(42)
SIMÓN
Estaba abrazado a Raphael mientras estaba acostado en la cama, un silencio agradable los rodeaba y los dos miraban a la ventana donde esté tenían un hechizo que se había hecho después del accidente que había sucedido y ahora el sol a través de la ventana no los dañaba, el brazo del vampiro mayor estaba en la cintura de Simón haciendo pequeños círculos, este disfrutaba de la cercanía de su vampiro y aunque antes había odiado en lo que se había convertido ahora no se imaginaba una vida fuera de esto y lejos de Raphael, tantas emociones y adrenalina eran lo que faltaba en su aburrida vida mundana, aunque capaz era un solo capricho de su primer vez y en verdad no estaba enamorado, solo era un capricho de adolescente ex virgen. Pero aunque fuera eso, Simón sentía la necesidad de estar a su lado.
— ¿En qué piensas?
Simón salió de sus pensamientos y alzó su mirada hacia los ojos almendras de Raphael contemplándolo.
— En cosas—dijo Simón con picardía.
— Esta noche no, esta noche descansaremos— dijo Raphael besando su frente.
— Ohh, igual estaba pensando en otros temas.
Raphael se levantó y lo miró curioso, Simón amaba cuando el vampiro mayor hacia esto, su nariz y labios se fruncieron y una de sus cejas se arqueo porque sabía que lo había dejado en ridículo.
— ¿En qué piensas?
— Me gusta esta vida estar a tu lado.
Pudo ver como una sonrisa en la cara del mayor se formaba con la presencia de sus hoyuelos y sus ojos almendras mostraron calidez.
— Mi vida es mucho mejor cuando estás a mi lado—dijo Raphael.
El menor sonrió con alegría, nunca había creído que encontraría a alguien para estar a su lado, aún en la vida mundana no aceptaban a los homosexuales del todo, solo algunos y si algunos hombres se interesaban por algún homosexual era solo para lo sexual, porque la mayoría creían que los homosexuales eran personas que se podían utilizar solo para eso y para nada más ¡Pero no!
— Simón.
Salió otra vez de sus pensamientos.
— Lo siento, estaba pensando— se disculpó Simón avergonzado.
Raphael sonrió con ternura.
— No importa, mientras que no pienses nada malo de mí— bromeó Raphael.
— Nunca pensé nada malo de ti.
El menor se estiró para alcanzar sus labios y dejar un corto beso.
— Te estuve buscando toda la vida Simón— susurró Raphael— aunque no quería que fuera así, con lo que tuviste que pasar.
Simón se sentó quedando a centímetros del mayor mirándolo con tristeza ¿Cuándo iba a ser el día en que Raphael se olvidara de eso? Si ya le había perdonado, además toda la culpa era de Camille.
— Eso ya pasó Raphael—dijo Simón con cariño— cada situación pasa por algo.
— Pero te vi sufrir, nunca olvidaré aquello, yo te llevé a ese sufrimiento.
— Te conocí y eso lo agradezco, desde que nos conocimos me cuidaste, eres una buena persona.
El menor agarró sus mejillas para que sus miradas no se desviaran.
— Tenías una vida—dijo Raphael amargado— tenías a tu madre y una carrera por cual seguir, ahora solo te pones en peligro.
Simón sonrió con amargura.
— No voy a mentir de eso, los extraño, extraño a mi madre, pero me gusta esta vida porque te conocí, ahora eres lo que guía mi vida.
El mayor se quedó callado al escuchar tales palabras.
— Tenemos que volver al hotel—dijo Raphael cambiando de tema—Camille nos va a separar.
— Encontraremos la solución— murmuró Simón— eres Raphael Santiago, podremos ganarle a cualquier situación que se interponga entre nosotros.
— ¿Dónde estuviste metido toda mi vida?— preguntó Raphael.
Que había mostrado un brillo en sus ojos a tal comentario.
— Recién naciendo— bromeó el menor— o convirtiéndome en un producto en el cuerpo de mi padre.
La risa de ambos llenó la habitación y el mayor atrajo a Simón para abrazarlo con cariño, el menor se acurrucó en los brazos grandes de su hombre y dejó escapar una risa divertida.
— ¿Tienes ganas de hacer travesuras?—susurró Raphael a su oído.
— Claro que sí— dijo Simón riendo a la pregunta.
Y se avergonzó de aquello.
— ¡He creado a un novio muy pervertido!—bromeó Raphael—al más lindo, travieso y desobediente del mundo.
— Pero te gusta que sea así— susurró Simón— si fuera obediente yo no te interesaría.
— Tienes razón— dijo Raphael acariciando la cintura de Simón.
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