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~Capítulo 18~

Desconozco la razón al motivo por el cual me encuentro en este lugar. No puedo comprender el impulso que sentí al hacer ésta parada previa en mi camino al hotel.

Me encuentro en el umbral de la puerta, no soy capaz de dar un paso más. Las paredes amarillas se encuentran decoradas con mensajes de superación y ayuda.

Una mesa larga y con un mantel blanco se extiende en un lado de la habitación, hay comida y zumo de naranja o manzana, y un termo que seguramente contiene café.

En el centro hay unas cuantas sillas reunidas haciendo un círculo, y están vacías, creo que aún no empezó lo que sea que hagan aquí.

Un escalofríos me recorre el cuerpo cuando finalmente me animo a dar el último paso que me lleva a entrar. Me siento una completa extraña, un ser raro en un mundo que no es el mío.

Me siento en una de las sillas y apoyo mis manos sobre los muslos. Respiro profundamente y cierro los ojos, cuento hasta diez unas tres veces seguidas antes de volver a abrirlos.

En mi mente imagino lo que debe ser sentarse aquí y contarle lo que te sucede a gente extraña. Imagino la cantidad de historias que te puedes encontrar, y como tal cosa los está ayudando a superarse.

Y en ese trayecto de imaginación, no logro verme a mi. No me veo en un lugar como éste contándole a unas personas que no conozco todo lo que pasa por mi mente. Incluso, no creo ser capaz de escuchar ninguna otra historia.

Entonces, ¿por qué estoy aquí? Yo estoy bien, me siento así. Y no necesito sentarme aquí para liberar mis problemas. No los hay, yo estoy bien.

—¿Necesitas ayuda? —una voz femenina me asusta y me obliga a salir de mi mente. Me levanto de la silla y noto que es una mujer de mediana edad, cabello corto y rubio, sus ojos verdes se ocultan detrás del cristal de sus gafas. En cuanto mis ojos se fijan en los suyos, una sonrisa llena de paz se dibuja en su rostro— El programa empieza en media hora, ¿cómo te llamas?

—Mackenzie, pero yo...

—Soy Maureene —la sonrisa no se va de su rostro— Tu primera vez, ¿cierto?

—No vengo a participar.

Ahora la sonrisa ya no está en ella, sin embargo, se puede percibir su paz en otras facciones.

—¿Y por qué estás aquí?

—No lo sé.

Asiente y se acerca hasta donde estoy. Maureene tiene algo tranquilizador a un modo indescriptible.

—Sabes que cuando estés lista, serás más que bienvenida. La puerta siempre estará abierta, Mackenzie.

Niego con la cabeza y me cruzo de brazos.

—No, yo no tengo nada que hacer aquí.

—Comprendo, no tienes por qué estar aquí. Pero aún así sabes que la puerta permanece abierta.

Sus ojos armoniosos me observan con detenimiento, y por un instante siento que mi madre me está observando. Ponía esa misma mirada para decirme que todo iba a estar bien y que era una chica increíble. Esto ya es demasiado.

—Yo... debo irme. Tengo que trabajar.

—De acuerdo. Adiós, Mackenzie.

Asiento, y sin decir nada más salgo con apuro. Mi respiración está acelerada por todo lo que sentí al estar ahí, y por como la mirada de Maureene me llevó a la de mi madre.

En mis ojos comienzan a picar las lágrimas, pero me niego a llorar, no quiero. Y no lo voy a hacer.

El temblor no tarda en llegar a mis manos, y quiero poder controlarlo respirando profundo una y otra vez, pero no hay resultados positivos.

Saco otra botella de falsa agua, ya que perdí la otra en el vestuario, y bebo tres tragos. A su tiempo y manera, el temblor se va yendo.

Llego al hotel y los veo a mis compañeras, impacientes y fallando en su intento por mantenerse tranquilas. El hotel está demasiado tranquilo como para estar así por el trabajo, y hoy no tenemos ninguna visita o evento importante.

Mis ojos se deslizan por todas y sus iguales reacciones y movimientos.

—¿Qué sucede? —le pregunto a Courtney, una de las recepcionistas.

—Los jefes están enojados, molestos, o decepcionados, como quieras llamarlo.

Frunzo el ceño.

—¿Y eso por qué?

