CAPITULO 27
NARRADOR
Ya estando de vuelta en Grecia, donde se realizará la boda de Nefeli y el bautizo de su pequeña perlita. Elpida tuvo que quedarse y llega el día de hoy junto a Ari, Gaby y Hans. Ellos no podieron salir de vacaciones antes.
Mijaíl, como un niño esperando a Papa Noel, se encuentra desde muy temprano en el aeropuerto aguardando por su mujer, sí, su mujer, la cual ya lo ha perdonado; pero tampoco le hace todo fácil.
Hace casi ya dos semanas que Mijaíl puede caminar con la única ayuda de un bastón, los únicos que conocen ese secreto son Ari y por supuesto Elpida; pero decidieron mantenerlo en secreto hasta el gran día de mañana. Quieren hacerlo especial. ¿Qué mejor que poder llevar a su pequeña al altar después de tanto sufrimiento que le hizo pasar?
Al abrirse las puertas de los pasajeros que llegan, el primero en aparecer es Hans y corre hacia él y como siempre le da uno de sus abrazos muy efusivos.
—¿Cómo estuvo el viaje? —le pregunta y su sonrisa indica que lo ha disfrutado a lo máximo.
—¡Ha molado mucho! Y no tuvimos turbulencias.
—¡Me alegro, campeón! —De reojo Mijaíl ve como su mujer, una vez más, se queda al margen para que él termine de hablar con el niño—. Deja saludar a los demás y nos vamos a la casa —le dice al pequeño y éste asiente, se hace a un lado, dando el espacio para que sus amigos lo saluden primero y por último ella. En el momento que va a besarlo la atrae a él y cae sentada en sus piernas.
—¡¿Mijaíl... qué haces? —Ríe—, la gente nos está mirando y lo más posible es que mañana salgamos en la prensa rosa —dice, pero sigue con sus dedos entre el pelo del joven y ríe sobre sus labios.
—¡Pues me importa una puta mierda dónde saldremos y que escriban lo que se les dé la gana! —Un golpe llega a su cabeza y ve como Ari lo mira con mala cara y señala a Hans que está a su lado. El pequeño mira primero a Mijaíl, después a Ari y pone los ojos en blanco.
—El que sean tan maleducados y hablen así, no significa que haré lo mismo yo. Y para que sepan, me deben cincuenta euros por cada palabrota y esas son palabras de mamá —afirma el niño y señala a su madre. Sin decir más se aleja con Iván hacia la salida. Dejando a los dos hombres sin poder reaccionar.
—¡Joder, amigo! —Ríe Ari—. Te ha llamado maleducado un niño de diez años.
—Amigo, eso iba para ti —se burla Mijaíl—. Quizás qué escucha ese crío en su casa.
Sin dejar que Elpida se baje de sus piernas, salen del aeropuerto con rumbo a su casa, la cual la joven aún no conoce. Él espera que pronto ella decida trasladarse a Grecia y poder vivir ahí juntos. La casa se encuentra a las afueras de Atenas, pero no a más de media hora.
Sus manos entrelazadas mientras van en el carro, Mijaíl se siente entre nervioso y eufórico. No sabe cómo reaccionará la joven, o si aceptará irse a vivir con él. Detienen el carro y puede ver el asombro en su rostro.
—¿Dónde estamos? —Elpida no aparta sus ojos de los del joven, esperando impacientemente por una respuesta.
—En mi casa —dice un poco nervioso—, y espero que pronto sea «nuestra casa». —Ella sonríe pero no dice nada en absoluto. Es una casa hermosa, completamente iluminada a estas horas. Se encuentran en el jardín que conduce a la entrada, con antorchas iluminando el sendero, es bastante grande, es de dos plantas. Siguen el sendero hasta la puerta principal. Antes de entrar como es la tradición, si es que fueran novios, Mijaíl vuelve a atraer a Elpida y la sienta una vez más en sus piernas y así cruzan el umbral que los conduce hacia el interior de la casa. La joven mira todo detenidamente. El dueño de la casa le indica a Ari dónde se hospedarán y así quedan los dos solos. Mientras su mujer sigue viendo todo minuciosamente. El salón es enorme, en el centro de la habitación cuelga una araña enorme como lámpara, del lado derecho está la sala, con dos ventanales de piso a techo y una vista al jardín impresionante; del lado izquierdo otra habitación que es el comedor con un ventanal hacia el jardín por el que han entrado y del otro lado otro ventanal hacia el jardín interno, en donde está la piscina.
Esta casa Mijaíl la construyó por y para ella, en la habitación a la que entres hay fotos, como en su oficina, su departamento, también aquí, fotos de todos ellos.
—Es preciosa... —susurra más para ella que para él.
—¿De verdad te gusta? —pregunta y puede decir que por fin se siente más tranquilo.
—¡No sólo me gusta, me encanta...! Es más de lo que nunca soñé, y no me refiero a todo esto. —Mueve sus manos, mostrando su alrededor—. Sino que los detalles que existen aquí. —Por último señala una foto de ellos en la que aparecen cargando a Zoi.
—Es tuya, quiero decir, es mi regalo de nuestra boda —le dice sonriendo.
—Creo que te estás apresurando demasiado —dice mientras se acerca a él y sin pedirle permiso, vuelve a sentarse en sus piernas—. Pero debo admitir que me gusta.
—¿Entonces aceptarías casarte conmigo? —pregunta él para saber si va por buen camino y si existe alguna posibilidad de que la próxima boda que se realice, sea la suya.
—Pues... no lo sé. —Sonríe y besa los labios masculinos—. Cuando lo hagas correctamente, te daré mi única respuesta.
—¿Correctamente? —La mira intensamente. Él ama a esa preciosa traviesa que lo trae hipnotizado por años, le encanta cuando está en ese plan. Como ahora que le está subiendo lentamente la sudadera. No le importa quedar desnudo así, frente ella, justo ahí. La casa a pesar de que están en Diciembre es muy cálida y sabe que sus invitados no bajarán, porque ya es tarde.
—Exacto, correctamente. —Hace que levante sus brazos y tira de ella, dejándolo con el torso desnudo y escucha como jadea al ver su tatuaje. Hace unos días atrás, había tomado la decisión de hacérselo y sin pensarlo dos veces, fue donde su amigo. Le explico exactamente en lo que estaba pensando y él lo realizó. Es un ángel femenino, su cuerpo se encuentra por completo en su brazo, una de su alas cubre casi hasta la mitad de su pecho por encima de su corazón y la otra mitad de su espalda a la misma altura, ella sostiene y protege a un hombre dañado, cuando su amigo se lo dibujó y se lo enseñó, supo de inmediato que eso era lo que los representaba.
