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Capitulo Treinta y Cuatro.

 —Veo que has tomado la decisión correcta, hijo. Sabía que no me decepcionarias.

Apretando la mandibula, Liam se aferró mejor al delgado cuerpo de su hijo mientras observaba a su madre acercarse a ellos con paso suave, como si no tuviese ninguna preocupación.

—No vine por ti —escupió—. Y jodidamente no me quedaré a esperar que controles mi vida nuevamente.

Sus delgados brazos se cruzaron sobre su pecho cuando lo miró, desafiante—. Jamás he controlado tu vida.

—Lo has hecho, lo hiciste cuando era un adolescente, alejandome de Zayn y mis hijos, ¡apartando a mis hijos de su padre para que yo no supiese de su existencia!

Ella rodó los ojos—. Por favor, tu no necesitabas nada de eso en tu vida —ella aseguró—. Tienes un titulo, eres dueño de una empresa, ¿acaso crees que habrías logrado todo eso con un par de mocosos colgandose de tu ropa todo el tiempo? —sacudió suavemente la cabeza—. Te lo digo por experiencia, los hijos son un estorbo.

Sus dientes chirriaron por el enojo—. ¡Mis hijos no son un estorbo!

—Lo dices como si lo hubiese criado tú —ella bufó—. Realmente, no sabes lo que significa ser padre.

—¡Porque tu me quitaste ese derecho!

—Tenías dicisiete años, no iba a permitir que desperdiciaras tu juventud y oportunidades, para cambiar pañales y soportar vomitos.

Liam sacudió la cabeza—. ¡Eso era lo que queria! Son mis hijos, habría aceptado todas esas cosas sin quejas, habría aceptado todo...

—No se trata de lo que quieres, esto es sobre lo que debes hacer —ella gruñó—. ¿No comprendes que si no hay un sucesor para llevar las empresas Payne, podriamos perderlo todo?

—¿Perder qué, exactamente? —interrogó—. Si uno de los socios se hace cargo, no te afectaría, no perderías dinero, seguirías teniendo ingresos de ella.

—¿Crees que me importa el dinero? —bufó—. Tenemos suficiente como para vivir como una reina hasta el último de mis dias.

—¿Entonces de que se trata esto?

—Prestigio, poder, nuestra reputación —respondió como si fuese obvio—. Nos dejaste mal frente a todos cuando decidiste estudiar arquitectura en lugar de seguir la misma carrera que tu padre, estoy reparando tu error. —miró hacia Nilo, logrando que lo apretara más cerca de su cuerpo—. Él será lo que tu no fuiste.

Algo se iluminó dentro de su mente—. Intentas reemplazarme.

—No, cariño, no lo intento —negó—. Lo estoy haciendo.

Él jodidamente iba a matarla, estaba tan cerca de ceder a sus impulsos y estrangularla. Pero necesitaba saber un par de cosas más antes de enterrarla—. ¿Por qué tomaste a Ámbar?

—¿Acaso no lo has descubierto? —no respondió, por lo que ella sonrió—. Tu primo se jacta de ser diferente a mi, pero cuando se trata de su reputación, es identico.

—¿De que hablas?

Ella enganchó un mechón de cabello de Ambar, logrando que la pequeña saltara asustada, sus ojitos lo miraron aterrado cuando la mujer atrapó su barbilla—. Mirala bien, hijo, ¿crees realmente que Henry es el padre de esta niña?

—Por supuesto que...

—¡Por supuesto que no! —lo interrumpió—. Tu primo engañó a todos diciendo que había quedado embarazado de su prometido, cuando en realidad se estaba revolcando con otro imbecil.

—Louis jamás sería capaz de engañar a alguien de esa manera.

—Louis lo hizo —sonrió de forma perversa—. El Santo Louis, que se jacta de ser mejor que yo, prefirió proteger su reputación y mentirnos a todos, antes de aceptar que estaba esperando un hijo de su amante.

Sin poder evitarlo, miró a Ámbar otra vez. Si, la pequeña no se parecía en nada al ex prometido de Louis, se había percatado de ello hacia un tiempo. El hombre era rubio y de ojos tan azules como era posible, toda su familia compartia esas caracteristicas. Ámbar no, ella era tan delicada, con su cabello castaño, tan lacio como el de Louis y sus enormes ojos del mismo tono que su nombre describía. Ojos de oscuras y largas pestañas, y de un color marrón inusual, que se volvía amarillo/naranja al verlo al sol y... y que solo había visto en un grupo de personas. Una familia en particular que compartía el peculiar tono de orbes.

