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Capítulo 18

¡Dios!  Creí que me iba a dar un infarto. ¡Mi cuerpo se estaba moviendo! ¿Era cierto lo que estaba viendo? ¿O acaso era otra de mis visiones?

Comencé a sacudir el brazo de Ned para que mirase hacia la camilla. El cuerpo no había hecho ningún movimiento brusco aún, por lo que Ned todavía no se había percatado de lo que ocurría. Él seguía concentrado en la planilla, mientras que Terry revisaba otros papeles que quizás indicasen la hora a la que se habían ido los federales.

—¿Qué sucede? —preguntó Ned, levantando la vista.

—¡Se mueve! ¡El cuerpo se mueve! —exclamé, mientras concentraba todos mis esfuerzos en no chillar desesperadamente.

Ambos hombres se dieron vuelta para mirarlo pero, en esos precisos momentos, ya no se movía.

—¡Les juro que se estaba moviendo! —proferí—. ¡Yo lo vi!

—Debe haber sido tu poder jugándote una mala pasada —manifestó Terry—. Vamos. En cualquier momento termina la hora del almuerzo y todos volverán a trabajar.

Salimos de la sala de autopsias. Me detuve en la puerta por unos instantes para comprobar que ahora mi cuerpo no se estuviese moviendo. No lo hacía, así que comencé a seguir a los demás, suponiendo que había sido mi poder después de todo.

Iba a unos pasos por detrás de Ned y Terry, y ellos pasaron por la puerta de vidrio que habían forzado hacía solo unos minutos. Cuando estaba a punto de hacer lo mismo, la puerta se cerró de golpe, casi en mi cara. Intenté abrirla, pero no había caso. Esta se mantenía herméticamente cerrada.

Volví a sentir el frío espeluznante, pero esta vez en mi nuca. Me di la vuelta y lo que vi me dejó espeluznada. 

Era yo. Mejor dicho, el cuerpo que yo solía tener. Estaba completamente desnudo y lucía muy pálido. Tenía partes cocidas, en los lugares en que había sido seccionado para realizar la autopsia, principalmente en el estómago. También tenía sangre en varios lugares.

¿Qué sucedía? Lo primero que se me cruzó por la cabeza era que Devin había poseído mi cuerpo muerto. Pero no parecía ser nada más que un cadáver en movimiento; no aparentaba estar poseído.

Mi anterior rostro esbozó una sonrisa malvada, pero no pronunció palabra. Y cuando menos lo esperaba, se dio la vuelta y corrió a velocidad sobrenatural. Oí el ruido de vidrios rotos y, mientras Ned y Terry trataban de forzar la puerta otra vez, corrí hasta el lugar de dónde había provenido el ruido. Resultó ser una ventana, en una oficina que daba a un patio trasero. Estaba rota; mi cuerpo andaba suelto por las calles, y vaya uno a saber qué planes tenía.

—¡Celeste! ¡Celeste! ¿Estás bien? —gritó Ned una vez que llegó a mí.

—Sí. No me ha sucedido nada —respondí.

—Me costó forzar la puerta, aún con poderes sobrenaturales. ¿Qué sucedió?

Desde el lugar donde habían estado, no habían sido capaces de ver lo que ocurría en el pasillo. No habían visto mi cuerpo, ahora reanimado.

—Mi… mi cuerpo —comencé a explicar—. Ha cobrado vida de alguna manera. ¡Y ahora se ha ido!

—¡Joder! —prorrumpió Terry—. ¡Lo que nos faltaba ahora! ¡Un zombi!

—¿Un qué? —exclamé.

—Zombi… según parece. Pero no estamos seguros —explicó Ned—. Debemos irnos. Ya es… —“Ya es hora”, iba a decir Ned, pero un ruido lo interrumpió. Varias personas estaban entrando a la morgue.

—¡¿Qué hacen ustedes ahí?! —nos gritó un hombre enorme—. ¡Francis! ¡Llama a la policía!

Corrimos hacia la ventana de la oficina y, antes de que nadie pudiese alcanzarnos, huimos a través del terreno baldío que se encontraba detrás de la morgue.

