿me pasas la llamada? —le dijo acodándose en el mostrador.
—Aquí tiene —le dijo la recepcionista con una enorme sonrisa.
—¡Elliot Anthony Caws! —Elliot apartó el teléfono de la oreja con los gritos de Summer—. ¡Que sea la última vez que me cuelgas!
—¿Que quieres? Estoy ocupado.
—Es una urgencia, ¿no te lo ha dicho la recepcionista?
—¿Lyeen está bien?—preguntó asustado.
—Te llamo por eso precisamente, sobre su estado.
—¿Su estado?
—Vale, Elliot, necesito que estés sentado.
—Vamos, dime que pasa. —Rodó los ojos—. En serio, tengo prisa.
—Está bien. —Summer resopló—. Lyeen está embarazada.
Elliot se quedó un rato paralizado y luego negó con la cabeza.
—Sé lo que estás intentando, Summer, y no estoy para bromas.
—Tienes que volver aquí, porque Lyeen está embarazada.
— Summer, eso no es posible, ¿vale?
—¿Me quieres escuchar? La vi ayer y claramente está embarazada.
—¿Claramente está embarazada? —Elliot se fijó de reojo que la recepcionista lo miraba fijamente. Se apartó unos centímetros—. ¿De qué hablas? —susurró.
—Oye, yo tengo un don para estas cosas. En secundaria, supe que Samantha Rogers estaba embarazada, antes que ella misma.
—¡¿Pero cómo vas a saber si está embarazada o no?!
—¡Es una especie de intuición! —dijo Summer— ¡Vamos, tú eres científico!
—Summer, es imposible que esté embarazada, porque siempre usamos protección. Voy a dejarte, tengo trabajo que hacer.
Colgó el teléfono y soltó aire con fuerza. La recepcionista le sonrió incómoda, pero Elliot la ignoró y se encaminó a la habitación de su paciente.
Cuando estaba en la puerta se paró: «Es imposible que esté embarazada». Sintió un nudo en el estómago cuando se imaginó que fuera verdad. «El padre de Lyeen me mataría». Pero por otra parte pensó, que en el caso de que tuviera que tener un hijo, le encantaría que fuera con ella.
***
Se pasó el resto de la mañana dándole vueltas a la situación. Sabía que Summer hacía cosas así, como ya había hecho en el pasado. Pero, el motivo por el cual lo hacía, sólo para que ellos volvieran a estar juntos, le hacía ser más consciente del error que había cometido. «Incluso mi madre lo piensa y eso que odiaba que estuviera con Lyeen». «Ojalá pudiera hacer que la noche de navidad fuera mudable».
—Pero es imposible —dijo en voz alta.
No podía cambiar el pasado, pero sí podía cambiar el futuro. Tenía que hablar con Lyeen y decirle la verdad.
Cuando dieron las seis, se cambió con prisas y cogió su teléfono para hacer la llamada. Pero el teléfono de Lyeen estaba fuera de cobertura.
—Elliot, ¿estás listo? —le dijo Andrew.
—¿Para qué? —le preguntó cerrando su despacho.
—Vamos a tomar algo, ¿recuerdas? —Apartó su cabello negro—. Creía que tenías memoria eidética...
—Sí, perdona. Claro que estoy listo.
Aunque Elliot no tenía nada de ganas de hacer vida social, fue porque necesitaba una copa e intentar pensar qué hacer.
El bar era un moderno local cerca del hospital, donde, al parecer era habitual que fueran la mayoría de médicos. Cuando llegaron, algunos compañeros los esperaban en una mesa.
—¡Hola, chicos! —dijo Andrew—. ¿Os acordáis del doctor Caws?
—Claro que sí —dijo una chica rubia—. ¿Por qué no te sientas aquí?
Antes de tener tiempo de reacción, su amigo Andrew lo empujó para que se sentara.
—Me alegro verte de nuevo.
—Yo también... —dijo con el ceño fruncido—. Perdona, no sé tu nombre.
—Soy Melissa, Melissa Morgan, trabajamos en la misma planta.
—Sí, te he visto.—Se encogió de hombros—. Perdona por no haberme aprendido tu nombre.
—No pasa nada —le dijo apoyándose en la mesa y Elliot notó que se mostró torpe.
—Aquí tienes colega. —Andrew dio una cerveza.
—Gracias —dijo dándole un trago.
Melissa se pasó la noche hablándole y, a medida que pasaba la noche y más la ignoraba, ella bebía más y más cerca.
—Voy a por otra copa. —Al ponerse de pie, la enfermera tropezó y cayó en los brazos de Elliot—. Lo siento —dijo entre risas.
—No pasa nada. —La apartó y se levantó—. Tengo que ir al baño.
Cuando se alejó, sacó su teléfono del bolsillo, y marcó de nuevo el número de Lyeen, pero seguía sin estar disponible. «Necesito hablar con ella». Pensó en llamar a algunas de sus amigas, pero no tenía el teléfono. Trató de llamar a Summer, pero tampoco respondió.
—Mierda —dijo pensando qué podía hacer.
—¿Estás bien? —le preguntó Melissa. «¿Qué quiere ahora?»—. ¿Necesitas ayuda?
—Estoy bien —contestó alejándose, pero ella lo cogió del brazo y lo estampó contra la pared—. ¿Qué haces?
—Sabes lo que estoy haciendo. —Melissa le lanzó el aliento a alcohol—. Desde que empezaste a trabajar aquí, me fijé en ti.
—Melissa. —La asió de los hombros y la apartó de su camino—. No estoy interesado, déjalo antes de que te humilles a ti misma.
—No te preocupes por mí —dijo ella acercándose de nuevo para darle un beso.
Elliot se quedó unas milésimas de segundo parado, y entonces, pensó en todos los besos que se había dado con Lyeen. «Mi último recuerdo tienen que ser el de sus labios, siempre lo serán», pensó librándose de ella.
Oyó que como lo insultó y le lanzó pullas sobre su orientación sexual, pero Elliot la ignoró y se marchó.
Sólo salir, vio que el cielo estaba nuboso y unas enormes gotas empezaron a caer. Pidió un taxi y volvió a su apartamento. La oscuridad y la soledad volvieron a él. Necesitó darse una ducha para quitarse la aroma de la dichosa enfermera.
Cuando salió, buscó a Moby, a quien encontró estirado sobre el edredón verde. Se sentó en el borde e intentó acariciar a su mascota, que se apartó refusiva. Se tumbó y miró al techo. «Necesito estar con ella».
Se levantó de un salto para vestirse deprisa y salir de casa.
Cogió su coche y fue directo al aeropuerto de Washington. «Si no responde por teléfono, se lo diré en persona. Espero que me perdone y quiera volver conmigo», pensó entrando en la autopista.
***
Lyeen llegó al aeropuerto de Washington a las siete de la tarde. Se sintió aliviada al salir de ese avión, odiaba el olor del mismo, que le provocaba mal humor y le hizo sentir náuseas durante todo el trayecto.
***
¡Hola, queridas lectoras! Espero que estéis bien. Pues sí, estamos en el penúltimo capítulo. ¿Qué creéis que pasará? jeje
Como siempre gracias por leer :)
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