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JACE

— Clary, por favor, ven con nosotros, ellos ya no son tu familia— suplicó Jace.

No quería perder a su novia, no cuando la amaba lo suficiente que lo llevó a cambiar su vida por completo, no cuando ambos tenían una buena relación a pesar de todas las tensiones que sufrieron, ella era la persona con la que esperaba casarse algún día y tener hijos, compartir un buen casamiento Nephilim.

— ¡Ellos lo son!— sollozo Clary— ven conmigo Jace.

— ¿Qué? ¡Claro que no! — Dice Jace exaltado— ¿Te irás? ¿Decidiste irte con ellos sabiendo que son malos?

No podía creer esto, no podía creer que ella estuviera decidiendo esto, Magnus Bane tenía razón ella no había podido enfrentarlo, ella estaba cegada que ni siquiera podía darse cuenta del peligro al cual estaba yendo, después de esto ella sería una fugitiva a la cual encontrar y castigar con las leyes correspondiente de los Nephilim.

— Ellos son mi familia, tú eres mi familia—susurró Clary— ven conmigo, Jace.

— ¿Por qué me haces esto? Después del todo cariño que te di, de todos los momentos que vivimos juntos— musitó Jace.

— Ven conmigo— suplicó la chica.

¿En serio creía que se iría con ellos? ¿Con dos personas que estaban haciendo daño? No entendía muy bien a Clarissa, ella sabía como él era, cuando se conocieron ella supo aquel sueño de ser un héroe algún día, nunca estaría del lado del mal, ni siquiera si muriera y volviera a nacer, ni siquiera si Clarissa fuera la causante del todo el peligro, no podría perdonarse hacerlo. Con la única persona que dudaría, con la cual obtendría una vulnerabilidad suficiente para confundirlo sería con su Parabatai, porque ambos son uno, porque uno respira para el otro, porque son hermanos.

— Tú decides tu camino y yo el mío— dijo Jace alejándose de ella—y el mío está junto a mi familia, junto a mi Parabatai.

— Te necesito a mi lado—sollozo.

— Alec me necesita ahora— dijo Jace con un nudo en la garganta— ve, sigue tu rumbo Clarissa.

— Jace...

— Y recuerda esto— siguió diciendo Jace con dificultad—yo ya no estaré para salvarte.

Y se alejó de ella con un gran dolor en el pecho, se estaba rompiendo a pedazos al hacer esto porque realmente la amaba. Escuché a Clary llorar en medio de la escalera mientras que el dúo de vampiros miraba todo en silencio, incómodos por estar en medio de esta situación.

— Vamos hermana, ven conmigo— dijo Jonathan.

Y el rubio observó cómo la persona que tanto amaba se iba por la escalera para colocarse al lado de su hermano psicópata, Clary había decidido la familia antes que a él. ¿Pero quién no lo haría? ¿Quién elegiría al novio antes de su familia, aunque fuese unos monstruos? Nadie. Si él tuviera a su familia viva, haría lo mismo, pero no la tenía, y solo su única familia que le quedaba era lo que estaban en el instituto y Alec, cual se estaba muriendo en esta casa y aun no podía ir hacia él por estar en esta situación

— Maten a todos— dijo Jonathan llevándose a Clary.

— ¡No! ¡No lo hagan!—chilló Clary.

Pero no obedecieron sus órdenes, porque quien estaba gobernando todo no era ella sino aquel chico de pelo plateado.

— ¡Corran!—grito Raphael.

Todos reaccionaron y salieron del lugar para poder evitar enfrentarse a esos seres.

MAGNUS

Caminaba por el lugar nervioso, los chicos estaban tardando demasiado y el tiempo se estaba agotando, por alguna razón sabía que las cosas allá afuera se habían descontrolado y que tenía que estar preparado por si acaso pero no creyó que sería tan rápido. Volvió hacia Alexander, mirando como empezaba a agonizar por tercera vez desde que se veían, tenían que apurar los demás antes que empezara la tercera etapa de agonizar porque si no sería difícil traerlo de vuelta sin consecuencias, además el lugar estaba frío, el olor a azufre por los demonios apestaba por todo el lugar y todo estaba tan oscuro que el ambiente no era agradable.

