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MAGNUS
Estaba leyendo un antiguo libro del género policial cerca de la estufa de leña colocada a un lado de la pared, sentado en un sillón morado con un espaldar grande para dedicarse a mirar a cada rato miraba al niño Nephilim que estaba durmiendo en el sillón de enfrente, esperando verlo con sus ojos azulados abiertos. Suspiró con amargura, no entendía lo que sucedía ¿Por qué estaba así? ¿Por qué al mirar a Alexander sentía sentimientos irreconocibles? sus recuerdo fueron a parar a una época antigua donde estuvo enamorado de Camille, la desilusión que se había llevado con esa relación, él la amaba, él le había regalado todo un mundo pero eran dos seres inmortales y ella quería disfrutarla, y no sentía el mismo sentimiento hacia él, ella seguía amando al licántropo, su corazón se había roto en ese momento cuando ella lo rechazó desconfiando del futuro amor y jugando con los sentimientos de las personas ¿Pero ahora porque miraba con distintos sentimientos al pequeño Nephilim?.
Volvió la vista al libro tratando de convencerse a él mismo de prestar atención al libro observando una frase que lo hizo reflexionar y pensar, ¿Será qué los libros siempre tienen las palabras correctas para los ánimos actuales? Leyó la frase reiteradas veces tratando de memorizar cada palabra, al último trató de compartirla en voz alta tratando que la frase se perdiera en ella.
—" Y cuando en las mañanas nadie te despierta. Y cuando en las noches nadie te espera, y cuando puedas hacer lo que quieres... ¿Cómo se llama a eso? ¿Libertad o soledad?"
El brujo dejó el libro en la mesa cerca del sillón y colocó una de sus manos en su cabeza desarmando su peinado para después pasar su mano por la cara con frustración ¿Será que ya sentía frustración de su soledad? ¿Será que necesitaba a alguien a su lado? Pero él es Magnus Bane, el gran brujo de Brooklyn ¿Por qué necesita a alguien a su lado ahora?
— Magnus.
Volteó viendo a Simón con su ropa arrugada, su pelo estaba desparramado y en su cara adornaba una tierna sonrisa, cual Magnus también sonrió con complicidad.
— Al parecer has descansado muy bien, niño travieso—dijo Magnus.
El pequeño vampiro empezó a rascar su cuello con incomodidad y rio con nervios por el comentario.
— Y-Yo, Raphael—balbuceó Simón.
— Lo sé, bueno no lo sabía pequeño—carcajeo Magnus— pero ahora ya lo sé.
El menor se sentó en el otro sillón desocupado con una risa de nervios, muy alejado del sol que estaba comenzando a bajar por la ventana descubierta.
— ¿Cómo está tu espalda?—preguntó Magnus.
Que no se había olvidado del suceso anterior.
— Muy bien—dijo Simón— Al parecer los vampiros sanamos rápido.
El brujo vio cómo la mirada de Simón iba hacia Alexander y su cara cambió de felicidad a una de amargura con tristeza.
— ¿Va a despertar?—preguntó con amargura Simón.
— Claro que sí, sólo que tardará unos días.
RAPHAEL
Después de haberse vestido se miró al espejo y acomodó el pelo como su vestimenta, una sonrisa adornaba su cara al pensar que había perdido su virginidad con Simón Lewis, el vampiro menor cual lo había conquistado, caminó hacia la puerta con el objetivo de buscar a su chico y poder hacerles mimos. El pasillo para llegar a la sala no era tan largo así que caminó tarareando una canción para parar en la puerta que estaba medio abierta viendo como Magnus y Simón tenían una conversación, se acercó a la puerta y trató de escuchar.
— Fue muy tierno al haber salvado a Alexander de tu parte— dijo Simón.
— Soy un brujo Simón, salvo gente— dijo Magnus.
Raphael no pudo evitar sonreír, sabía que el brujo estaba mintiendo, él no salvaba a cualquier tipo de gente así por qué si.
— Alexander es una gran persona— dijo Simón— te agradezco por haberlo salvado.
— ¿Ustedes desde cuando se conocen?—preguntó Magnus.
— Desde pequeños, en una clase de arcos que tenía yo en mi vida mundana—dijo Simón con amargura.
— Me parece extraño, los niños Nephilim no pueden ser amigos de mundanos— dijo Magnus.
— ¿Por qué?
— La clave no les deja, está prohibido, si lo haces rompes los acuerdos.
— ¿Y tú cómo sabes todo esto?— preguntó Simón.
El menor no dejaba de hacer preguntas.
— Soy Magnus Bane, yo sé todo.
Raphael dejó escapar una carcajada, Magnus era tan presumido, ¿Por qué no decía la verdad? El brujo había convivido la mitad de su vida con Nephilim ¿Será que no quería revelar esa parte? Golpeó la puerta y entró viendo como Simón y Magnus se callaban y lo miraban, el vampiro camino hacia ellos observando al Nephilim dormido en el sillón y como no había otro sillón vacío para sentarse así que fue a sentarse a la falda de Simón.
— ¿Qué te dije que no molestara a Simón?— preguntó Magnus con una sonrisa—y vas y te aprovechas.
Raphael dejó escapar una risa por aquel comentario, odiaba que tocaran este tema tan incómodo, eso era personal.
— Cállate, a ti también te encantaría hacerlo con el niño Nephilim.
El brujo abrió los ojos asombrados y Raphael sonrió fingiendo tapar su boca por haber dicho algo que no debía.
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