La joven pasa lentamente las yemas de sus dedos por encima de la piel cubierta por la tinta y cuando llega a la inscripción que lleva, sostiene su respiración y con la voz agitada lee:
«ΕΛΠΙΣ ΜΟΥ, ΣΥ ΣΩΤΗΡ ΜΟΥ»
(ELPIS MU, SY SOTIR MU)
(Esperanza, eres mi salvación.)
Sus ojos se humedecen y lo mira sin poder creer que ha tatuado su piel, él, que juraba que nunca lo haría.
—¡Por Dios¡ ¡¿Qué has hecho?! —Mijaíl se tensa al creer que no le gusta lo que ha hecho «¡Mierda! No le ha gustado», pensó preocupado.
—¿No me digas, que no te gustó?
—¿Estás demente? Es... es... ¡Dios mío! Mijaíl, es que no tengo palabras para describirlo.
—¿Entonces me lo quedo? —pregunta el hombre medio en serio y medio en broma.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Si no me gustara, te lo quitarías? —El rostro de Elpida muestra la sorpresa que siente ante las palabras dichas por él, no lo puede creer... «¿Él haría tal cosa? ¿Se lo quitaría por ella?». Ella se enamora cada vez más de su primer y único amor.
—¡Claro! ¿Cómo podría estar después, por encima de ti o debajo, sabiendo que no te gusta lo que ves? —El color sube a las mejillas femeninas y lo golpea en el pecho.
—Tonto. —Ella ríe. Entrelaza sus manos por detrás del cuello de su hombre y por encima de sus labios dice—. ¿Dónde se encuentra nuestra habitación?, porque debo examinarlo un poco más; pero la verdad es que de sólo verte con este tatuaje, me he puesto completamente húmeda y ¡Joder! Muy, muy caliente. —La mujer pasa la lengua por los labios entreabiertos de su amado y su miembro despierta justo por debajo de su culo. Ella lo siente de inmediato y un jadeo se le escapa.
Así se encaminan a la que será su habitación por el momento, porque su dormitorio se encuentra en el segundo piso y completamente vacío. Él quiere que sea ella quién lo decorara y ponga su alma en él.
Una vez en el lugar indicado, Mijaíl se deshace de la blusa que no le deja apreciar la piel de su mujer, y así deja los pechos sólo cubiertos por el sujetador de encaje. La respiración de ella es agitada y sus gemelas suben y bajan rápidamente. Aparta la tela que no le permite apreciarlos como corresponde, los pezones rosados lo llaman a lamerlos y succionarlos. Tira de sus pezones y jadea, sopla por encima de ellos y siente como se presionan los muslos femeninos para encontrar alivio en su intimidad. El hombre pasa lentamente la lengua por el cuello femenino, disfrutando de su sabor. Ella de inmediato echa la cabeza hacia atrás para darle espacio, disfrutando las caricias que le regala su amado, por su hombro, pecho, pero sin dejar en ningún momento de dedicarle su atención a sus pechos.
—¿Ahora estás húmeda? —pregunta él por lo que le ha dicho antes; pero sabe muy bien que está más que eso, está mojada, lista para recibirlo en su interior.
—¡No...! —grita en el momento que ha tirado de su pezones, llevándola a un orgasmo—. ¡Oh... mmmm... Dios! —balbucea mientras esconde su rostro en el cuello del hombre intentando recobrar la respiración, pero él no se lo permite.
Le encanta cuando usa faldas cortas con botas que le llegan casi hasta las rodillas. Sobre todo cuando su diosa tiene un cuerpo que a cualquier hombre le puede provocar un infarto. Mete su mano entre las piernas de su amada y siente el resultado de su orgasmo.
—¡Ahora sí estás mojada! —afirma y sin pensárselo dos veces tira de las medias y sus braguitas que lleva puesta. Elpida lo mira sorprendida pero se siente demasiado excitada.
—¡Dios... me las pagarás! —se queja, suena más como jadeo que molestia.
—Sí, mi amor, sé que soy tu Dios y te compraré todo lo que quieras, sólo para volverlo a romper. —Atacando de nuevo su boca mientras que con su mano ataca los labios vaginales de su mujer. Está tan resbaladiza que no tiene ningún problema en que sus dedos follen su interior.
—Ponte de pie —ordena y ella no duda ni un segundo, obedece de inmediato. Para él, la mujer que tiene frente a sus ojos es un pecado, sus tetas bien levantadas por su sujetador que aún lleva puesto, siéndole ofrecidas. Su falda recogida hasta su cintura y ropa interior rota—. ¡Eres mi diosa! —Admira y los dos dedos que tenía en su interior se los lleva a la boca disfrutando del sabor de su mujer—. Eres mi néctar más valioso. —Elpida no puede evitar jadear al ver como él disfruta de su esencia e intenta encontrar alivio en su intimidad apretando de nuevo sus piernas—. Date la vuelta y tomate de los tobillos. —Su culo queda justo a la altura del rostro masculino, lame hambrientamente sus labios, sintiendo como se le hace agua la boca al tener ofrecida así la intimidad de su mujer. El que las piernas de Elpida midan más de un metro ayuda bastante.
La toma por las caderas y la atrae a su boca, sopla su clítoris haciendo que se estremezca por completo, la mujer siente que en cualquier momento explotará y eso solamente su amado puede lograrlo. Hace su agarre más fuerte. Lamiendo y saboreando la vagina que llena su boca con jugos que él no puede parar de beber.
—Eres mi chocolate preferido —dice por encima de la intimidad femenina y la muerde en el punto exacto para desesperarla.
—¡Ah...! —grita ella— ¡No puedo más...!
—¡Si puedes, amor! —la alienta Mijaíl—, disfruta. —El hombre lleva los fluidos desde la vagina hasta su culo que de sólo mirarlo le está dando un tremendo dolor de pelotas. Lentamente juega con el orificio, poco a poco le introduce un dedo, por un momento la joven se tensa, pero rápidamente se relaja. La llena por los dos lados y nota cómo la intimidad de ella se ajusta a sus dedos, avisándole que ya está lista una vez más y él, explotará si no se hunde pronto en ella.
Poco a poco se pone de pie y baja su pantalón, dejando su erección por completo dura y libre. Pasa su mano por lo largo de su miembro y una vez listo, lo introduce en su interior de una sola estocada. Tomándola por atrás.
—¡Oh... Dios! —gime—. Me estás rompiendo, siento cómo me llenas por completo mmm... me encanta, sigue, ¡Por favor no pares!
—¡Estás tan apretada. —la folla con fuerza y ella responde desesperada, sujetándose aún por los tobillos mantiene su culo en alto para que su amado la folle como se le de la gana.
—¡Es demasiado...! —exclama intentando respirar— ¡No puedo... Mijaíl, no puedo más!
—Déjate ir, cielo y llévame contigo. —Sin necesitar nada más, terminan los dos a la vez. Sus piernas tiemblan pero ya tiene la fuerza suficiente para poder sostenerse en pie, sujetar a su amada y no caer al suelo.
