(20)
ALEC
Se despertó con un dolor punzante en su cabeza, su cuerpo dolía y su brazo derecho ardía, los párpados pesaban y aunque quería ver el lugar solo podía ver oscuridad, con su mano tocó el suelo, era tierra, tierra mojada, trató de agudizar su sentido del olfato sintiendo el olor agrio a demonios, se sentó apoyando su peso en la pared, su garganta ardía, pero lo más que le tenía preocupado era Max ¿Y si Jonathan le hubiese mentido? ¿Y si después agarró a Max? empezó a arrastrarse por el lugar confiando en que sus manos lo llevarían a la puerta, pero sabía que esta estaría con llave, nadie sería tan estúpido en dejarlo abierta. Pero no pudo llegar, su cuerpo le falló, ya no tenía fuerzas suficientes para moverse, ¿Qué le sucedía? tocó su cara, esta vez ardía como los infiernos, estaba sudando ¿Cómo le decían los mundanos? ¿Fiebre?
Su respiración se aceleró, su corazón latía a mil, y su vista a pesar de no poder ver en la oscuridad empezó a tener alucinaciones ¡Estaba delirando! ya no estaba en la oscuridad, ya no estaba en ese lugar infectado de demonios sino que ahora estaba en el instituto, con su familia, riendo de alguna broma que había hecho Max, sus padres estaban abrazados y Izzy abrazaba al pequeño, a su lado estaba Jace y Clarissa riendo como niños, y a su lado estaba Joselyn conversando con Luke y Jonathan, el antiguo Jonathan, Alec sonrió a tan hermosa alucinación.
El lugar dio una vuelta increíble, ahora ya no estaba en el instituto, ahora estaba en la sala de un Loft decorada tan brillante con sillones y cuadros, una alfombra a la moda tan al estilo de él, en el centro de este lugar estaba el hombre que cautivo su mirada después que la de Jace, estaba con su abdomen al descubierto y su jean medio abierto dejando ver sus oblicuos, Alec remojo su labios, la mirada de Magnus era tan provocativa que parecía real, el brujo se le acercó llegando a su lado, Alec quería tocarlo, quería llevar y acariciar toda parte de su abdomen y revolver sus pelos, tirarlo y besarlo hasta cansarse.
— Tenemos compañía.
Alec miró hacia el costado viendo a Raphael y Simón abrazados mientras sonreía, el ojiazul también sonrió, todo estaba bien, ahora sí, pero todo se desvaneció, Magnus a su lado, la luz, sus amigos, ahora volvió a sus sentidos, a la triste realidad donde el olor irradiaba a demonios, donde el suelo era su asquerosa compañía como aquella habitación, donde sus huesos y músculos dolían a morir, donde podía ver a una distancia lejana como la puerta de aquella habitación resonaba con un chillido desagradable al abrirse y aparecía Jonathan. Este traía una antorcha con una piedra mágica en el final, vio como Jonathan dejaba la antorcha en uno de esos sostenedores que estaban ubicados en la pared, el ojiazul trato de mirar la habitación ahora que tenía oportunidad, las paredes eran grisáceas, habían cadenas ¿Serán de licántropos? ¿O de demonios? Aunque no era una hipótesis aceptable. S
Se sentía pequeño, su mente pedía a gritos luchar como un Nephilim, pero su cuerpo pedía lo contrario, estaba agotado y adolorido para luchar con lo que ahora sea Jonathan.
— ¿Cómo te sientes?— preguntó Jonathan.
Alec solo respiraba, estaba enojado porque la respuesta era obvia, pero seguía respirando ¿Cómo se sentía? A él que le importaba, quería gritar, pegarle, pero ya no sabía con qué nivel de loco se estaba metiendo.
— Parece que la sangre del demonio no es recibida por tu cuerpo, lo está rechazando—murmuró Jonathan.
— ¿Qué?— tartamudeo.
— Necesitarás más sangre de demonio, capas te mate o capas no, quién sabe.
Alec vio como sacaba de su chaqueta algún un sedante, solo que no contenía sedante dentro si no un liquido negro viscoso que señalaba que era de algún demonio, sintió miedo de Jonathan porque quería inyectar esa cosa en el ¡Tenía que hacer algo! ¿Por qué nadie lo rescataba todavía? ¿Por qué se sentía tan frágil? sintió la mano áspera de Jonathan en su cabeza empujándolo hacia un costado para tener una mejor vista de su cuello, Alec comenzó a sollozar, no podía hacer nada para defenderse, sintió como Jonathan acercaba su cara a su cuello y pasaba su lengua por ella haciendo asquear.
— Espero tenerte a mi lado Alexander — dijo Jonathan.
Y la aguja se clavo en su cuello sintiendo como ese liquido venenoso recorría cada parte de su venas, sus ojos se nublaron y todo se volvió negro, de nuevo se había desmayado.
