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~Capítulo 19~


Necesito que mi mente se apague. Lo imploro con todas las pocas fuerzas que me quedan.

Quiero una medicación para que los pensamientos dejen de atacarme como dagas.

Todo a mi alrededor se derrumbó. Estoy en el suelo sobre los escombros, herida y presa de la vergüenza que me atormenta.

No puedo abrir mis ojos, o más bien, no quiero hacerlo. La respiración de Aiden se escucha cerca, y sé que está frente a mí, y pese a todo, se mantiene tranquilo y paciente.

Pero mi corazón está a punto de salirse de mi pecho, y mi cabeza está a punto de estallar a causa de los millones de pensamientos que dan vueltas dentro de ella.

Abrazo mis piernas que se encuentran sobre el sofá. Las abrazo fuerte, como si quisiera consumirme en ese abrazo, en mi misma y desaparecer.

Me duelen los ojos de tanto llorar, me arden y los siento cansados, hinchados. Pero la secuencia que se repite constantemente en mí, provoca que las lágrimas sigan descendiendo. Como si no hubiera llorado lo suficiente ya.

No sé cuánto tiempo pasó desde que enloquecí, desde que cogí la botella y bebí frente a Aiden de la misma manera en que lo hago cuando me encuentro sola en el departamento.

Mi jean se encuentra húmedo por el vino que salpicó cuando la botella se estrelló contra el suelo. Creo que si me concentro lo suficiente, aún puedo escuchar ese sonido.

Aún siento los brazos de Aiden sobre mí, y escucho que me dice que todo va a estar bien. Aún su mano acaricia mi espalda mientras repite tales palabras.

Y la secuencia del momento termina conmigo empujando a Aiden, diciéndole que nada va a estar bien, porque yo no estoy bien. Para luego sentarme en el sofá, y estar de la misma forma en que me encuentro ahora.

No sé por qué no corrí lejos de él. No sé por qué no sentí la necesidad de escaparme. Supongo que por el simple hecho de saber que ya era tarde para hacerlo.

El monstruo apareció y me raptó. Me obligó a desnudarme frente a Aiden, a quitarme el disfraz que siempre le mostré. Ya no valía la pena correr.

La vergüenza me quema. El miedo me ahoga. La tristeza me arroja piedras. No puedo más.

—Mack... —me llama Aiden. Utiliza el mismo tono de voz de siempre, como si nada hubiese pasado. Pero aún así, no me atrevo a mirarlo— Quiero que me mires —no lo hago, mi cabeza sigue enterrada entre mis brazos. Niego con la misma, y suspira— No tengas miedo de mirarme, todo está bien.

—No lo está.

—De acuerdo. Pero todo puede y va a estar bien. Quiero que me mires, no te pido nada más que eso.

—No puedo, tengo vergüenza.

—No tengas vergüenza conmigo. Soy yo, Aiden, y sigo siendo el mismo contigo, nada cambió.

Percibo la sinceridad de sus palabras, en verdad que Aiden sabe transmitir lo que dice. Pero pese a que me esté diciendo esto, el miedo y la vergüenza pesan más.

—Todo cambió, Aiden. Todo.

—Bien, todo cambió. Pero sigo estando, y eso es lo que no cambia ¿Puedes mirarme?

Suspiro, y me armo de valor. Me pongo derecha, y respiro profundo antes de abrir los ojos.

Cuando finalmente lo hago, sus ojos están fijos en mí. Su mirada no cambió, sigue siendo exactamente la misma mirada que tenía antes de todo el último lío.

Mis ojos caen sobre mis piernas, y juego con mis manos. Aiden se levanta de la mesa de café, y se sienta a mi lado.

—Mack... —niego con la cabeza. Suspira, y posa su mano derecha sobre las mías, impide que siga jugando nerviosa con ellas— Estás temblando... hey, Mack —vuelvo a llorar. Pero ya no quiero hacerlo más, estoy cansada de llorar. Y las lágrimas siguen saliendo.

—Debo irme —alejo su mano de las mías, y me seco el rostro empapado.

—No quiero que te vayas, no estaré tranquilo.

—No puedo pasar la noche aquí.

—Mi hermana no viene esta noche, puedes dormir en su habitación. Incluso puedes usar su ropa, y hasta puedes darte un baño caliente.

¿Por qué sigue siendo tan bueno conmigo cuando sé que no lo merezco? Aiden es demasiado como para cargar con alguien como yo.

—No voy a poder dormir.

—Bueno, me quedo contigo. Tengamos insomnio —nuevamente cobro valor y lo miro. En cuanto lo hago, me regala una sonrisa tranquilizadora— No voy a preguntar nada. Si quieres hablar de lo que te sucede, te voy a escuchar. Pero sin presiones.