—¡¿Qué hacemos?! —quiso saber Terry, en tono nervioso—. ¡Necesitamos el auto!

—Tomaremos uno prestado —resolvió Ned. No podíamos volver a buscar el nuestro. Lo recuperaríamos más tarde.

Ned encontró uno viejo parado en la calle. Terry y yo saltamos dentro mientras él lo encendía. Teníamos suerte de que en el pueblo la mayoría de la gente olvidase cerrar sus vehículos con el seguro. Ned podría haber forzado uno, pero la alarma nos habría delatado.

Pronto estábamos saliendo del pueblo a toda velocidad, temiendo que nos siguiera la policía o, peor aún, una zombi. Pero afortunadamente, nadie nos siguió.

—Explíquenme eso de los zombis —exigí mientras aún me recuperaba del susto de haber visto mi antiguo cuerpo corriendo por la morgue. 

—Un zombi es un cuerpo reanimado, muerto pero con vida, y sin un alma que lo habite.

—¿Y cómo se hace para reanimar un cuerpo? —cuestioné.

—Con magia, generalmente —respondió Ned.

—Es altamente probable que lo haya hecho ese demonio —agregó Terry.

—¿Cómo? —inquirí.

—Puede haber sido de varias formas —expuso—. Los demonios suelen manejar ese tipo de magia, al menos algunos de ellos.

—Puede que no lo haya hecho premeditadamente —supuso Ned, aminorando la velocidad mientras nos acercábamos a la casa.

—¿Cómo es eso? —indagó Terry.

—Puede… puede que el lazo que unía ambos cuerpos, el de Celeste y el del demonio, haya hecho que el cuerpo de ella se reanimase en el momento preciso en el que Devin volvió a su cuerpo.

—¡¿Quieres decir que Devin ya está en su cuerpo?! —exclamé. Mis esperanzas habían caído al suelo.

—Exactamente. Devin encontró su cuerpo, donde sea que lo hayan llevado. Y en el instante en que lo hizo tu cuerpo se reanimó.

—¿Y por qué no me ha hecho nada? ¿Por qué se fue? La puerta se cerró y estuvo parada mirándome, hasta que de pronto echó a correr.

—Supongo que Devin la ha llamado para que vaya al lugar donde está él—dijoNed.

—Y si están unidos… —expuso Terry—. ¿No será posible que si matas a la zombi también te deshagas del demonio?

—Tal vez —respondió Ned, mostrándose pensativo.

—¿Y cómo matas a un zombi? —pregunté, recuperando mis esperanzas un poco.

—No se puede matar a algo que está muerto —reveló Ned—, pero puedes cortar al zombi en decenas de pedazos y enterrarlos en cajas separadas las unas de las otras. O bien puedes quemar sus partes, ya que no puede volver de sus cenizas.

—Exacto, eso es lo que debemos hacer —estuvo de acuerdo Terry—. Debemos quemar al zombi, y así también nos desharemos del demonio.

—¿Qué tan fácil será eso? —quise saber.

—No será fácil —admitió Ned—, pero más difícil será eliminar a Devin directamente. Es una buena idea comenzar por la zombi.

—¿Y cómo la encontramos? —pregunté. Ned había metido el coche robado en mi cochera y los tres estábamos saliendo del auto.

—No la buscaremos —explicó Ned—. Ellos nos encontrarán a nosotros; mejor dicho, a ti. Debemos estar listos para cuando ese momento llegue.

“¡Genial, esto se pone cada vez mejor!”, pensé con ironía mientras entrábamos a la casa. Ahora debíamos matarme nuevamente. Me enfermaba pensar que mi cuerpo en estado de descomposición se hallaba suelto, haciendo vaya uno a saber qué, seguramente con Devin en alguna parte.

¿Qué planes tendría Devin para él? Ya me lo imaginaba haciéndole cosas que ese cuerpo, carente de alma, no se negaría a hacer; cosas horrendas que yo nunca habría aceptado hacer y mucho menos con Devin. Mas ya no era mi cuerpo, y debía recordarlo. Tenía que aceptar que no era yo la que lo controlaba, sino que ese cuerpo que había sido mío ahora seguía las órdenes de Devin, y que no dudaría en matarme, tal vez incluso en devorarme, si Devin así lo quería.

