
El precio
Los últimos días de verano, Lyeen los pasó trabajando, disfrutando del amor de Elliot y organizando la recaudación de fondos, que había tomado el nombre de "Salvar la pelu de Carmen".
—¿De verdad vendrán todos estos grupos a tocar? —le preguntó Lyeen a su amiga Lidia.
—Sí, cuando se lo conté a Kike, se ofreció enseguida —le dijo ella con una sonrisa solícita.
—Es genial, si hay conciertos vendrá mucha más gente —dijo Lyeen.
—Tu novio es un encanto —dijo Valeria dejándose caer en el sofá—. Igual que el tuyo, Lyeen. ¿Por qué soy tan desgraciada y no encuentro novio?
—Vamos, Val, que no es el fin del mundo —le dijo Lidia poniendo una mano en su hombro—. Vendrá mucha gente en la recaudación de fondos, seguro que conoces a alguien... o a algún amigo de Kike.
—¿Son guapos? —preguntó Valeria abriendo un ojo para mirar a su amiga.
—A ver, es que son rock stars.
Valeria sonrió y se animó en dos segundos.
—Vale, pues yo he pensado en hacer la manicura y dar el dinero que gane.
—Muchas gracias, chicas. —Lyeen las abrazó a ambas—. Sois las mejores.
—Hola niñas —dijo Carmen entrando en el salón y dejando una montaña de ropa en el sofá—. ¿Cómo estáis?
Sus amigas se levantaron para darle dos besos.
—Estamos bien —dijo Lidia.
—Sí, con ganas de que llegue el gran día —dijo Valeria con una enorme sonrisa.
Carmen siempre había tratado a las amigas de Lyeen como si fueran sus hijas, y ellas las correspondían como tal.
—Tenemos que irnos ya —dijo Lidia abrazando a Lyeen y luego a Carmen—. Hablamos luego, ¿vale?
Cuando sus amigas se marcharon, Carmen se sentó para doblar la ropa y Lyeen la imitó. El olor a ropa limpia le hacía sentirse nostálgica.
—Dime, ¿cómo está Elliot? —preguntó Carmen.
—Está bien, mamá. Ya ha empezado las clases. Tendré que volver al estudio en una semana. —Lyeen sonrió—. Pero ya lo sabes, porque lo viste hace poco.
Elliot había ido todos los domingos a cenar a su casa y se sentía feliz por que su familia lo hubieran acogido así. «Parece que lo empiezan a querer más que a mí», pensó mientras doblaba una camiseta de Trevor. El timbre la sacó de su ensoñación.
—Voy yo. —Se puso de pie—. Seguro que es Val, que se ha dejado algo.
Si a Lyeen le hubieran dicho en ese momento quién había detrás de la puerta, probablemente no se lo hubiera creído. Juliette Hannigan, la madre de Elliot, le regaló una sonrisa forzada.
—Doctora Hannigan... ¿qué hace usted aquí?
Vestía un traje pantalón de color crema, con unos zapatos de tacón rojos que brillaban, acorde a su cabello y su color de labios. El olor de su perfume le provocó picor en el ojo derecho.
—Buenos días, Lyeen. ¿Puedo pasar?
—Eh... sí... ¿Elliot está bien? —dijo llevándola al salón.
—Por supuesto.
—Ya. Mamá. —Carmen se puso de pie—. Ésta es la doctora Hannigan, la madre de Elliot.
—Oh, un placer. Yo soy Carmen. —Le dio la mano—. ¿Por qué no te sientas? ¿Quieres tomar algo?
—Agua estará bien, gracias. —Tomó asiento pasando sus manos por la tela del pantalón y puso su bolso carmesí en su regazo.
—¿Qué hace aquí? ¿Cómo sabe dónde vivo? —Lyeen sabía que su visita traía algo malo: lo veía en las sombras que desprendía, que eran grises y turbias.
Ella la miró altiva, sin decir nada. Lyeen se estaba empezando a poner nerviosa.
