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MAGNUS
Días después podía observar como Raphael se colocaba su traje de tercio pelo negro, su pelo iba peinado hacia atrás, sus ojos avellanas brillaban a través del espejo y Magnus no podía dejar de observarlo, hoy había llegado el día de que las dos parejas se casarían y eso lo emocionaba porque para él era su hijo y hoy disfrutaría también ver a su primer hijo, del mayor casarse con un joven que le había hecho bien y le había dado una familia al igual que él había podido conseguir.
— Deja de mirarme, me incómodas— dijo Raphael— acomoda tu traje, tiene una arruga.
Hoy era el gran día, se casaría con alguien que había robado su corazón, le había dado una familia y lo amaba como toda su alma, Alexander era su amor verdadero y nadie podría negarlo. Le sonrió a través del espejo y dirigió su vista a su traje con cual conoció a Alec, su pelo no llevaba nada de pintura, iba de su color natural, lo había levantado para que su cara y rasgos se notaran más y sus ojos iban delineados, no quería maquillarse mucho sabía que lloraría al ver a Alexander.
Todo era tan emocionante, había llevado una vida de soledad y solo faltó unos minutos para que en un restaurante cualquiera, en un momento cualquiera, pudiera haber visto un hermoso muchacho de ojos azules haciendo que todo su mundo cayera a sus pies. Acomodó su chaqueta y sonrió a ver esa visión, muy pronto podría decir que tenía un esposo, muy pronto sería oficialmente el chico de Alexander y viceversa.
— Magnus ¿Me estás escuchando?
El brujo alzó la mirada para ver como Raphael lo miraba con el ceño fruncido.
— ¿Qué sucede con mi pequeño niño gruñón?
— No me digas así— dijo molesto Raphael— tengo esto para ti.
Cuando Magnus miró con más atención vio que Raphael tenía una cajita en sus manos de negro carbón y adornado con pequeños brillantes.
— Oh Raphael no puedo casarme contigo, mi corazón es de Alexander— dijo Magnus colocando su mano en su pecho.
Raphael dejó escapar una carcajada.
— Solo tómalo.
El brujo sonrió mientras tomaba aquella caja, Raphael no hacia regalos, con cuidado abrió aquella tapa y vio dos pequeños cuarzos de color zafiros, miro al mayor sintiendo como sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
— Es un regalo mío y de Simón— dijo Raphael— creí que te gustaría.
Magnus sentía ganas de abrazarlo, era el regalo más bonito que le habían dado y más cuando Raphael se había dispuesto a dárselo, aunque fuera con ayuda de Simón.
— Es hermoso, muy hermoso— susurró Magnus.
Vio como Raphael tomaba la cajita y sacaba los dos cuarzos.
— Da vuelta las manos Magnus— dijo Raphael.
Magnus le hizo caso mientras veía como Raphael se concentraba en abrochar aquellas joyas en las mangas de la camisa. Hoy sería el mejor día.
ALEC
Miraba a sus dos mejores amigos, su Parabatai se miraba al espejo mientras Simón trataba con nerviosismo de prender su chaquetilla mientras que él no podía controlar sus temblores. Hoy se casaría ¡Se casaría! Algo que nunca pensó que llegaría lograr, pero ahí estaba mirándose en el espejo con su traje blanco y debía admitir que no sentía ningún tipo de angustia al no casarse con su traje que los Nephilim debían usar no cuando podía casarse con la persona que amaba y proclamarse esposos.
Miro sus ojos, algunas pequeñas ojeras estaban situadas bajo de ellos, la noche anterior no había podido dormir, los nervios habían estado viajando por todo su cuerpo, sus pensamientos no habían dejado que descansara bien y ahora no habían desaparecido, su cuerpo temblaba, su garganta estaba seca, sus labios partidos y no podía controlar sus manos del temblor que se había presentado. Se casaría y sería con el gran brujo Magnus Bane, la persona más perfecta, hermosa y excitante que sus ojos pudieron ver para ser solo suyo.
— Me veo muy, muy guapo.
Alec volteó a ver al dúo de atrás, Jace estaba haciendo poses en el espejo mientras guiñaba un ojo y Simón rodeaba los ojos mientras mordía sus labios para poder prender la chaquetilla.
— Ven Simón, déjamelo a mí— dijo Alec.
Vio como Simón asentía y caminaba hasta el, Alec se puso en frente y agarró la chaquetilla para poder comenzar a prenderlo con agilidad.
— Estoy que muero de los nervios ¿Tú no tienes nervios? Nos vamos a casar Alec, nos vamos a casar— dijo Simón con rapidez.
Alec sonrió con ternura, si Simón supiera todo lo que estaba sintiendo adentro, los nervios, ¡Por el ángel! Estaba comenzando a morir por todo lo que estaba sucediendo, pero debía estar tranquilo.
— Tranquilízate Simón— dijo Alec.
Pudo prender los últimos botones de la chaquetilla para después mirarlo, Simón no había dejado de morder sus labios que podían estar muy cerca de lastimarse.
— Me voy a casar y mi madre no ha hablado conmigo ¿Tú crees que está decepcionada de mí?— preguntó Simón con amargura.
