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SIMÓN

Se estiró en el sillón esperando que las horas pasarán más rápido, colocó sus manos detrás de su cuello suspirando con dificultad, quería ver a Raphael de nuevo y que volvieran a estar junto, no le agradaba saber que tres de los polluelos estaban siguiendo a su chico como perros en celos en aquel hotel mientras él estaba allí, Raphael era suyo y de nadie más, lo amaba con locura, él era su novio, era su futuro esposo y no dejaría que se lo quitaran, el solo aguantaría las locuras de su futuro marido, los cambios de humores y sus cursilerías, nadie podría quitárselo.

— Sabes si dejas de gruñir o quejarte yo podría concentrarme en leer.

Se sentó y miró al pequeño que le había hablado, lo miraba con el ceño fruncido, tenía sus historietas en manos dándole a entender que el chico lo había interrumpido, su mano estaba agarrando un puñado de palomitas mientras que no dejaba de mirarlo y no pudo no compararlo con Alec, la forma de mirarlo, la forma de su postura y su ceño al fruncir cuando algo le molestaba y si decía más la forma en que lo había hablado parecía madura, como Alec sabía hablar. Si, era un mini Alec con lentes.

— Lo siento mucho—dijo Simón— no sabía que lo estaba haciendo.

El chico asintió y bajó su mirada a la historieta, tuvo que acomodarse los lentes para leer la tapa del libro "Naruto" el pequeño estaba leyendo lo mismo que a él le gustaba.

— A mí también me gusta Naruto—dijo Simón.

El pequeño solo alzó la mirada por unos segundos y después volvió a bajarlo, no le estaba importando lo que estaban hablando.

— Me gustaba leerlo cuando era un mundano—dijo Simón sin dejar de hablar— y ver Star Wars.

Max suspiró y dejo el libro para prestarle atención acomodándose en el sillón.

— Tú eres el novio de Raphael Santiago, el vampiro con el que fueron a rescatarte mis hermanos ¿Cierto?

Era más parecido a Alec de lo que creía.

— Sí, soy yo.

— Cuéntame lo que sucedió en aquel lugar—dijo Max—la verdad.

— ¿La verdad?—preguntó Simón.

— Si la verdad, se que Alec me mintió— explicó Max amargado— pero sé que lo hizo por mi bien, pero estás tú acá, así que dime que sucedió en aquella mansión.

Simón empezó a mover sus manos nervioso, Alec no le había dicho nada de no hablar de lo sucedido pero tampoco quería meterse en problemas por darle un trauma a un niño Nephilim de menor edad.

— Está bien, lo podré soportar—dijo el niño que había leído sobre sus expresiones.

— Bueno entonces siéntate esto es para una larga historia—dijo Simón.

Esperaba que nadie lo matara antes de esta noche.

ALEC

— Aún no puedo creer que esos dos pequeños serán nuestros hijos— comenta Magnus— bueno tenemos que adoptarlos y capaz la clave no nos dejes, capaz pierda estilo por tener que soportar a niños como ellos pero eso no es nada sabiendo que van a ser tuyos y míos.

El ojiazul lo miró mientras se sacaba las armas, Magnus estaba en la cama sentado con la mirada al techo, le daba ternura escucharlo hablar sobre ellos y los dos niños que adoptarían, le gustaba pensar en el brujo cómo alguien que estuviera a su lado ayudándolo con los demás chicos también con Jace, Max, Izzy y Clarissa.

— Me gusta cómo va el ritmo de esto— añadió Magnus—tener una familia es agradable.

Lo miro sorprendido, nunca habían hablado del pasado amoroso de Magnus, solo de aventuras y experiencias divertidas que había tenido, no quería saber quiénes habían estado antes de él, quería disfrutar cada momento con el brujo y no recordar que su chico era inmortal porque eso le deprimiría, quería disfrutar los años que le daba su vida para estar con él.

— ¿Nunca has tenido una familia?

— Jamás, no estaba tan enamorado como lo estoy ahora para formar una familia—dijo Magnus sonriendo.

Y el menor también sonrió mientras se sonrojaba con aquel comentario, siempre se había preguntado que hubiese pasado si no hubiese conocido a Magnus ¿Seguiría amargado por no encontrar un amor?

—Y-Yo em. — empezó a balbucear.

No encontraba palabras para decirle que era lo que sentía.

— Ven siéntate a mi lado.

Alec caminó hasta su lado y se sentó un poco nervioso porque era inútil para responder a las palabras de su chico, tenía que decirle algo antes de que pensara que no lo quería.

— T-Te amo Magnus.

— ¿Qué?

Magnus parecía sorprendido al repentino comentario.

— Te amo—volvió a repetir Alec.

