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~Capítulo 22~


El te quiero de Aiden sigue dando vueltas por mi mente a un ritmo inexplicable. Si me concentro en esas palabras, me mareo, y hasta me pregunto por qué.

Si, ¿por qué me quiere? No lo comprendo, y más me mareo. Siento que no tengo nada bueno en mí como para generar que él me quiera, pero a su vez, también siento que Aiden ve algo en mi que yo no consigo ver, y que quizás por eso me quiere. No lo sé.

Pero lejos de no entender, y de sentirme mareada, en el momento que lo dijo, todo mi mundo hizo pausa, todo el ruido que me rodea hizo por fin su silencio.

Fue y es un ida y vueltas de sentimientos y emociones, es ruido y pausa a la vez. Es por eso que siento que me pierdo en su te quiero, e intento buscar el por qué.

Fue un día largo, horas donde sentí demasiado, donde también bebí demasiado. Es muy repetitivo, pero todo fue demasiado.

Ya es de madrugada, y por supuesto que no consigo dormir. Pero Aiden si lo está haciendo, se encuentra durmiendo en el sofá. No quiso irse, y creo que yo tampoco quería que se vaya.

Luego de haberme dicho que me quería, y de darle una respuesta un tanto sorpresiva y vacía, no perdió sus ganas de quedarse y hacerme compañía. Creo que cualquiera en su lugar, ante un "oh" como respuesta, se hubiera ido o al menos se hubiera sentido incómodo.

Pero no fue el caso con Aiden, no tuvo ganas de irse, y tampoco lo noté incómodo. Supongo que es cierto que no es como cualquiera.

Su respiración es profunda, y placentera, está descansando muy bien. Cojo una manta y la coloco encima de su cuerpo, se remueve en el lugar pero no se despierta, sigue durmiendo como un niño luego de un día largo de juegos.

Hago una vista general a la sala, y noto que limpió todo el desastre que hice horas atrás. Y pensar en eso, hace que mi piel se erice y sienta una vez más esa vergüenza que sentí al saber que Aiden vió todo.

Me dirijo hacia la cocina y abro las alacenas. Hay otras botellas de alcohol llenas y otras a medio terminar, suspiro y cierro las puertas. Me quedo así, con las manos apoyadas sobre el mueble, respirando de manera costosa.

El deseo de beber me invade, como si no hubiera sido suficiente el todo. Pero estoy luchando contra ese deseo, no puedo, no debo, Aiden sigue aquí. Más lo pienso y más me cuesta respirar.

Me alejo de las alacenas, las observo como si fueran unos enormes monstruos que están a punto de devorarme, y me siento en un taburete con las manos temblorosas.

—¿Mackenzie? —me llama Aiden con voz de dormido. Cuando me doy vuelta, veo que se frota los ojos, se despereza y pone su atención en mí— ¿Qué hora es?

—Son las 2 —le respondo observando el reloj de pared que hay en la cocina.

—¿Has dormido?

—Si tienes en cuenta diez minutos, entonces si —suspira— Descuida, no es nada nuevo para mí.

—Pero tienes que mejorar tu tiempo de descanso —asiento. Son muchas cosas las que tengo que mejorar— ¿Estás bien?

Pienso en qué responderle, y decido evadir lo último sucedido. No quiero tener esa conversación.

—Me siento rara, eso es todo.

Se pone de pie y se acerca hasta donde estoy, se sienta en el taburete frente a mí y me observa.

—¿Por qué?

—¿En serio tengo que responder? Creo que es obvio.

—Vale, lo siento y supongo que es entendible por el todo —asiento— Pero estarás bien, Mack.

Me río.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque confío en que así va a ser. Confío en ti.

Hacemos contacto visual, y en sus ojos me encuentro con la sinceridad de sus palabras. Y creo que hasta me encuentro con su te quiero.

—No lo hagas, no confíes en mí. Ni siquiera yo lo hago.

—Alguien tiene que hacerlo, ¿no te parece? Yo confío en ti, y mi confianza, vale por ti también. Vale doble.

No le respondo, no sé qué decirle. Aiden tiene las respuestas que yo no tengo, ve lo que yo no veo, y yo sólo tengo silencio.

Me tapo el rostro con ambas manos, y mis hombros comienzan a temblar. Estoy en completo knock out. Me siento triste y muy cansada, y mi respuesta o es silencio o son estas lágrimas que ya no quiero derramar.

—No tengo respuestas para ti —le digo llorando.

Aiden se pone de pie, y se acerca a donde estoy. Sé que está a mi lado pensando si abrazarme o no hacerlo, pero finalmente se anima y me rodea con sus brazos, me protege con ellos.

Apoyo mi cabeza sobre su pecho y me abraza aún más fuerte, y una vez más siento como todo hace pausa, todo se calma.

—Tienes que entender que no me tienes que dar ninguna respuesta a mí, a nadie en realidad. Sólo a ti, Mackenzie. Nadie más que a ti misma.

Deja de abrazarme, y odio que lo haga, o eso creo. Quiero que me vuelva a abrazar, quiero volver a sentir pausa.

Se pone frente a mi, y hace que lo mire. Coloca de manera delicada sus manos sobre mi rostro, y seca las lágrimas derramadas, y detiene a aquellas que siguen saliendo. Suspira y hace una mueca.