Courtney suspira y deja de hacer lo suyo para poder responder de mejor manera.

—Se encontró una botella con vodka en el vestuario de mujeres —por un momento olvido de como respirar, y creo que siento las gotas de sudor a punto de salir por los poros de mi rostro— Y obviamente llegó esa información a los jefes. Quieren tener una reunión con todas nosotras.

Soy una idiota. Una imbécil. Olvidé levantar la botella cuando la arrojé al suelo.

—No recuerdo cuándo fue la última vez que los vi así —agrega Rachel.

—Mmm... creo que fue cuando Trenton le robo dinero a Charly.

Y mientras ellas se quedan hablando del tema, me escapo y corro hacia el vestuario. Para mi buena y gran suerte me encuentro sola.

Camino de un lado al otro comiéndome las uñas de los nervios. Intento que mi respiración sea tranquila, pero obvio que eso no sucede. Mi pulso se acelera y el pecho se me oprime.

Siento que estoy acorralada y que algo muy pesado se viene encima mío, y no puedo escapar. No hay salida, ese escombro me va a pisar, me va a hacer añicos.

Todas mis compañeras cayeron en una bolsa que yo misma abrí por torpe al olvidar la botella de falsa agua. No sé qué nos dirán los jefes, pero todas tendrán una reunión a causa mía y recibirán un llamado de atención por un error que yo cometí.

Entre los nervios que siento, y por todo lo que está pasando allí afuera, saco la otra botella de falsa agua y arrojo su contenido al retrete.

Lavo la botella hasta que el fuerte aroma del vodka se va. Me siento en el banco de madera, y cierro los ojos. Mi pulso comienza a temblar una vez más, pero esta vez no es por una necesidad de alcohol, sino por todo lo que pueda llegar a pasar.

Una sensación de nervios y vergüenza se apodera de mi estómago, y me genera un dolor insoportable. Tal sensación recorre mi cuerpo y quiere llegar a mi boca, así que me levanto y me dirijo al retrete.

Expulso todo lo que mi cuerpo no cree que sea necesario, aunque sólo vea agua. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y recorren mi rostro a causa de la fuerza que mi estómago está provocando.

Me levanto del suelo frío, me paro frente al espejo y abro el grifo del agua. Mi rostro está pálido, sudado, y realmente me veo muy mal. Quisiera poder huir de aquí y no volver, pero también sé muy bien que necesito de este trabajo.

La puerta del vestuario se abre, y me encuentro con Rachel.

—Que lío nos espera, ¿cierto? —dice y se dedica a retocar su maquillaje mientras que yo me lavo el rostro y me enjuago la boca.

Quisiera tener la belleza y la tranquilidad que ella tiene mientras se pone brillo en los labios.

Los ojos de Rachel se posan en mí, y hace una mueca.

—¿Te sientes bien?

Asiento.

—Sí... sólo tengo un malestar estomacal.

—En el botiquín hay un calmante —me informa y posa su mano sobre mi hombro— Tal vez será mejor que lo tomes.

—Bien, gracias.

Rachel sonríe y creo que fallo en mi intento por hacer lo mismo.

—Cuando termines, ve al zoom. Nos están esperando allí.

Dicho esto sale del vestuario y nuevamente me encuentro sola. Veo mi reflejo en el espejo y la sensación horrible en mi estómago vuelve a hacerse notar.

Respiro profundo una y otra vez, calmo mi dolor, y salgo del vestuario una vez que el mismo se pasa.

Pero aunque la presión se haya ido, sigo tensa. Sigo sintiendo las imperiosas ganas de correr, de huir de mis problemas, de desprenderme de mi cuerpo roto e instalarme en uno nuevo y con menos problemas.

—Mack... —reconozco la voz de Aiden, así que detengo mis pasos hacia el zoom. No me atrevo a mirarlo a los ojos, sólo veo el brillo que hay en sus zapatos bien lustrados— Hey...

Me armo de valor y lo miro. Mis ojos en los suyos, los suyos en los míos, y un rostro que parece preocupado.

—¿Todo marcha bien?

No...

—Sí, muy bien —sonrío, pero eso no lo tranquiliza.

—¿Por qué tengo una sensación de que no es así?

Porque sabes que no estoy bien.

