~Capítulo 21~
Estoy mareada, no dejo de dar vueltas. Me duele la cabeza, demasiado de hecho. Y en mi estómago hay una horrible presión. Quiero levantarme y correr al baño, pero en cuanto me muevo, todos el malestar se multiplica.
Me quejo y me llevo una de mis manos hacia la frente, como si así se calmara el horrible dolor. Pero no pasa, por supuesto que no, sólo me encuentro con sudor frío.
Una puerta se abre, y por su ruido casi terrorífico, puedo darme cuenta de que estoy en mi habitación. Vuelvo a quejarme del dolor, y a dar una vuelta en la cama.
—No hagas eso, será peor para ti —ante la voz masculina detengo mis movimientos. Intento abrir los ojos, pero los mismos me pesan y se cierran ante el más mínimo intento— Te traje una aspirina. O si quieres puedo prepararte un café —suspiro— Pero dudo que quieras una u otra cosa.
Es verdad, no quiero nada. Sólo quiero hundirme en la cama y volver a salir cuando el dolor se vaya.
Mi acompañante suspira nuevamente, y otra vez hago el intento de abrir los ojos. Pero esta vez lo consigo, pude luchar con la pesadez de los mismos.
Aiden está sentado junto a mí, con su vista puesta en el suelo, y con sus manos sobre sus rodillas. En cuanto sus ojos se clavan en los míos, un vago recuerdo llega a mí.
Recuerdo que me dormí en el suelo, o más bien me desmayé allí con Aiden llamándome y golpeando la puerta. Luego no sentí nada, hasta el momento en que volvió a hablarme, sólo que esta vez no estaba del otro lado de la puerta, sino dentro del departamento.
Alguien más lo acompañaba, y creo que era Joe, el conserje del edificio. Aiden le dijo que él se iba a encargar de mí, y le agradeció la ayuda a Joe.
Recuerdo que no podía abrir los ojos, pero si escuchaba todo lo que pasaba a mi alrededor. Sé que Aiden apagó la música y me trajo hasta mi habitación con un interminable "estoy aquí, Mack. Estoy aquí"
Y luego ya no recuerdo más nada, supongo que me habré dormido hasta este momento, no lo sé. Pero lo que sí sé con total seguridad, es que siento una horrible vergüenza sobre mi cuerpo.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunto. No sé qué hora es, pero creo que debería de estar en el hotel. O con Tyler de no ser así.
—Estaba preocupado por ti —niega con la cabeza— No podía estar en el hotel sabiendo que tú estabas por ahí, haciendo lo que sea, en ese estado en que te vi en el parque —suspira y se encoge de hombros— Y sólo me fui, Michelle lo entenderá. Vine hasta aquí, sabiendo que posiblemente aquí estarías, y lo comprobé con la música y tus pedidos de que me vaya —frunzo el ceño, pues no recuerdo esa parte— Un tal... ¿Joe? Vino a ayudarme, y fue él quien me abrió la puerta. Y tú estabas... bueno, desmayada en el suelo.
Al decir lo último, un suspiro sale desde sus labios. Un suspiro que me hace entender que el encontrarme así, le produjo cierta tristeza.
Cuando quiero responderle, la presión sobre mi estómago se vuelve a presentar, pero mucho peor que antes. Y es el mismo dolor lo que me lleva a levantarme de la cama y correr hacia el retrete. De repente mi cuerpo dejó de estar pesado.
Las lágrimas brotan de mis ojos con las arcadas, y el sudor de mi frente se hace mucho más presente.
Aiden entra al baño y le indico con la mano que no, que salga. Demasiada verguenza pase hoy como para que ahora me vea con la cabeza en el retrete.
No me hace caso y cierra la puerta detrás de él, para luego coger mi cabello con sus manos. Quisiera que la tierra se abra en estos momentos y me coma por completo.
Las arcadas de van, al igual que un poco se calma la presión de mi estómago. Me levanto del suelo frío y me enjuago la boca, también me mojo la cara y la nuca.
—Tal vez un baño te haga bien, Mack —asiento, pero no quiero hacerlo, sólo quiero estar en la cama. Así que me dirijo hacia allí y me acuesto. Aiden me tapa con una cobija rosa, y me toca la frente— ¿Quieres tomar o comer algo? —niego con la cabeza— De acuerdo, tal vez no ahora. Pero más tarde vas a necesitar algo de comida, Mack. O al menos beber un té.