La risa de su madre, le dijo que ella se había percatado de su descubrimiento—. Bingo —le sonrió—. Así es, la pequeña Ámbar, no es más que otra Malik inservible.

Ella empujó el pequeño cuerpo fuera del sofá y Liam apenas tuvo tiempo de atrapar a la niña antes de que tocara el suelo. Ámbar lo observó aterrada cuando la puso de pie antes de comenzar a llorar con fuerza—. Quiero a mi papi, titi Lee.

—Shh, lo sé, te llevaré con él, cariño —la consoló con dulzura.

—No, no lo harás —su madre aseguró—. Nadie se irá de aquí hoy.

Antes de que Liam pudiese replicar, alguien lo atrapó por la espalda, alejandolo de su hijo y sobrina y restringiendo sus brazos.

—¿Madre que...?

—¿Realmente crees que dejaría que llegues aquí y te lleves a estos niños? —ella rió suavemente—. Me decepcionas, hijo, eres más imbecil de lo que pensaba.

Se revolvió con fuerza, intentando escapar de quién lo tenía atrapado, al ver a uno de sus primos tomar a Nee del sofá. Su hijo había perdido el conocimiento en algún momento, indicandole que sus sintomas eran graves. Ámbar gritó cuando Bianca la atrapó, dandole una dura palmada cuando se revolvió para escapar, sus sollozos se enmudecieron, pero se quedó quieta, seguramente temorosa de ser nuevamente golpeada.

—¿¡Que jodidos pretendes hacer con ellos!? —gruñó, cuando ambos niños fueron alejados de él.

—No voy a sentarme aquí a esperar que la policia venga a revisar la casa nuevamente, fue un infierno esconder a ámbos niños la primera vez —ella suspiró—. Por suerte Nilo se mantuvo inconsciente o seguramente nos habría delatado —lo miró—. Aun no puedo creer que enviaras a la policia aquí.

Joder, Liam lo sabía, sabía que ella iba a usar su casa para esconder a Nilo, pero pensó que sería fácil para la policia entrar y encontrarlo, debió saber que su madre era más inteligente que eso.

—¿Que harás?

—Te di una oportunidad y la desperdiciaste, hijo —se lamentó—. Ahora, debo hacer lo que es mejor para la familia —le dedicó un guiño—. Estoy segura de que a Nilo va a encantarle un viaje en avión.

—¡No puedes hacer esto!

—Puedo y lo estoy haciendo. —hizo un gesto hacia quién lo sostenía, que supuso, debían ser dos de sus primos—. No le hagan demasiado daño, ¿si? Solo lo suficiente para darnos tiempo para irnos.

—Lo que digas, tía Clarissa.

Jodidos hijos de perra.

Ella se despidió de él con un movimiento de mano, como burlandose, antes de desaparecer detrás de su hermana y primo, quien se llevaban a los niños. Se revolvió, gruñendo, intentando escapar, pero un golpe certero en sus costillas lo hizo detenerse. Otro golpe siguió y otro luego de ese.

Y su madre alejaba a su hijo de él nuevamente.

(...)

Mirando a través de las fotografias en su telefono, Yago levantó la vista del mismo cuando Louis entró a la cocina. El castaño se veía mal, tenía ojeras notorias bajo sus usualmente chispeantes ojos azules, los cuales ahora se veían tormentosos, su piel bronceada estaba pálida y su cabello, siempre perfectamente arreglado, solo era un lío sin sentido en su cabeza.

No era el Louis de siempre, no el joven que el había conocido y no el hombre que había aprendido a querer.

—¿Quieres café? —ofreció—. Acabo de encender la cafetera.

Asintió suavemente—. Eso sería genial, gracias.

—No es nada —lo observó dejarse caer en una de las sillas que rodeaban la mesa—. ¿Dormiste algo?

—No mucho, en realidad —susurró—. No puedo dejar de pensar en Ámbar, si la estan tratando bien, si la alimentaron —cerró los ojos—. Joder, hasta casi tuve una crisis cuando recordé que dejó su abrigo en mi auto ayer en la mañana cuando la lleve a la guardería.

—Louis...

—No paso mucho tiempo con ella, ¿sabes? —susurró—. El trabajo toma casi todo mi tiempo, pero aun así, cuando logro hacerme un espacio para sentarme a tomar el té imaginario en su casita del árbol, ella me sonrie como si le estuviese dando el mejor obsequio del mundo —una lágrima resbaló por su mejilla—. A veces, solo es una hora, Yago, pero ella mantiene esa sonrisa aun cuando le digo que tengo que marcharme, ella aun me sonrie porque dice que soy el mejor papi del mundo.

