La casa de Summer era dos veces más grande que la suya, por lo que Elliot se sintió un poco nervioso. Se había pasado el día evitando pasar rato en casa, porque no quería que Lyeen pensara que era una persona ostentosa. Después de la playa se la llevó a dar una vuelta por algunos puestos que habían en el paseo marítimo hasta que fue la hora de cenar. En realidad, él preferiría estar a solas con Lyeen, pero dijo que sí porque sabía que Summer no aceptaría un no como respuesta.
Antes de llamar al timbre, miró a Lyeen que se había puesto seria de repente.
—¿Estás bien? —le preguntó mientras esperaban. Ella solo asintió levemente—. Summer es una chica un poco intensa, pero te caerá bien, ya verás....
—¡Hola! —dijo Summer tras abrir la puerta—. Pasad, no os cortéis.
Cuando entraron, la siguieron hasta la cocina; sobre la encima había una botella de tequila y tres vasos de chupito.
—Empiezas temprano. —le dijo Elliot.
—Empezamos. —contestó, pero Elliot negó con la cabeza—. Vamos, estamos de vacaciones. —Se tragó la bebida en un segundo—. ¡Que bien sienta! ¡Vamos! —Tanto él como Lyeen se negaron—. Que aburridos... pues más para mí.
Se bebió el tequila que les había servido y volvió a llenar el vaso.
—Bueno... —dijo Elliot mirando la cocina—. ¿Y qué cenaremos?
—¿Cómo? —Summer se encogió de hombros—. Ni idea.
—Nos has invitado a cenar, se supone que tenías que prepararnos algo.—Elliot se sentó en el taburete y cogió la mano de Lyeen para que se sentara también.
—Ya sabes que yo no creo en los estándares sociales. —Se bebió otro chupito y volvió a llenar su vaso—. ¡Oh! Ya sé que podemos hacer, llamaremos a la pizzería de Emilio.
—¿En serio? ¿Todavía está abierta?
—¡Sí! —Sacó el teléfono móvil que estaba lleno de arena—. Ahora lo lleva su hijo.
—¿Encontraremos un pelo en la pizza? —preguntó Elliot entre risas. Se giró para mirar a Lyeen—. Siempre que pedíamos pizza los viernes encontrábamos un pelo.
—Si no había pelo, no era divertido —dijo Summer—. ¿Hola? Me gustaría hacer un pedido...
Elliot miró a Lyeen que le sonrió y lo miró fijo.
—Lyeen, ¿estás bien? ¿Quieres irte? —Ella negó con la cabeza—. ¿Estás segura?
Elliot se acercó a ella, esperando que le contara qué le pasaba, pero no parecía dispuesta a decir nada.
—¿Podríamos hablar luego? —le preguntó Lyeen.
—Bueno, chicos pizza de camino. Y mi madre decía que organizar cenas era complicado... —Summer volvió a llenar su vaso con clara dificultad.
—¿No crees que vas demasiado deprisa? —le preguntó Lyeen.
—¡Yo controlo! —dijo dándose un golpe en el pecho—. ¡Ay que daño! Ven, Lyeen, te enseñaré la casa. —La cogió del brazo y se la llevó obligada.
Observó cómo subían a la planta de arriba y el miedo de que se quedaran solas se apoderó de él; se levantó con prisa y las siguió. «No quiero que pase otra vez».
Cuando terminaron de recorrer los casi seiscientos metros de espacio, llamaron al timbre.
—¡Yo voy! —Summer salió corriendo y se tropezó—. ¡Estoy bien! ¡Estoy bien!
—Lyeen. —Aprovechó que se habían quedado a solas y la cogió de la mano—. Por favor, dime que te pasa....
—La cena está aquí —dijo Summer dejando la pizza en la encimera—. ¿Estáis bien?
—¿Te importa que salgamos un momento...?
—No —interrumpió Lyeen—. Está bien, cenemos. —Se sentó en el taburete—. No te preocupes...
Elliot asintió y se sentó a su lado. Summer los miró seria y volvió a beber otro tequila.
—¡Vamos animaos! —dijo abriendo la caja—. ¿Sabéis qué podríamos hacer? Quedarnos toda la noche jugando a videojuegos, como antes. O ver alguna peli, como toda la saga de Home Alone*.
Elliot sonrió con nostalgia cuando recordó cómo su amiga, pese a estar castigada sin salir, se colaba por su ventana para jugar al Super Mario Bros, o hacer maratones de las películas dirigidas por Chris Columbus. Luego se fijó en lo mucho que había cambiado: los brazos los tenía cubiertos de tatuajes y su maquillaje era del todo menos discreto, con las sombras oscuras en sus ojos y labios. Hacía casi cinco años que no la veía, pero notó que algo no iba bien.