—No te preocupes, estoy bien. Sólo es por el tema del que todos están hablando.

—¿La botella con vodka?

Escucharlo con su voz suena aún más terrible.

—Sí, eso.

Aiden sonríe, como si quisiera tranquilizarme, como si no creyera que yo fuera la dueña de esa botella.

—Tranquila, Mack. Seguro que la dueña de la botella aparecerá —asiento, y vuelvo a poner la vista en el suelo.

No lo puedo ver a la cara, porque cuando lo hago, me encuentro con un Aiden que no me cree capaz de algo así. Me encuentro con una persona que si supiera mi verdad, de seguro se sentiría totalmente decepcionado.

Frente a mí tengo a alguien que cree que soy algo, que yo sé muy bien que no soy. Soy un maldito y jodido desastre, y eso él no lo sabe, pero pronto lo va a descubrir.

—Debo irme, los jefes esperan.

Asiente y vuelve a sonreír. No quiero que me sonría así, no lo merezco.

—¿Cenamos esta noche? —todo esto me ha hecho olvidar la cena con Aiden y Tyler— Ty está ansioso por verte.

Sonrío. Creo que me vendría bien una cena con ellos dos, me serviría para desconectarme de todo lo que está mal.

—Allí estaré.

Aiden sonríe, me dice a la hora que me espera y se dirige hacia la entrada del hotel ya que tiene un viaje por hacer.

Me dirijo al zoom, y al entrar, veo a mis compañeras sentadas alrededor de los jefes que permanecen parados frente a ellas. Uno de ellos sostiene mi botella de falsa agua. Esa jodida botella.

Los ojos de los presentes se posan en mí, sólo faltaba mi presencia. Me disculpo por la tardanza, pero eso no es un problema ante el otro que hay por tratar.

Me siento, y juego con mis manos sudadas. Todas permanecen tranquilas, menos yo y supongo que el estar así me puede delatar. Así que intento relajarme, e imitar a mis compañeras.

—No voy a preguntar quién es la dueña de la botella —habla Adam, el supervisor del turno tarde.

—¿Por qué no? —interviene Rachel, parece molesta — ¿Vamos a recibir un castigo por esa persona?

—Nadie va a recibir un castigo —habla Michelle y nos mira— Es verdad que en un principio estuvimos enojados, pero nos calmamos y vimos todo desde otra perspectiva, así que tranquilas. Si la dueña de la botella quiere hacerse cargo, puede hablarlo con alguno de nosotros sin la necesidad de hacerlo ahora.

—Pero no va a haber castigo, esto no se compara a la situación que vivimos anteriormente con el robo a uno de sus compañeros —agrega Edward, el supervisor del turno de la mañana.

—Creemos que esto es un tema serio —sigue hablando Michelle— Nos genera mucho ruido que se coloque vodka en una botella de agua.

—Lo que Michelle quiere decir, es que creemos que hay un problema serio de por medio.

—¿Alcoholismo? —pregunta una de mis compañeras.

—Exacto, pero no es sólo eso. El alcoholismo arrastra otros temas por tratar.

Mis oídos se apagan, y ya no estoy presente en el momento. Veo que todos hablan a su tiempo y manera, pero no soy capaz de escucharlos.

¿Por qué me tuve que descuidar así? De no haberlo hecho no estaría aquí, ni tampoco mis compañeras. No estaría cerrando mis oídos para no escuchar la manera en que hablan sobre el alcoholismo o la depresión.

Dejo de divagar por mi mente y vuelvo a ponerles atención.

—¿Entonces qué? —pregunta Rachel— ¿Cómo sigue todo esto?

—Les vamos a entregar un folleto sobre un grupo de autoayuda. Tal vez nos estamos equivocando, y sólo fue una rebeldía —dice Edward y Michelle nos entrega un folleto rosa— Pero si el caso no es ese, cada una de ustedes sabrá que hacer con el mismo.

—Arrojarlo a la basura —dice Miranda y acomoda su cabello rubio sobre su espalda— Yo no necesito esto.

—Ni yo —se suma Rachel.

El resto de mis compañeras está de acuerdo con ellas, así que me veo en la obligación de asentir sólo para seguirles el juego.