Alec le colocó una mano en su hombro mientras negaba con tristeza.
— Claro que no, debe pensar en lo sucedido y reflexionar, dale su tiempo.
Miró a Jace que lo miraba con una sonrisa de complicidad, su Parabatai días atrás le había propuesto ir a visitar a la señora Lewis y tener una pequeña charla con ella, ahora esperaban que pudiera comprender y venir a la boda de su hijo.
†Flash-Back†
— Nadie podrá resistirse a mis encantos, soy Jonathan Herondale, vengo de una descendencia de hermosuras— dijo Jace.
Los dos caminaban por las calles en dirección al vecindario donde solía vivir Simón con el objetivo de convencer a aquella mujer de que fuera al casamiento de su hijo menor, Jace había dicho que se lo debía a Simón por todo lo que había ayudado y Alec quería el bien de su amigo vampiro, así que ninguno se negó a tal acción.
— Que modestia—sonrió Alec.
El chico de ojos zafiros iba pensando en algún discurso para que la señora Lewis los escuchará.
— Le diré que si va al casamiento de su hijo yo le daré un tour privado— dijo Jace.
— Mejor déjame hablar a mí—dijo Alec.
Los dos caminaron unas cuadras más hasta que llegaron a un vecindario teniendo la mala suerte de que no sabían donde quedaba la casa teniendo que preguntar dónde quedaba, llevándose unas coquetas miradas de las chicas y viendo como Jace le seguía el juego, un rato después pudiendo deshacerse de las chicas, los dos fueron a la dirección que le habían dado parando en la puerta de una hermosa casa, con un signo de la estrella de David, la religión de Simón, Jace golpeó mientras los dos se acomodaba su ropa, aunque no tuviera arrugas, la puerta fue abierta mostrando a una mujer rubia, con ojeras y una vestimenta casi desordenada.
— Hola ¿Qué necesitan?— preguntó la mujer.
Alec suspiró y acomodó sus manos detrás de su espalda.
— Hola señora Lewis, somos amigos de Simón y necesitamos hablar con usted— dijo Alec.
Vieron como la mujer se sorprendía y después lo hacía pasar.
— Me siento como un policía mundano—susurró Jace emocionado.
Alec lo ignoró y miró con atención la sala, unos hermosos sillones adornaban el lugar y el ambiente olía a alcohol, todos se sentaron.
— ¿Qué quieren hablar muchachos?— preguntó la mujer.
Jace se acomodó en el sillón haciendo que la mujer lo mirará y Alec también.
— Sobre Simón, ya sabes que se va a casar y una madre no debe faltar a un casamiento— dijo Jace.
Alec tragó con dificultad pensando en su madre, Maryse no estaría, la mayoría de la familia de los demás no estaría, Magnus estaría solo al igual que Raphael.
— No puedo creer que se vaya a casar, mi niño, ni pequeño niño chiquito casándose con alguien desconocido—dijo la mujer
Escuchó a Jace chequear la lengua.
— Señora un prejuicio así como el que usted está dando no es bueno, ni para nosotros, ni para su hijo— dijo Jace.
Alec miró a Jace, estaba hablando mucho mejor de lo que él pensaba y eso asustaba.
— Ustedes no conocen a mi niño cómo yo ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué relación tienen con mi hijo?
— Simón y Raphael son unos grandes amigos nuestros, solo queremos decirle que usted en aquel casamiento hará que Simón pueda casarse feliz—dijo Alec.
Jace se paró y comenzó a alejarse de la sala mientras lo dejaba solo, era mucho mejor cuando sus impulsos de maldad le pedían salir.
— No iré, claro que no lo haré— dijo la mujer— el me ha decepcionado, estuve largos meses preocupado por él ¿Y qué me trae? A un hombre que debe estar amenazando su vida y a un bebé, claro que no iré.
Alec suspiró, era mejor quedarse en casa.
— Raphael es un buen chico, uno de los mejores, salvó la vida de su hijo de repentinos accidentes, ni que puede imaginarse— dijo Jace.
Apareciendo de nuevo en la sala haciendo que la mujer lo mirará.
— Ustedes mienten—dijo la mujer.
— Nos casaremos yo y mi pareja, y Simón con su pareja ¿Usted cree que está siendo amenazado?— preguntó Alec— Simón le ha ofrecido su amor eterno a Raphael y eso no podrá cambiarlo.
Y era verdad porque Simón había entregado su vida por segunda vez para estar al lado de Raphael y eso no lo hacía cualquiera.
— Yo.
Vio como Jace le entregaba un papel.
— En ese lugar se hará la boda, la estaremos esperando señora Lewis—dijo Jace— es hora de irnos Alec.
El ojiazul se paró, hizo una reverencia a la madre de Simón y siguió a Jace para salir hacia la calle, cuando estuvieron lejos de ahí los dos pudieron relajarse y hablar.
— Ella va a ir— dijo Jace.
Pero el chico de ojos zafiros lo dudaba.
— Espero que sí.
