
La caída más brutal
—Buenos días —dijo Elliot tras entrar en la tienda de cómics de Jake.
—Buenos días —Jake lo saludó y lo miró con el ceño fruncido tras comprobar la hora—. ¿Qué haces aquí? ¿No tendrías que estar dando clase?
Elliot recorrió la tienda con la mirada y le pareció extraña verla tan vacía. Aunque era lógico, porque eran las diez de la mañana de un miércoles.
—Pues... —Se acercó hasta un estante y empezó a ojear los cómics de grapa—. Es que... ya no trabajo allí.
—¿Cómo? Buenos días —dijo Jake a un chico que acababa de entrar—. ¿Y eso porqué?
—He dimitido —dijo encogiéndose de hombros.
Su amigo era la primera persona que sabía la noticia.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué vas a hacer?
Elliot dejó los cómics en el mostrador.
—Pues... sólo salir me ofrecieron otro trabajo.
—Eso es genial. ¿Y cuál es el problema?
—¿Problema?
—¿Qué es esto? —le dijo Jake señalando los cómics.
—Mis cómics del mes —dijo Elliot convencido, porque no tenía ganas de profundizar más.
—Serán del mes pasado... —Miró los números y se dio cuenta de que se había equivocado—. Dime, Elliot. ¿Dónde te han ofrecido trabajo?
—En el Hopkins.
—¡Eso es genial! —Le dio un golpe en el hombro, y luego salió del mostrador—. Es uno de los mejores, ¿verdad?
—Sí... —Elliot se puso las manos en los bolsillos y observó cómo su amigo cogía los cómics correctos—. ¿Sabes dónde está?
—Por supuesto que sí, está en Baltimore. Tío, te echaremos de menos. —Jake volvió tras el mostrador—. Pero iremos a verte.
—¿Y Lyeen? —le preguntó.
Su amigo Jake se quedó parado y lo miró con el ceño fruncido.
—Ella irá contigo, ¿no?
—No lo hará. —Elliot se movió incómodo—. Ella no...
No supo cómo continuar, así que calló.
—Estuve con ella los últimos días, vino al mercadillo conmigo, y te aseguro que te quiere un montón. —Su amigo le sonrió—. No paró de preguntar cosas sobre ti.
—Sí, pero le pedí que viviera conmigo y me dijo que no. ¿Crees que me dirá que sí ahora? Y más teniendo en cuenta que eso supone alejarla de su familia.
—Perdona, estoy buscando el número 3 de Food Wars*. —El único cliente los interrumpió.
—Ahora mismo te lo busco —le dijo Jake—. Elliot, yo creo que sí se lo pides, irá contigo. Enseguida vuelvo.
«No sería justo que se lo pidiera», pensó Elliot mientras vio a su amigo atender al cliente. Había recibido un correo la noche anterior del profesor Wessex, haciéndole la propuesta formal. Elliot respondió que quería reunirse y hablar de las condiciones antes de decir que sí. En realidad estaba intentando dilatar el tiempo para tomar una decisión.
***
El centro comunitario de Sunset era un viejo edificio marrón y cuadrado. A Elliot le sorprendió que su padre hubiera escogido ir a Alcohólicos Anónimos en ese lugar, cuando podía haberse pagado un centro privado. Había quedado en recogerlo en el aparcamiento, pero llegó demasiado pronto, así que decidió entrar por curiosidad. Siguió unas voces y se encaminó por el pasillo. Cuando entró, vio a un grupo de personas sentados en círculo. Su padre no lo vio, por estar de espaldas.
—Ayer, mi ex marido me dejó ver a mi pequeño Kyle —dijo una señora rubia y muy delgada—. Pude verlo... —Empezó a llorar—. Me reconoció... reconoció a su mamá...
Un hombre se levantó para consolarla, y Elliot se fijó en que era Marcel.
—Stacey, estás haciendo grandes progresos. Si sigues así, podrás tener la custodia compartida.
Ella asintió y le regaló una gran sonrisa. Marcel levantó la vista y vio a Elliot. Lo saludó con la mano. El resto se giraron, incluso su padre.
—En fin, como tenemos visita, lo mejor es que hagamos la pausa para el café ahora —dijo Marcel.
—¡Elliot! —dijo Michael poniéndose pie.
—Hola, papá —dijo recibiendo su efusivo abrazo.
—¿Es tu hijo? —dijo un señor con un gran bigote y un sombrero de Cowboy.
—Así es. Danny, te presento a Elliot.
—Un placer conocerte, eres un buen chico. —Le dio la mano con fuerza—. Tu padre sólo dice cosas buenas de ti.
—Sólo cuento verdades, Danny —le dijo Michael con una sonrisa.
—Papá, ¿qué cuentas de mí? Siempre exageras.
