(27)
SIMÓN
Empezó a morder sus uñas nervioso y caminar por toda la habitación, tenía ganas de llorar y de gritar por haberle dicho esa barbaridades a Raphael, estaba bien que él lo había llevado hasta su propia muerte, pero este se hizo cargo de él y lo adiestró ¿No?, no se separaba de su lado y le salvó su vida en muchas veces y se habían besado ¡Lo había besado! ¿Eso no lo hacía recapacitar? Ver que Raphael le había traído algo mejor a su aburrida vida y que en realidad no se sentía tan molesto de lo que estaba viviendo.
Se sentó en el suelo cerca de la cama de Magnus y empezó a llorar, su nudo en la garganta cada vez se hacía más doloroso dejando escapar un sollozo ¿Por qué era tan difícil esto? Extrañaba a su familia y a su banda, Raphael le había prohibido ver a algún mundano hasta que estuviese bien adiestrado, pero no le molesto, ni le incómodo, Raphael estaba allí y eso le bastaba para sentir que todo era por su bien, que pronto podría reencontrarse con esas personas significante en su vida, los murmullos del brujo que estaba en la cama hicieron reaccionar e ir a ver si estaba bien. Magnus estaba moviéndose y la capa de sudor en su cara lo hacía ver desbastado.
"Alexander."
"Déjalo."
"No, no soy igual a ti."
Simón fue hasta al baño de la habitación quedándose encandilado con la brillante luces, trato de no reír cuando vio muchos peines y delineadores cerca de un gran espejo, recorrió con su mirada el baño y encontró una toalla cual serviría, la agarro y la mojó hasta que quedara bien húmeda, había visto esto antes, su madre cuando tenía fiebre le colocaba un paño en la cabeza y se le pasaba ¿Pero a los brujos se le pasa la fiebre así? ¿Los brujos tenían fiebre? Salió del baño y fue hacia el brujo colocando el paño mojado en la frente, rogando que se le pasara o si no Raphael lo mataría.
— ¿Desde cuándo obedezco a alguien?—susurro Simón.
Empezó a caminar hacia la puerta, él no le hacía caso a nadie y menos a Raphael que era un desconocido, además en la sala estaba Alexander el cual no había podido ver. La sala estaba más clara por el sol que entraban por la ventana y eso significaba que era de día y no estaba protegido del sol, eso lo tenso, en la habitación se podía ver que Alec descansaba en el sillón con el pecho al descubierto, cerca de él estaba Raphael mirando a la nada, sumido en sus pensamientos, Simón caminó despacio tratando de no interrumpir al mayor y tuvieran un problema.
— ¿No te dije que te quedaras con Magnus?— preguntó Raphael.
El nudo que había desaparecido en la garganta de Simón volvió a aparecer, pero a la vez un poco de molestia.
— Tenía que ver a Alec— dijo Simón.
— Ve con Magnus, polluelo—ordenó Raphael.
Simón enfureció con Raphael, se estaba portando mal, si sabía que le había dicho algo hiriente pero no para que lo estuviese tratando como si todo de la culpa fuera él, como si no fuera valido haber dicho aquello.
— Tú no me mandas— murmuró Simón.
— ¿Qué dijiste?— preguntó Raphael.
Empezó a caminar hacia él y Simón hizo pasos hacia atrás, esto era incómodo y estaba comenzando a hacerlo sentir incómodo por la situación.
— Yo soy el que mandó en el hotel—dijo Raphael— significa que yo si te puedo mandar.
Raphael no dejó de acercarse, a pasos lentos pero firmes, su rostro serio, Simón comenzó a sentir miedo porque esto no lo había visto de su parte.
— Y tú harás todo lo que yo te diga—añadió.
El menor empezó a sentir como su cuerpo ardía y no entendía la razón hasta que miro de reojo su espalda, estaba pegado en la ventana cual el sol le estaba dando, empezó a llorar y a gritar de dolor.
— Sal Raphael— lloró Simón tratando de sacarlo.
— ¿Por qué? ¿Me tienes miedo?—preguntó Raphael.
— Raphael por favor... el sol— sollozo.
— ¿El sol?
— ¡Me quemo! Raphael ¡Me quemo! — sollozo con gritos Simón.
Se hizo hacia atrás y Simón corrió lejos de él con su cuerpo ardiendo, empezó con sacarse la chaqueta que le había regalado Magnus y después la remera negra, pero el cuerpo no dejaba de arder, sus lágrimas no dejaban de salir, cayó de rodilla al suelo y con sus manos trato de tocar donde le ardía pero las manos no llegaban, la desesperación subía cada más y no sabía si el fuego que sentía se extendería o lo terminaría matando.
— ¡Me duele!— sollozo Simón— ¡Alec! ¡Magnus!
Simón se sentía tan ridículo, había gritado dos nombres cuales estaban inconscientes y el único hombre que estaba ahí lo había llevado a hacerse esto, los gritos salían de su boca y no podía parar, le dolía mucho.
<< Jamás estar cerca del sol. >>
Sintió la puerta abrir a su espalda, Jace venía con bolsas en su mano, pero cuando vio la situación se quedó en su lugar y no dio ningún tipo de emoción por lo que veía, solo se quedó inmóvil.
