
18. Más antiguo que el sol
—Mierda. —Elliot se levantó de la cama y cerró la puerta. Luego se quedó serio mirándola.
—¿Qué pasa? —Se incorporó— ¿Quién es? —Por su mirada supo que debía ser su madre—. Elliot, tranquilo. —dijo al ver que cada vez estaba más pálido.
Su madre volvió a llamarlo y él cerró los ojos con fuerza. Se levantó de la cama y se acercó a él.
—No sé porqué está aquí. —dijo con la mandíbula prieta y ella notó que su humor había cambiado. Llamó a la puerta y Elliot se apoyó desesperado.
—Cuando quieras, puedes salir a saludar a tu madre. —Elliot resopló—. Y la chica con la que estás también.
Sus pasos se alejaron y Lyeen empezó a mover las piernas sin parar. «¿Por qué ha aparecido justo ahora? Ni siquiera pensé en Tyler, sólo en Elliot y fundirme en él». Las dos últimas semanas, el Doctor había ido a verla todas las noches y siempre se sentía nerviosa esperando su llegada. Las ganas de dar un paso más, habían aumentado con cada beso y caricia.
—Tendremos que salir. —dijo Elliot interrumpiendo su pensamiento.
—¿Hay algo que deba saber de ella?
—Sí, que es una bruja. —dijo con una sonrisa pícara.
—Es tu madre... —Elliot le mostró las palmas de las manos—. No será tan horrible...
—Yo ya te he avisado. —Se colocó dispuesto a salir, pero antes le robó un beso lleno de ternura—. Por si mi madre consigue que no me quieras besar más.
Ella sonrió y exhaló aire con intensidad.
La madre de Elliot, tenía el cabello del mismo color que las zanahorias, después de que los holandeses se lo cambiaran; se fijó en que andaba muy recta y a Lyeen le pareció una mujer muy elegante. Llevaba una bata de seda gris e iba sin maquillar.
—Mamá, ¿qué haces en casa? —le preguntó Elliot, mientras observaba cómo sacaba una taza del armario.
—Encontré un pelo en mi almohada. —Se sentó y apretó lo labios— ¡Imagínate! Les exigí otra habitación, pero no tenían libres.
—¿Acaso no hay más hoteles en la ciudad? —A Lyeen le pareció que Elliot se comportaba distinto delante de ella—. Presentarse sin avisar...
—Te llamé. —Se puso de pie al silbar la tetera—. Pero parece que estabas ocupado para atender a tu madre... —La miró por primera vez y se movió incómoda—. Además esta era la casa de mi padre.
—Sí, pero...
—Soy la Doctora Juliette Hannigan. Parece que alguien se ha olvidado de los buenos modales. —Miró a su hijo y se sirvió el té. A Lyeen le pareció que lo hacía de manera muy precisa, como si cada gota de agua supiera cuál era su sitio.
—Yo soy Lyeen Garcia, encantada de conocerla.
—¿Y de que os conocéis? —La doctora elevó una ceja.
—Está participando en un estudio sobre la sinestesia, colaboro con otras universidades...—dijo Elliot.
—¿Eres sinestésica? —Ella asintió—. Es extraordinario. En fin, os dejaré a solas, como si yo no estuviese. Espero que otro día podamos salir a comer, me gustaría conocer a la novia de mi hijo.
—No es mi...
Elliot la miró y no supo continuar. Era un tema que no habían hablado aún.
«Ni siquiera nos hemos acostado», pensó Lyeen, mientras veía como la madre de Elliot salía de la cocina. «Quizás si ella no hubiera aparecido...», se lamentó.
—No es tan horrible. —dijo Lyeen para cortar el silencio y renovar el tema.
—Lo es, creo que has sido afortunada, no suele ser "agradable".
Lyeen asintió y observó por la ventana blanca, como había anochecido.
—Parece que las estrellas se ven bien esta noche —dijo Elliot y luego le sonrió—. Ya sé que podemos hacer. Ven conmigo.
La azotea era amplia y la noche fresca pero agradable. Lyeen cerró los ojos y absorbió la brisa y las luces de la ciudad. Se sentó en una de las sillas de jardín que habían subido, y miró como Elliot montaba el telescopio.
—El cielo está despejado, así que podremos ver bastante. —le dijo cuando el aparato estuvo listo.
—¿Sabes? Es la primera vez que voy a usar un telescopio. —le confesó.
—¿De veras? Pues me alegro que tu primera vez sea conmigo. —Lyeen se sonrojó, pero Elliot no lo notó—. Voy a buscar Júpiter, es mi planeta favorito.