Pero Michelle me mira, y me estudia con la mirada. No me mira de mala manera, sólo que más bien parece preocupada.

Mientras Adam sigue hablando sobre la importancia de pedir ayuda y tratar los temas que a uno le hace mal, Michelle me sigue mirando, y yo no sé cómo escapar a su mirada, como simular que estoy bien.

—Bueno, pueden volver a su trabajo tranquilas. Todo está bien. Pero tienen que saber que cualquier cosa que necesiten hablar, estamos aquí para escuchar. Nadie las va a juzgar ni mucho menos apartar. Pero necesitamos que cooperen con nosotros, porque no queremos llegar al punto de despedir o suspender a ninguna de ustedes ¿de acuerdo?

Edward termina por hablar, y todas nos levantamos para volver a nuestras actividades. Las chicas siguen hablando del tema, pero ahora están mucho más tranquilas al saber que no hay castigo general. Y por suerte, ninguna notó mi rareza, ya que me hablan de manera normal, como siempre.

Los ojos de Michelle siguen en mí, pero no me llama, sólo me mira como si quisiera preguntarme directamente si la botella es mía para ayudarme. Pero no lo hace, y yo vuelvo a mi trabajo.

Me gustaría decir que estoy tranquila, mucho más relajada al saber que mis compañeras no recibieron un castigo a causa mía, o que no me obligaron a exponerme frente a todos. Pero la realidad es que no puedo estar tranquila, no me sale.

Mi mente sigue trabajando y ahondando sobre este tema que consigue torturarme y hacerme mal hasta convertirme en polvo.

Necesito que el turno termine y necesito más estar con Aiden y Tyler para dejar de ser yo.





Mi intento por dejar de ser yo salió tan bien como esperaba. La Mackenzie que me devuelve la mirada en el espejo luce bien maquillada y peinada para la ocasión.

Sobre la mesa de luz está el folleto rosa que Michelle nos entregó, a quien por cierto evité durante todo el turno. Pero a quien seguro no podré seguir evitando mañana.

Ignoro todo lo que ese papel rosa me presenta y me calzo, ya se va haciendo hora para que salga hacia la casa de Aiden.

El taxi está en la puerta del edificio esperándome, así que cojo mi bolso negro y bajo hacia la entrada. Le indico al conductor la dirección a la cual debe ir, y me dispongo a ver el trayecto.

Llego a la casa de Aiden, y me paro sobre la entrada escuchando las risas que hay adentro. Aiden le está cantando a Tyler, y al parecer está bailando también. El niño se parte de la risa y le pide que por favor pare, para luego volver a estallar en una tierna carcajada que se contagia en su padre.

Sonrío y anuncio mi llegada golpeando la puerta.

—¡Es Mack! —dice Tyler de manera feliz. Abre la puerta y al verme, una enorme sonrisa se dibuja en su rostro y no tarda en rodearme con sus brazos.

—¡Hola, Ty!

Ambos nos abrazamos, y realmente puedo sentir el cariño que tiene hacia mí. Un cariño que me sorprende por el poco tiempo en que nos vimos y conocimos, pero un cariño que me gusta.

Aiden está detrás de nosotros, con un delantal de cocina naranja con círculos blancos. Se me escapa una risita, y él se encoge de hombros.

Tyler me toma de la mano y me lleva hasta donde están sus juguetes en la sala. Me muestra el nuevo helicóptero que su padre le compró, y me cuenta que el juguete que le regalé sigue bien.

Aiden se presenta en la sala y me pasa un vaso con zumo de naranja. Me levanto del suelo mientras que Ty juega, y bebo un poco.

—Se lo ve bien —le digo.

—Lo está —sonríe y me mira— ¿Y tú? ¿Mejor que hoy? —no digo nada, sólo asiento— Supe que sólo hablaron de ayuda —vuelvo a asentir— Al menos es bueno saber que no recibieron un castigo. Me gusta saber que se manejaron por el lado de la ayuda ante un posible tema serio.

—Sí, muy atentos...

Mis intentos por dejar de ser yo por un momento, se están viendo estropeados por la horrible sensación que me recorre por todo el cuerpo.

—Bueno, ¿cenamos?

—¡Sí! —grita Tyler y sonrío. Debo calmarme y pasarla bien.

