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ALEC

— ¡Simón!— comenzó a gritar.

No creía que Simón fuera el mundano que estaba ahí en la sala inconsciente, pero cuando Alec había observado más allá de la puerta al joven mundano, que llevaba lentes y la ropa cual Simón sabia usar, sintió algo en su pecho, como si su propio ser sabía que ese mundano que estaba en el sillón era su amigo mundano, estaba aterrado. Había corrido hasta él, rogando que se estuviera equivocado, pero no se equivocó para nada, allí, casi muerto en el sillón del brujo, traído por un vampiro, estaba Simón, su amigo mundano. El Nephilim sintió la rabia subir por todo su cuerpo, tenía que matar al culpable que le hizo daño a su amigo, se dio vuelta mirando al vampiro creyendo que él era el culpable.

— Tú has roto los acuerdos vampiro— clama Alec.

Poniéndose en posición para atacar Alec se da cuenta que no tiene una daga encima o su estela, se contuvo de no tirarse encima del vampiro y matarlo porque estaba desarmado, Raphael sabía esto, sabía que el Nephilim no tenía nada para empezar una lucha contra él, así que tampoco hacía nada como para defenderse, además tiene un asunto que encargarse.

— Mataste a Simón— dice Alec enojado— ¡Te mataré vampiro!

Corrió lo más rápido posible para poder matarlo aun estando sin nada, pero Magnus lo detuvo sintiendo como su cuerpo se paralizaba, el brujo había hecho unos de sus trucos y todas esas llamas azules que el brujo sabia hacer estaban alrededor de él, parando un asesinato u homicidio o una simple pelea entre Nephilim y subterráneo.

— Magnus déjame matar a ese vampiro.

— Sabes me encantaría Alexander— dijo Magnus con una copa en su mano— pero Raphael es un viejo amigo, y sería descortés dejar que lo mates después de cuidarlo tanto.

— Mató a Simón— susurró Alec.

— Lo reviviremos—dijo Magnus.

Tomando un trago de su copa indiferente hacia la situación.

— ¿Cómo vampiro?

— Exacto—respondió Magnus— que inteligente eres Nephilim.

Alec vio como el brujo se estaba comportando como un idiota, sintió una opresión en el pecho, ese idiota se había aprovechado de él cuando estaba bajo efecto de la bebida, su respiración se aceleró, su enojo apareció, no podía aguantar esta situación.

— ¡No!— remarca Alec — ¡No! Esa decisión no es de ustedes.

Haciendo sorprender a los chicos que lo miraran, las llamas desaparecieron de encima de él, podía matarlos a ambos, pero solo suspiró, él no iba a matar a dos subterráneos, él era Alexander Lightwood mataba demonios no personas, se dio vuelta para ir hacia el cuerpo casi sin vida de su amigo, se arrodilló a su lado y le sacó los lentes trizado que ya no lo necesitaba y acarició el cabello duro del muchacho por transpiración seca, quería llorar ahora al verle así.

*Flash-Back*

No eran más que jóvenes. Él se había escapado del instituto para ver las curiosidades del mundo mundano, así que cuando iba pasando por un lugar no muy alejado de allí, lo vio, Alec carcajeo al ver a un chico tan debilucho y frágil practicando tiro de flechas y hacerlo tan mal. Alec se le había acercado para darle un par de consejos y ese chico había aprendido al primer intento, se presentaron y se cayeron bien desde el principio. Cuando pasaron los días, Simón esperaba a Alec en el lugar y después de que los dos practicaban, charlaban un rato y forjaron una amistad.

— ¿Y esos tatuajes?—le había preguntado Simón con curiosidad.

— Son runas—dijo Alec.

Mirando el piso, había llegado la hora de decir la verdad y no sabía cómo se lo tomaría ya que para los mundanos esto era místico.

— ¿Runas? ¿Qué es eso?— preguntó Simón— ¿Algún tipo de nombre para los tatuajes?

— ¿No dejas de ser curioso Simón?— preguntó Alec.

— No—dijo Simón.

Que había comenzado a sonreír con alegría.

— Las runas son poderosas, cuando están en tu piel, te dan... em... ¿poderes?

— ¡Wow!—exclamó Simón— ¿Y si un mundano trata de ponerse runas?

— Moriría o se volverá loco—Respondió Alec.

Sintió como el menor tragaba saliva por el miedo y Alec carcajeó al ver sus expresiones.

— ¿Y tienes un amigo allá adentro? Donde vives.

— Si, mi Parabatai—dijo Alec sonrojándose.

— Oh—dijo Simón con desilusión—es bueno tener un mejor amigo.

— Jace es mi Parabatai, mi amigo, mi hermano, lo defendería a muerte y en cualquier cosa, porque somos uno—dijo Alec orgulloso— y tu pequeño curioso, eres mi amigo fuera del instituto.

Sonrió para revolver su pelo con ternura, vio como este sonreía y él también lo hacía, acababa de encontrar otro amigo y sabía que si después no podían verse por un tiempo, la amistad estaría presente.

*fin Flash-Back*

Alec volvió en sí, estaba todavía acariciando el cabello de su amigo escuchando su respiración agitada como si estuviera por llorar, no iba a perder a su amigo, no quería, después de tanto no quería dejar que Simón se fuera, sonará egoísta, pero Alec lo iba a revivir, aunque después se arrepintiera cuando se convirtiera en un subterráneo. Miro hacia atrás, vio que Magnus y el vampiro estaban cuchicheando, Magnus seguía tomando líquido de la copa mientras que Raphael se le notaba en la cara que estaba algo inquieto.

— A ver díganme ¿Cómo lo vamos a revivir?— preguntó Alec.

