(23)
MAGNUS
Su nudo en la garganta había crecido un poco más y sentía náuseas al ver en el estado que estaba el pequeño de ojos zafiros, se agacho a su lado y puso su mano en el pecho de él, no entendía y jamás iba a entender la retorcida mente de Valentine ¿Eran tan capaz de matar a los de su sangre? ¿A sus razas? ¿Hacer estas clases de experimentos con ellos? Y ahora tenía a su primogénito, alguien con su nivel de maldad o más si tenía sangre demoníaca ¿Por qué Valentine había hecho eso? ¡A su hijo! lo maldijo de por vida.
Dejo que el enojo se le pasara y miró con más atención a su pequeño, la sangre de demonios lo estaba consumiendo, necesitaba con urgencia llevarlo al Loft y curarlo, sacarle esa sangre contaminada aunque fuera una tortura, la magia cual necesitaba para curar a alguien así se acaba con facilidad y nunca se sabía el tiempo exacto, además el procedimiento era horrendo para los dos lados, para el lado de Magnus era agotador, su cuerpo temblaría llegando a su límite y un sudor horrendo se presentaría en el momento y si agregamos las nauseas y vómitos o hasta el posible desmayo que podría tener, no era nada agradable este trabajo.
Y para el lado del paciente, Alexander, podrían ser la tortura más horrible que sentiría, cuando su sangre tiene algo toxico ahí que sacarlo ¿Y cómo se hace? Las llamas entrarían al cuerpo dándole la sensación de agujas en su cuerpo, sintiendo que su sangre es absorbida, sus gritos, los sollozos, las convulsiones y una posible muerte, pero lo haría, no le molestaría sufrir todo esto para poder salvar a este pequeño.
— ¿J-Jace?
Magnus rio con ironía, acá estaba el socorriendo a Alec pensando en cómo salvarlo, arriesgando su belleza para sentir salir de su boca el nombre de su Parabatai, sabía que esto era inmaduro, no iba a decir su nombre, no eran nada, ya ni sabía si el Nephilim lo recordaba o por lo menos recordaba su nombre.
— Soy alguien más guapo—contestó Magnus.
— Ma-Magg ¿Magnus?—tartamudeo Alec.
Al parecer si se acordaba de él.
— Si soy yo garbancito.
— ¿Qué haces?
— Sh, tenemos que salir de acá antes de que nos descubran.
Magnus se levanta y saca su celular necesitaba reunir ya a todos para poder volver a casa, antes de que se hiciera tarde para salvar la vida de Alec, trata de intentar con la primera persona pero se escucha entrecortado.
— ¿Hola? ¡Brujo! ¿Dónde estás?— preguntó el niño rubio detrás de la línea.
— Encontré a Alexander—dijo Magnus.
El brujo mira a su pequeño que estaba tratando de despertar, comienzo a sentarlo para poder ayudarlo a que tome consciencia hasta que lleguen los demás, y así poder ver que tan grave es este asunto.
— Dime donde están, iremos con Clary— dijo Jace.
— ¿Clary? Dime que no es la Nephilim de rizos—musitó Magnus.
— Larga historia.
— Estamos en los calabozos— dijo Magnus enojado— A ver Nephilim ¿Dónde quedan los calabozos? En los últimos pisos.
— No me tomes el pelo brujo—escupió Jace.
— Gracias pero no —dijo Magnus— traten de que nadie los encuentre Nephilim, y lleguen sin meter la pata ¿Qué digo? Siempre lo hacen.
Y la llamada se cortó, sentía un mal presentimiento, si Jace era igual que Will de esto saldrían mal, con muchos demonios detrás de ellos, llegando heridos y Magnus curando muchos niños, no es que desconfiara en los Herondale, solo que tienen un don para meterse en líos. La tos del Nephilim interrumpió sus pensamientos, dio un chasquido de dedos formando unas llamas negras con brillos blancos para que fuese hasta la cara del ojiazul y lo dejara inconsciente, antes de verlo sufrir prefería verlo dormido hasta que llegaran al Loft. Miro su celular de su mano, tenía que avisarles a Raphael y a Simón ¿Y si Simón estaba en apuros? Llamó al vampiro menor.
— ¿Magnus?— dijo la voz de Raphael.
— ¿Encontraste a Simón?— preguntó Magnus.
— Si estoy bien, gracias, si está conmigo.
— Necesito que encuentren los calabozos y vengan rápido—dijo Magnus.
— Estamos en eso— se escuchó la voz de Simón en el fondo.
— Sin arruinar el plan.
— Jamás lo hago Magnus—dijo Raphael
Y la llamada se cortó, Magnus suspiró estaba casi seguro de que esto saldría mal.
RAPHAEL
Después de la llamada de Magnus retomo el caminó tomado de la mano de Simón hacia las escaleras para bajar hacia donde pudiesen estar los sótanos, quería concentrarse y ser serio pero sostener la suave del pequeño vampiro era algo que lo distraía mucho, además las ganas que tenía de besarlo eran máxima pero si lo hacía Simón podría rechazarlo. No podía dejar de mirarlo ¿Y si le molestaba que le sostuviera la mano? ¿Y si estaba callado por miedo? ¿Simón ya se habría dado cuenta de su sentimiento hacia él? Pues él hace poco se había dado cuenta de los propios.
— Rapha—susurro Simón— ¿Puedes soltarme?
Raphael se alarmó y soltó la mano para alejarse un poco, esto era nuevo para él y estaba aterrado y frustrado con este tema porque no lo entendía del todo.
