Una nueva semana comenzaría para los amigos. Connor, Amaya y Greg tenían la intención de jugar un rato en el parque, mientras estos caminaban iban charlando.

—¿Chicos, recuerdan la vez que logramos derrotar a Romeo por el pterodáctilo? —dijo la niña.

—Eso pasó hace mucho tiempo. Pero no dejo de acordarme.

—Igual yo, lo logramos porque ustedes se reconciliaron —rió el menor.

—Ah y eso también, cuando me asustaste y no quería perdonarte. —Amaya dio una pausa—. Pero, todo está mejor ahora.

—Es verdad. Es una alegría seguir siendo amigos, estoy seguro que esta semana será esplendida —replicó Connor.

Sus dos amigos asintieron con una sonrisa.

—¡Así que vamos, no hay tiempo que perder! —exclamó el moreno y sus amigos lo siguieron. Todos corrieron al parque.

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En tanto, An yu estaba en la Montaña Misteriosa tomando una taza de té. ¿Cuánto tiempo había pasado para ella?

—Todavia recuerdo... la vez que vino aquí. Al parecer no volvió, si cumplió su promesa —suspiró a la vez que veía la figura de dragón en la pared.

An yu no entendía porque lo recordaba si ya habían pasado dos semanas. Quizá para muchos era bastante tiempo, pero ella lo sintió como si fueran segundos.

La pregunta era: ¿al ninja también le estaba pasando lo mismo? An yu no lo sabia.

Ella a lo lejos vio su bastón. Fue por el, y al tomarlo se dedicó a mirarlo.

—Tú eres quién sabe todo sobre la montaña. Me pregunto, si tanto sabes y sientes cuando hay peligro ¿qué pretendes que crea?

En eso, su bastón se movió contestándole.

—Aja. Lo supuse, los héroes ahora necesitan saber más sobre la montaña. ¿Quieres que me base en los preceptos? Bien, no hay nada que negar.

Suspiró, salió a fuera y se sentó en frente de la puerta. Quiso meditar un poco, entonces cerró los ojos y se concentró en su respiración.

¿Qué era lo que le esperaba?