Yago lo observó por un largo momento, sin saber bien como consolarlo ya. La cafetera sonó y sirvió dos tazas, sentandose frente a él y cediendole una de ellas.

—Ella estará bien, Louis. —apretó su mano gentilmente.

Más lágrimas acompañaron a la primera—. Estoy aterrado de que le hagan algo malo solo por venganza —susurró—. He hecho enojar a los Payne durante años, nunca pensé que pudiesen desquitar con Ámbar. Es una bebé, Yago, ni siquiera sabe abrocharse los botones sin cantar la canción de los conejitos que vuelven a la madriguera.

Yago no pudo evitar sonreir un poco al pensar en Louis enseñandole esa canción a una niña pequeña—. Tu lo dijiste, es una bebé, no creo que se atrevan a dañarla.

—Yo... estoy intentando creer en eso —admitió—. Pero también son consciente de que saben que Ámbar es lo que más amo y que no dudaría en hacer cualquier cosa para dañarme.

No sabía que decir o como consolarlo, Louis y él no tenían una relación tan estrecha como para ser cariñosos, no desde hacia años, lo que le trajo otra cuestión a la mente—. Louis, ¿donde está el padre de tu hija?

Eso hizo que el ojiazul lo mirara sorprendido—. ¿Por qué preguntas?

—No lo sé, supuse que él debería saber lo que sucede. —se encogió suavemente de hombros—. Podría estar aquí para apoyarte también, no sé, darte más consuelo del que podrías encontrar en uno de nosotros.

Rodeando su taza con ambas mano, bebió un trago del liquido oscuro antes de aclararse la garganta—. Henry me dejó cuando Ámbar nació.

—¿Tu prometido?

Louis asintió, aun mirando su café.

—Pero... —se cortó—. ¿Que hay de la pequeña? ¿Se hizo cargo de ella?

No respondió, lo que Yago tomó como una negación.

—Bastardo, ¿como pudo desligarse de su propia hija solo por un desacuerdo contigo? —ahora estaba enojado—. Él debería haberse hecho cargo de ella, sin importar la relación que tuviese contigo, es su hija después de todo.

Louis murmuró algo, logrando que Yago lo mirara.

—¿Que?

Los ojos celestes subieron para mirarlo, había una gran porción de vergüenza en ellos—. Henry no es el padre de Ámbar.

—¿De que hablas? —lo miró confundido—. Era tu prometido por ese entonces, no-

Sacudió la cabeza—. Él hizo cuentas, Yago, no es estupido y fue tonto de mi al creer que él sería tan iluso creyendo en mi palabra sin asegurarse de que decía la verdad —se mordisqueó el labio con saña—. Realizó un examén de ADN sin decirme.

—Oh dios, Louis.

—Cuando salió negativo, rompió el compromiso y se desligó totalmente de mi —se encogió suavemente de hombros—. No lo culpo, fui un bastardo al intentar engañarlo.

Yago solo parpadeó hacia él, negandose a creer en la idea que giraba en su mente.

—Haz las cuentas, Yago —pidió—. Solo hazlas.

Si, él estaba haciendolas, pero... — Nos cuidamos.

—¿En serio? —elevó ambas cejas—. ¿Siempre nos cuidamos?

El recuerdo lo golpeó como un cubo de agua helada—. El pub.

—El preservativo del pub —asintió—. Se rompió, te dije que no te preocuparas, porque realmente pensé que no había ningún riesgo. Ni tres meses después, estaba obsequiando mi desayuno al inodoro cada mañana.

Yago intentó procesar a nueva información, sintiendose malditamente confundido—. Nunca me lo dijiste.

—Soy una persona pública, Yago, la reputación de la familia Tomlinson recae en mi por ser el mayor —le recordó—. Ya era suficientemente malo que mi prometido rompiera el compromiso, ¿te imaginas lo que habría sucedido si alguien se enteraba porque lo había hecho?

La boca del de ojos ámbar cayó abierta—. ¿Me escondiste una hija por tu reputación?

—No, protegí a mi hija de ser llamada "bastarda" por cada medio de comunicación de Londres.

Yago cerró los ojos, sintiendose traicionado—. Me suena a lo mismo. —se puso de pie, dirigiendose a la puerta.

—¿A donde vas?

—A recuperar a mi hija y mi sobrino —susurró—. Mejor quedate aquí, no quieres dañar tu reputación.

Estaba siendo cruel, lo sabía pero, ¡tenía una hija! Una hija de tres años que no conocía, ¿como se suponía que debía comportarse?

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