—No quiero hablar de eso.

—De acuerdo, pero ¿quieres un baño caliente? Tal vez te relajes con eso.

Suspiro y me encojo de hombros.

—No tienes que ser bueno conmigo, no lo...

—Ni te atrevas a decir que no lo mereces —me interrumpe.

—Es la verdad.

—No, no es la verdad.

Sonrío sin ánimos.

—Soy un desastre, Aiden, lo has visto.

—Creo que todos somos un desastre en cierto punto —se pone de pie y se para frente a mí— ¿Quieres hablar de algo? —niego con la cabeza— ¿Quieres quedarte?

Mi mente ahora se detiene en una posible respuesta.

Sé que si me quedo, no voy a dormir, y no sé si quiera o pueda arrastrar a Aiden a mi insomnio. Y a su vez, sé que si vuelvo al departamento, me voy a encerrar allí y me voy a perder en las copas.

Ninguna opción me parece buena. No, ni siquiera la de beber. Por primera vez, en estos últimos meses, no siento la necesidad de perderme en el alcohol y olvidarme de todo en cada sorbo.

—No quiero quedarme, no puedo.

A juzgar por la mueca que acaba de hacer, supongo que esperaba otra respuesta. Incluso creo que hasta esperaba que le cuente todo lo que pasa en mí.

—Mack, no es un problema para mí que te quedes.

El problema soy yo...

—Aún así.

Suspira y se resigna a asentir.

—¿Vas a estar bien? —no respondo. Ni siquiera tengo fuerzas para mentirle, y lo sabe— ¿Te puedo pedir un favor? —asiento— Ante cualquier cosa que suceda, ¿puedes llamarme?

—Lo intentaré.

Me pongo de pie, y nuevamente nuestros ojos se encuentran. Está preocupado, y puedo notar también que desea que me quede. Agradezco que respete mi decisión, y que no me haya presionado para hablar.

Supongo que cualquiera en su lugar, hubiera perdido los estribos, hubiera insistido para hablar y entender así el por qué de todo.

Suerte para mí que Aiden no es así.

—Me has asustado —dice con el rostro triste— Necesito saber lo que sucede, quiero entenderte.

—No sé si puedas hacerlo.

—Sólo yo tengo esa respuesta, y sé que pase lo que pase, te voy a entender—suspira y baja la mirada — Lo que pasó hoy me dejó con muchas preguntas, y lo sabes ¿quiero respuestas? Por supuesto que sí, pero te daré el tiempo que necesites, si es que quieres hablar conmigo.

—Lo sé, gracias.

Levanta la cabeza y vuelve a mirarme a los ojos.

—Cuentas conmigo —asiento. Y veo que hace el intento para abrazarme, pero baja sus brazos, suspira y niega con la cabeza.

En cuanto el taxi llega, me acompaña hasta donde está el mismo. No quiere que me vaya, da muchas vueltas para despedirse de mí.

—¿Tienes dinero? —asiento— ¿Te veo mañana? —vuelvo a asentir— Bien, hasta entonces, Mack. Tendré el celular cerca por si me necesitas.

—No te preocupes, intenta descansar.

—Si me necesitas, me llamas. No importa la hora.

Suspiro y asiento.

—Esta bien.

Sabe que no lo voy a llamar, pero aún así me lo recuerda.

—Hasta mañana, Mack.

Vuelvo a asentir. Quiero despedirme con un beso en su mejilla, pero hago lo mismo que él hizo minutos atrás. Suspiro, niego con la cabeza y me subo al taxi.

El chofer emprende viaje, y observo como Aiden sigue parado sobre la acera, hasta que finalmente lo pierdo de vista.

—¿A dónde la llevo, señorita?

Lejos. Muy lejos.

—Sólo haga dos manzanas más.

Me mira por el espejo retrovisor, se encoge de hombros y sigue mis instrucciones.

Hace dos manzanas, y me deja en la esquina. Le pago el viaje, y le dejo el vuelto como propina.

La brisa de la madrugada acaricia mis brazos, y es ahora cuando lamento no haber traído un saco después de haber dudado tanto.

Y por supuesto, al ser una madrugada en un día de semana, las calles se encuentran solitarias y hasta silenciosas. Ni siquiera se escucha el ladrido de algún perro a la distancia. Me cruzo de brazos, y empiezo a caminar en la misma dirección en que venía con el taxi.

Por más que quiera obviar aquel momento donde estallé, y me consumí en cada sorbo que le daba al vino, la secuencia se sigue repitiendo de manera constante en mi mente.

