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5. Artista De... ¿Alíens?

Narrativa: Yuca

La clase de biología avanzó lentamente con Mikaela a mi lado, principalmente porque no me dejaba concentrarme. No hablamos, al menos directamente no, pero al inteligente se le ocurrió pasar papelitos donde tenía escrito algunas idioteces que se le ocurrían a mitad de la clase. Por último también escribió un supuesto conjuro que haría que me enamorara de él. Lo peor de todo fue que la profesora al darse cuenta le mando a leer lo que se encontraba en la última nota que me mando.

El puto conjuro.

Raramente nadie se río de él, a excepción de mí, claramente, que estaba casi llorando de la risa.  Estuve muy conforme con su intento de brujería, y al final la profesora nos terminó por echar de la clase debido a mi fuerte risa y a su estúpido conjuro. Sé que está mal, pero por está vez se siente bien.

—¿Ya te enamoraste de mí? —murmura, sacando su teléfono mientras salíamos de la escuela para esperar a que su dichoso chófer llegara.

—No. Yūichirō equivocado. —respondo yo riendo, mientras que él sólo volteo sus ojos.

Es un chico extrañamente expresivo. Nunca lo había visto hacer eso, bueno, tampoco es como si lo conozca desde hace años. Sin embargo, se ve una persona expresiva.

—Venme a buscar, me estoy muriendo. —así de simple, después de decirle eso al conductor, cortó la llamada sonriendo maléficamente.

—¿Por qué le dijiste que estás muriendo? ¿Acaso mi presencia te causa ataques corazón? —intento bromear, me gusta seguirle un poco el juego y además, quiero saber porque le dijo eso de esa manera al chófer.

—La verdad, no, es tu dióxido de carbono. —me hace ojitos y terminar por responderme con una sonrisa sarcástica, lo peor es que yo de estúpido me reí de su chiste, pues no puede evitarlo. —Es un señor amable, cuando le digo que estoy muriendo se preocupa.

Eso me irritó un poco, se está aprovechando de una persona preocupada por él. Al decir eso, el sonríe y rápidamente llega un auto color negro de último modelo. El vidrio es bajado, dejando ver a un tipo de cabellos negros y ojos púrpuras. bastante joven.

—Mira maldito rubio, si quieres que te recoja rápido sólo dilo y ya. —al decir eso no se había dado cuenta de mi presencia, y yo estaba a punto de reír, pues Mikaela había dicho que era un viejo y resulta que es un joven de unos 25.—, ¿Y él quien es?

—Mi novio, ahora sube, que si no, es imposible chuparle el burro. —farfulla Mikaela, sentándose en el asiento de adelante, y dejándome perplejo afuera con la mano en la manija del carro.

¿Por qué mierda dijo que era su novio? peor aún, ¿Por qué dijo que no me iba a chupar el…Burro? No es que quiera que lo haga pero WOW… diablos, la cara del tipo que conduce es increíble.

Yo con la cara roja de vergüenza, tanta como nunca la he tenido me subo al carro sin rechistar, dispuesto a darle un golpe a Mikaela y aclarar que no soy su novio.

Al subirme, el de cabello negro se voltea a verme de arriba a bajo. —¿Así que van a la casa a chuparse el burro, eh? —Dijo arrancando a una velocidad rápida, mas de la permitida.

Dios, en que mierda me he metido.

—¡Primero no soy su novio y no le voy a chupar su maldito p—quise reclamar, pero una música de rock a alto volumen opaco mi voz, además de el descarado comentario del conductor.

—si, si, rata. Los gritos los dejas cuando estés en el cuarto de Mikaela.

Espera ¿Qué?

Mikaela choca su mano contra la de él, mientras yo voy más que asustado en la parte detrás del carro principalmente por la velocidad.

—Joder, maldita mierda, voy a morir acá. —Digo inconscientemente poniéndome el cinturón de seguridad, el cuál debí haberme puesto desde hace rato.

—No seas exagerado, no quieres saber cómo es cuando voy a buscar a Mikaela a sus fiestas locas de otakus.

¿FIESTAS LOCAS DE OTAKUS?