Una vez duchados, por fin se encuentran en su cama, ya es tarde, y en unas horas les espera un gran día.
Mijaíl la abraza por la espalda, hunde su rostro en el cuello femenino y besa el tatuaje que tanto ama.
—Por lo que puedo ver, te gustó mi sorpresa —se burla él ganándose un codazo, justo en el estómago—. ¡Auch! Qué bestia. —Ama tenerla en su cama, abrazados, perteneciéndose.
—Bestia me verás si no me dejas dormir y por la mañana aparezca con ojeras. —lo regaña la joven—, y espero tener siempre la misma reacción con tu tatuaje; pero sólo una cosa te digo. —Se gira un poco para poder verlo mejor mientras le habla—. Si antes eras sexy, ahora te ves extremadamente caliente. —Esas palabras para él fueron el detonante.
—¿De verdad ahora quieres que duerma? —le pregunta mientras vuelve a instalarse entre las piernas de Elpida y sin pedirle permiso, tampoco hubiera encontrado resistencia, y una vez más se entierra en su interior. Alcanzando juntos el clímax.
Mijaíl no logra comprender como de un momento a otro una casa se puede convertir en un manicomio. Si hasta llega a creer que se ha equivocado de dirección, pero no, esa es la casa en la que se crió. Apenas entra, escucha a su padre quejarse.
—¡Hola, viejo! —lo saluda al ingresar al salón—. ¿Qué sucede? —Señala el joven con sus manos la locura que existe a su alrededor.
—Tu madre y tu hermana, están histéricas —Se saludaran con un abrazo de hombre y al separarse, el mayor hace una mueca con su boca que les provoca la risa a los dos—. Me tienen despierto desde las seis de la mañana y no tengo absolutamente nada que hacer —se queja.
—¡Tienes que vestirte...! —grita la madre al verlos conversando— ¡Por el amor de Dios, Giorgo, aún no estás listo! —Como si nada se acercó a su hijo—. ¡Hola, cariño! —lo saluda y como siempre le besa la cabeza. Mientras tanto, el hombre de familia pone los ojos en blanco y desaparece de la vista de su esposa e hijo—. Tu ropa está en tu habitación ¿necesitas ayuda?
—No, madre, tranquila, puedo yo solo. —«Si sólo supieras mamá la sorpresa que les tengo. Hoy será un gran día para todos. Me ha costado mucho llegar aquí pero lo tengo todo preparado. Ya está terminada la clínica de rehabilitación y está todo preparado para la sorpresa que tengo para mi bella Elpida», piensa mientras se dirige a la que era su habitación. Elpida se ha quedado con los demás en la que fue la casa de Strato y ella desde su infancia, la verá de una vez en la iglesia.
Ya todos preparados, esperando por la pequeña de los hermanos. La primera en aparecer es Athiná, con la perlita de familia en brazos, la pequeña lleva un vestido celeste que combina con sus ojos y una cinta del mismo color adorna su cabecita. Apenas vio a su tío extiende sus manitos para que él la cargue, algo que hace con mucho gusto. Por un momento toca su mejilla y los dos se quedan mirandose directo a los ojos, quien vea esa escena pensara que ellos pueden comunicarse de esa manera, y no estarán muy equivocados. Cuando la pequeña sonríe, sus ojitos se aclaran aún más. Mijaíl escucha a los demás hablar, se da cuenta que su pequeña hermanita ya está ahí, y al apartar su mirada de Zoí se encuentra con un ángel que le sonríe. Nefeli se ve preciosa y así, como si fuera una película llegan todos los recuerdos vividos a su mente. El día en que sus padres los llevaron a Kyriako y él a comer en el Goody's, comida chatarra, y les dieron la noticia de que pronto tendrían una hermanita. La felicidad que sintió no tenía descripción. El día en que llegaron sus padres con ella en sus brazos, ahí, en ese mismo instante, supo que debería de protegerla por el resto de sus días aunque fuera con la misma vida.
—¡Ma...má, ma...má! —Zoí aplaude haciendo un alboroto al ver a su madre tan hermosa. Todos ríen. Pasan casi dos horas hasta que se marchan a la iglesia. Las ceremonias se llevan a cabo en Zoodocho Pigis, situado en Pirea, teniendo el puerto de Pirea como fondo, donde ya Elpida y su hemano se encuentran hace horas.
—Tranquilo, hermanito. —Elpida intenta tranquilizar a su hermano que de verdad se ve y siente demasiado nervioso—. Estoy feliz por ti, por ustedes.
—Sabes que siempre estaré para ti, ¿cierto? —Strato necesita decirle a su hermanita y darle la seguridad de que a pesar de contraer matrimonio nunca lo perderá.
—Lo sé Tato, no te preocupes. —Y como hacían tantas veces siendo niños, juntan sus narices y se abrazan por la cintura, él siendo mucho más grande que ella la cubre con sus brazos. Elpida siempre será su hermanita pequeña, su sangre y a la que protegerá con su vida si eso es necesario. Su conexión desde que perdieron a sus padres, se ha convertido en una fuerza indestructible, nadie nunca logrará que ellos se separen por ninguna razón.
Unos bocinazos los hace romper su abrazo y toda su atención se dirige a la entrada del lugar.
Se detiene el coche y la primera en descender es la madre de la novia con su nieta en brazos, después de dar tres vueltas alrededor de la iglesia dando bocinazos, por fin se detienen. Iván, ayuda a Mijaíl a descender del coche. Su madre le entrega a Zoí y juntos los tres van hacia donde se encuentra Elpida y su cuñado. Atrás de ellos viene su padre junto a sus hermanos. Al llegar frente a ellos, Mijaíl llama la atención de su amigo.
—Strato. —El hombre no queriendo apartar su mirada de la mujer que hará suya frente a Dios y a todo el mundo, lo mira de mala gana y espera que le dé algún discurso de cómo cuidar a su mujer.
—Dime —responde ansioso para que termine pronto con esa tortura de querer tocar a Nefeli y no poder hacerlo
—Strato, necesito que entres a la iglesia y nos esperes ahí. —El novio lo mira sin poder comprender el porqué, si la tradición dice que los dos deben ingresar juntos a la iglesia; extrañado mira a su hermana la cual simplemente le sonríe.
—¿¡Qué...!? ¿¡Por qué!? —pregunta enfadado, su mirada va desde su mujer a su amigo, viendo en ella también, solo sorpresa—. ¿De qué va todo esto, Mijaíl?
—Por favor, confía en mí —le suplica, él vuelve a mirar a su amada, esperando que ella diga algo, pero ella no aparta la mirada de su hermano, Nefeli está nerviosa, no entiende por qué su hermano hace todo eso. Strato al fin acepta y tomado del brazo de su hermana, entra a esperar por su mujer. Iván, disimuladamente se acerca a ellos.