Miró su ropa con puro espanto, estaba arrugada y un poco manchada, pero a pesar de todo, esta vez le preocupaba más Alexander que toda su vestimenta. Agarro su celular, y marcó de nuevo el número de Simón.

RAPHAEL

Corría detrás de Simón, cuando el celular de este empezó a sonar, viendo como lo sacaba con dificultad del bolsillo y apretaba alguna tecla para contestar, lo cual solo pudo lograr a pura suerte, no era el momento para esto.

— ¿Puedes dejar el celular para otro día?— preguntó agotado Jace.

El Nephilim había matado un demonio que se había adelantado hacia él.

— ¡Cállate Nephilim!

Se llevó el celular al oído, ninguno paraba de correr, los pasillos se hacían interminables y no estaban llegando a ningún lado con más de veinte demonios corriendo detrás ellos con órdenes de matarlos.

— ¡¿Qué sucede?! —gritó Simón

— ¿Que sucede allí? ¿Vienen en camino?—preguntó Magnus preocupado.

—Muchos demonios siguiéndonos—dijo Raphael— Jonathan nos descubrió.

—Traten de llegar acá rápido— dijo desesperado Magnus.

— ¡Simón!— gritó Raphael.

Viendo como Simón no se daba cuenta del demonio cual venía hacia él y caía al piso por el impacto para que el demonio se le tiraba arriba de él tratando de rasgar su piel con sus garras mientras que el menor se protegía como podía, Raphael nunca había sentido tanto miedo de ver aquella escena, no por la acción, sino que bajo ese demonio está la persona que acaba de besar y confesar sus sentimientos.

— Ve por él, yo te cubro—dijo Jace dándole una daga.

Raphael corrió hacia el demonio tirándole hacia atrás, clavando la daga y poniéndose delante del pequeño polluelo mostrando sus colmillos al demonio el cual se estaba levantando.

— ¿Puedes pararte Simón?— preguntó Raphael mirando de reojo.

— Si, solo fue un momento de distracción— dijo Simón.

El demonio volvió correr hacia ellos pero una espada serafín impactó en la cabeza de este haciendo que el demonio desapareciera en el aire en humo y olor a azufre.

— De nada— dijo Jace con una sonrisa de sobrador.

— ¿Por qué? ¿Por salvarme?

— Si no hubiese sido por mi estarían muertos— dijo Jace.

— Nephilim y su humildad van de la mano— dijo Raphael.

— Vampiros y creerse superiores van de la mano—se burló Jace.

— Ya entiendo porque la pelirroja se fue— musitó el vampiro.

— ¿Qué?

— Que ya sé porque...

— ¡Listo!—gritó Simón— Par de niños ¡Ya me cansaron!

— Aprende a tu noviecito, vampiro—volvió a atacar Jace.

— Por lo menos mi novia no me dejó— contraatacó Raphael.

Los subterráneos y los Nephilim nunca se llevarían bien y Raphael no iba a hacer la excepción, menos con este chico a pesar de que estén trabajando juntos para poder conservar sus vidas.

SIMÓN

Las escaleras para bajar se hacían interminable y las peleas de Jace con Raphael hacían este momento peor, los demonios no habían vuelto a aparecer y eso era preocupante sabiendo que la casa debía estar infectada de ellos, no sabía mucho de demonios, pero sabía que no se cansaría hasta matar como fueron ordenados, por lo cual su tranquilidad era sospechoso.

— Eres un humano, vas a morir— dijo Raphael.

— ¿Y qué tiene de bueno ser inmortal? Nada, solo son seres que viven una y otra vez una vida infinita, llegando a ningún lado— contraatacó Jace.

— ¿Se pueden callar?—volvió a preguntar Simón—Debemos llegar a los calabozos.