—¡Vamos! —Su padre le puso la mano en la nuca y le dio unos golpes con cariño—. Casi nunca exagero. Ven, te presentaré a los demás.
—Papá, me gustaría... —Buscó a Marcel con la mirada y lo vio saliendo del sala—. Vuelvo enseguida.
Elliot dio unas largas zancadas y no tardó en alcanzarlo.
—¡Marcel! —Se paró a esperarlo—. ¿Tienes un momento?
—Por supuesto, iba a la capilla para mis oraciones, pero me puedes acompañar y hablarme de camino.
—Estupendo, gracias. ¿Cómo está mi padre?
—Lo está llevando muy bien, deberías estar orgulloso. ¿Por qué? ¿Qué te preocupa?
Elliot cogió aire.
—¿Si me marchara? —Marcel se paró delante de una puerta y se cruzó de brazos—. ¿Él estaría bien?
—Elliot, tu padre está bien porque tú lo has perdonado. —Le puso la mano en el hombro—. Está recuperando ese tiempo y dando el cien por cien para no volver a beber. Si tú te marchas, pero sigues siendo su apoyo... tu padre lo logrará.
Luego, Marcel entró en la capilla, que estaba a oscuras excepto por la luz de unas velas. Elliot pensó que, en el caso de creer en Dios, ni él mismo lo podría ayudar a decidir.
Después, fue con su padre a cenar algo cerca. El restaurante parecía bastante pasado de moda, pero Michael le dijo que las hamburguesas eran lo mejor.
—Linda, ¿nos pones dos menús número tres? —dijo antes de tomar asiento en los bancos de cuero rojo.
—No te cansas nunca, ¿eh? —le dijo la camarera con una sonrisa—. ¿Qué queréis para beber, guapos?
—Una cola para mí. —Michael miró a su hijo, que estaba ensimismado—. ¿Elliot?
—Ah, sí, para mí lo mismo.
—¿Qué pasa, hijo? Estás en las nubes, como cuando eras niño y tenías alguna presentación o examen importante.
—Ya no trabajo en la universidad —le dijo Eliot sin cortes ni publicidad.
Elliot le explicó la situación, sin entrar en detalles sobre el motivo real de su dimisión.
—Mi mentor de la universidad, nos ha ofrecido a un antiguo colega y a mí, trabajar en el Hopkins.
—¿El Joseph Hopkins? Es el mejor hospital. Elliot... —Le cogió la cara con las manos—. Estoy tan orgulloso de ti. Serás grande, hijo.
Elliot se sonrojó y lo miró triste.
—¿Cuál es el problema? ¿Por qué no estás contento?
—Si acepto el trabajo...
—¿Si aceptas el trabajo? —dijo Michael—. Estamos hablando del mismo hospital, ¿verdad?
—Papá, si acepto el trabajo... Lyeen y yo... —El sólo pensarlo le partía el corazón—. No sé...
—Gracias, Linda —dijo aceptando las bebidas—. ¿No sabe lo del nuevo trabajo? —Negó con la cabeza—. Dime, ¿cuál es vuestra situación?
—Pues... —Elliot sonrió como un idiota—. Estoy enamorado hasta los huesos, papá. Nos queremos con locura, pero...
—¿Pero qué?
—Le pedí hace dos meses que viniera a vivir conmigo. —Pasó los dedos por la condensación de su vaso—. Pero me dijo que no, que era demasiado pronto.
—Bueno, pero tenía razón.
—Exacto. —Su sonrisa se volvió triste—. Y apenas ha pasado tiempo desde entonces. La situación no ha cambiado demasiado. Bueno, ahora es peor, porque tendré que irme a otro estado. —Se encogió de hombros—. Ella no vendrá conmigo, papá.
—Pero deberías intentarlo, tal vez cuando sepa que vas irte tan lejos...
—No se lo voy a pedir —dijo Elliot serio.
—¿Cómo que no? —dijo Michael poniéndole la mano en el brazo.
—Si acepto el trabajo... no le pediré que venga conmigo. —Miró por la ventana, donde el sol de la tarde desaparecía—. No me parece justo.
—No lo entiendo.
—Papá, deberías verla con su familia. —Balanceó la cabeza—. Los adora, están tan unidos. Además, Lyeen lo tiene todo aquí: su trabajo, sus clases baloncesto de los sábados, sus graffitis, sus amigas...
—Elliot...
—No sería justo que se apartara de todo esto por mí.
—Está bien. ¿Y si te pide que te quedes?
—Me quedaré.
—Pero sabes que no lo hará.
Elliot se quedó pensativo y asintió con la cabeza. Se quedaron en silencio hasta que la camarera les trajo la comida. Elliot llevaba días con el estómago cerrado, así que sólo cogió una patata frita.
—¿Entonces? —dijo Elliot—. ¿Debería de aceptar el trabajo? Dios, soy un idiota, no debería de haber dimitido.