—Un momento. —Mijaíl se gira para quedar frente a todos—. Madre, ¿puedes cargar a Zoí? —Los cuatro lo miran sorprendidos, pero sólo esperan, Elefthería, de inmediato hace lo que le pide su hijo, tomando en sus brazos a su perlita.
El hombre lentamente baja los pies y los deja en el suelo. Nefeli tapa su boca sorprendida y su madre abraza más fuerte a su nieta, en el mismo estado que su hija. Iván sujeta la silla, mientras que por fin se coloca de pie frente a ellos. Ari se acerca a él y le entrega un bastón, golpeándole el hombro, felicitándole a su modo todo lo que ha logrado.
—¡Hijo...! —La mujer por primera vez no sabe qué decirle. Está emocionada al ver que su hijo por fin puede liberarse de esa maldita silla.
—Si madre, a pesar de que necesito de esto. —Muestra el pedazo de madera que sostiene—. Hace unas pocas semanas, ya puedo caminar. —Se acerca a ella, Zoí como sabiendo la importancia del momento, sólo sonríe y aplaude. Él las abraza a las dos, escuchando los sollozos de su madre que ya está completamente feliz al darse cuenta que tiene a su hijo de vuelta. Nefeli no para de llorar, el joven deja a su madre y se acerca a su hermana. Los hombres de la familia Giorgo y Kyriako, no dicen nada, sólo miran la escena completamente emocionados.
—Te prometí. —Toma su mentón para que levante su rostro y lo mire—. Te di mi palabra, de que sería yo quién te entregaría a mi cuñado, caminando, y que bautizaría a mi perlita, estando de pie. —Abre sus brazos mostrando su persona—. ¡Y, aquí estoy! —Ella no se hace esperar y se lanza a los brazos de su hermano al que casi pierde.
—¡Soy la mujer más feliz de la tierra! —exclama entre sollozos—. Es el mejor regalo que has podido darnos.
—¿Eso quiere decir que no te agrada la luna de miel que les regalamos Elpida y yo? —bromea Mijaíl para intentar aliviar un poco el momento.
—¡¿Qué..?! —grita ella aún más emocionada.
—Así es. —Lentamente el joven saca del bolsillo de su chaqueta un sobre que contiene los pasajes.
—¡Por Dios, hermanito! —Se vuelve a fundir en los brazos masculinos y a ellos se unen, Kyriako y sus padres. El momento es perfecto. La familia completa ya puede vivir feliz, lo han pasado mal, para esos padres el casi llegar a perder a uno de sus hijos fue un infierno. Para aquellos hermanos que siempre serán los tres, el tener a uno casi visitando el mundo de los muertos, no los dejaba vivir y disfrutar de las cosas buenas que les brinda la vida. Como dice Elpida «No se vuelve al pasado, sólo se vive el presente para tener un mejor futuro», piensa Mijaíl, y una sonrisa se astiba en su rostro mojado por las lágrimas que desconoce que derramaba—. ¡Te voy a matar...! —todos ríen por la reacción de la joven.
—¿¡Por qué!? ¡Ahora qué hice! —se queja inocentemente Mijaíl.
—¡Has arruinado mi maquillaje! —Hace un puchero y el joven no puede evitar poner los ojos en blanco.
—Espera un momento —llama a Gaby que está junto a Ari, a quien se le ve bastante conmocionado—. ¿Gabriela, puedes volver a retocarle el maquillaje? —le pregunta a su amiga, ella pone manos a la obra de inmediato y a los diez minutos ya están listos.
—Padre, ¿te importaría ser yo quién se la entregue a Strato? —pregunta al hombre que les dio la vida y que en ese momento lo mira con ojos llenos de lágrimas.
—¡Claro que no, hijo! —Sonríe y a pesar que para todos es un hombre duro en su trabajo, ellos son su debilidad y se puede ver en su rostro la felicidad—. Nada me haría más feliz que entraras ahí. —Señala la puerta de la iglesia—, con tu hermana, sería un nuevo comienzo para todos.
—¡Así es, papá! —El joven lo abraza susurrándole— ¡Gracias, viejo, por todo! No me alcanzará la vida para agradecerte.
—Con sólo verlos felices, me bastará. —Al separarse sonríen. El jefe de familia va hasta donde se encuentra su mujer y tomándola del brazo ingresan a la iglesia, los siguen Kyriako y Athiná. Esa joven trae loco al hijo primogénito, pero no se le puede culpar, tiene una belleza exótica y además lo ama por encima de su apellido.
—¡Lista! —anuncia Gabriela, y al mirar Mijaíl a su hermana, lo único que delata que ha estado llorando, son sus ojos rojos, pero su maquillaje una vez más está perfecto—. ¡Bien hecho, idiota! —dice ella abrazandolo y le da un pequeño golpe en la cabeza.
Una vez que los dos hermanos se toman del brazo, se preparan para ir al encuentro de su amado.
—¿Estás segura? Aún estás a tiempo de escaparte —le dice medio en broma—. El coche está preparadísimo para partir en el momento que quieras.
—Hermanito —dice llamando la atención de su hermano mayor—, con esto he soñado desde que tengo dieciséis años. ¿Crees que teniéndolo ahí donde quiero, lo dejaría escapar? —Nefeli lo mira levantando una ceja y esperando por lo que tenga que decirle él.
—¡Son unas brujas! —Rie—. Todo lo tienen perfectamente calculado.
—¡Exacto! —Su sonrisa se hace inmensa—. ¡Ahora mueve tu culo y llévame hasta mi príncipe!
—A tu bello durmiente, mejor dicho —Los dos rien, por fin todo toma su rumbo.
—Te quiero, hermanito, gracias por hacer de este día, mucho más perfecto.
Ingresan lentamente y los ¡Oh! y ¡Ah! Al verlos no se hacen esperar. Murmullos llenan la iglesia, llamando la atención del novio que aún sigue nervioso a la espera de su amada. Primero ve a su amigo, sorprendido y muy emocionado al ver que por fin está de pie y camina al lado de su hermana, luego su mirada va directo a su mujer. A pesar que frunce el ceño al darse cuenta que Nefeli ha estado llorando, al fin sonríe al ver cómo su sonrisa ilumina su rostro. Una vez frente a él, le entrega la mano de la novia.
—No tengo palabras para agradecerte lo que haces por mi pequeña y por hacerla tan feliz. Les pido perdón aquí, delante de Dios y la gente que nos quiere, cuídala, amala y confía en ella. No cometas los errores que he cometido yo. Porque te prometo que te buscaré, te encontraré y te cortaré lo que más aprecias — le susurra al darle un abrazo, los dos amigos ríen felices.