Que había bajado la mirada sintiéndose avergonzado.

— Mírame Alec—dijo Magnus— mírame cariño.

El menor empezó a subir la mirada para ver los ojos amarillos verdosos de Magnus, además una grande sonrisa que hacía que sus ojos se achicaran ¿Era por su culpa?

— Yo también te amo garbancito.

Al fin le había dicho a alguien que lo amaba y era correspondido, nadie podía arruinar su felicidad, al fin comprendió todo, él tenía que esperar un poco más, él tenía que esperar la llegada de Magnus a su vida, alzó sus manos con timidez y la colocó a cada lado de la cara del brujo, estaba enamorado y nadie podría decir lo contrario. Acercó sus labios a los de él sintiendo como se sentía completo al rozar sus labios, comenzó a moverlos con lentitud, mostrándole el cariño que le sentía, las manos de Magnus fueron a parar a su remera sintiendo cómo lo tiraba hacia atrás para quedar acostado, Alec se separó un poco para mirarlo curioso.

— ¿Qué haces Magnus?—preguntó Alec.

— Nada—dijo Magnus sonriendo.

— ¿Nada?—preguntó Alec— ¿Y por qué tu mano está por debajo de mi remera?

Las manos siguieron adentrándose, Magnus dejo escapar una risa mostrando que lo había descubierto pero que no dejaría de hacer lo que estaba haciendo, Alec tuvo que morderse el labio para no suspirar, las manos del brujo le producían unos cosquilleos agradables.

— ¿No te agradan mis caricias?—preguntó Magnus haciendo pucheros.

—Sí, me agradan.

Sintió una de las manos moverse hacia la parte baja del abdomen acariciando cerca de la línea del pantalón.

— ¿Qué haces?—preguntó Alec alarmado.

— Estoy acariciándote como a ti te gusta garbancito—dijo Magnus.

— Pero... yo.

— Solo trato de que te relajes.

Los labios de Magnus volvieron a atacar los suyos pero esta vez con más fervor, pero Alec estaba preocupado y nervioso no quería llegar hasta un nivel tan avanzado, tenía miedo de hacer esto, Magnus debía tener experiencia y el era un Nephilim virgen de dieciocho años de edad, no podía hacer esto. La puerta fue golpeada haciéndolo suspirar de alivio.

— ¡Oh no! no, no, no y no—se quejó Magnus.

—Alec, Max está llorando—gritó Simón—y está haciendo llorar a los bebés, lo siento, no debí contarle ¡No debí contarle!

Alec se paró haciendo que Magnus se quejara en voz alta.

— ¿Ahora que se habrá mandado Simón?— preguntó Magnus molesto— siempre nos interrumpe, siempre.

Al abrir la puerta pudo ver a Simón nervioso con ojos brillosos y temblando a más no poder.

— Me dijo que le contará la verdad y yo no quería, en serio que no quería—dijo con rapidez Simón— pero me manipuló, me dijo que lo aguantaría y no lo hizo, ahora está llorando a gritos en la sala y a su vez los dos bebés.

— ¿Qué le dijiste?—preguntó Alec.

— Lo de la mansión—dijo Simón— dijo que le mentiste y que quería toda la verdad.

— ¡Simón es un niño de siete años!—grito Magnus.

— De nueve años— corrigió Alec.

— Igual, sabe que no tendría que haberlo hecho—dijo Magnus saliendo por la puerta—han traumado a un niño y a mis niños que estaban allí durmiendo escuchando aquello.

Alec abrazó a Simón por los hombros y salieron detrás de Magnus, no podía enojarse con Simón por eso, sabía que Max no le había creído y lo único que no había visto es que preguntaría tan rápido sobre el tema y que justo sería a Simón.

— No tienes la culpa Simón—dijo Alec— Max es muy curioso.

Cuando llegaron a la sala pudo ver a Magnus usando su magia para dar pequeños movimientos en el aire a los dos bebés que se estaban por volver a dormir mientras estaba hablando con Max sentados en el sillón.

— ¿Max?

Cuando el niño volteó a mirarlo se quedó sin palabra, Max tenía las mejillas mojadas y los labios en un puchero como sabía hacer cuando era un bebé.

— Creí que confiaban en mí—dijo Max.

Se paró y salió corriendo fuera de la sala.

— Traté de hacer todo lo que pude—dijo Magnus mirándolo con tristeza.

— Iré a hablarle—dijo Alec— fíjate si los niños tienen hambre, prepara el biberón y fíjate si no están sucio.

— ¿Cómo piensas que haré eso?— preguntó Magnus—no sé hacer nada de eso.

— Pídele ayuda a Simón.

Y empezó a caminar por donde se había ido Max esperando poder tener una charla con él.

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