—Voy a dejarlos solos —nos dijo Terry mientras yo abría la puerta de la casa—. Estaré en mi casa si me necesitan.

Era un alivio que Terry nos dejase solos. Necesitaba estar con Ned, abrazarlo para que me calmase los nervios y la ansiedad que toda esta situación me causaba. Devin era un leviatán… mi cuerpo se había convertido en un zombi. Y lo peor es que esto significaba algo mucho más alarmante: La gente que quería volvía a estar en peligro.

¿Qué podía hacer? Debía protegerlos sin importar cómo. Pero no podía aparecerme delante de ellos diciendo que era Celeste, que estaba en otro cuerpo, que el mío estaba vivo pero sin alma y que, tal vez, les haría daño porque un demonio, que seguramente también planeaba atentar contra ellos, había logrado reanimarlo de alguna manera.

¿Cómo decirle eso a mi madre? ¿A mi hermano y a mi padre? ¿A Jessica? ¿Cómo haría para protegerlos a todos y no morir en el intento… por segunda vez?Definitivamente eso no sería para nada fácil.

—¿Qué haremos ahora? —le pregunté a Ned, abrazándolo ni bien estuvimos solos dentro de la casa. Ned me acarició la mejilla, mirándome a los ojos.

—Te voy a proteger, no importa cómo —prometió, dándome un beso en la frente.

—No estoy preocupada por mí —confesé—. Es por Jessica, mamá, papá y mi hermano. ¿Qué pasará con ellos? ¿Cómo podrán defenderse de Devin y de la zombi?

—La única forma en que podemos defenderlos es matando a ambos lo antes posible —expuso Ned, frunciendo el ceño.

—Deberíamos advertirles de alguna manera —propuse.

—¿Cómo? Jessica debe estar furiosa conmigo después de que la secuestré. Y toda tu familia ha de pensar que estoy involucrado con tu muerte. Dudo que realmente crean que te suicidaste. —Tragué saliva. Él tenía razón.

—¿Y si llamo yo? Podría decirles que soy clarividente y que sé que están en peligro.

—Difícilmente te creerían. Pero puedes intentarlo —accedió.

—¿La zombi puede entrar a lugares donde hay crucifijos? —inquirí, deseando que no pudiese, para así poder mantener a Jessica y mi familia a salvo.

—Generalmente los zombis reanimados por medio de un ritual mágico pueden entrar donde ellos quieran. Pero… esta vive por la energía que pasa a través de su unión con Devin. O sea, tiene la energía demoníaca manteniéndola viva, y por lo tanto, un crucifijo la mantendría fuera. —Suspiré aliviada. Podría ayudar a mi familia.

—Llamaré a Jessica. Ella seguramente me creerá —anuncié. No iba a mencionarle a nadie que era la encarnación de Celeste Gómez. Eso ya sería demasiado. Por el momento, sería mejor no hacerlo.

Tomé el teléfono mientras Ned buscaba unos libros en la biblioteca que Candice tenía en la habitación extra. Marqué el número de Jessica y esperé a que mi amiga atendiera.

—¿Hola? —dijo Jessica. Por su voz pude darme cuenta de que había estado llorando. Seguramente estaba destruida.

—¿Hablo con Jessica? —pregunté como simple formalidad. No podía ponerme a hablar con ella como si la conociera de toda la vida.

—Sí, ella habla. ¿Quién es? —indagó.

—Mi nombre es Candice Gray —le dije—, y soy médium y clarividente. Tengo un mensaje de su amiga Celeste. —Oí cómo Jessica tragaba saliva del otro lado de la línea.

—¡¿Cómo se atreve a llamarme?! —exclamó—. ¡No estoy para bromas! —Me di cuenta que estaba a punto de colgarme, por lo que me apresuré a hablar.

—No me cortes por favor. Esto es muy importante, y no es ninguna broma. Puedo comprobarlo. —Noté que Jessica se había calmado.

—La escucho —me dijo de mala gana.

—Es necesario que tanto tú como la familia de Celeste permanezcan en casas donde hayan crucifijos en cada una de sus habitaciones. El demonio que habló a través de la tabla ouija está detrás de ti y también de ellos.