†Fin de Flash-Back†
RAPHAEL
Los nervios comenzaron a entrar en su sistema haciendo que comenzará a caminar ansioso por la habitación, se casaría con Simón Lewis, su futuro esposo, hoy era el día.
En su vida había pensado que no encontraría a alguien para que estuviera a su lado, en su niñez no había tenido tiempo para el amor y cuando fue transformado aún era un pequeño que estaba entrando a la pubertad, y aún así no había entregado su corazón por el miedo a dañar a alguien pero ahí estaba a horas de casarse, de darle sus votos matrimoniales y poner un anillo en el dedo de Simón para proclamarlo como suyo.
Y sentía ganas de vomitar. Si, la primera vez después de muchas décadas que le sucedía lo mismo, cuando era pequeño la ansiedad que sabía sufrir eran tan grandes que su estómago se revolvía y comenzaba a sentir náuseas, ahora volvía a sentirlo, imaginar cómo estaría vestido Simón, cómo sería su mirada cuando estuviesen llegando uno al otro, como serían los votos y la tensión del lugar, no podía ni imaginar eso, tenía que ser perfecto, porque Simón se merecía un casamiento perfecto, aunque si fallaba podían mudarse a otro estado y casarse allá, eso tampoco era mala idea.
Comenzó a buscar algo que pudiera aparentar ser excusado, tenía que ser precavido si las cosas sucedían ¿Y si Simón se arrepentía? ¿Y si Reb reflexionaba y le pedía que no se casará a Simón? Aunque eso sería estúpido, la hermana de Simón había sido muy agradable, le había dado su confianza además se había nombrado como madrina de casamiento.
— Raphael Santiago qué haces con mi bolso de maquillaje.
Cuando alzó la mirada vio como Isabelle Lightwood lo miraba con el ceño fruncido mientras sostenía al pequeño Max en sus manos, miró sus manos viendo la cartera de maquillaje medio abierta bajo su cara.
— S-Solo.
— Náuseas— susurró Magnus— Raphael está nervioso por el casamiento.
Raphael lo miró molesto y dejó la cartera en un lugar mientras sentía su estómago revolver, no podía soportar los nervios, eran tan fuertes.
— ¿Nervios? Tengo la solución— dijo Izzy.
El vampiro se cruzó de brazos esperando que prosiguiera viendo como la muchacha de pelo negro sacaba una pequeña petaca de otra cartera.
— Me agrada esa solución— dijo Magnus
Mientras hacía aparecer una copa en su mano con un poco de bebida, Raphael negó.
SIMÓN
Casamiento es una palabra muy grande para cualquier persona y mucho más para un adolescente de dieciocho años que recién había probado el fruto de una familia, así que era obvio que ahora viendo a Jace teniendo a Raphita en sus brazos, con un hermoso traje de terciopelo azul hiciera que todas sus emociones subieran a su cuerpo.
Había estado ensayando lo que le diría a Raphael en el altar y aunque no fuera un casamiento como su religión le exigía, no le daría vuelta, podría decirle todo lo que había querido decirle Raphael y sería hermoso, porque no solo se estaba casando él, si no su mejor amigo también, era una boda a lo Glee y eso era hermoso. Miró a Alexander que había optado por sentarse y mirar hacia la nada, Simón lo envidiaba, el chico Nephilim tenía un don para estar relajado aunque a veces no sucedía y se le saltaba el moño, pero en su día de casamiento parecía relajado.
— Clary está preparando el lugar, ni se imaginan lo bien que ha quedado, aunque ha necesitado ayuda de Izzy— dijo Jace.
Vio como Alec asentía, el casamiento sería en casa de Magnus, Izzy había contratado a un cura mundano y la fiesta sería pequeña y silenciosa, solo ellos y nadie más, había sido indicado que a Alec no le agradaba mucho las personas desconocidas, así que solo aparecerían una cantidad pequeña de amigos de Magnus, algunos que otros chicos del clan y Reb, se amargó por no saber noticia de su madre, ella era importante en su vida, la amaba y más cuando había pasado todas esas tragedias de ver la muerte de la madre de Alec le había hecho dar cuenta el valor que tenía su madre en su vida y ahora la volvía a perder.
Vio como Rafita le estiraba las manos para que lo alce, se acercó hasta ellos y lo cargó, era sorprendente ver cómo el pequeño niño sabía cuándo se sentía mal.
— ¿Qué sucede pequeño?— le preguntó Simón— extrañas al papá, porque yo también lo hago.
El pequeño comenzó a balbucear mientras movía su cuerpecito con ansiedad, nadie pudo evitar reír en ese momento.
— Ya es el momento— aviso Jace mirando su celular— debemos salir.
Toda la habitación se llenó de tensión, era hora, Simón comenzó a caminar mientras que sentía como en su chaqueta estaba la caja donde tenía los dos broches para el traje de Raphael, había tardado mucho en encontrar uno de esos que encajara con Raphael, dos diamantes, no sabía porque le había gustado tanto, capaz por que consideraba a su esposo como alguien brillante, hermoso, perfecto, fuerte, reaccionó a ver que todos estaban saliendo de la habitación, abrazó al pequeño y apretó sus labios con nervios. Ya era hora.
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