— ¿Qué sucede aquí vampiros?— exigió Jace.
Simón no dejó de sollozar, ardía más que el infierno y ni siquiera sabía cómo se sentía eso.
— Se quemó con el sol— respondió Raphael.
Simón se hizo ovillo en el suelo y empezó a maldecir a Raphael mientras que pasos se sentían por la sala, no quería mirar a nadie, ya estaba empezando a sentir el olor a carne quemada cual lo hizo preocupar, si el todavía fuese humano no le estaría pasando esto, el sol no le quemaría, no estaría sufriendo una gran quemadura, pero el mundo era tan cruel que siempre le pasaba todo lo malo.
— Simón párate— susurró Raphael.
Este lo miro desde el piso, Raphael se veía más intimidante, pero para Simón con todo lo que le estaba pasando no le importaba quien fuera ese chico, saco su mano y le mostró el dedo del medio y después lo guardo para que se diera cuenta que no iba a dominarlo, nunca.
— Vete al infierno—escupió Simón.
— ¡Tengo que curar tus heridas!— grito exasperado Raphael.
— ¡Las heridas que tú me hiciste! ¡Aléjate de mí!
— ¡Por qué eres tan así!
Simón se levantó aguantando el dolor que sentía en su cuerpo como si se le estuvieran desgarrando la piel y lo miró con molestia, mostrando que iba a enfrentarlo, dejando escapar sus colmillos preparado para luchar aunque no supiera hacerlo.
RAPHAEL
Su cara era de sorpresa al ver la piel quemada en la espalda del menor, comenzó a echarse la culpa ya que él no vio hacia la dirección que lo llevaba ni que el sol estaba pegándole en la espalda, sus ojos se cristalizaron, se sentía inútil y a la vez que quería ayudar Simón volvía a tratarlo peor, se alejó dejando el preparado que el niño rubio había hecho para curarlo y empezó a caminar con impaciencia por la sala, tirando a su pasos lo que veía, los sollozos de Simón lo estaban torturando y mucho. La puerta de la sala, que iba a las habitaciones, se abrió, apareciendo Magnus apoyado contra la pared y casi a punto de volverse a desmayar.
— ¿Por qué llora Simón?—preguntó con dificultad Magnus.
Raphael no le contestó, Magnus miró hacia la dirección donde estaba el menor teniendo un ángulo justo de las quemaduras y su rostro fue de preocupación por lo que estaba viendo, comenzó a correr hacia él.
— ¿Qué le pasó?— preguntó Magnus.
Dirigiendo su mirada a Raphael porque sabía que debía ser el culpable, pero el vampiro no contestó.
— Tráeme esas cosas—señaló Magnus el preparado.
Raphael le obedeció aguantando las ganas abrazar a Simón y pedirle perdón, las cosas habían ido tan bien en casa de Valentine que no podía creer que en horas todo se hubiese convertido en esto.
MAGNUS
Empezó a pasarle el líquido por las quemaduras de Simón, el cual aguantaba gritos ya que le ardía y por ser tan grave podría compararse con una quemadura de segundo grado.
— No puede ser que tengo que estar curando a cada uno de ustedes, soy un brujo, no un enfermero.
— ¿Tú de enfermero?—bromeó Jace— no lo creo.
— Cállate niño Nephilim— vociferó Magnus— tu cuida a Alexander.
— Pelea de subterráneos, lo siento.
Magnus lo miró molesto y después miró a Alexander cual dormía en el sillón, después de que acabara con Simón y retó a Raphael, ya que presentía que él tenía algo que ver, iría a ver a su Nephilim de ojos zafiros. Raphael caminó hacia ellos y se agacho frente al menor, Magnus empezó a sentirse incómodo y más cuando vio que Raphael tenía los ojos medios húmedos, nunca había presenciado esto de su parte.
— Simón— susurró Raphael— Simón lo siento.
Magnus sintió como el menor se tensaba.
— Vete Raphael—sollozo Simón porque le duele.
Magnus vio como el vampiro mayor lo miraba para pedir apoyo pero esta vez no se metería, así que solo alzo sus hombros y dejó que Raphael supiera su respuesta, se dedicó a colocar vendas en la espalda del menor y lo mandó a descansar a una pieza cual no reprocho, después de eso el brujo se paró y fue hasta el Nephilim de ojos azules para empezar a acariciar su mejilla hasta llegar a su pelo, no sabía cuando iba a poder hacerlo de nuevo.
— Déjalo de tocar brujo— dijo Jace.
El brujo lo miró arqueando una de sus cejas y mostró una sonrisa cínica.
— Yo salvé a tu Parabatai Nephilim— dijo Magnus— yo haré lo que crea que es correcto con él.
Y siguió haciendo lo que estaba, acarició las mejillas y después la frente, siguió por el pelo azabache opaco que estaba sucio ¿Por qué tardaba tanto en despertar? ¿Habrá funcionado bien la magia? Empezó a reír, tardarían horas o días para que Alexander despertara si todo funcionaba bien, ya se estaba convirtiendo en un impaciente.
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