—¿Por qué también detrás de ellos? —me interrumpió Jessica.

—Porque él estaba acosando a Celeste aún antes de que les hablase a través de la ouija, y sigue haciéndolo ahora que ella ha muerto. Hay un cazador de demonios detrás de él, pero de momento es necesario que todos estén en un lugar protegido hasta que el demonio muera. Y además… hay otra cosa.

—¿Qué? —quiso saber Jessica.

—El demonio ha reanimado el cuerpo de Celeste, y se convirtió en un zombi. Pero no es Celeste… es solo su cuerpo reanimado con energía demoníaca que lo mantiene vivo. No tiene alma, y no dudará en hacerles daño; por eso necesitas llevar un crucifijo contigo todo el tiempo. Intenta no salir de tu casa porque el demonio puede manipular a personas para que te hagan daño, así como manipuló a Rose a saltar del balcón y a Mary a tirarse delante de la camioneta.

—¡Dios! —exclamó ella. Se había dado cuenta de que yo sabía cosas de las que no podía haberme enterado simplemente leyendo las noticias—. ¿Y cómo puedo saber que es verdad? ¿Cómo sabe todo esto?

—Porque Celeste se comunica conmigo —le expliqué, mintiéndole—. En este momento ella está aquí, y me dice que debes ser fuerte. También te quiere pedir perdón por lo que le dijo a la policía. Lo único que quería era que te liberasen, no quería revelar tu secreto.

—Pregúntale cómo murió —me pidió Jessica—. ¿La mató el demonio? ¿Ned? ¿O realmente se suicidó?

—Se suicidó para evitar que el demonio matase a Ned —le contesté—. Es una larga historia, y te la contaré ni bien esto se acabe. ¿Podrás hacerme el favor de llamar a la familia de Celeste y decirles que se mantengan bajo techo y pongan crucifijos en toda la casa?

—Lo haré —prometió—. Pero dudo mucho de que me crean.

—Diles que estoy dispuesta a hablar con ellos si es necesario. —Ella aceptó. Le di mi número de teléfono para que me llamase en caso de ser necesario. Luego corté, sintiéndome un poco más aliviada al haber hablado con mi mejor amiga.

—Ya está. La he llamado —le avisé a Ned—. ¿Qué hacemos ahora? —Él se encontraba mirando un mapa colgado en la pared, pero se dio la vuelta ni bien me oyó entrar a la habitación. 

—Esperar —dijo—. El demonio vendrá tarde o temprano. Nos encontrará, y querrá venganza. Quiere tu alma.

—¿Y qué pasará cuando no pueda conseguirla?

—Es posible que amenace con seguir matando a la gente que te importa a no ser que te entregues por tu cuenta —expuso calmado—. Pero no dejaremos que esto suceda. Lo mataremos.

—Pero la idea es llegar primero a la zombi, ¿no?

—Sí. Ella es su punto débil. Pero no sabemos si la enviará o la esconderá. O qué estará tramando.

—Entiendo —expresé. Era demasiado complicado saberlo. A no ser… a no ser que yo pudiera usar mis poderes para descubrirlo—. ¿No hay alguna manera en que yo pueda averiguarlo?

—Sí —dijo Ned—. Pero Candice generalmente recibía visiones cuando menos lo esperaba.

—¿No hay manera de invocar las visiones? —quise saber. Ned asintió.

—Puedes llamar a la sombra.

—¿Y cómo la llamo? —La sola idea me causaba terror. No confiaba en ella, pero lo haría si no tenía otra alternativa.

—La invocas en un ritual. Pero puede ser peligroso, Celeste… La sombra y tú no se conocen demasiado aún. Ella y Candice no tenían una relación del todo buena, o ella no hubiera querido renunciar a su misión. No recomendaría que lo hagas.

—Pero necesito saber cómo encontrar a la zombi, y de qué forma será mejor actuar para vencer a Devin. Y no lo puedo hacer a no ser que use estos nuevos poderes para conocer lo que nos depara futuro.