Dios, en donde mierda estoy. Al ver a mi alrededor solo veo casas literalmente montaña y campo ¿Cómo fue que estamos tan apartados de allá? ¡Por mi culo!

El carro se estaciona de la nada, así como así, enfrente de una hermosa casa con una fuente en la entrada hecha de mármol, de tres pisos mínimos o hasta más con un patio gigante, decorado hasta más no poder y no hablar de los carros del garaje.

Parece una casa de campo.

—Bueno, bájense que yo me largo. —informa el de ojos violetas, y yo rápidamente me desabrocho el cinturón y me bajo del carro.

No me vuelvo a montar en un carro con Mikaela ni con este loco. El último en bajarse es Mikaela, el cuál está bastante sonriente. Claro, puta, sigue sonriendo mientras puedas…

El carro arranca rápidamente, tan rápido que da miedo, tan sólo dejándonos en la entrada de la casa, y Mikaela saca un tipo de carnet, pasándolo por la puerta y marcando un a contraseña la cual ni tiempo me dio de ver haciendo que la puerta se abra rápida y automáticamente, dejándome ver el hermoso y espacioso jardín.

—¿Y si mejor nos quedamos acá? —murmuró nervioso, es algo más involuntario.

Pero aún así, mientras camino, veo todo asombrado.

Mikaela sonríe amablemente. —, si eso es lo que Yū-chan quiere por mí está bien, pero no me puedes chupar el burro en la piscina. Además, primero tienes que ver al alíen.

Me pregunto seriamente si ya va a dejar de decir lo del burro pero admito que me da curiosidad lo de su estúpido, irreal y supuesto alíen. Así que solo le sigo el paso hasta que entramos a la casa.

Parece una puta casa de esas que vez en revistas y que piensas que nunca vas a ver en la vida real. Es espaciosa y con gran decoración, pero no me da para apreciar bien, pues Mikaela se sube al maldito ascensor, cosa que me sorprende y me obliga a entrar en el. Odio los ascensores, prefiero las escaleras. Cuando le iba a decir eso el presiona el piso 4 y se pone en movimiento todo.

Fue rápido, y Mikaela no dijo ni una palabra pues el tiempo fue demasiado corto. Salió, por alguna razón corriendo del ascensor y yo por miedo casi también lo hago, recibiendo una carcajada por parte de él.

Ja, gracioso el maldito, que se ría mientras puede, porque se muere hoy.

—¿Estás bien? Estás pálido. —comentó, acercándose un poco, la verdad es que parecía preocupado.

Ah, ahora si te preocupas maldito.

—Si te ríes te mató, pero odio tu ascensor y le tengo pánico. Me quedé encerrado con mi papá una vez en una de estas porquerías. —le cuento, recordando en sentimiento de pánico y de querer derrumbar la puerta en ese momento. Vamos, quedarse encerrado en el ascensor es peor de lo que las personas piensan.

Mikaela puso una mueca, muy rara por cierto. Tanto que no sé si lo hizo por piedad o para evitar reírse.

—Bueno, te aseguro que este no se va a quedar encerrado ni se va a caer.

Después de ese comentario me concentré en observar mejor el cuarto piso de esta casa. Tiene una hermosa  decoración, al igual que la que llegue a ver allá abajo. La diferencia es que cuenta con unos cuadros que irradian talento en su máxima expresión.

Toda su casa grita «Sin dinero no puedes pagar esto, perra.»

No tengo envidia, ni nada por el estilo, sólo estoy bastante sorprendido por la decoración y el hecho de no saber si las pinturas son originales, también la cantidad de puertas es increíble.

—Mika ¿Las pinturas son originales? ¿O hay alguna original? —Mikaela para en seco, y yo también, él se voltea, con una sonrisa y asiente con la cabeza.

No reconozco ninguna de ellas, pero cuando llegamos a una puerta más grande, aún más que las demás supongo que es la del cuarto de Mikaela y yo sonrió, porque al lado hay una pintura de mi libro favorito hasta hoy.