—Summer —dijo cuando vio que ella se había bebido la botella sola y no aguantaba bien el equilibrio—, dime, ¿qué ha pasado? —Ella negó con la cabeza—. Vamos que nos conocemos...
—¡Está bien! —Le mostró la mano y luego se apoyó en la encimera—. Te lo contaré... —Se puso a llorar como una niña pequeña—. Es que... es que... me han dejado... ¿Por qué todo el mundo me deja?
—Vamos... seguro que no te merecía. —Elliot se acercó a ella para consolarla.
—Es que me gustaba mucho... —dijo entre sollozos—. Era... era tan genial...
—Seguro que no lo era si te ha dejado...
Summer se apoyó en su pecho y continuó desahogandose.
***
Lyeen observó cómo Summer lloraba desconsolada y por fin vio colores en ella. Estaba realmente triste, y se sintió mal por tener sentimiento de aversión hacia ella. «Ni siquiera la conozco», pensó poniéndose de pie. Ella se había preocupado toda la tarde por ese encuentro y no dejó de imaginarse qué Elliot la dejaría por ella. Supo que exageraba cuando se imaginó que Elliot visitaría a Summer por la noche para acostarse juntos.
—No pasa nada. —Lyeen acarició la espalda de Summer, y al darse ella cuenta, se giró para abrazarla—. Tranquila, lo superarás —le susurró.
Summer se abrazó más fuerte a ella y pareció que sus sollozos perdían fuelle. Al final se apartó y observó a Lyeen seria. Ella al ver que tenía el maquillaje corrido, le pasó los dedos con cuidado para limpiarlo.
—Eres un encanto, Lyeen —dijo cogiéndole de la mano y besando la misma.
—Vale —dijo Elliot que cogió a Summer por los hombros y la apartó—. Ya estás bien, vamos a cenar.
—Eres un insensible —le dijo Summer yendo al sofá. —Lyeen tú eres genial...
Lyeen miró a Elliot con el ceño fruncido «¿A qué ha venido eso?», él se hizo el despistado y miró hacía otro lado. De repente se escuchó un fuerte ronquido: Summer se había quedado dormida en un segundo.
—Vale —dijo Elliot sentándose en un taburete y cogiendo una porción de pizza.
—Oye, ¿no crees que deberíamos despertarla?
—Eso es imposible, tiene el sueño más profundo del universo —dijo tras tragar—. Además ha bebido.
—De acuerdo, entonces vámonos a tu casa —dijo Lyeen.
—No es mi casa —dijo de repente serio—. Es de mi abuelo.
—Elliot, ¿qué te pasa? ¿Por qué has querido venir si no quieres estar en esa casa?
Resopló fuerte y se levantó. Miró a Summer de reojo, qué dormía como un tronco.
—Está bien, vamos a casa.
Cuando entraron de nuevo, Lyeen pudo echar un vistazo a su alrededor. Se acercó a la repisa de la chimenea, donde reposaban varias fotos. Por fin pudo ver a su abuelo: era un señor con el pelo canoso, un poco calvo y un rostro serio, bajo una mueca que parecía una sonrisa. A su lado estaba Elliot de adolescente, con una enorme sonrisa en sus labios.
—Parecías muy feliz —le dijo Lyeen cuando notó su presencia.
—Lo era —dijo Elliot sentándose en el sofá—. Lyeen, ¿qué piensas cuando ves esta casa?
—¿Qué pienso? —se encogió de hombros—. Es una casa muy bonita...
—No me refiero a eso. O sea sí. —Meneó la cabeza—. Me refiero... fíjate —se puso de pie—. Es enorme —abrió los brazos—. Yo no quiero que te sientas mal.
—¿Qué?
—La situación de tu casa es crítica, y yo te he traído a un sitio así.
Cerró los ojos cuando entendió lo que le pasaba.
—Elliot. —Se sentó a su lado—. Una cosa no tiene que ver con la otra... no pasa nada... no quiero que te sientas mal por eso.
—¿Estás segura? —Se dejó caer en el sofá—. Quiero que seas feliz...
—Sí, estoy segura. —Se acercó para besarlo—. Hemos tenido vidas muy distintas, y habíamos pasado apuros económicos antes en mi casa. —Se encogió de hombros—. Lo superaremos y seguiremos adelante. Yo no tengo miedo de perder la peluquería en sí, sino que mi madre pierda su sueño. También temo que mis padres no se hablen porque ellos son la pareja más enamorada del mundo. A eso le tengo miedo. Además, sé la ilusión que te hacía venir aquí, quiero que estemos bien.