Mis ojos se fijan en él, y medio que me sonríe. Frente a mí tengo a un hombre demasiado bueno y atento. Un hombre que tiene responsabilidades allí afuera, pero que sin embargo está aquí conmigo.
Ahora centro mi atención en el reloj que tengo en la mesita de luz, ya va siendo la hora en que el turno en el hotel finalice.
—Tienes que irte, Ty estará preguntando por ti.
—Hoy se queda con mi tía y los primos —lo miro— Es algo que pactamos desde hace dos días, no te preocupes.
—No hacía falta que vengas, Aiden.
—Claro que sí. Vine porque quise, y porque... —se detiene en sus palabras, en sus pensamientos. Luego suspira y niega con la cabeza— Y porque me importas, Mackenzie —susurra, y no espera por mi respuesta— Aunque creo que eso no es nada nuevo —se ríe sin ánimos— Si te molestó que venga sin avisarte, y que le pidiera al conserje que abra la puerta, te pido...
—No, no te disculpes —lo interrumpo y nos miramos — Gracias.
Asiente, y sus ojos no se despegan de los míos. Pese a todo lo que sucedió ayer, y todo lo sucedido hoy, su mirada hacia mí no cambió. Salvo sólo porque se le presentó la preocupación, pero lejos de eso, sigue siendo la misma de siempre.
—¿Quieres que hable con Michelle? —pregunta al fin, y niego con la cabeza— ¿Con Jeremy? Él también está preocupado por ti —vuelvo a negar.
—Creo que debo ser yo quien hable, pero no ahora.
—De acuerdo —suspira— ¿Quieres que me vaya?
Me detengo a pensar en la respuesta a su pregunta. No creo estar completamente segura de querer eso. Una parte de mí quiere decirle que sí, que se vaya a casa, y todo por la vergüenza que me sigue consumiendo. Mientras que la otra parte, quiere decirle que no, que se quede.
Lo miro a los ojos, y me encuentro allí con la respuesta.
—No, no quiero que te vayas.
Mi respuesta lo toma por sorpresa, creo que esperaba que le diga lo contrario.
—Bien, ¿necesitas que haga algo más por ti?
—Sólo quiero que estés aquí.
Asiente, se sienta al pie de la cama, y en mi cabeza se refleja todo lo sucedido desde que vi a Jared y Alice juntos. En el dolor que eso me causó, y en la manera en que me consumí por esa emoción, y me ahogué en miles de vasos y botellas de alcohol.
Todos esos recuerdos me llevan finalmente a la noche de ayer, y al día de hoy. Mi viaje mental termina con Aiden sentado cerca de mí, con sus ojos puestos en mí.
Mis ojos se llenan de lágrimas por todos los recuerdos, y por lo sucedido en las últimas horas. Aiden se percata de mi llanto y se acerca a mí. Niego con la cabeza y miro hacia otro lado, mientras que las lágrimas se deslizan por mi rostro.
La mano de Aiden se posa sobre mi mentón, y así hace que lo mire. En cuanto sus ojos se conectan con los míos, me seca las lágrimas, aunque estas no dejan de salir.
—Soy un desastre —le digo rompiendo en llanto— Soy horrible. Soy un asco.
—No hables así de ti.
—Pero es lo que soy.
—No, no es cierto. No es lo que eres. Todo esto que dice está tapando tu verdadera esencia, no te creas esta versión de ti.
Me río.
—Tarde.
—Nunca es demasiado tarde.
—Bueno, yo te digo que sí. Ya es tarde, Aiden, muy tarde. Es esta mi verdadera esencia, soy esto. Horriblemente esto.
Quiero dejar de llorar, pero no puedo, las lágrimas se siguen presentando. Aiden reacciona ante esto, y me rodea con sus brazos. El estar entre ellos, provoca más lágrimas en mí. Típico.
Me alejo de su abrazo, y me seco las lágrimas, mientras que él permanece en el mismo lugar, con las mismas ganas de ayudarme.
Su pregunta de hoy se instala en mi: "¿qué ganas con el silencio?" Y es esa pregunta lo que me lleva a suspirar, a respirar profundo, a calmarme y a animarme a hablar.
—Todo empezó el día en que vi a Jared y Alice.
No sé de dónde salieron estas ganas de hablar, de no callarme más. No sé cómo dejé de negar lo que me estaba pasando. Pero lo hice, finalmente.
Mientras hablaba, Aiden no apartaba los ojos de mí. Hacía muecas, suspiraba o negaba con la cabeza. Pero su forma de mirarme siempre era la misma, y eso me sigue sorprendiendo, porque aún espero a que me mire como si me tratara de un fenómeno.