—Tienes razón —estuvo de acuerdo Ned—. Pero déjame que llame a mi padre. Tal vez él pueda venir a ayudarnos con esto de Devin y la zombi, o al menos podrá aconsejarme sobre cómo lidiar con esta situación de la mejor manera.

Acepté, y mientras Ned hablaba por teléfono, me hice algo para comer. Al mediodía no había alcanzado a hacerlo, y ahora ya eran más de las tres de la tarde. Escuché a Ned hablando de manera acalorada en el teléfono. Parecía que no le iba demasiado bien con la conversación con su padre.

—Pero papá, ¡no puedo obligarla a hacer eso! Es demasiado pronto. ¿Sabes todo por lo que ha tenido que pasar? —decía Ned. Era obvio que estaba hablando de mí. ¿Pero a qué se refería?—. Debes intentar venir a ayudarnos… No, no me importa que estés lejos lidiando con una lamia. Esto es más importante. El destino me ha permitido recuperar a mi elegida, no puedo volver a perderla. No lo permitiré… Sí, ya sé que esa es la mejor forma de afianzar la unión con ella. Pero es demasiado pronto… Bueno… Sí… Ya lo veré.

Tragué el último bocado de mi comida. Ned miró hacia donde yo estaba e intenté disimular que no había estado escuchándolo todo. Luego, con aspecto serio, terminó la llamada y caminó hacia mí.

—¿Qué sucede? —indagué—. Parece que tu padre no tiene buenas noticias.

—Está a dos mil kilómetros y le llevará dos días llegar hasta aquí. Quiere que fortalezcamos nuestra unión para que yo pueda protegerte mejor…

—¿Cómo? —pregunté, aunque ya comenzaba a imaginarme de qué se trataba.

—Si fortalecemos nuestra unión, el demonio tendrá menos posibilidades de matarte porque compartiré contigo mi energía y, a la vez, la unión me hará más fuerte para poder vencerlo.

—¿Entonces cómo hacemos eso? —pregunté, un poco impaciente porque él estaba dándole vueltas al asunto.

—Debemos tener relaciones —explicó Ned con la cabeza gacha, un poco avergonzado.

Mi corazón dio un salto. No había nada más que desease en el mundo que tener relaciones con Ned, el amor de mi vida. Pero… claro que había peros. Era demasiado pronto. Yo aún no me había acostumbrado a este nuevo cuerpo, y sentía que no era justo para Candice, por más que ella hubiera estado de acuerdo en hacer el cambio. Además, después de todo lo que había pasado y seguía pasando, sentía que debíamos esperar un poco, no era algo que se debiera apurar.

—Ya lo sé, es demasiado pronto —dijo Ned, sentándose a mi lado y tomando mi mano—. Nadie te forzará a nada Celeste. Lo haremos cuando estés lista. —Le sonreí. Esas palabras me habían hecho sentir mucho mejor.

—Te amo, Ned. Y cuando se dé el momento y ambos estemos listos, lo haremos. Tal vez no exactamente hoy, pero lo haremos. No hay nada que desee más. —Ned acercó su rostro al mío, y estaba a punto de darme un beso cuando sonó mi teléfono, el que atendí de inmediato.

—¿Con la señorita Candice Gray? —dijo una señora del otro lado de la línea. Era mi madre.

—Sí, ella habla —respondí, sintiendo que se me formaba un nudo en el estómago.

—Soy la madre de Celeste Gómez, y quisiera hablar con usted a solas y en persona. ¿Podríamos encontrarnos pronto?

—Claro —acepté. Me sentía muy nerviosa por tener que hablar con mi madre mientras estaba en otro cuerpo. ¿Cómo haría para resistir el deseo de abrazarla y decirle que yo, aunque había muerto, seguía viva?

—Venga a mi casa esta noche a las ocho —me pidió. Luego me dio la dirección de casa, que no me animé a decirle que ya sabía, y se despidió cordialmente.

Iba a ver a mi madre. Posiblemente también a mi padre y a mi hermano. Pero… como ya me lo esperaba, existía la posibilidad de que Ned no me permitiese hacerlo. Salir de la casa sería peligroso, y esos dos hombres que se empeñaban en cuidarme no me dejarían ir sola a ninguna parte.

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