Las ceremonias son perfectas. Claro que Mijaíl casi golpea al sacerdote que tortura según él a su perlita. «¡Pero es que es una completa tortura!». Le dice a cada rato a Elpida que se situa a su lado. Con este frío, tener que ser introducida en una fuente con agua, por mucho que esté tibia como dicen, y más encima hundirla a la fuerza tres veces, para él es demasiado y claro Strato también opina lo mismo y en dos ocasiones Nefeli lo sujeta del brazo para que no detenga la ceremonia. La niña se ha puesto casi morada por el frío y el llanto. Menos mal que Elpida sostiene a su hombre o este hubiera cometido alguna locura.
Al terminar, todos se van a la casa de la familia Renieri, donde se dará una pequeña fiesta entre amigos. Ellos no quieren nada que sea demasiado alborotado.
Parece como en los viejos tiempos, y eso, es perfecto. Pano ha traído a una mujer, pero no deja que le pregunten nada. Así que eso quedará pendiente.
Los dueños de casa se llevaron a los niños para que los demás puedan disfrutar sin presión. Se encuentran sentados en la mesa, Mijaíl, Strato y Pano. Ari llega y se acomoda en una silla al lado de Mijaíl, entregandole una copa para brindar. Quien los viera, se daría cuenta que cada uno de ellos babea por su mujer. Elpida para él siempre luce perfecta, pero hoy su belleza está adornada por su felicidad. Sus ojos brillan y sus mejillas se han tornado de un color rosa, por tanto bailar. Se ha quitado los tacones que llevaba hace unas horas y ahora anda descalza.
—Hace unos años —comenta Pano, sacándo de esa manera a todos de la hipnotización que les han producido sus mujeres—. Estábamos así. —Señala a Strato y Mijaíl—, con excepción de Ari —aclara—, y teníamos una piscina frente a nosotros... —Los recuerdos llegan a sus mentes como si los estuvieran viviendo en ese momento y Mijaíl pudo revivir esa ocasión.
«Nosotros tres estamos con una cerveza en la mano y las pequeñas están tomando el sol. Elpida en casi un mes y algo cumple los dieciocho y Nefeli en algo más de tres meses cumple los diecisiete.
―Y el muy hijo de puta me dice al abrir la puerta: "Vine por la hermosura de esta casa"». Pensando que era Elpida. Me dieron unas ganas tremendas de romperle la cara. ―Nos dice Strato, terminando de contar la última anécdota con uno de los tantos imbéciles que querían ser novios de Elpida. Pano suelta una carcajada que hace que Strato y yo lo miremos mal―. ¡No te rías, idiota!
―Es que es chistoso cómo sufren ustedes por sus hermanas ―nos acusa y vuelve a reír. Claro como el muy estúpido es hijo único no podrá entendernos nunca lo que nos pasa a mi amigo y a mí.»
—Cómo pasan los años —piensa en voz alta el recién casado—, a seguir pasando los años que vienen, unidos como siempre. —Todos juntos brindan y sus mujeres llegan por ellos para salir a bailar y aunque Mijaíl, no los acompaña por mucho tiempo, pero si disfruta con ellos.
El sol aparece y todos se encuentran desperdigados por la zona de celebración, el lugar está rodeado de sillones y hamacas, que cada uno ha convertido en cama. Unos casi duermen y otros simplemente contemplan el paisaje. Elpida no puede apartar sus ojos del hombre que ama, lo ve nervioso y lo siente distanciado de ella, algo que no le gusta para nada, parece que algo no anda bien, pero se enterará de inmediato. En el momento que toma la decisión de preguntarle, él la sorprende al gritar.
Es el momento perfecto para darle a la mujer de su vida la sorpresa, que gracias a todos ha logrado realizar sin que ella se entere de nada.
—¡Gente...! —grita Mijaíl y todos se quejan. No han dormido nada y algunos están con algunas copas de más—. ¡A mover sus culos!
—¡Joder, hombre! vete a follar a tu mujer y déjame a mí seguir durmiendo —se queja Pano recibiendo de inmediato un golpe en la cabeza por parte de Strato que está a su lado.
—Habla bien de mi princesa —lo amenaza el hombre.
—Bueno déjense de mierda y a levantarse. Una ducha y nos marchamos. —Elpida comienza acercarse a él mientras los demás se esfuman de su vista. Se ve preocupada y no encuentra la manera de preguntarle a su amado si le esconde algo. Aún le cuesta creer que no volvera a desaparecer.
—Mijail —dice bastante sería—. ¿Qué sucede que llevas toda la noche actuando extraño? —Él sabe que ella no confía cien porciento en él, pero eso se lo tiene bien merecido—. Te veo y siento nervioso, espero que no estés ocultándome nada malo ya que no soportaré una vez más tus secretos y el dejarme afuera. —Se ve insegura y eso, a él le rompe el corazón.
—Cielo... —«¡Joder! Espero que esto que tengo preparado por lo menos me de algún punto a mi favor», piensa él antes de poder tranquilizarla— ¿Puedes acompañarme un momento? —La atrae a él, necesita sentirla, tocarla, no quiere que nada los separe—. Necesito hablar contigo de unos asuntos y mostrarte un lugar, necesito que confíes en mí completamente quisiera poder vendarte los ojos pero sé que te negarás por lo tanto. ¿Podrías sólo cerrarlos cuando te diga, por favor? —Mijaíl espera que esta vez ella confíe en él ciegamente. Elpida se ve sorprendida pero ya más relajada. Ella asiente, y acepta sus condiciones. Los dos se marchan yendo a su casa, para ducharse y vestirse rápidamente, una vez listos se dirigen hasta donde él lo tiene todo preparado. Durante todo el camino lo acosa con preguntas, intentando adivinar a donde la lleva, pero no logra absolutamente nada.
Al llegar a un portal y antes de introducir el código, Mijaíl le pide a su mujer que cierre los ojos. Introduce el código que no podría ser otro que el nombre de la mujer que lo acompaña «ELPIDA».
Al estacionar el coche se baja y va a ayudarla a descender de él. Tomándola de la mano la conduce por los pasillos, después de tanto tiempo con la rehabilitación, el aroma que deprende el lugar, ya se le hace bastante familiar, ella se siente en un lugar seguro que le trae paz. Elpida no logra comprender la razón de esos sentimientos si aún no tiene ni la menor idea de donde se encuentran.
Se detienen justo frente a una puerta, Mijaíl siempre ha sido con ella un hombre cariñoso, es de los hombres que no le importa donde se encuentran, él demostrará su cariño y esta no será la excepción. Le da un dulce beso sobre los labios, un simple roce. Después de unos segundos que él la contempla perdiéndose en su belleza, desesperando a su mujer por la tardanza y el silencio, ingresan tomados de la mano a la habitación central de ese lugar.