Nos ubicamos en la sala y Aiden nos sirve una porción a todos. Tanto Aiden como Tyler, están esperando a que coma mi primer bocado y de mi beredicto.

—Mmm... —ambos me miran— ¿Puedo ser sincera?

—Por favor.

—¿Qué es sincera, papá?

—Cuando dices la verdad verdadera.

Tyler asiente, y espera por mi respuesta. Su padre también lo hace.

—Esta delicioso.

—¿No mientes? —pregunta Aiden.

—Papá, dijiste que ser sincera es decir la verdad verdadera, y Mack lo hizo.

Aiden le sonríe con orgullo y con ese brillo característico en sus ojos, y yo le sonrío a ambos.

—Ty tiene razón, es mi verdad verdadera.

Aiden vuelve a sonreír, pero esta vez me mira a mí. Y damos así el inicio a nuestra cena.

Una cena a base de risas, sonrisas y anécdotas tanto lindas como divertidas. Sentada frente a ambos, veo la magia que hay en ellos ante el tan increíble amor que se tienen.

Aiden lo mira maravillado, como si Tyler fuera lo más increíble del mundo, aunque de seguro lo es para él. La sonrisa que se dibuja en su rostro cuando está con su hijo es única, esa sonrisa tiene nombre y se llama Tyler.

En cuanto a Tyler, y aunque no sé si Aiden lo ha notado, imita los movimientos que su padre hace. Intenta agarrar el vaso como él, limpiarse la boca como él, intenta imitar los gestos que él hace. Intenta ser su espejo y eso es algo hermoso y tierno de ver.

Cuando terminamos de cenar, nos dirigimos a la cocina y nos dividimos la tarea de lavado. Aiden lava los platos y utensillos, yo los seco y Tyler los guarda.

Luego, nos sentamos en el sofá y vemos la película favorita de Tyler mientras degustamos de un delicioso helado. Pero Tyler no termina de ver Ralph el demoledor, pues se duerme en la mitad de la película.

Aiden se encarga de llevarlo a su cama, y cuando vuelve a la sala, lo hace con una botella de vino en su mano derecha, mientras que en la izquierda tiene dos copas.

Suspiro profundamente e intento sonreír. Una parte de mi sabe que si quiero dejar de ser yo por hoy, tengo que decirle a Aiden que no quiero beber vino. Pero la realidad es que son más fuertes mis ganas de beber.

Después del día movido de hoy, no he bebido una gota de alcohol en todo el día, y a decir verdad, un poco lo necesito. Mi cuerpo necesita de su relajante.

Aiden me sirve una copa y me la pasa.

—Gracias por ser como eres con Ty —dice mientras se sirve para él.

—Por favor, Aiden.

—No, de verdad te lo agradezco. Eres muy buena con él, desde el primer momento lo has sido. Por eso te quiere mucho.

Sonrío.

—Es algo que me sorprende.

Aiden me mira, y se queda así por un buen rato, con sus ojos puestos en mí.

—Eres alguien que se hace querer mucho, Mack. Creo que no te das cuenta de lo genial que eres.

Hago una línea con mis labios y niego con la cabeza.

—No lo soy —nuevamente me mira, pero esta vez espera, como si quisiera que siga hablando. Y quiero hablar, pero me aterra y mucho.

Hoy en el hotel me miró como si no me creyera capaz de hacer pasar vodka por agua, y siento que si sabe la verdad, se sentiría decepcionado de mí.

Cuando Aiden se da cuenta que no voy a seguir hablando, suspira y bebe un poco de su vino. Yo hago lo mismo con el mío, y vaya error, una vez que el sabor dulce tocó mi lengua, despertó mis ganas de beber más y más.

—Eres alguien increíble, Mack, en serio —me asegura sin mirarme a los ojos— Y haré hasta lo imposible para que te veas de la manera en que te veo.

Quisiera en verdad ser esa persona que él ve en mí, pero tristemente Aiden ve el disfraz de lo que intento ocultar. No ve a la verdadera yo, porque si así lo hiciera, ya sabría que no soy genial, que soy un desastre, que soy horrible.

Unas cuantas lágrimas comienzan a picar en mis ojos, y para no llorar, suspiro profundamente y bebo todo el restante del vino.

