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Capítulo 20

Sentí un soplo de aire frío en mi nuca. Eso fue lo que me alertó, y caí en la cuenta de que algo estaba terriblemente mal. Algo malvado nos acompañaba. Podía sentirlo, aunque no podía verlo.

—¡Detrás suyo, señorita! —exclamó Felicia, la mujer con la que había hablado más temprano.

Me di la vuelta y la vi. Su cabello color canela y sus ojos marrones eran lo único que mantenía de su apariencia del pasado, su piel era pálida, demasiado pálida, y un aura negra la cubría de la cabeza a los pies. Sin embargo, y a pesar de haber cambiado tanto, podía reconocerla. ¿Cómo no hacerlo? También sabía lo que ella era ahora.

Rose ya no era un simple espíritu, no era un alma en pena… No. Era ahora un demonio, específicamente una vetala, el tipo de demonio en el que más comúnmente se convertían los espíritus que poseían sed de venganza al morir.

Tuve el impulso de salir corriendo y entrar a la casa, donde estaría segura,  de donde nunca debería haber salido, mas Rose se abalanzó sobre mí, con una sonrisa torcida… y se metió dentro de mi cuerpo, tomando posesión de él. 

—No sabes cómo nos vamos a divertir, Celeste —me dijo Rose utilizando mi boca para hablar.

Yo lo veía todo, lo oía todo. Pero no podía moverme. Estaba prisionera dentro de mí misma. Rose era quien tenía el control. Yo sería forzada a tener que vivir lo que fuera que ella hiciera con mi nuevo cuerpo, al que ni siquiera me había acostumbrado aun.

—Tranquila, Celeste —susurró Rose—. No pasa nada. No te haré daño, ¿vale? Me gusta este cuerpo. Quizás me lo quede. Amigas por siempre, ¿eh? —dijo con ironía, recordándome la promesa que habíamos hecho las cuatro, años atrás, cuando comenzábamos a cursar el instituto.

Ahora entendía por qué Terry había reaccionado tan bruscamente al darse cuenta de que yo no era Candice, por qué me había atado a un árbol y me había tirado agua bendita, entre otras cosas. Él había pensado que esto era lo que le  estaba sucediendo a su chica. Irónicamente, ahora se había vuelto una realidad.

Rose era peligrosa. Yo podía sentir la maldad que irradiaba, una maldad que llenaba mi cuerpo, que lo contaminaba y lo intoxicaba. ¿Qué iba a hacer ahora?

—Nos iremos lejos de aquí —anunció Rose, caminando rumbo a la ruta—. Hablo en serio cuando digo que nos divertiremos.

“Un milagro”, pensé. Eso era lo que yo necesitaba; que Ned llegase y enviase a Rose al infierno con solo tocar mi cuerpo. Sabía que así funcionaba su poder, y lo haría sin dudar ni bien notase su presencia maligna habitándome.

¿Por qué había desobedecido? ¿Por qué había salido de casa? Al final, Ned había tenido toda la razón. Los espíritus podrían haber esperado hasta que yo estuviera vigilada y pudiera hablar con ellos. Ahora realmente estaba perdida.

—Me aburres —expresó Rose, cansada de oír mis pensamientos. Y en un instante, quedé inconsciente, ignorante de lo que estaba ocurriendo.

***

Cuando volví a despertar, me encontré en el asiento de acompañante en un camión. Un hombre gordo de unos cuarenta años estaba conduciendo. Hedía a transpiración y alcohol. Casi ni se podía soportar semejante hediondez. Debía de ser tarde a la noche, aunque yo había perdido noción del tiempo, y no tenía forma de saber la hora a no ser que a Rose se le ocurriese mirar mi reloj en algún momento.

“¿Qué hago aquí?”, intenté decir. Pero las palabras no salieron. Rose todavía tenía el control de mi cuerpo; debía seguir observando en silencio y resignarme a presenciar lo que ella quisiera.

—¿A dónde dijiste que vas, muñeca?  —inquirió el camionero. No me gustaba la forma en la que me hablaba. Se podía ver el deseo por mi cuerpo plasmado en su rostro. Ese hombre se aprovecharía de mí cuando tuviera la oportunidad. Bueno… tal vez no. Tal vez no necesitaría aprovecharse, ya que Rose estaba usando mis labios para sonreírle de forma seductora. No pude evitar preguntarme cuáles eran sus planes.

—Hay un motel a unas dos millas de aquí —le dijo ella, con una voz igualmente de seductora—. Allí es donde voy. Y creo… creo que tú también necesitas un buen descanso —era una indirecta que el camionero sabría captar muy bien.