Cuando finalmente me quedo callada, un silencio nos abraza. Uno que no es incómodo, pero lo desconozco. No sé lo que este silencio significa.
—Necesitas ayuda, Mack. Una más profesional que la mía.
—No quiero sentarme con gente desconocida en una ronda absurda y contarles mi historia.
—Esta bien, lo que tú quieras. Es un paso que finalmente hayas hablado —asiento— ¿Te sientes más liberada?
Lo cierto es que no, no me siento más liberada. Aún tengo el peso sobre mis hombros, la carga no se hizo menos pesada al hablar.
Creí que hablar me iba a ayudar a sentir menos peso, a tener una mirada distinta de las cosas. Pero no está pasando nada de eso, todo sigue igual.
—No.
—No te preocupes, es normal. Es un largo camino por el cual transitar para sentir menos carga.
—¿Un largo camino? No me agrada eso.
—Lo importante es que hablaste, Mack. Y lo que importa también es que no estás sola —pongo mis ojos en él— Jeremy es un buen amigo que te quiere, estará siempre para ti. El hotel no tomará ninguna medida drástica, estoy seguro. Son muy humanos en muchas cosas, y sé que te ayudarán. De hecho, Michelle tiene sospechas, y hoy parecía más preocupada que enojada —una media sonrisa se dibuja en su rostro cansado. Un hoyuelo se presenta en él, haciendo que esa sonrisa sea más agradable a la vista. Mucho más bonita— Y me tienes a mí, siempre. Pase lo que pase, aquí estaré. Te agradezco por confiar en mí, ahora sólo te pido que te dejes ayudar. No te niegues a nada de lo que pueda ayudarte o hacerte bien. No estás sola.
Aiden es demasiado bueno, incluso creo que no merezco tanta bondad. Lo he tratado mal muchas veces, le he gritado, lo he empujado, y me ha visto en mi peor estado, pero aún así está aquí. Siempre está presente.
No importa la forma en que me ponga, o la manera en que responda, sé que puedo contar con él pase lo que pase. Me lo ha demostrado en cuanta oportunidad tuvo.
—Eres muy bueno conmigo.
Sonríe.
—Oh, vamos. No me vengas a decir que no mereces un poco de bondad.
—No lo creo.
—Si vas a decir cosas malas sobre ti, me pondré a cantar... no lo sé, la canción más horrible del mundo —lo miro y frunzo el ceño— Creeme, no querras escuchar eso. Pero lo haré si hablas mal de ti.
—Quisiera oírte cantar.
Se ríe, y yo lo sigo. Sólo que me río con menos ánimos que él.
¿Cómo es posible que luego de todo lo que le dije sobre mí tenga ánimos para hacerme reír o ponerse a cantar?
—Pero yo no quisiera oirte hablar mal de ti.
Mis ojos caen en los suyos, en la completa bondad que con ellos transmite. Una bondad que completa con su sonrisa, y trae paz.
—Gracias.
—¿Por qué agradeces?
—Por todo. Por estar siempre ahí, incluso aunque te trate mal, incluso aunque hayas visto lo peor de mí.
—¿No crees que de eso se trata? ¿De estar en cada momento? ¿De seguir presente incluso aunque hayas visto una parte oscura?
Suspiro.
—Cualquiera en tu lugar ya me hubiera mandado al carajo.
—Tal vez. Pero yo no soy cualquiera, Mackenzie. Soy yo, Aiden y elijo estar aquí. Quiero estar aquí ¿es que aún no te has dado cuenta?
—¿De qué?
Sonríe y sus mejillas se ponen coloradas.
—Si elijo estar aquí es porque me importas.
—Ya me lo has dicho.
—Sí, pero no es sólo eso —vuelve a sonreír— También estoy aquí porque te quiero —mis ojos se ensanchan— Sí, te quiero, Mackenzie. Creo que tenías que saberlo.
Me vió llorar, gritar, beber alcohol de manera brusca, me vió con la botella de falsa agua, y me encontró desmayada junto a una botella de vodka, y aún así me está diciendo que me quiere. Aún cuando le dije que soy una jodida alcohólica.
Definitivamente no merezco que Aiden esté aquí, ni mucho menos que me haya dicho lo que me dijo.
—Oh...
Es todo lo que consigo decir, pero eso parece una buena respuesta para él, ya que sonríe al punto de que su sonrisa se transforma en risa. Y su risa termina siendo contagiosa para mí.
Vaya día el de hoy con sus vaivenes de emociones y momentos.
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