Es una oficina decorada como la de ella en España, hay un escritorio y a su espalda un inmenso ventanal con vista a un maravilloso jardín lleno de árboles. Cuidando de que no se golpee, la acompaña a sentarse en la silla principal. La joven se siente inmensamente nerviosa, ha estado a punto de abrir los ojos muchas veces, pero hará caso a su amado, algo le dice que debe hacerlo.
Con su voz gruesa y sexy se acerca al oído de la mujer que muchas veces lo hace sentir que camina entre nubes para susurrarle que ya puede abrir los ojos. Ella obedece mirando a su alrededor muy sorprendida, sin poder creer lo que ve.
—Mijaíl, ¿qué es esto? ¿Por qué estamos en este lugar, en este día tan importante para nuestras familias? —Se ha quedado descolocada, sin poder creer que el día que pasarían celebrando la boda de sus hermanos ellos dos están en una oficina, no le cuadra—. ¿Qué es lo tan importante que tienes que decirme que me has traido aquí, qué pasa y qué es todo esto?
—No podía esperar a poder mostrarte esto —le explica—. Ahora quiero que por favor, pienses muy bien la respuesta a lo que te voy a preguntar, es de vital importancia para mí.
—Mijaíl... —Intenta detenerlo, lo ve demasiado serio y eso no lo gusta, «¿Será que alguien está enfermo? Porque estoy segura que nos encontramos en una clínica. El olor a desinfectante y limpieza no me engaña, ¿Pero quién? ¿Él? ¿Ari? ¿Es posible que haya vuelto la enfermedad? ¡No...no puede ser! ¡Dios mío!». Las peores cosas pasaron por la mente de la joven llevándola a un estado que sólo las palabras de su amado la traen de vuelta.
—Deja que termine —suplica—. Llevo mucho tiempo pensando, desde el momento en que por mi estúpidez creí haberte perdido, quería hacer algo para recuperarte —aclara mirarando a su mujer directo a los ojos—, quería pedirte perdón por todo, y sobre todo suplicarte que pienses en esto como algo que nos comprometerá para siempre y no nos permitirá alejarnos más —determina, sin darle oportunidad para que lo interrumpa, porque continúa—. Elpida, cómo has visto, esta es una oficina donde podrás atender a los pacientes de este centro. —Sorprendida al escuchar esas palabras intenta volver a decir algo, pero lo único que logra es, abrir y cerrar la boca—. Este es un centro de rehabilitación, al cual le he dedicado bastante tiempo para reformarlo y comprar los últimos equipos en el mercado para el bienestar de los pacientes. Lo único que falta, es contratar al equipo especializado para llevar el centro de rehabilitación y nombrar al CEO, por eso te traje aquí, quiero que tú te encargues de las entrevistas para el personal necesario de confianza y que asuma el puesto, es de vital importancia que seas tú, porque esta es mi manera de reivindicarme con la vida. —Es la verdad, para él, esta segunda oportunidad es un milagro y debe aprovecharla al máximo—. Agradezco todo lo que me ha dado, eso sí, Elpida quiero que sepas que esto es para siempre, que esto nos mantendrá unidos. Antes de tomar la decisión, quiero que salgas por esa puerta y te encuentres con Ari ya que él tiene algo que darte.
Al principio no sabe cómo reaccionar y al no poder hablar de la impresión no le queda otra que salir en busca de su amigo. Con las piernas temblorosas se pone de pie, pasando al lado de un Mijaíl que por el momento está un poco más aliviado, por una parte al ver que ella hace lo que le pide y por la otra se muere de ansiedad al no saber cómo reaccionara Elpida a su propuesta. Como todo un caballero se levanta acompañando a la joven hasta la puerta, pero antes de dejarla ir, la besa intensamente dejándola un poco mareada.
La joven quedando sola en el pasillo que parece no tener fin, mira hacía las dos direcciones encontrándose con Ari al final de este.
Camina hasta él, sin poder creer que su amigo también esté involucrado en esto y ella sin enterarse absolutamente de nada. A Ari se le hace imposible dejar de reír, la cara de incredulidad y enfado de su amiga le hace mucha gracia. Él sabe que todo esto la asusta pero también conoce que la hará feliz y ella se lo merece. Elpida al llegar hasta su amigo ve como a su lado flota un globo con un pergamino amarrado.
—Esto es tuyo —le indica a la joven y se lo entrega, mientras le pide que lo siga. Recorren los largos pasillos del centro hasta que Ari la introduce a la sala de hidroterapia—. Debes leerlo, pero te toca seguir sin mí ahora. —Besándola en el cuello como hace siempre, la deja sola para que pueda leer con tranquilidad su primera pista.
«Me enamoré de ti, mientras eras una bebé, te amo ahora que eres mujer y te amaré hasta que Dios decida llevarnos con él»
Es lo primero que lee y los ojos se le llenan de lágrimas, leyendo por último:
«Siempre serás mi lugar seguro».
Comienza a buscar el próximo sitio hasta que se encuentra con Zoí dormida en una canasta adornada como si fuera la cama de una princesa y a su lado un baúl. Elpida con cierta incertidumbre lo abre y se encuentra con un corazón de peluche que tiene escrito: «Me atrapaste», y otro pergamino que dice:
«Siempre fue y será tuyo, mi corazón te pertenece hasta la eternidad»
La joven no puede creer todo lo que ha hecho por ella Mijaíl y aún no termina. Debe dirigirse hasta el siguiente lugar, pero su instinto de protección no le permite dejar a la niña ahí sola. La toma en sus brazos y puede leer con claridad lo que hay escrito en la gorrita que lleva puesta, Elpida está segura que no es casualidad, porque esas son palabras dichas siempre por su amado: «Eres mi calma y mi paz». Mientras piensa qué hacer, a su lado aparece su amigo, tomando a la pequeña le indica que siga, él la cuidará.
Siguiendo las flechitas en el piso la llevan hasta la habitación de terapia térmica, allí se encuentra a los recién casados, Strato y su mejor amiga Nefeli abrazados, dándose un beso apasionado. Elpida un poco incómoda al presenciar el espectáculo de la pareja, carraspea para que noten su presencia. Se despegan y voltean a mirarla con cara de pillados.
—Amiga, sé por lo que has pasado —dice la recién casada mientras se acerca a la joven que a cada minuto que pasa se da cuenta de una sola cosa, su familia y amigos, son únicos, no los cambiaría por nada en la vida—. Sobre todo por estar siempre con nosotros apoyándonos. Quiero que guardes esto. —Se saca una joya que lleva puesta en su cuello y se la muestra a Elpida—. Porque tú eres más que mi amiga, eres mi hermana y este medallón siempre estuvo conmigo desde pequeña. —Sonríe Nefeli recordando las palabras de admiración de su amiga—. Sé que siempre lo admiraste, desde que Kalliopi, tu mami, me lo regaló pero siempre debió ser para ti. Ella me lo entregó para que me protegiera y con la promesa de siempre mantenernos juntas... —Las dos se miran bastante emocionadas e intentan retener lo más que pueden las lágrimas en sus ojos—. Le dije que nunca me separaría de ti, pero a partir de hoy estaré con tu hermano para toda la vida, quiero que lo tengas para que nunca olvides lo que nos une —termina de decir y se aparta de ella para darle la palabra a su marido.