“¡Oh, no!”, exclamé para mis adentros. Iba a perder mi virginidad con un apestoso y borracho camionero cuarentón. Una de mis peores pesadillas se haría realidad. ¿Qué más horrible que tener que vivir algo así? Por más que yo no podía controlar mi cuerpo, tenía acceso completo a lo que le ocurría. Sentiría todo mientras mi nuevo cuerpo era ultrajado.

Minutos más tarde, el camionero había estacionado frente al motel barato que Rose le había indicado. Era un lugar que nunca en mi vida habría visitado, ni siquiera con la persona a quien decidiese entregarle mi cuerpo. Me consideraba mucho más valiosa que eso. No me revolcaría en una cama barata. Rose era muy consciente de ello, y por eso aprovechaba a castigarme de esa manera.

Bajé. Mejor dicho, Rose bajó del camión y fue caminando rumbo al motel, moviendo mi trasero en forma sugerente. Ella siempre había sabido entregarse a los hombres con demasiada facilidad mientras estaba viva, aprovechando sus majestuosos senos para atraerlos, desde el día en que había cumplido quince años. Pero ahora, era un demonio, y todo eso estaba magnificado a la undécima potencia.

—La quince, preciosa —avisó el camionero, quien venía de conseguir la llave de la habitación. La abrió y entró de inmediato. Rose lo siguió por detrás.

No podía sentir más asco al imaginar lo que iba a ocurrir. Pero, ¿realmente iba a pasar lo que me estaba imaginando?

—Quítate toda la ropa —ordenó Rose, mientras desprendía mi camisa lentamente.

El camionero obedeció sin dudarlo, y en segundos estaba completamente desnudo, acostado sobre la cama. Rose me desnudó casi por completo, dejándome solo en ropa interior; resultaba ser un conjunto de algodón negro, nada demasiado especial, pero sexy de todos modos.

El camionero se veía realmente asqueroso. Me revolvía el estómago el ver su cuerpo sobre la cama, esperando que yo, mejor dicho que Rose, fuera a su encuentro.

En esos momentos deseé quedarme inconsciente nuevamente hasta que todo terminase. No quería presenciar semejante atrocidad, pero mi amiga no me daría el gusto.

—Quítate todo, muñeca —pidió el camionero con su gruesa y desagradable voz.

Rose llevó mis manos a mi espalda y desprendió mi sostén, dejando mis pechos al descubierto. No eran tan grandes como los que ella solía tener, pero eran mucho más prominentes que a los que yo estaba acostumbrada.

Luego, Rose bajó mi tanga, dejándome completamente al descubierto en frente de ese repugnante extraño. La vergüenza que sentía era indescriptible. Pensé que iba a llorar, pero no había forma de hacerlo, mis lágrimas no salían…

En un instante, Rose comenzó a treparse sobre la cama, subiendo sobre aquel mastodonte, pero fue en ese exacto momento que el milagro que tanto estaba esperando ocurrió.

¡Bum!, sonó la puerta.

—¡¿Qué haces Celeste?! —exclamó Terry como un loco.

—¡No es Celeste! —gritó Ned, corriendo a velocidad casi sobrenatural hasta donde yo estaba, para posar sus manos en mi frente… así liberándome, al enviar a Rose al infierno, donde debía estar, diciendo unas simples palabras en latín, que no pude siquiera identificar.

—¿Qué… qué fue todo eso? —alcancé a escuchar que preguntó el gordinflón. Pero ya no pude escuchar más nada porque caí en un profundo sueño reparador. Un sueño que realmente necesitaba.

***

Desperté en mi cama. Ned estaba sentado en una silla a mi lado. ¿Cuánto tiempo había dormido?

—Al fin te despiertas —dijo él con una sonrisa en los labios.

—Hola, amor —lo saludé, dándome cuenta que estaba bastante débil. Me estaba por hacer pis encima y, además, como si ya no fuera poco, tenía mucha hambre—. ¿Cuánto tiempo he dormido? —pregunté.

—Treinta horas —me contestó Ned con tranquilidad.

—¡¿Qué?!

—Sí. Fuiste poseída por una vetala. Esa es más o menos la cantidad de tiempo que lleva reponerse. Tuvimos suerte de poder encontrarte a tiempo.

—Era Rose… ¿Lo sabías? —pregunté. No estaba segura de que él hubiera podido darse cuenta de la identidad de quien me había estado poseyendo. —Ned sacudió su cabeza.