—¿Quién los hizo? De verdad lo adoro. —admito, acercándome sólo un poco a la pintura. Vendería hasta mis órganos con tal de tener esa maldita pintura en mi cuarto.

—Fui yo, Yū-chan. Todas las pinturas que viste son mías. — me revela con un tono suave, como si le apenara.

Sin creer que fue él el que hizo esas pinturas aún, abre la puerta dejandome ver su cuarto, aún lleno con más pinturas y materiales para realizarlas. Ah, y poster de animes. Claramente, un otaku artista. Genial.

Su habitación es más sencillo de lo que esperaba, pero si es grande. Dentro de ella hay una cama de un tamaño exagerado en mi opinión, pero cómoda, unos sillones, unos cuantos más juegos de mesa, un televisor y un pequeño rincón donde hay pintura por todas partes y lienzos blancos de todos tamaños, al igual que pinceles.

— Es increíble que sepas pintar así Mika, joder. —asombrado farfullo. Pues ya tengo pruebas para creerle.

—Sí... Bueno, mi madre me obligó a tomar clases particulares, pero ahora no me arrepiento en absoluto. Puedo pintar lo que quiera. —Dijo esta vez orgulloso. —¡Hasta pinte a mi alíen! Pero antes de ver la pintura lo tienes que conocer.

Dios, Mikaela da miedo. No veo nada en esta habitación donde se pueda ocultar a un alíen, al menos que lo tenga en el baño.

—¿Y donde está?  ¿En el baño? —Dije sarcástico. Pero al ver que caminábamos justo ahí supe que había adivinado. Vaya, debería ser brujo maldita sea. Sería millonario.

—Bueno... Sí, está en el baño.

Él abre la puerta, dejando ver un tipo de pecera sin agua donde hay un sapo.

Un sapo gigante.

Mikaela se le acerca hablándole con una voz chillona y cariñosa y al parecer el sapo le reconoce, porque se acerca aún más a él para que Mikaela lo tome en sus manos y lo cargue.

Ni me esperaba un sapo. Un maldito sapo.

—Él es mi alíen, es un tesoro porque mis padres lo trajeron de África.

UN. SAPO. DE. ÁFRICA.

Mi cara debe de ser de horror, adoro a los animales pero el señor michiputa tiene el tamaño suficiente para comerme la mano entera. Es gigante.

—Es bellísimo... —Digo con ganas de reírme y al mismo tiempo con doble intención, claramente por el meme.

—¿Te burlas de él? —me pregunta y por alguna razón sentí que el sapo me miraba acusatoriamente. ¿QUÉ DIABLOS?

—No, pero Mika, el Michinoseque es gigante. ¿Cuantos años tiene? —Dije acercándome, viéndolo mejor.

—Casi seis, realmente le tengo mucho aprecio. —Mikaela dejo el sapo de nuevo dentro de la gran pecera personalizada.

Hasta el sapo tiene mejor vida que yo.

—¿Y lo pintaste? —pregunté curioso. Quería ver la pintura.

Mikaela soltó una risa, y decidió contestar. —Si, pero como un alíen, sígueme.

Volvimos a su habitación y él se dirigió para un armario donde tenía distintos cuadros sin terminar, y sacó uno de tamaño promedio, donde había un alíen con cabeza de sapo y al lado de él, una mujer baja de cabellos castaños con una cara de horror.

—¿Ella es tu...? —Dije sin saber que comentar del sapo con un traje de astronauta.

—Madre, no he colgado el cuadro porque ahí ella si se arrepentirá de haberme metido en un curso de arte. —Yo reí y él también, al mismo tiempo.

—La verdad es que no me esperaba que fuese un sapo.— confieso sin parar de reír.

—Bueno, así son las cosas, en fin. —Mikaela empezó a caminar hacia un tipo de armario más pequeño, de donde sacó dos shorts, uno de color azul y uno rosado, los dos largos, llegando hasta la rodilla.

Yo le miro confundido, no me digan que el maldito loco se tomó en serio lo de la piscina, pero seriamente es una tentación con el calor desastroso que esta haciendo.

—Me quedo con el rosa es mi preferido ¿Que esperas Yū-chan?

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