—Hermana, ven acá. —Él abre sus brazos y recibe en ellos como siempre a su hermanita, eso sería para él, su pequeña, su princesa y se abrazan trasmitiendo cada uno sus sentimientos. Él le coloca la reliquia en el cuello y luego le entrega un sobre. Toma a su esposa por la cintura y se despiden de ella para salir luego de la sala.
Elpida abre el sobre que le indica el siguiente lugar al que ir. Sale y encuentra un camino de orquídeas. Al entrar a la siguiente sala hay muchas más, en floreros y en envases de cristal y una foto de sus padres junto a su nana. Se abre la puerta, Elpida no escucha nada, la imágen de las personas que le dieron la vida y la mujer que la crió, la hacen perderse en sus recuerdos siendo interrumpida por un abrazo que conoce muy bien. Junto a Strato se quedan admirando la foto por unos minutos hasta que el hombre rompe el silencio.
—Esto lo encontró nuestra nana en las cosas de nuestros padres —dice entregándole un sobre a la joven que ya no se niega y deja correr las lágrimas—. Me la dio el día en que falleció y me dijo que la leyera en el momento que estuviera preparado. Hermana léela más adelante, es de nuestros padres. Allí podrás corroborar lo que te digo, pequeña sigue a tu corazón no te detengas. —Le toma el rostro para que lo mire a él y vea que le habla de corazón—. Ese loco te ama tanto que la prueba es toda esta locura que está haciendo por ti. —Hace una mueca graciosa y los dos ríen—. Acéptalo, hermana, construyan tu sueño juntos no te apartes ahora tú de él. Nuestros padres nos amaban y sobre todo querían nuestra felicidad y él es la tuya. Sigue tus sueños, princesa. —El hombre se marcha y ella se queda contemplando la estancia y se sienta para poder leer lo que su madre ha escrito:
«Queridos hijos, si están leyendo esto es porque les fallé y no me encuentro con ustedes, espero que perdonen el haberme ido antes de que pudiera verlos ser un hombre y una mujer de bien espero que se hayan convertido en unas personas excelentes.
Mis pequeños niño,s siempre serán para mí mis pequeños, los amo a cada uno desde el momento en que me dijeron que estaban creciendo dentro de mí, desde el momento que los vi formarse lentamente en mi vientre y supe que serían el amor de mi vida para toda la eternidad.
Siempre querré para ustedes lo mejor, sobre todo para mi pequeño príncipe quiero que sigas los sueños que te propongas, pórtate con las mujeres como un príncipe y nunca les faltes el respeto de ninguna manera, sé el caballero que vi crecer dentro de mí, el amoroso Strato que he visto crecer, El Niño de mis ojos, cuando seas mayor vuela alto y consigue la mujer de tu sueños... no olvides que la mujer que te logre poner de rodillas será siempre la mujer que te ame y ames de verdad, protégela, cuídala y haz las cosas como corresponden, ámala más de lo que puedas imaginar. Lamentaré no poder conocer a tus hijos... me perderé la emoción de ser la abuela pesadilla que consiente a sus pequeños nietos, pero desde donde esté, estaré cuidando de ellos. Sé libre, sé un caballero y se lo que siempre has querido ser. Éxitos, mi amor, tu madre te quiere por encima de cualquier cosa, incluso más allá de la muerte, mami estará contigo.
Mi pequeña revoltosa y siempre mi esperanza, mi pequeña niña Elpida. Lamento no haber estado en los momentos que más me necesitabas; pero sé que tuvisteis la fortaleza para afrontar cualquier cosa, mi pequeña princesa, siempre fuiste la luz de mamá y papá, siempre fuiste la esperanza para nosotros, el consuelo que necesitábamos, mi pequeña niña si no pude estar allí, es porque mi tiempo con ustedes se agotó antes de lo que hubiera querido, pero no significa que no te amara con toda mi alma, mi princesita, sé que serás delicada porque lo mostraste desde muy pequeña, nos diste sustos durante el tiempo que estuviste en mi vientre pero siempre fuiste la luz. Mi Elpida, espero que entiendas que la vida es una noria llena de personas que se montarán y bajarán en los momentos precisos algunas veces dolerá y otras simplemente querrás que pase, sólo las personas más importante en tu vida se quedarán en ella y espero que tu caballero de hermosa armadura se encuentre a tu lado, que este chico que decidas que exista en tu vida y te acompañe por el resto de ella, comparta sus sueños contigo y tú con él... que luchen por permanecer felices y que la felicidad siempre sea su emblema, alguien decía, no recuerdo bien quién: «Que ames hasta que el alma duela porque si duele es buena señal». Ama y déjate amar, sé feliz sin importar los riesgos, el amor siempre será una bendición y lucha cada día por mantenerte a su lado amandolo y déjate amar, vive feliz, mi princesa, el hombre que elijas para ti será hoy y siempre la persona que también amaré porque te hace feliz...
Sean felices mis pequeños niños siempre estaré a su lado los ama...
Mamá.
Al terminar de leer la carta Elpida no puede aguantar más y deja correr las lágrimas que hasta ese momento retenía. El sentir a sus padres con ella en ese instante es la felicidad máxima. Una vez ya más tranquila ve una tarjeta con la siguiente ubicación y al fin lee: «Por ti cruzaría los mares con las más peligrosas tormentas».
Cuando llega a la siguiente ubicación, no lo puede creer. Menos mal que la piscina es un lugar cerrado y es térmica o no habría manera de que Elpida ingresara a ella. Gaby que espera por su amiga le tiende un traje de baño y le indica donde cambiarse, se quita la ropa rápidamente y se coloca el traje de baño el cual en el frente tiene escrito: «Te Amo Más Que A Mi Vida». Una vez lista, la mujer le indica en medio de la piscina donde esta Hans en un colchón flotante sosteniendo con su manita una caja inflable de muchos colores. Desde donde se encuentran las dos, Elpida no puede ver de qué se trata. Así que sin demorar se lanza al agua y nada hasta llegar donde se encuentra el niño.
—Mi tío, ha dispuesto esta caja flotante para que sea abierta por ti. —La señala el pequeño y sonríe—. Todo lo que está adentro se encuentra protegido contra el agua y debes abrirlo aquí mismo —le dice el niño instándola a descubrir lo que se esconde el agua, sin marcharse porque después tendrá más instrucciones.