— Solo intento atarme los cordones de los borcegos— dijo Simón.
— Déjamelo a mí—dijo Raphael.
Agachándose frente a Simón y agarrando los cordones para empezar a atarlo como su madre se lo hacía a él cuando era un pequeño niño mundano, no tan ajustado, ni tan suelto, solamente perfecto, miro hacia arriba viendo a Simón que lo miraba con ojos asombrados para remojar sus labios haciendo que Raphael se le secara la garganta, sus ojos bajaron hacia la entrepierna de Simón por solo inercia, cual se estaba mostrando un bulto formándose, haciendo que su entrepierna doliera, estaba excitado y ya no sabía qué hacer porque ambos estaban teniendo como un tipo problema de hormonas elevadas.
Se dejó llevar, se levantó después de terminar de atar los cordones y juntos sus labios con los de Simón haciendo que el pequeño pegara con su espalda en la pared de las escaleras, Raphael no lo soltó puso sus manos en su cinturas y empezó a mover los labios, al principio el menor no respondía, haciéndolo sentir desilusionado y ya preparado para alejarse para pedir perdón ¿Por qué iba a pensar que alguien como Simón iba a aceptar sus besos? Se separó con un nudo formándose en su garganta ¿Qué acababa de hacer?, Se dio vuelta quedando a espalda de Simón para que este no lo viera lo destrozado que estaba en estos momentos y lo humillado. Era su culpa, culpa de Simón ¿Por qué?
Era su culpa aparecer en una fiesta de subterráneos, era su culpa por tener una sangre cual cualquier vampiro quería probar, era su culpa tener ese comportamiento tan único, era su culpa por haberlo hecho reír, era su culpa por tentar y llevarlo a un descontrol de deseo, todo era su culpa, si él no estuviera Raphael no se sentiría así.
— Rapha...—lo llamó Simón.
Haciéndolo voltear, se merecía un golpe de parte de Simón por tal cosa que había hecho, pero solo sintió como sus labios eran atrapados por el del otro, también sintió unas manos agarrando su chaqueta tirándole hacia un él, ahora Simón llevaba el control, moviendo los labios al compás de los de suyos, mordiendo, saboreando cada parte de ellos. El mayor se apretó al menor, sintiendo una descarga en todo su cuerpo, metió su lengua en la boca de Simón, cual por la misma excitación se dejó llevar haciendo la misma acción, sus lenguas danzaban entre sí, sus labios encajaban tan bien y jamás los dos se habían sentido tan completo como estaban ahora.
Raphael se dejó llevar, separando sus labios de los de su pequeño y llevándolo a su cuello, ese cuello cual tanto deseaba besar y morder, el mejor no se opuso, al contrario dejó que su cabeza fuese al lado contrario para que Raphael tuviera más comodidad, este empezó a besar con suavidad, dando pequeños besos y aspirando el perfume a vainilla por el baño que se había dado en el Loft de Magnus, sintió un pequeño ruido salir de la boca del pequeño haciendo que el dolor que sentía entre sus pantalones aumentará, nunca había escuchado algo tan excitante en su vida que ese pequeño ruido de la boca de Simón, lo alzó, haciendo rodeara su cintura con sus piernas facilitando tocarlo.
SIMÓN
Jamás había estado así, tenía sus manos alrededor de la espalda del vampiro mayor, y su muslo daban pequeños movimientos para poder sacar el dolor de su entrepierna, Raphael, cual estaba haciendo maravillas con su boca, no dejaba de soltar ruidos de sus labios, esta sensación era el paraíso, algo nuevo para él.
— ¡Subterráneos pervertidos!
Simón como Raphael maldijeron separándose y acomodando sus vestimentas, Simón miraba con molestia al Nephilim de cabello rubio que tenía una sonrisa divertida en su rostro, si antes lo odiaba ahora estaba sintiendo ganas de matarlo.
— Por lo menos tenemos más acción que tú y tu novia— dijo Raphael.
— ¡Oye!— exclamó Clary.
Simón estaba avergonzado, estaba cayendo en cuenta lo que acababa de hacer y donde lo había hecho, en qué situación lo estaba haciendo.
— Tenemos que ir hacia Magnus.
Todos asintieron, empezando a moverse cuando una figura de un chico se entrometió en las parte baja de las escalera sonriendo, haciendo que todos se quedaran quietos en su lugar, alrededor de ese chico de cabello blanco grisáceo que debía ser Jonathan se encontraban más demonios.
— ¿A dónde creen que van?— preguntó el muchacho.
— ¡Jonathan!— llamo Clary.
— Clarissa ¿Qué haces aquí?
Todos miraban con atención aquella escena, Raphael estaba frente a Simón cubriéndolo haciendo que se sintiera protegido por aquel gesto.
— Ven conmigo y papá— dijo Jonathan con una voz más suave.
El chico había tendido su mano a la distancia, vio como la Nephilim miraba a dos personas en el lugar, primero a Jonathan y después a Jace, repitiendo ese proceso varias veces mientras mostraba un gesto confundido.
— Clary, no le hagas caso— dijo Jace.
— Y-yo.
— Clary, papá te está esperando— dice Jonathan.
— Y-yo.
— Tenemos que salvar a Alec— dijo Jace.
— ¿Vas a elegir a tus amigos antes de la familia?
— Yo...
A Simón se le estaba agotando la paciencia y estaba sintiendo irritación por el disco rayado que tenía la pelirroja en la boca, que se decidiera ya, para poder huir y calmar su terrible miedo.
— Tú eliges hermanita.
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