~Capítulo 3~
Observo mis heridas en los brazos. Aquellos hematomas causados por el fuerte agarre de Jared. Por ese hombre que llegué a considerar mi compañero, el amor de mi vida. Mi todo.
Mis dedos se deslizan por las marcas, y siento que aún sus manos están sobre mí. Parece que en estos momentos sus ojos furiosos me observan, y me aterran.
Sigo sin comprender su signo de violencia. O más bien, sigo sin poder creerlo. Me niego a creer que él, justamente él me haya hecho esto.
Demasiado fue aceptar su infidelidad como para que ahora tenga que aceptar su acto violento. Demasiado es esto para mi.
Mi celular se encuentra repleto de mensajes de Jared, de llamadas. Me pide disculpas, me dice que me ama. En el buzón de voz me reclama como suya, dice que merece una segunda oportunidad. Y nuevamente repite amarme.
Hasta se hizo presente en el departamento, y por supuesto no lo atendí. Tuve que pedirle al conserje que no lo dejara pasar.
Quiero huir de todo esto, y no sé cómo. La única forma más cercana que encuentro, es el alcohol.
Dejó de divagar por mi mente, y me visto de una vez por todas. Ayer me llamaron para una entrevista laboral. Agradezco que no se haya hecho esperar, aunque mejor no canto victoria hasta que la misma finalice.
La entrevista es para un hotel del centro. El empleo es para los trabajos domésticos y la recepción del mismo. Así que una vez lista, me dirijo hasta la dirección que me dieron.
En el lugar hay varias personas. Hombres y mujeres. Y cuando veo esta cantidad de personas en una misma entrevista, siento como mi suerte disminuye. Automáticamente pienso que cualquiera de los presentes es mejor candidato que yo.
Me siento y completo la planilla que me entregó la recepcionista. Nada fuera de lo común, sólo datos personales, expectativas laborales y una curiosa pregunta de cómo me veo de aquí a cinco años. Y ni siquiera sé que voy a hacer al salir de aquí.
A mi lado, un chico responde de manera animada esa pregunta. Llena los renglones sin hacer pausa. Ojalá fuera tan decidida, tan segura como él.
Un hombre y una mujer salen de, lo que parece ser, una sala de reuniones. Nos llaman y todos entramos para luego ubicarnos alrededor de una mesa blanca.
—Buenos días, me llamo Charly y ella es Patricia —se presenta el hombre y se coloca unas gafas. Mientras tanto, Patricia nos sonríe y nos pide la planilla que tuvimos que completar— Somos de recursos humanos del hotel. Vamos a hacer una entrevista grupal, y luego cada uno de ustedes se va a presentar.
No me gusta mucho la idea de hablar en público, pero qué más da. Necesito este empleo, y tengo que poner lo mejor de mí.
Nos cuentan sobre el hotel, y su funcionamiento. Su dueño, y sus empleados. Su forma de trabajar con la posibilidad de crecimiento. Nos hablan del trabajo al que nos postulamos, sus horarios y nos informan sobre la paga.
—¿Alguna duda? —pregunta Patricia, y todos negamos— Bien, pasemos a conocerlos —coge una de las hojas de las planillas— ¿Jeremy?
—Soy yo —se trata del chico que rellenó con entusiasmo la pregunta de cómo se ve en cinco años. Sonríe seguro de sí mismo y se presenta.
Nuevamente noto la seguridad en él. No titubea, ni duda de sus palabras. Eso a Charly y Patricia, al parecer, les gusta.
Termina su discurso, y de seguro en su mente piensa que es el primer contratado. De hecho, yo también lo pienso.
Jeremy se da cuenta de que lo estoy observando, y alza ambas cejas para luego sonreírme. Y no me sonríe a modo de coqueteo, o algo por el estilo. Me sonríe como diciendo "te pesqué"
—¿Mackenzie? —pregunta Charly y suspiro. Bien, aquí vamos.