— ¿Y cómo podemos saber dónde están?—preguntó Jace— esta mansión es enorme si no te has dado cuenta.

— Con tu vínculo Parabatai.

— Me debilitaría—dijo Jace con un tono de obviedad.

— ¡Hazlo! Ya quiero salir de acá— dijo Raphael.

Todos dejaron de caminar viendo como Jace se sentaba y subía su remera hasta el cuello para poder ver su runa, una runa con líneas curvadas, largas y cortas, algo similar al cual Simón había visto en Alec en su cadera antes. El rubio pasaba su estela por arriba de la marca y su cara se transformaba en una mueca de dolor mientras que la runa se ponía roja como si se estuviese quemando, se escucharon gemidos de dolor por su parte y Simón sintió un poco de pena.

— Lo encontré— murmuró Jace bajando la ropa.

El niño Nephilim se subió a la barandilla de las escaleras saltando y cayendo semi arrodillado al piso, Simón había tapado su boca y se había arrimado a la orilla a ver ¡Ya debería haber muerto por el impacto! Pero verlo así, lo había sorprendido bastante.

— Este chico es un suicida—dijo Raphael con una sonrisa.

Quien se había puesto en la orilla de la barandilla para tirarse también.

— ¡Espera, te vas a destrozar si te tiras!— murmuró Simón agarrándolo del brazo.

— Caemos de pies Simón.

— Eso lo hacen los gatos Raphael.

Sintió unos labios chocar con los suyos y después vio como Raphael caía al suelo de pies como había dicho, todo una creación de belleza mientras que Simón mordía sus uñas de los nervios, esto era peligroso y aunque fuera ahora vampiro este no sabía si podía controlar su caída o podría romperse un hueso en el impactó.

— Dale Simón, yo te voy a agarrar mientras caes— gritó Raphael desde abajo.

Simón pasó sus pies por la barandilla y miró hacia abajo ¿cinco pisos? Más o menos, el vampiro mayor tenía sus brazos hacia arriba mostrándole que esperaba que cayera para poder agarrarlo mientras que Simón pensaba las ventajas y las desventajas de esta suicida caída.

— Vamos bebé ¡Hazlo!—ánimo Raphael.

"Bebé" pensó Simón, ya que nunca había escuchado un apodo que sonara tan íntimo y excitante de la boca de alguien, por alguna razón esperaba escuchar ese apodo por más tiempo si tenía la oportunidad.

Simón le hizo caso, se tiró cerrando los ojos con fuerza esperando el impacto, pero se sintió caer en unos brazos que lo agarraban con fuerza y lo acunaban con cariño, cuando abrió los ojos vio una sonrisa en la cara de Raphael. No sabía que unos sentimientos por una persona que acababa de conocer fuera tan intenso como lo que estaba sintiendo.

— Bien, tortolitos, apuren, qué Alec nos espera.

Otra vez había interrumpido algo especial e íntimo.

—Suéltame, no necesito esto—se quejó Simón avergonzado.

Y la risa de Raphael se volvió a escuchar haciendo que Simón muriera de ternura y vergüenza.

— Eres mi chico— susurro Raphael para soltarlo— mío.

— ¡Vamos por acá!— se quejó Jace.

Raphael empezó a caminar y atrás Simón, que se había quedado pensando en las palabras de Raphael ¿Raphael se había confesado? ¿Raphael lo quería? ¿Raphael era homosexual como él? Pero si recién se estaban conociendo, lo que pasó del beso fue solo por impulso. Vio como Jace abría una puerta que llevaba escaleras hacia abajo, las paredes eran viejas y aunque todo estuviese oscuro, la vista desarrollada ayudaba mucho, el rubio sacó una piedra de luz mágica alumbrando el lugar y empezó a bajar con cuidado, mientras que Simón y Raphael le seguían.

— ¿Magnus?— susurró Jace.

— ¡Aquí niño Nephilim!— gritó Magnus a lo lejos.

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