Camino cabizbaja, perdida en mi mente, recordando y consumiéndome más en la vergüenza que se apodera de mi cuerpo de pies a cabeza.

Todo pasó demasiado rápido que aún no he podido asimilar cada cosa. No comprendo por qué me presente en el programa de AA, ni por qué huí de ahí. Sigo sin poder creer que por torpe en el hotel ya saben que alguien tiene posibles problemas con el alcohol, y que Michelle sospecha de mí.

Y de todos estos momentos, lo que más me está costando tratar, es lo que pasó en la casa de Aiden. Mi mente divaga y me recuerda la manera en que me puse, me recuerda lo que hice, y como se puso él.

¿Y ahora qué? ¿Cómo sigue todo? Ya no puedo ocultarme más debajo de un disfraz, ya que el mismo se hizo cenizas, desapareció.

Sigo caminando, sigo con los brazos cruzados, y sigo mirando mis pies en cada paso. No sé qué estoy haciendo, no sé a dónde voy. Sólo sé que no quiero estar en el departamento, ni que tampoco quiero volver a la casa de Aiden.

Ni siquiera me encuentro asustada por las calles vacías, y silenciosas. Siento miedo, por supuesto, pero no de estar caminando sola en la madrugada. Tengo miedo de todo lo que va a pasar de ahora en más.

Detengo mis pasos y observo a mi alrededor. Suspiro al darme cuenta en dónde estoy, y el pecho se me oprime ante el dolor que el lugar me provoca.  Para mi mala suerte, Aiden no vive muy lejos de aquí, y mi mente me volvió a hacer una mala jugada.

Jared no tiene las luces prendidas de su departamento. De seguro llegó muy cansado del restaurante, siempre llegaba cansado. Quizá se dió una ducha tibia, se puso su pijama azul y se acostó a leer a su autor favorito hasta dormirse.

O tal vez hizo el amor con Alice y luego se durmió. Porque por más cansado que llegue del trabajo, siempre hay lugar para el sexo. Ese era su lema, y de seguro lo sigue siendo.

Aún recuerdo lo que me tocó ver en este lugar, y tal vez sea algo que nunca olvide. Parece que hace un instante fue que los ví juntos, y no hace meses.

Si me concentro lo suficiente, recuerdo lo que sentí al verlos, recuerdo mi necesidad de correr lejos de ellos. Me veo montando mi bicicleta para irme ahogada entre lágrimas, para que luego, un conductor me haga volver en sí con sus insultos.

No sé qué hago aquí, ni sé por qué ahora mi mente me atormenta con ese recuerdo. Tal vez porque ese día fue el desencadenante de todo, del por qué hoy me encuentro rota.

¿Puedo culparlos? Creo que no, ya no. Esta bien, me engañaron, se rieron de mí a mis espaldas. Pero la decisión de convertirme en esto que soy, no fue más que mía.

Entonces, ¿por qué sigo aquí? No me suma nada estar parada frente al departamento donde todo cambió. Es una lástima que mi caminata haya tenido como destino este lugar. Ojalá hubiera caminado en verdad sin rumbo alguno.

Aprovecho la oportunidad de que un taxi se está acercando con su cartel de LIBRE encendido y lo freno. Cuando me pregunta por mi destino, le doy la dirección del departamento.

Ya es tiempo de volver, no puedo seguir deambulando a estas horas de la madrugada. Si sigo caminando, voy a llegar hasta la casa donde vivía con mis padres, y no estoy lista para soportar otro drama.

Una vez que me encuentro en el encierro del departamento, lo observo como si fuera mi primer noche aquí. Me siento extraña, como si estuviera ocupando otro cuerpo.

Me acerco hasta la alacena de la cocina, y me encuentro con la botella de vodka a medio terminar. La observo por un largo rato, leo una y otra vez el nombre de la marca.

Suspiro y me convenzo de no hacerlo. Hoy no, Mackenzie. Ya has tenido suficiente.

Me reitero lo mismo unas cuatro veces, lucho con mi deseo unas cuatro veces más. Pero finalmente, decido no hacerlo. No puedo más, hoy de manera sorpresiva ya no puedo más.

Lo que necesito es una ducha caliente, así que me desvisto y entro al baño. Una vez que el agua hace contacto con mi cuerpo se relaja por completo, y lo agradezco. Tal parece que el agua se lleva consigo todas las emociones vividas hoy.

Mi mente finalmente decidió apagar el ruido, y no sé cuánto tiempo va a durar de esta manera, así aprovecho el tiempo en que hace pausa y hago pausa yo también.

Mañana será otro día. Seguro que un día terrible, pero ahora, quiero relajarme y olvidarme de todo el lío de hoy.

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