—Aquí —alzo mi mano derecha y comienzo a presentarme— Me llamo Mackenzie Wilson, tengo veinticuatro años, en algún momento fui estudiante de artes visuales. Lo dejé por... razones personales, aunque planeo volver —me muerdo el labio inferior porque ya no sé qué más decir. Y se me ocurre ser espontánea— Vivo sola, y quiero mudarme a un departamento donde me acepten el gato que tanto quiero y que en el lugar donde estoy no me dejan tener. Tengo su nombre y todo, incluso aunque no tenga uno. Chimuelo —para mi sorpresa, los presentes me regalan una sonrisa simpática. Charly y Patricia también me sonríen— Y por supuesto, para mudarme necesito de un buen empleo. Espero ser una candidata final —sonrío mirando a los entrevistadores— Eso es todo.
Vuelvo a sentarme, y literalmente, siento un peso menos sobre mis hombros. Ya me presenté, ya pasaron mis nervios.
—Fue un placer conocerlos a todos —dice Charly— Con Patricia vamos a estudiar sus perfiles, y los postulados pronto recibirán una llamada. Suerte.
Se ponen en la puerta, y a medida que pasamos, nos despiden con un apretón de manos. La puerta de la sala de reuniones se cierra cuando la última chica sale, y suspiro. Ahora sólo queda esperar.
La verdad, siento que no estuve mal. Me siento segura de mi entrevista. Pero la decisión final la tienen Charly y Patricia. Así que sea lo que tenga que ser.
Suerte para mí.
—¿Chimuelo? —cuando volteo, veo a Jeremy parado frente a mí— ¿En serio llamarás a tu gato así?
—Por supuesto, es el mejor dragón de todos.
Jeremy ladea con la cabeza.
—Lo siento, pero Drogon le gana.
Estoy a punto de negarlo, pero me detengo a pensar en el dragón de Khaleesi. Me quedo callada y Jeremy se ríe.
—Sigo apostando por Chimuelo. Bien... debo irme. Mucha suerte.
—Igual a ti. Aunque, siento que vamos a ser compañeros.
—Gracias por tu confianza hacia mí —me encojo de hombros— Adiós.
Le sonrío y salgo del edificio. El aire fresco de la tarde choca contra mi rostro y me hace sentir bien. Tan bien que siento unas inmensas ganas de sentarme en algún lugar. No es un mal momento para sentarme un rato en el parque.
Y para mi buena suerte, llevo conmigo mis auriculares.
Al llegar al parque, me siento sobre el césped, bajo la sombra de un almendro. La tarde se presenta agradable, es un excelente miércoles.
Y mientras me dejo llevar por la música, mi atención recae en lo que hay a mi alrededor. Al parecer todos tuvieron la misma idea que yo al venir aquí, ya que el parque se encuentra medianamente lleno.
Un grupo de chicas se acaban de instalar a pocos pasos de donde estoy, traen todo lo necesario para un picnic. La chica de rizos se ríe de algo que ve en el celular, y se lo muestra a su amiga, quien se ríe también.
Un chico juega con su perro. El can está impacientemente alegre esperando a que su dueño le lance la vara para buscarla, y traerla de nuevo.
Cerca de él se encuentra una mujer que le saca fotos, y sonríe como enamorada. Confirmo que lo está cuando el chico se acerca para besarla como si nada ni nadie existiera a su alrededor.
Hay infinitas acciones alegres y divertidas. Algunas solitarias, como yo, pero creo que disfrutan de su propia compañía.
De hecho, estoy disfrutando de mi compañía mientras escucho a mi banda favorita. Le subo el volumen a la música, y me recuesto sobre el árbol.
En estos momentos no me estoy castigando como de costumbre. Momentos así no suelen durar mucho tiempo, así que es mejor aprovechar cada segundo.
Respiro paz.
Quiero que las horas del reloj se atrasen. Quiero estar en el parque. Quiero estar sumergida en esa paz, abrazada a ella como si no existiera otra cosa en el mundo.
Pero no, ya no estoy en la sombra del almendro. Ni mucho menos siento paz. Duró lo que sabía que iba a durar... un breve momento. Un instante que ahora no consigo encontrar, sólo tengo un vago recuerdo de lo que sentí a la tarde mientras la brisa chocaba contra mi rostro.