SIMÓN
Iba cerca de Raphael y de Magnus caminando sobre el bosque, el brujo había localizado a Alec a través de su arco, ese arco de tantos recuerdos ¿Por qué ellos tres iban solos? Bueno ese chico de cabellera rubia, cual Simón reconocía como Jace por la antigua charla del ojiazul sobre su Parabatai, habían propuesto dividirse y buscar más rápido. Simón le sintió odio a ese chico, era insoportable, arrogante y egocéntrico, agradecía a Raphael por haber dicho que si a aquella decisión, este bosque se sentía tétrico para su gusto y a pesar de ser un vampiro, su gran miedo no se iba, miro hacia al frente los árboles, no daban un tono bueno con la noche, si no parecían que en cualquier tiempo iban a moverse y atacar. Magnus caminaba más adelante y Simón se sintió incómodo a estar a solas con el vampiro mayor, era incómodo y la oscuridad no lo ayudaba en nada, siguió mirando adelante pensando que si estuviese vivo ahora estaría temblando de miedo y saliendo corriendo de este lugar lo más antes posible.
— ¿Qué te sucede?—Pregunto Raphael.
— Oh nada— mintió Simón.
— No te creo.
El mayor se detuvo y Simón tuvo que parar, odiaba y amaba cuando el vampiro mayor hacia esto, el menor tenía que soportar aquella mirada, como si lo provocará, además del cuidado que le estaba dando.
— Te he dicho que no me pasa nada— repitió el menor.
Observando cómo Raphael se acercaba más a él quedando a poca distancia, haciendo que sintiera su olor varonil, sintió como sus colmillos salir ¿Qué le estaba pasando? Miro los labios de Raphael, viendo como este también contenía sus colmillos fuera, viendo como relamía esos carnosos labios que quería besar, Simón hizo el mismo proceso, no por copiarle si no que su labios se habían secado al ver tal acción, el vampiro mayor se había acercado más, a tal punto de que sus narices chocaran, pero Simón nunca había besado a nadie y si Raphael lo besaba se daría cuenta ¿Y si lo rechazaba? ¿Y si metía lengua? ¡Ay! él no sabía qué hacer, claro que esto iba a hacer nuevo para él.
— ¡Chicos!— gritó Magnus.
Simón se hizo hacia atrás apretando los labios con fuerza y bajo la mirada, fue hacia donde había escuchado al brujo y a pesar de estar tan avergonzado miró hacia atrás comprobando si Raphael le seguía, este iba detrás de él quejándose en voz baja, haciendo que Simón sonriera antes de llegar a Magnus, vio que este miraba a un punto bajo de un árbol frente a él, el menor al tener la visión desarrollada no faltó nada para saber qué se trataba de un niño ¡Max!
— ¿En serio?—Dijo Raphael molesto— por esto has interrumpido mi...
— Cállate Raphael, asustas al pequeño— lo reto Magnus.
Simón estaba avergonzado por tal comentario de Raphael, pero había algo importante frente suyo, había encontrado al hermano pequeño de Alec ¿Pero dónde estaba Alec? Tenía un mal sentimiento de todo esto.
— Magnus llama a los Nephilim, que vengan ahora mismo— dijo Raphael.
Simón se agacho frente al niño que estaba en el árbol llorando y sucio, al alzar la mirada observó como Magnus llamaba por teléfono a los Nephilim, y percibió que Raphael estaba muy cerca de él, pero no le dio importancia miró al niño cual lo hacía recordar a él cuando era un infante y mundano, los lentes, el cabello y el terror que aún lo lleva en su ser.
— Max— susurró.
— No me lastimen por favor— dijo con dificultad el niño.
— No te vamos a hacer daño, estamos aquí por parte de tu familia, por parte de tu hermana.
— ¿Izzy?
— Si, ella viene en camino para buscarte— dijo Simón.
Max volvió a sollozar pero esta vez con más fuerza y no sabía si era por alegría de estar a salvo o por otro sentimiento.
— ¡Hagan callar a ese niño!— pidió Raphael— esto es molesto.
— Tú cállate Raphael.
Miró al niño con lástima ¿Por qué está así? ¿Qué le sucede? ¿No quiere ver a su hermana? Vio cómo el niño secaba sus lágrimas y los miraba con súplica a que callara para poder hablar mejor y saber dónde está Alexander.
— Ayúdalo por favor—suplicó el pequeño.
— ¿A quién?
— A Alexander, él lo tiene encerrado.
— ¿Quién lo tiene encerrado?—preguntó Simón.
— Jonathan—susurro Max— le va inyectar sangre de demonio.
— ¿Qué?
Los tres adultos lo miraron sorprendidos, pero el niño se había desmayado dejando la preocupación en el aire. Alec necesitaba ayuda urgente.
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