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RAPHAEL

Caminaba en círculo por su nueva habitación, la que perteneció a Camille antes de que muriera, trató de pensar en positivo y ver que ahora estaba todo bien, todo había acabado, los problemas de los Nephilim ya habían acabado y su clan estaría a salvo al igual que los otros subterráneos, pero no podía controlar su amargura ya que había perdido a su otra mitad, a su chico, a la persona que había esperado por mucho tiempo, a la que amaba con toda su vida, se lo habían arrebatado.

No es que no pudiera estar con Simón, sería una relación vampiro-mundano como esa película que todos los mundanos veían pero es qué él no quería esto, no quería que Simón se atara a un subterráneo con quién tuviera que salir todas las noches para poder verse o sufrir peligros, no era vida para su niño.

Simón merecía mucho más, merecía la segunda oportunidad que había podido conseguir, merecía ver el sol, poder hacer todas lo que le había dicho cuando sabían terminar de hacer el amor, verlo progresar en una universidad de música, tener una banda y hasta verlo tener una familia, cual no le agradaba mucho, pero envejecer como los humanos sabían hacer y él lo iba a estar observando desde las sombras, donde el menor pudiera sentir su presencia, dónde él supiera que alguien estaba velando por su seguridad pero qué supiera que no se atrevería a acercarse.

— Simón— susurró Raphael con dolor— ¡Por qué me quitaron a Simón!

Sentía como se iba transformando un nudo en su garganta, quería ir a buscar a Simón donde estuviese, ser un poco egoísta, quería a su pequeño solo para él, atarlo a una relación y hacer que el menor se prohibiera de todo de la vida mundana le daba para estar junto a él, pero no podía hacer esto. Miró una vez más la habitación ahora estaba un poco mas remodelada a su gusto, observó el escritorio que había traído de su ex habitación viendo la cajita negra donde estaba el anillo que le iba regalar a Simón, ese anillo había pertenecido a la familia Santiago por mucho tiempo y parecía que la reliquia familiar se quedaría muchos siglos mas guardado en su lugar.

— Y yo que tenía hasta mis votos planeados—dijo Raphael.

Guardando la pequeña caja en su armario y haciendo un pequeño mohín con sus labios, tenía todo planeado desde que había empezado a estar con Simón, le gustaba ver feliz a su pequeño y por eso ya había imaginado como seria la boda cuando estaban en la mansión para que viera que era importante para él, pero no salió todas las cosas bien. Sintió la puerta ser golpeada y solo pudo gruñir como respuesta, ese debía ser algunos de los polluelos con los que se había acostado ¿Qué había pensando cuando se acostó con estos chiquillos? no llegaban ni a los talones de Simón.

— Raphael.

Solo maldijo y caminó hasta la puerta abriéndola con cansancio.

— ¿Qué?

Uno de los polluelos, con el que había pasado algunas noches lo miraba con un poco de molestia, quería llamarlo por su nombre pero ya ni se acordaba.

— Un mundano, un brujo y un Nephilim están abajo—dijo el muchacho— ¿Quieres qué nos encarguemos de ellos?

¿Qué? ¿Estaban aquí? El no quería eso, él no quería que vinieran ¡Simón tenía que irse a casa! ¿Por qué estaba aquí? ¿No vio la carta que le había escrito? quería lo mejor para él y que hiciera su vida ¿Por qué estaba aquí? Paso por al lado del chico y bajó lo más rápidos​ que pudo por las escaleras, se detuvo a unos metros siendo tapado por los demás vampiros, pero tenía una vista justa de Simón, siendo vampiro era fascinante pero Simón mundano era hermoso, su pelo iba revuelto hacia todas partes como sabía gustarle llevar, sus ojos verdes grisáceos ahora estaban detrás de un par de lentes que él le había dejado con la carta, su piel se había oscurecido un poco y su postura había dejado de ser recta, pero no dejaba de ser lindo y adorable.

— Tú solo fuiste una pequeña distracción, algo con cuál tuvo que consolarse cuando yo lo había dejado— escuchó la voz de Simón— ¿Pero sabes? él volvió a mi porque nosotros si nos amamos.