—No sé...
—Además, tú eres la persona menos engreída que he conocido nunca.
—¿Qué quieres decir?
—Vamos. Sé que hablas ocho idiomas porque me lo dijo tu padre. Igual que lo de tu memoria eidética. —Lyeen sonrió—. Quizás seas dueño de un castillo y aún no me lo hayas dicho. Oh, sí, Lyeen, ¿no te lo había contado? —dijo imitando la voz de Elliot.
—Yo no hablo así —le dijo riendo.
—Elliot, esa es una de las cosas que más me gustan de ti: Lo poco que presumes.
Elliot se acercó a ella y la besó. Acunó su rostro con deseo y la guió para que se pusiera encima de ella. Al darse cuenta de donde iría esto, Lyeen decidió frenar la situación, por lo que se apartó.
—Elliot...realmente necesito que hablemos. Es importante. ¿Damos un paseo?
***
Elliot se había sentido aliviado por saber que Lyeen no se sentía mal, pero sus nervios habían vuelto, porque ella quería hablar con él y se esperaba lo peor. Pasearon por la costa, la noche era un poco fría pero agradable.
—Sabes que... sabes que pillaron a Trevor con droga, ¿no? —Elliot asintió—. Pues se la dio... bueno, pues resulta que... se la dio Tyler.
«Cómo no», pensó sin querer compartirlo.
—Fui a hablar con él...
—¿Disculpa? —Elliot se paró— ¿Por qué?
—No quiero que pienses mal. —Lyeen cerró los ojos con fuerza—. Sólo quería pedirle que dejara a mi hermano en paz.
Parecía que la sombra de su ex nunca iba a desvanecerse. Se sentó en la arena sin saber qué pensar.
—Me dijo que lo haría si... —Elliot resopló—. Si pasaba una noche con él.
—¡¿Qué?! —Se levantó con celeridad—. ¡¿Está loco?! —Ella lo miró seria—. Dios mío, ¿te has acostado con él?
—Elliot. —Se puso de pie—. Por supuesto que no. Tyler dice que... que si paso una noche con él y no caigo rendida a sus pies, sabrá que lo he olvidado y dejará a Trevor en paz.
—Vale, no me parece muy normal, pero imagino que le has dicho que no. —Lyeen balanceó la cabeza—. ¡¿Le has dicho que sí?!
—¡Por supuesto que no! Quería hablar contigo antes.
—Vale. —Apretó el puente de su nariz—. O sea que me pides permiso para pasar una noche con tu ex novio, por quién todavía sientes algo.
—No siento nada por él... no tendría nada con él.
—Lyeen... no puedo decirte lo que debes hacer... pero no sé qué haré si lo haces.
—¡Ese es el problema! ¡No sé qué hacer! —Lyeen movió los brazos con furia—. ¡Yo no quiero estar con él! Cada día que pasa estoy más lejos, y no habría nada que me hiciera besarlo ni nada así. ¡Y no quiero hacerlo! Pero tengo que ayudar a Trevor. Le destrozarán la vida; es un adolescente que se hundiría si todo el mundo deja de hablarle. —Se sentó sobre la arena—. Dios, no sé qué hacer...
Elliot resopló y se puso de cuclillas a su lado.
—Lyeen. —Asió su rostro para que lo mirara—. Ambos sabemos que... debes hacerlo. —Sintió un nudo en su garganta, porque sólo imaginarla con Tyler, el mundo se le hacía un poco más pequeño—. Pero es tu familia, y los vas a proteger siempre. Y eso, muy a mi pesar en este caso, es algo que me encanta de ti.
—Realmente no quiero hacerlo... —Negó con la cabeza—. Podrías venir conmigo —Se encogió de hombros.
—¿Quieres que tu ex y yo nos matemos? —dijo sin evitar reírse al pensar que sería Tyler quien le daría una paliza a él.
—Lo siento mucho Elliot. —Soltó aire y miró hacia el mar—. En estos momentos ando algo perdida.
—Lyeen. —Se puso de pie y asió las manos de ella para que se levantara también—. Cada océano tiene su faro de luz. —La agarró por la barbilla con ternura para que lo mirara—. Yo puedo ser el tuyo.
***
¡Hola a todas! Como siempre gracias por leer :)
*Home Alone (titulada Solo en casa en España y Mi pobre angelito en Hispanoamérica) es una película infantil estadounidense de 1990 .
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