Comienza a sacar algunas fotos de los dos, son unas secuencias de sus mejores momentos. Las tres últimas están vacías, pero tienen una pegatina donde dice:
«Aún quedan momentos que enmarcar y que cada vez que sucedan se anexará más».
Hay una nota que dice: «Nada hasta el fondo de la piscina y te contaré un secreto escrito en él». Ella obedece y se sumerje hasta encontrar la nota que tiene escrito:
«Te amé desde el primer momento en que te vi, creo que te amaba mucho antes de saber que lo hacía, te amé incluso antes de esta vida y estoy seguro que te amaré por mil vidas más».
Sale a flote y ya no se encuentra nadie, Gaby y Hans han desaparecido, vistiéndose lo más rápido posible, contempla un cartel que dice:
«Sigue las estrellas y conoce las constelaciones que alumbran nuestro cielo. Cada una de ellas no bastan para decirte y demostrarte cuanto te amo. Nuestro universo es estar juntos para siempre».
Las fuerzas están llegando a su punto límite, pero es tanta la adrenalina y la ansiedad por todo lo que le tiene preparado su amado, que Elpida sigue sin quejarse.
Entra en una sala totalmente oscura. Empiezan a reflejarse unas luces a su alrededor, es como un grupo de estrellas. Junto a ella alguien más está en la habitación, pero no puede distinguir quien es, hasta que se acerca diciendo
—El pendejo de mi amigo está loco por ti espero que sepas apreciar lo que está haciendo y logres darle la respuesta que espera de ti. —Pano como siempre dice lo justo y necesario y se retira, dejando a Elpida contemplando el lugar; las constelaciones más hermosas que existen, la osa mayor, Pegaso, Sagitario, leo, tauro, escorpión, fénix, entre otras. La presentación de las constelaciones cambian y muestran hacia donde debe ir, tiene que seguir los nenúfares. Al final aparece la frase «Más allá del tiempo, la distancia y el universo siempre te amaré».
Siguiendo los nenúfares llega hasta una habitación donde están Kyriako y Athiná, ambos la ven y sonríen tan intensamente que se siente ser iluminada por su energía y por su luz. Kyriako le entrega un florero con un nenúfar dentro, en el fondo lleno de piedras de colores y en el centro tiene la imagen de dos coronas. Busca por todos lados las coronas y no las consigue.
—Cariño —llama su atención Athiná—. Los reyes de la casa siempre serán más que una corona. Le entrega dos tarjetitas y cada una de ellas tiene una palabra que indica la siguiente ubicación a la que debe ir y entre las dos al final forman la frase «Reina de mi vida, mi Alma y mi corazón», saliendo de la sala, en la pared encuentra pequeñas coronas que le indican donde tiene que ir.
Entra donde le es indicado por las coronas, está adornada de manera muy hermosa, parece un oasis de lo perfecta que es, sentados en un trono cada uno adaptado para la ocasión, están los padres de Mijaíl, Giorgo y Eleftheria, esta última la ve con lágrimas de felicidad en los ojos, se levanta y Elpida sin pensarlo dos veces sale corriendo a sus brazos.
—Yo sé, —comienza a decir la mujer llena de emoción en su voz—, que algún día serás la madre de mis nietos por parte de Mijaíl, —La joven se atraganta por la sorpresa al escuchar esas palabras; pero está feliz que Ría sueñe con sus pequeños aún sin saber si sucederá. Le da un obsequio que nunca hubiera esperado recibir de parte de ellos. Le entrega el anillo, el cual Giorgo le ha regalado cuando se comprometieron—. Esto es para que te acompañe en sus sueños, en sus metas y en sus vidas de aquí en adelante. Te regalo una muestra de amor de verdad, de amor duradero como amuleto para el resto de sus vidas...
—Eres la mujer que siempre soñamos para Mijaíl —interviene Giorgo—. Eres única, arriesgate a vivir tus sueños. Siempre escucha tú corazón por encima de cualquier cosa.
Le entregan un pequeño libro donde está anotada la siguiente ubicación y al final de la tarjeta dice «Quiero que nuestro amor dure mucho y sea tan fuerte como el de mis padres», y la instan a salir de la sala. Le dicen que siga las huellas de plantas de pies con corazoncitos a los lados.
Llega a la sala de máquinas y encuentra a Niko y Afroditi. Elpida no puede creer que hasta a ellos arrastrara su amado para tal sorpresa, ella ya ha tomado su decisión y si se la hubiera preguntado al principio, cuando llegaron a esa oficina, le habría dicho. La pareja sostiene en sus manos un joyero dentro del cual reposa el símbolo de la esperanza, del amor, el compromiso y la amistad, y unos papeles.
—Estos papeles —señala Afroditi entregándoselos—, debes firmarlos —insisten—. Pero ahora, ¡corre hasta el elevador que te está esperando!
Mira por un instante a la pareja que se abraza y le sonríe y como le han dicho sale corriendo pero en el camino se detiene a leer una frase que se le cruza en el camino.
«Nuestro compromiso para toda la vida».
Fuera del ascensor la espera Ivan con un abrigo, que la ayuda a ponerse y sólo con una sonrisa se despide de ella, pero no sin antes entregarle una tarjeta más. Entra por fin y lee la tarjeta: «Siempre estaré protegiendo tus sueños. Te amo» Sus piernas tiemblan por la ansiedad, por fin va al encuentro de su amado que está inquieto pero feliz a la vez.
En el segundo que pisa la azotea comienzan a explotar los fuegos artificiales de colores. Mijaíl de pie, mirando hacia las estrellas que ya estaban comenzando aparecer ya que todo ese recorrido le ha tomado horas a su amada, su vista perdida en el inmenso cielo, voltea al sentir su presencia.
—Todo lo que te he dicho —comienza a decir el hombre mientras va al encuentro de la mujer que más ama en la vida—. A través de todos ellos, es verdad, te amo más de lo que una vez pensé que iba a amar, quiero que aceptes y firmes los papeles que traes en las manos para que podamos embarcarnos en este sueño juntos y para siempre, acéptame, Elpida... —pide ya cerca de sus labios y tomándola por la cintura. La dicha de Elpida por todo lo que su amado ángel de armadura ha hecho por ella no tiene nombre. Ha sido una sorpresa que en ninguno de sus sueños se hubiera imaginado nunca.
—Estás loco... —dice sin poder dejar de reír, se siente feliz en los brazos del único al que se había entregado por completo en cuerpo y alma.
—Lo sé, pero dime, cielo. ¿Aceptas embarcarte conmigo en esta locura? ¿Aceptas realizar tus sueños y los míos, juntos?
—¡Claro que acepto! Cómo no hacerlo... —La joven une sus labios al hombre que la lleva caminando por la completa felicidad—. No te olvides que «Tú, eres mi esperanza y mi salvación»...
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