Sin detenerme a pensar que en estos momentos no soy un desastre sino el disfraz que siempre le muestro a Aiden, cojo la botella de vino y vuelvo a servirme.

El disfraz empieza a caerse entre cada sorbo y aparece el desastre que soy. Ni siquiera me importa saber que Aiden está al lado mío.

Bebo como si no hubiera un mañana y vuelvo a coger la botella de vino.

—Mack... —me llama Aiden, e intenta agarrar la botella, pero yo aparto su mano de manera brusca y directamente bebo del pico— Mackenzie, detente.

No lo hago, sigo bebiendo. Aiden nuevamente hace el intento de sacarme la botella, y me pongo de pie para alejarme de él.

—¡Aléjate! —le grito y las lágrimas se deslizan por mi rostro.

Se pone de pie, y ahora su semblante no está tranquilo como hace un rato. Parece desorientado, con muchos interrogantes en su cabeza. Como si también no reconociera a la persona que tiene frente a él.

—Mack, por favor... detente.

—No.

Abrazo la botella semivacía y sigo llorando.

—Hablemos, Mack... vamos, habla conmigo.

Me río.

—¿Hablar? ¿De qué? Yo no quiero hablar —dejo de abrazar la botella, y quiero llevarla a mi boca, pero Aiden avanza— ¡No te me acerques! ¡Déjame tranquila! ¿Acaso no te das cuenta? No soy genial, Aiden ¡mírame! ¡Soy esto! Este jodido desastre —Aiden me mira con el ceño fruncido— ¿Qué? ¿no te gusta lo que ves? —me río— Pues soy esto ¡esto! —bebo dos tragos de vino— ¡Esto es lo que soy! ¿genial? Pff, nada de eso. Ah, y si te preguntas, la botella de vodka que encontraron en el vestuario, es mía —vuelvo a reírme, pero las lágrimas siguen acariciando mi rostro— Y no es la primera que llevo, y dudo que sea la última.

Aiden suspira y niega con la cabeza.

—Mack, está bien. Podemos hablar, pero deja la botella, por favor.

—¿Por favor? ¡Diablos! Es una botella de vino, no un arma.

Me río, y vuelvo a beber mientras me alejo de los intentos de Aiden para acercarse. Hasta que me tropiezo con un juguete de Tyler y caigo al suelo.

La botella no tarda en hacerse añicos, justamente como estoy yo en estos momentos. O como estoy desde Jared y Alice.

El líquido restante que quedaba, se esparce a mi alrededor. Abrazo mis piernas y lloro, largo todas las lágrimas que me negué a llorar hoy.

Aiden se acerca a mí, y me aleja de los vidrios, del vino volcado en el suelo. Sin dudarlo pone sus manos en mí, sin pensar en mi posible reacción, y siguiendo ese mismo camino, me abraza.

Mi cabeza está sobre su pecho, y sus brazos están a mi alrededor. Tiemblo y lloro sobre él, macho su camisa con las lágrimas negras que me salen a causa del delineador.

Cuando más lloro, es cuando más me abraza. No sé de donde están saliendo todas estas lágrimas, porque siento que ya lloré demasiado.

—Tranquila, Mack, aquí estoy.

Me dice, y apoya su cabeza sobre la mía. Y lo más extraño de todo, es que las ganas de beber se me fueron al momento en que Aiden me abrazó.

¿Acaso merezco este abrazo?

Dios, esté día largo no termina, sólo se alarga más.

Quiero alejarme de él, pero Aiden puede y se resiste a mi lucha por no querer que me siga abrazando. Finalmente me rindo, y dejo que me vuelva a rodear con sus brazos.

Mi cuerpo tiembla como una hoja a punto de caerse de lo más alto del árbol. Aiden pasa su mano sobre mi espalda, y vuelve a repetirme que aquí está, y que todo va a estar bien.

 * * * 

Hola, buenas! 

Finalmente las cosas van saliendo a la luz... qué creen que va a pasar de ahora en más? 
Como si fuera una lectora más, realmente espero que Mack se deje ayudar y acepte las buenas energías que incluso en el trabajo le quieren dar.
Voy a estar leyendo sus comentarios para saber qué les pareció este capítulo. Gracias por estar siempre ahí, y esperar pacientes por cada capítulo (:

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