Se levantó notando la cara sorprendida del brujo y notó que el vampiro que estaba al lado elevaba su comisura derecha de su labio, el Nephilim juro ver una chispa en los ojos del chico, pero no le dio importancia.

— Déjanos a nosotros— dijo Raphael comenzando a caminar hacía Simón.

RAPHAEL

Tenían que esperar la noche, mientras tanto se encargaría de tener todo en orden para la noche, primero tenía que ir hacia el hotel y sacar las mayor cantidad de bolsas de sangre posible para cuando el pequeño saliera de bajo la tierra, también tenía que buscar un cementerio para hacer el proceso, pero Raphael no sabía qué religión era Simón, bueno nunca sabía la religión de ningunos de los mundanos y los enterraba igual en cualquier cementerio que encontraba, pero esta vez tenía la necesidad de enterrar a este mundano con su religión.

Miró a la sala, allí estaba ese Nephilim sin despegarse de Simón, no lo dejaba acercarse y eso lo estaba irritando un poco, mientras que Magnus, bueno el brujo estaba con Presidente Miau y otra gran copa entre su mano. Volvió a mirar los libros donde estaba parado desde haces horas y trato de ojear algo hasta que se hiciera la hora de enterrar a Simón, el ambiente no tardó en llenarse de una música clásica cual significaba que alguien estaba llamando a algún teléfono del lugar, dio vuelta creyendo que era el teléfono de Simón, pero solo vio como el Nephilim agarraba su celular y contestaba, miro hacia al frente de nuevo a los libros escuchando como Alec hablaba, era lo más interesante que podía escuchar en aquella sala.

— Jace, no estoy con el brujo—susurró Alec— ¿Y?

Hubo un silencio absoluto por unos segundos.

— Que los entrenamientos se vayan a Edom— dijo Alec enojado.

Más silencio por parte del Nephilim.

— ¡No Jace!—rogó Alec— ¡Ya voy! No vengas por el amor del ángel.

Un suspiro se escuchó por parte de aquel chico mientras se levantaba de su lugar.

— Está bien, ya voy.

La llamada terminó, el vampiro se dio vuelta viendo como él no era el único que había escuchado la conversación, Magnus tenía puesta su mirada gatuna en los movimientos del Nephilim como al principio, vio como Alec suspiraba otra vez, lo cual le hizo entender que era un chico muy estresado y estresante.

— Vendré cuando baje el sol.

Raphael iba a pararlo, necesitaba saber qué religión era Simón pero sentía desagrado hacia los Nephilim de alguna manera, cuando lo vio irse hacia la puerta el chico se detuvo, se dio vuelta y lo miró.

— Raphael, Simón es judío—dijo Alec.

Raphael se asombró ¿Ahora los Nephilim leían la mente? Sintió vergüenza, porque si era real, el Nephilim hubiese escuchado todos sus lamentos de haber dejado morir al mundano y como el mismo vampiro se sentía al ver al mundano allí en el sillón.

— Lo leí en un libro viejo— continuó y se fue.

Ese Nephilim lo había sorprendido, cuando no vio rastro más de él fue hacía Simón, ojeándolo, tratando de comprender qué es lo que el mundano tenía interesante, que no se podía resistirse a estar lejos de él.

*Horas después*

Raphael estaba en una silla al lado del chico, no se había despegado ni por un minuto de su lado, el Nephilim aún no llegaba y la tarde todavía no caía, eso lo tenía irritado no tenía paciencia para esperar que se hiciera la hora, quería enterrar ya a Simón y ver de nuevo esos ojos verdes grisáceos de nuevo para poder disculparse; mirarlo tanto le estaba haciendo perder la cordura. Miro la sala, Magnus estaba en la otra orilla, se veía demacrado aunque estaba en un sillón con otras de las tantas copas en su mano, si Raphael no lo conociera diría que era un adicto a la bebida, pero Magnus siempre tomaba, no tanto como ahora, pero lo hacía.

— Magnus—lo llamo Raphael.

Magnus dirigió su mirada al vampiro, una mirada perdida como si de verdad la bebida estaba teniendo efecto, algo le estaba molestando para estar así.

— Prepárate Magnus—dijo Raphael— todo de ese maquillaje, ropa y esas cosas que usas.

— ¿P-para qué?—dijo Magnus arrastrando las últimas palabras.

— Porque tardas horas y no tenemos que tener retrasos.

— Eres irritable— dijo Magnus.

Para quejarse e irse a su habitación, Raphael comenzó a reír, Magnus a veces se comportaba como niño a pesar de su edad.

†Narrador†

Ya era la hora, el sol había bajado, un aire frío de verano se está haciendo presente y la gente ya está acurrucados en su casa con su familias o tomando aire fresco en sus patios o terrazas, la ciudad se va llenando de luces, y la ahora la noche empieza para los subterráneos que podían salir y camuflarse con los pocos mundanos que salían a divertirse en las fiestas nocturnos. Los pequeños vampiros empiezan a dispersarse para ir a bares o pequeñas fiestas, los licántropos salen a cazar a los bosques para tener alimentos de provisión, las Seelie se preparan para atraer a mundanos a sus trampas, cada uno hace lo suyo, cada uno con un pequeño secreto. Del cual no se debe contar a los demás.

En un punto de la ciudad, en la casa del gran brujo de Brooklyn se espera con ansias para enterrar a un mundano y hacerlo renacer como un hijo de la noche, un chico de ojos azules recién llegado mira con duda a todos en este asunto en el que está metido, él brujo mira al pequeño Nephilim cual no le ha dado señales de interés todavía, y el vampiro segundo a mano del Hotel Dumont mira los materiales repasando que todo estuviera.

Era hora, era hora de que Raphael fuera a enterrar al mundano, esperando que renaciera sin algún problema y también que renaciera con él un peligroso y loco amor.

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