El encierro del departamento me está ahogando, matando a cada segundo. Los pensamientos se instalan en mi mente y me dañan como si se tratasen de dagas.
Nuevamente me encuentro castigándome. Y no me sorprende, de hecho sabía que esto iba a pasar. Sabía que aquella paz de la tarde no iba a durar mucho.
Pero no sólo no me sorprende por eso, sino también porque se volvió algo normal para mí. Muchas personas suelen decir que no serían ellos mismos sin hacer cierta actividad que les guste, o algo por el estilo. Bien, pues en lo que a mí respecta, no sería yo si no me castigara.
Estoy sentada en el suelo de mi habitación. Mis manos se encuentran encima de una caja verde. En otras palabras; mi caja de recuerdos y memorias.
Junto a la caja, y haciéndome compañía, hay una botella de vino. Está esperando a que me sienta tan fatal para recurrir a ella como si fuera la solución a todos mis males.
Está esperando a que me anime a abrir la caja de recuerdos y vuelva a momentos que significaron mucho para mí.
Hasta que me armo de confianza, y la abro. Suspiro profundamente, cuento hasta diez y comienzo a sacar las cosas que hay allí.
Lo primero que saco, es la entrada de un recital. La banda no me gusta, pero si le gusta a Jared. Me pidió que lo acompañara, y así fue.
Pegada a la entrada, hay una fotografía que nos sacamos ese mismo día. Ambos le sonreímos a la cámara. Parece que estaba enamorado de mí, ¿lo estaba?
Dejo la entrada a un lado, y sigo con mi búsqueda de recuerdos. Cartas de Jared, alguna que otra de Alice en su viaje al exterior. Entradas al cine, al teatro. Envoltorios de chocolates, y dulces. El número del delivery favorito de Alice. Una fotografía de Jared vistiendo del payaso de IT para la fiesta de Halloween.
A medida que saco recuerdos, los voy dejando sobre el suelo. Mientras tanto, mis ojos se llenan de lágrimas.
Hasta que me detengo en una foto en particular. Estamos los tres, Alice, Jared y yo. Una típica selfie de amigos que le hacen muecas divertidas a la cámara. Parecíamos tan felices, tan unidos. Tan todo. Y terminamos siendo nada.
Unas cuantas lágrimas caen sobre la fotografía, y lo primero que me sale hacer, es romperla. La destrozo por completo, así como ellos hicieron conmigo.
Los restos de la foto caen al suelo, se desparraman y se pierden de su unión amistosa. Lloro y me siento molesta conmigo misma. Me siento molesta por quererlos aún, quiero que este sentimiento se vaya. Que no quede nada.
Abro la botella de vino, y bebo de su contenido dulce, mezclado con el sabor de mis lágrimas. El sabor que me viene acompañando este último mes.
Sigo con la caja, como si no hubiese tenido suficiente. Me encuentro con algo que leí sólo una vez, porque esa vez fue más que suficiente.
Se trata de la carta que mi padre me escribió para despedirse de mí. En la misma me escribió excusas para que entienda el porqué de su abandono tras la muerte de mamá.
Recuerdo lo fatal que me sentí la primera vez que la leí. Fue una mañana en la cual me levanté para desayunar con él como siempre, pero no lo encontré. A diferencia de eso, desayuné con la carta de su abandono. Desayuné con el silencio de la casa, con el sentimiento de odio.
No sé porqué aún la conservo. No sé qué se me pasó por la cabeza aquella vez para guardar la carta en vez de romperla.
Así que vuelvo a beber del vino, y cojo todo lo que esa caja contiene y me hace doler el estómago. Lo único que dejo es una foto donde estoy con mamá, la última fotografía que me tomé con ella.
Pero esta vez no la guardo en la caja, no la oculto. Esta vez la dejo sobre mi mesa de noche, la necesito cerca de alguna manera.
Dios, la echo tanto de menos.
Y con mi mar de lágrimas, y la botella de vino, me dirijo a la cocina para coger los cerillos. Necesito que estos recuerdos ardan en llamas.
Y mientras el fuego acaba con todos ellos, sigo bebiendo.
***
Hoy capítulo doble. En breve el cap cuatro (:
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