—Gracias —le dijo a Carmen. Antes analizó el vaso, y al ver que estaba limpio, se sirvió agua y le dio un trago.
—Elliot, es un chico estupendo —dijo Carmen sentándose—. Viene todos los domingos a cenar aquí, podría venir usted alguna noche.
La mirada de la doctora se ensombreció, y Lyeen supo que fue un golpe para ella.
—Sé que tenéis problemas para pagar las facturas. —Dejó el vaso sobre la mesa.
—¿Disculpe? —dijo Carmen con el ceño fruncido.
Juliette abrió su bolso y de él mismo sacó un talonario y un pequeño bolígrafo.
—¿Cuanto debe costar una peluquería en un lugar como éste...? —Se puso el dedo índice en los labios—. ¿Veinte mil dólares tal vez? Sí, creo que esa es la cantidad adecuada.
—¿Qué está haciendo? —le preguntó Lyeen.
—Sólo quiero ayudaros. —La miró con una sonrisa, que a Lyeen le causó escalofríos—. Pero no te preocupes, también he pensado en ti. Te haré un cheque. —Lyeen parpadeó nerviosa, sin saber qué decir—. ¿Cuál es el precio a pagar para que dejes de ver a mi hijo?
Se quedó boquiabierta, sin saber cómo reaccionar. «No me puedo creer que esté haciendo algo así».
—Quiero que se vaya. —Carmen se puso de pie y la sonrió falsa—. No queremos a gente como usted en ésta casa.
—¿Gente como yo? —Recorrió la mirada por el salón con desprecio.
—Sí, gente como usted que cree que puede comprarlo todo. ¿Cree que mi hija dejará a Elliot por dinero? ¡¿Cómo se atreve a pensar que mi hija...?! —Negó con la cabeza—. La verdad, es que me pareció raro que Elliot no hablara de su madre, pero ahora entiendo porqué... ¿qué madre no quiere a su hijo?
—Por supuesto que lo quiero, por eso lo quiero proteger y alejarlo de malas compañías. —Se puso de pie con los labios apretados—. Por su culpa, su carrera está estancada.
—Yo amo a su hijo... —dijo Lyeen con un nudo en la garganta.
—No vale la pena que digas nada, bichito. —Le pasó la mano por la espalda—. Haga el favor de irse de mi casa.
—Es su casa, de momento —dijo Juliette con desprecio en sus palabras.
—Te lo repito —dijo Carmen—. Si no quiere que la agarre del moño y la saque a rastras, váyase.
Lyeen no había visto nunca a su madre así.
—Me iré —dijo la doctora—, pero la oferta seguirá en pie. Todo el mundo tiene un precio.
Carmen levantó el brazo, pero por suerte Lyeen reaccionó rápido.
—Yo me encargo, mamá —le susurró y sus palabras parecieron tranquilizarla—. Doctora Juliette, deje que la acompañe a la puerta.
Ella la siguió hasta la entrada, y le abrió la puerta.
—¿De verdad cree que dejaría a Elliot por dinero? —Ella fue a contestar pero Lyeen no la dejó—. ¿Sabe? Cuando Elliot me dijo que la odiaba, no lo entendí, pero ahora...
—¿Elliot te dijo que me odia?
—¿Acaso le extraña? Ni siquiera le responde al teléfono.
—Sí, por tu culpa. Él quedaba conmigo hasta que empezasteis a salir.
Lyeen negó con la cabeza, sin poder creerse que hablara en serio.
—No está entendiendo nada. Ni por todo el dinero del mundo dejaría a Elliot.
Tras decir eso, cerró de un portazo. Se apoyó en la puerta y cerró los ojos con fuerza. Se sentía aliviada porque se hubiera ido y soltó un largo resoplido. Notó la mirada de su madre, pero la ignoró. Pensaba en la manera en que se lo contaría a Elliot y en lo mucho que le dolería y le enfadaría la situación. «La odiará más todavía».
***
¡Hola a todo el mundo! Como siempre, gracias por leer, espero que lo pases bien con la obra :)
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