Pudo ver al frente de todos a otro de los polluelos que parecía a punto de querer tirarse encima de su Simón para matarlo, el menor no dejaba hacerse intimidar lo miraba con una sonrisa de satisfacción como si disfrutara lo que estaba haciendo, cómo si él también quisiera pelear y eso lo hizo sentirse extraño, Simón cada vez que mostraba algo de sí mismo lo sorprendía.

— Te mataré— gruñó el chico.

— No matarás a nadie—dijo Raphael.

Llamando la atención de todos los vampiros que lo miraban y se apartaban para que él pudiera pasar.

— Sigan con lo que estaban haciendo ellos son mis invitados—añadió.

Todos empezaron a dispersarse y a alejarse por los umbrales de la puerta dejándolos solos, miró a Magnus y Alec que estaban alejándose un poco para darle intimidad.

—Tú—escuchó la voz de Simón y lo miró con tristeza— tú me dejaste solo, me dejaste abandonado en aquel hotel, cuando leí la carta me destrozaste Raphael ¿Ahora qué soy un mundano ya no me quieres?

El menor parecía a punto de llorar, como si en verdad le doliera que su pensamiento fuera cierto, Raphael se acercó a él y lo agarró de los hombros.

— Yo te amo Simón, pero no puedes estar conmigo, no puedo permitir que te pase esto, tienes una vida bebé, ve y disfrútala, no te quedes a mi lado.

El menor empezó a hacer quejidos porque no quiere llorar en el hotel llenos de personas que pueden estar escuchando, mostrando ese adorable puchero que le estaba partiendo el alma.

— Yo quiero estar contigo quédate conmigo, no te haré nada por los engaños si esos quiere, pero no me dejes— suplicó el menor.

— Simón.

— Calla y escúchame, no puedes hacerme esto ¡No puedes! primero me secuestras, me convierten en vampiro, me seduces y logramos convivir juntos, me intentaron matar tantas veces y tú me salvaste, me enamore de ti como nunca lo he hecho ¿Y ahora quieres separarme de ti?

Raphael empezó a negar con tristeza.

— Es por tu bien.

— ¿Mi bien? ¡Mi bien!—gritó Simón— no puedo hacer una vida normal después de todo lo ocurrido ¡Nos íbamos a casar! yo quería casarme y tú también, tendríamos un pequeño niño que adoptaremos en algunas décadas, quiero todo contigo Raphael ¡Deja de hacerte el fuerte! ¿No te duele esto? ¿Acaso te importa? ¿Te importa?

— ¡Si me importa Simón!—gritó Raphael frustrado—claro que me importas.

— ¿Entonces por qué te alejas de mí? ¿Por qué Raphael?

— Soy un subterráneo y tú un...

— ¿Mundano?— preguntó Simón molesto— ¿Ahora no soy lo suficiente para ti? ahora no soy lo que tú querías, pero tengo que decirte algo, sigo siendo yo.

Raphael lo agarró de la remera y lo colocó muy cerca, haciendo que Simón se callará.

— No es eso Simón— susurró Raphael—no es eso solo quiero que hagas tu vida ¿Tanto te cuesta entender eso? no quiero que te castigues conmigo, no quiero entrometerme en tus metas, no quiero que pases noches sin dormir para qué podamos estar juntos o que te arriesgues a venir a un hotel de vampiros ¿Puedes entenderme?

El menor se soltó de su agarre y lo abrazó haciendo que Raphael se sorprendiera, sintiendo el calor de su pequeño y su corazón bombear, encajaban tan bien los dos, el mayor le devolvió el abrazo, apretándolo con fuerza cada vez que sentía como el menor lloraba, él era el culpable de haberle hecho llorar ¿Hasta cuándo lo iba a lastimar? El menor se acercó hasta su oído para susurrarle.

— Entonces vuélveme a hacer un vampiro, no quiero alejarme de tu lado Raphael, por favor déjame quedarme a tu lado.

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