Ella se puso de pie y se colocó a su lado.
—¿Por qué?
—No sé. —continuó calibrando—. Quizás porque... fue lo primero que me enseñó mi abuelo. Aquí estás... —Se apartó y Lyeen puso su ojo en la lente: Le pareció mágico—. Eso que ves, es el planeta más antiguo del sistema solar, más que el propio sol.
—Vaya. —Sonrió al fijarse en todos sus colores terrosos—. Es precioso...
—Creía que era lo más precioso que había visto nunca, hasta que te vi a ti. —le confesó él.
El corazón le dio un vuelco y sonrió sin poder evitarlo «¿Cómo no iba gustarte?», pensó mientras dirigía su vista a él. Se acercó, se puso ligeramente de puntillas y lo besó dulce.
—Cuéntame más sobre Júpiter.
—Está bien... —La asió de la mano, se sentó y luego a ella en sus rodillas—. Es un planeta gaseoso, y está formado en su mayor parte, de hidrógeno y helio...
Lyeen dejó de escuchar, y sólo se fijó en Elliot y en todos los colores que salían de él; los siguió con la mirada y vio cómo éstos se fundieron con las estrellas, como si hubieran estado destinado a estar juntos.
—¿Qué miras? —Elliot levantó también la vista.
—Te miraba a ti. —Se apoyó en su frente—. Y a todos tus colores.
—Lyeen. —La besó con ternura—. Me gustas tanto...
Luego se fundieron en otro beso más intenso, trasladándose a otro lugar, a otro universo, donde el alma de Elliot era el billete de ida. Lyeen dejó de sentir el frío, el viento y las estrellas, notando solo el calor de sus labios. La temperatura entre ambos aumentó, y Lyeen sólo quería tumbarse con él y pertenecer el uno al otro.
—Elliot —dijo cuando se separó de él unos segundos y supo que estaba lista—, quiero perderme contigo.
Él no dijo nada, la cogió en brazos sin dejar de besarla y la llevó de nuevo a su apartamento. En silencio la llevó a su habitación y la echó en la cama. Lyeen no deseaba nada más que rodearlo con sus piernas y volar con él.
El doctor acarició su mejilla con ternura, y luego le quitó la camiseta con lentitud. Lyeen se incorporó y desató sus botones uno a uno, sin dejar de mirarse a los ojos el uno a otro. Al ver su pecho desnudo, se acordó de cuando le tiró el café encima y lo besó con más intensidad. Elliot le dio la vuelta y recorrió su cuello con la lengua: Lyeen sintió sus nervios a flor de piel. Le desató el sujetador y rodeó sus pechos desnudos con las manos.
—Lyeen, yo...
—No digas nada. —Se giró para besarlo y dejó que él le quitara los pantalones y observara su cuerpo casi desnudo. Pero no se sintió incómoda, sólo quería que pasara—. No digas nada con palabras.
Elliot soltó aire con fuerza y la miró con deseo; Lyeen vio unos colores púrpura salir de él.
—¿Los ves? —Pasó su manos por sus caderas— No sólo quiero hacerte el amor, quiero oír tus gemidos de placer, Lyeen...
Tras decir esto, se estremeció cuando pasó sus manos por encima de su ropa interior, ahora húmeda. Asió sus piernas con deseo y la dejó desnuda del todo. Luego con su lengua recorrió su clítoris, y Lyeen empezó a sentir mil cosas a la vez, desde música, sabores, luces y colores en el techo blanco de la habitación. Creía que iba a morirse de placer, no podía asimilar tanta información. Ella intentó controlarse, pero sus jadeos cada vez eran más intensos e incontrolables. Elliot le tapó la boca con su mano para ahogarlos, pero eso le hizo aumentar los decibelios. Lyeen tocó la luna y bajó después de unos minutos. Miró a Elliot que la miraba con pasión. Se quitó los pantalones y la ropa interior. Lyeen estaba a punto de estallar y observó impaciente como se colocaba un condón.
—Lyeen, eres tan perfecta. —Notó su erección entrar en sus piernas—. Me pasaría el resto de mis días dentro de ti.
Cerró los ojos y se dejó llevar, con cada embestida, con cada caricia, con cada beso. Gritó, gimió y amó cada poro de la piel de Elliot. «No necesito nada más, ni a nadie más», pensó cuando volvió a besarla. «Nada más».
***
¡Hola a todo el mundo! ¿Cómo estáis? Espero que bien y que os haya gustado este capítulo :)
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