—No. Simplemente supe que era un demonio cuando te vi. Es más… esa fue la forma en que te pudimos localizar. Comenzamos a buscarte con Terry cuando llegamos y vimos que no estabas. Salimos por la carretera. Pasando el motel pude sentir a la vetala, y pensé que tal vez eso era lo que había sucedido. Sabía que no te irías así porque sí.

—No. No lo haría —dije, tragando saliva—, pero te debo una disculpa.

—¿Por qué? —preguntó él, un tanto preocupado. No sabía de qué estaba hablando.

—Por salir cuando me pediste expresamente que me quedase dentro de la casa.

—No deberías haberlo hecho —dijo Ned, sin usar un tono acusatorio—. Es muy peligroso. Pero… ¿por qué lo hiciste?

—El jardín estaba lleno de espíritus que querían hablar conmigo. Necesitaban mi ayuda y no pude negarme. Me causaba demasiada pena verlos sufrir. Lo siento, no pensé que sucedería nada malo.

—Está bien, Celeste. No pasa nada —me tranquilizó Ned—, pero la próxima vez que salgas por la noche, debes estar acompañada. Las clarividentes y médiums como tú son blanco fácil para las vetalas, quienes generalmente poseen solo cuerpos muertos.

—¿Por qué? ¿Por qué tuvo que hacerlo? —pregunté sin comprender.

—Los demonios son así, son perversos. Supongo que ella quería hacerte pasar un mal rato haciéndote tener sexo con ese camionero, porque hasta las vetalas saben con quién acostarse. No eligen a alguien al azar. Pero, además de eso, ella iba a alimentarse de él.

—¿Alimentarse? ¿Cómo? —pregunté. Aún sabía poco sobre estos demonios.

—Las vetalas consumen sangre —me explicó Ned—. Son los vampiros de los que siempre has oído hablar. Bueno… una de las especies de vampiros que existe, porque hay otras.

—¿Qué? ¿Esos son los vampiros?

—Sí. Generalmente solo toman cadáveres pero también pueden tomar cuerpos de médiums como tú. Y en el momento en que bebiese sangre humana, estarías perdida.

—¿Por qué? —quise saber.

—Porque su alma oscura se hubiera fundido con tu cuerpo, haciéndolo suyo por completo.

—¡Qué horror! —exclamé. Mi corazón latía rápidamente. Ahora más que nunca entendía por qué Candice quería escapar de esta vida. ¿Será que esos seres la amenazaban constantemente?

—¿Esto le sucedió antes a Candice? —pregunté. Quería saber si ella alguna vez había sufrido ese evento traumático.

—Sí —asintió Ned—. Pero Terry logró salvarla a tiempo. Es por eso que necesitas estar vigilada las veinticuatro horas del día. Lo siento mucho… Nunca deberías haber tenido que vivir una experiencia así. No hubiera sucedido si te hubiéramos llevado con nosotros. —Y allí fue que lo recordé. Mi madre… mi hermano… Devin y Grace. ¿Qué había sucedido?

—¿Qué pasó en casa de mis padres? —exigí saber.

—Terry tocó a la puerta mientras yo trepaba el árbol para sorprender a la zombi. Pero no soy ningún experto en zombis, lo mío son los demonios.

—¿Qué ocurrió? —pregunté preocupada.

—La zombi me vio asomarme a la ventana y corrió a la habitación de tu hermano para alertar a Devin. Me apresuré para intentar detenerlos, pero ambos se desvanecieron.

—¿Entonces la zombi y Devin aún siguen sueltos?

—Sí. Sueltos y más vivos que nunca —respondió Ned, mostrando su molestia al respecto.

—¿Y mi familia? —pregunté con preocupación.

—Logramos convencerlos de que lo mejor será refugiarse en la iglesia donde oficia mi tío hasta que todo esto termine. Llevamos allí a tu madre, tu padre, tu hermano y a Jessica también. Mi tío los protegerá hasta que acabemos con ese demonio y su zombi.

Esas palabras me llenaron de alivio. La amenaza todavía no había terminado, pero me alegraba saber que mis seres queridos se encontraban bien y estarían a salvo. Eso era lo que más me importaba, y ahora era una cosa menos por la cual preocuparme. Ya pronto encontraríamos la manera de acabar con el demonio de una vez por todas. Debía haber una manera de hacerlo. Me prometí que no pararía hasta encontrar la forma de deshacerme de Devin, así fuera lo último que hiciera.

.....

¡Hola! Espero que hayan disfrutado el capítulo :D 

Quedan 4 capítulos más, y el epílogo. Es increíble que ya estemos tan cerca del final. 

Les dejo un abrazo enorme, y espero que pasen un muy buen fin de semana,

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