—Lo sé, soy un horrible desastre.

Frunce el ceño y niega con la cabeza.

—Sólo estás rota, pero todo se puede arreglar. Y no eres horrible.

Me río sin gracia alguna, sólo de manera forzada.

—¿Entonces soy hermosa? —me sigo riendo.

—Es que sí, lo eres —lo miro a los ojos, sus manos aún están en mi rostro empapado. Ya no estoy llorando, pero él sigue haciendo esos movimientos de antes. Me está acariciando.

—¿Tienes un problema en la vista acaso?

Se ríe.

—En lo absoluto, y podemos hablar con mi oftalmólogo para que te lo confirme. Veo bien, muy bien —sonríe— Y tú eres hermosa, y serás mucho más hermosa cuando ganes esta batalla.

—Aiden...

—Lo harás, sé que sí.

Suspiro, pero la sonrisa no se borra de su rostro. Nos miramos fijamente a los ojos, nos decimos mucho con la mirada. O al menos él lo hace. Me transmite que me quiere, y que confía en mí. Mientras que yo le debo transmitir lo horrible que me siento.

Sus ojos caen sobre mis labios, los observa por largos segundos y traga saliva. Se muerde el labio inferior, como si estuviera luchando contra algo, contra las ganas de besarme tal vez. Vuelve a sonreír y aleja sus manos de mi rostro, dejando su calor en mi.

¿Por qué me siento levemente decepcionada?

—¿Tienes hambre? —pregunta.

—¿Qué?

—Nos has comido nada, debes tener hambre.

Pues sí, un poco. Pero mi interrogante salió de esa forma ante lo que dijo luego de sentir que tuvo ganas de besarme, y de sentirme decepcionada porque no lo hizo.

—¿Qué te parecen unos hot cakes? —lo miro y observo la hora— Oh, vamos, son aceptables a toda hora.

—¿Si? —sonrío.

—En mi planeta si.

Me río.

—¿Y dónde está ese planeta?

—Mmm... creo que si te lo digo tendré que asesinarte.

Me vuelvo a reír y una sonrisa se dibuja en su rostro. Me pierdo en sus hoyuelos, y cuando nota que lo observo, su sonrisa se vuelve más grande aún. Incluso hasta se le colorean sus mejillas.

—Hot cakes serán —le digo y me hace una aprobación con su dedo índice para luego empezar con la preparación.

Mientras Aiden se encarga de todo, ya que así lo hizo, chequeo mi celular. Hay llamadas perdidas de Aiden, Michelle y de Jeremy. Voy a la casilla de mensajes, y leo:


AIDEN

Dónde estás?

Espero que estés en el departamento, estoy yendo hacia allí


JERY

Aiden está como loco buscándote, y yo estoy loco de preocupado, qué está pasando?

Creo que tú y yo tenemos mucho por hablar

En cuanto puedas, me llamas? o me das señales?

Aiden ya me avisó que está contigo, pero necesito saber qué sucede


MICHELLE

He hablado con Aiden, y sé que está contigo. Al menos sé que estás en buena compañía. Si mañana no te sientes bien, no vengas a trabajar, pero tendré que ir a visitarte para hablar


Suspiro y dejo el celular sobre la isla. Aiden termina con los hot cakes y se sienta en el taburete.

—¿Muchos mensajes? —pregunta.

—Y llamadas perdidas.

Asiente.

—Jeremy estaba muy preocupado por ti.

—Lo sé, debo escribirle para decirle que estoy bien.

—Sin mentiras, Mack. Él es tu amigo, te escuchará y te acompañará.

Vuelvo a suspirar y me siento exhausta.

—¿Y Michelle?

—También lo hará, todo el hotel lo hará. No van a tomar una medida drástica, Mack. Ya te dije, son muy humanos en cuanto a eso.

Asiento.

—De acuerdo, pero no quiero hablar de esto, por favor. Me siento cansada.

—Bien, no hablemos de esto. Prueba el hot cake, y dime si no soy un genio.

Alzo una ceja y se ríe. Pero le hago caso, pruebo lo que hizo, y de hecho está más que delicioso, si es eso posible siendo algo tan simple de hacer. Así que no puedo decirle que no es un genio.

—Si te digo que lo eres, ¿tu ego crecerá?

Se ríe.

—No soy egocéntrico, pero de manera escondida me has dicho que soy un genio.

Le saco la lengua, se vuelve a reír y ahora ambos degustamos de los hot cakes.

Aiden me saca temas de conversación que se alejan por completo de lo que ya no quiero hablar, al menos por hoy.

Son temas que me hacen sonreír, o llorar, pero llorar de risa. Y él disfruta de verme así, con una sonrisa o risa en el rostro.

Cuando me río o sonrío por lo que me dice, logro olvidarme por completo que detrás de él, dentro de las alacenas, se encuentran las botellas de alcohol que me debilitan.

El monstruo que me aterró anteriormente, con Aiden aquí presente, se vuelve pequeño e indefenso. Prácticamente no existe, y quisiera que fuera así siempre. Pero sé que una vez sola, volverá a aparecer y querrá atacarme. Y no quiero pensar en eso, quiero centrar mi atención en este momento, y dejar de divagar por lo que va a pasar una vez que esté sola.

Quiero disfrutar de estas lágrimas producidas por esta carcajada que Aiden acaba de provocar.

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