—Elliot, no te puedes arrepentir. Seguramente tenías tus motivos —dijo limpiándose con una servilleta—. Así que sin alternativa, no puedes sentir arrepentimiento.
—En ese caso... ¿porqué me siento así? —dijo Elliot—. Sé que, haga lo que haga, me voy a arrepentir. ¿Tú qué harías en mi lugar?
—Somos personas distintas.
—Por favor, papá. Necesito que me digas qué harías tú. Yo no lo sé... ¿que debería hacer?
—Pues creo... si tuviera tu edad, escogería el amor. Pero, ahora que tengo cierta edad... creo que deberías aceptar el trabajo —le dijo su padre serio—. Es una gran oportunidad que no se tiene todos los días y es tu futuro el que está en juego.
Esa era la respuesta que más se temía. En realidad, creía que su padre le pediría que se quedara, más que por Lyeen, lo haría como un acto egoísta por su parte. Elliot lo miró, y se alegró al darse cuenta de que había recuperado, en cierta manera, a parte de su familia. Le dolía que con su madre no pudiera ser igual.
—¿Qué pasó con mamá? —le preguntó Elliot—. ¿Por qué se volvió así?
Michael apoyó los codos en la mesa y miró fijamente.
—En realidad, tu madre siempre había sido así. El abuelo Anthony no fue un padre presente. Se pasaba las horas, los días y las semanas en el laboratorio. —Michael negó con la cabeza—. Cuando a tu abuela le diagnosticaron esclerosis múltiple, tu abuelo estuvo más ausente aún. Se obsesionó con encontrar alguna cura. Y en consecuencia, tu madre se sintió sola y desamparada. Ella tuvo que buscarse la vida, y no lo tuvo fácil. Con sólo trece años, tuvo que organizar el funeral de su madre. Su padre, estuvo literalmente cinco minutos, y se marchó.
A Elliot se le partió el alma, cuando supo que su abuelo había hecho algo tan horrible.
—Pero, cuando pasaron los años, se dio cuenta de su error e hizo todo lo posible para enmendarlo. Creo que, por eso, se centró contigo, Elliot. Él te hizo más fuerte de lo que eras, más valiente.
—No sabía nada de esto...
—Cuando conocí a tu madre... era realmente... —Michael sonrió—. ¿Cruel? Sí, creo que esa es la palabra. Intenté ligar con ella en la universidad. Estaba a punto de hacer la semana perfecta.
—¿La semana perfecta?
—Ya sabes, liarte con una persona diferente, cada día de la semana...
—Vale, papá, demasiado información...ve al grano.
—Está bien, está bien. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Era domingo, y estaba en el bar con mis amigos. Tu madre estaba preciosa esa noche. Mis amigos me animaron, creí que sería fácil, pero me equivoqué. Tu madre me dio el mayor corte que me habían hecho nunca. Y eso me enamoró. La tuve que conquistar, fue... era bastante mezquina en general.
—¿Bastante mezquina? —Elliot elevó la ceja.
—Sí. Hacía cosas estúpidas, como mentir para que despidieran a algún profesor que no le gustaba, cualquier sandez. Pero yo le pedí que dejara de hacerlo. Y lo hizo. El resto de la historia ya lo sabes, nos casamos y te tuvimos a ti. Pero, cuando volvió a tener contacto con tu abuelo, cambió de nuevo. Se obsesionó con el trabajo y... creo que en realidad lo único que quería es que su padre se sintiera orgulloso de ella.
—¿Crees que me guarda rencor por eso? —Michael lo interrogó con el ceño—. ¿Por tener buena relación con el abuelo?
—Me gustaría decirte que no, pero es posible. —Su padre se encogió de hombros.
Elliot entendió muchas más cosas del pasado con esta información. Pensó en la mujer de Alcohólicos Anónimos, que habló de su hijo. «A mamá le debía partir el alma que no quisiera vivir con ella».
—Por eso te pido, que tengas paciencia con ella. Tu madre es una mujer maravillosa, cuando confías en que lo es.
—Lo intentaré —Elliot le sonrió—. Gracias por contármelo.
—Elliot, hijo. Sobre el otro tema...es una gran oportunidad.
—¿Estarás bien si me voy?
—Claro, pero que sepas que te llamaré todas las noches... y si aceptas, aprovecha los días con Lyeen, hasta que te sientas preparado para contarle la verdad.
Elliot asintió y pensó en Lyeen, en lo mucho que la amaba y lo mucho que le dolería alejarse de ella. «Intentaré pasar los mejores días a su lado, volar alto con ella», pensó, siendo consciente de que la caída desde las nubes, entonces sería más brutal.
***
¡Hola a todo el mundo! Como siempre gracias por leer, mi querida lectora.
*Shokugeki no Sōma es una serie de manga escrita por Yūto Tsukuda e ilustrada por Shun Saeki.
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