CAPITULO 25
ELPIDA
La música de mi móvil comienza a sonar e intento encontrarlo. Como siempre mi desorden se lo ha tragado. La canción «Vive la vida loca» de mi amado Ricky que he asignado para cuando me llaman desde el centro de rehabilitación donde hago mis practicas hace ya tres meses, suena a todo volumen llenando la casa con su ritmo. La música no se detiene y me lleva a donde tengo tirado mi teléfono.
Trabajo con personas que desean tener una segunda oportunidad, luchan con todas sus fuerzas después de haber saludado a la muerte.
—¡Buenos días, Amparo! —la saludo entusiasmada. Ella es la directora del centro. Una mujer de unos cuarenta años más o menos, casada con uno de los empresarios más importantes de España. Hace más de cinco años, su hijo mayor, tuvo un accidente. De esa manera se dio cuenta de las cosas que hacían falta para personas con discapacidad y decidió, que su dinero y el dinero de gente de alta sociedad podrían ayudar a los que más necesitaban; pero tampoco sería solo para aquellos que contaran con los recursos económicos, también se ayudaría aquellos que no podrían pagar una rehabilitación adecuada.
—Buenos días, cariño. —Como siempre su saludo está lleno de afecto—. Preciosa, perdóname. —Estaba nerviosa—. Niko ha tenido que cambiar su cita, ¿podrías venir hoy?, ¿cómo a las tres? Por favor, sabes que no me agrada tener que cambiar sus turnos, pero hoy fue imposible evitarlo.
—Tranquila... —Río. Llevo poco tiempo conociéndola, pero yo ya puedo escuchar como su cabeza trabaja—. Sabes que no tengo ningún problema. Así que tranquilízate, llegaré a la hora indicada.
—Gracias, cariño, de verdad perd...
—No de nuevo, por favor... —le corto—. Me lo pagas otro día. —Sin poder evitarlo las dos rompemos en carcajadas y cortamos el llamado.
Me pongo a ordenar mi departamento. Lo he arrendado después de que el amor de mi vida me rompiera el corazón al abandonarme. Sigue siéndolo y eso no cambiará nunca; pero también siento que lo odio, no sé, si algún día lo vuelva a ver, podré mirarlo sin correr a sus brazos que tanta falta me han hecho. Sus labios y esos besos, ¡Dios, esos besos...! «Detente, Elpida, no te vayas por ese camino.»
Muevo mi cabeza de un lado a otro para quitarme su imagen, no pasa día, mejor dicho, no pasa hora sin pensar en él; pero a pesar de los meses que han transcurrido, él no ha vuelto a buscarme. Todos los días hablo con mi hermano y mi amiga, no me hablan de Mijaíl, desde el primer minuto se los prohibí y eso hasta el día de hoy no ha cambiado.
Miro el reloj que llevo en mi muñeca y me doy cuenta que si no salgo de la casa en este minuto, llegaré tarde a mi trabajo. Para mi mala suerte hoy tengo que pedir un taxi que venga por mí ya que como se supone que hoy tenía libre Ari ya ha hecho su programa y no podrá llevarme al centro. Él ha sido mi chofer por todo este tiempo, claro que siempre le pago de alguna manera y el mejor pago es quedarme con Hans mientras Gaby y él salen a sus citas románticas, yo me quedo de canguro.
Menos mal que no hay tráfico y llego diez minutos antes.
—Buenos días, Elpida —me saluda Josefa que se encuentra en recepción. Es una joven de mi edad, madre y felizmente casada.
—Buenos días, Jo. ¿Ya terminó Niko con su logo?
—Sí, cariño, y en estos momentos está en el comedor con Ari y alguien más.
—¿Quién? —pregunto sorprendida, Ari nunca viene acompañado y la verdad es que tengo un presentimiento que hace que mi corazón se acelere.
—No lo sé, pero estoy segura que de algún lugar lo conozco. —Con un dedo toca su frente—. Rompo mi cabeza para acordarme. —Se hunde en sus hombros—. Pero nada... Bueno ya me dirás.
—Está bien, entonces voy. —Pongo todo de mi parte para escucharme lo más indiferente posible, pero por la mirada que me lanza mi amiga me doy cuenta que he fracasado.
Sin decir nada más me dirijo a donde me indican y desde la puerta veo a Niko y su novia, Ari a quien tendré que recordar matarlo más tarde, Gaby que tendrá el mismo final que mi amigo por traidora y después está «Él». A pesar que me da la espalda, estoy segura que es él, lo sé, yo y mi cuerpo lo siente. «¡Dios mio! Después de tantos meses se ve tan delgado». Mis ojos se llenan de lágrimas, no por lástima, sino de rabia, por haberse dejado vencer a su estado y no haberme permitido estar a su lado, ¿y lo peor de todo? Su familia ha sufrido tanto o más que yo.
No me doy cuenta cuando Ari me ve y viene a mi encuentro.
—Pequeña...
—Ni pequeña, ni nada Ari. ¿Qué hace él aquí?
—Dejame explicarte. —Pone esos ojitos de cachorro que casi siempre me ganan, pero ahora mismo me importa un comino—. Nefeli vino a mí para que la ayudara a que el imbécil que está ahí. —Señala con la cabeza—, reaccionara, y el único método que encontré correcto, es que conociera a Niko.
—¿Pero qué tienes en la cabeza? —Mi paciencia se está agotando al ver que me está pasando por tonta—. Tú... —Golpeo su pecho con mi dedo—, sabes muy bien, que estando Niko aquí, yo también lo estoy. —Veo cómo se desespera al no poder llevarme la contraria, lleva sus manos a la cabeza y tira de su cabello, al hacerlo se mueve y deja un poco de espacio. Y aquellos ojos con los cuales llevo soñando tantos años me atrapan, pero ya no lo miro como antes, intento traspasar todo mi enfado y decepción en ellos.
—¡Por favor, pequeña, está bien!.. Has ganado —se rinde por fin—. Necesitaba de tu ayuda también y sabía que no aceptarías venir si supieras que él estaba aquí.
—¡Exacto! Así que me voy —declaro, pero la verdad es que me muero por verlo.
—Elpida, te suplico que muestres un poco de superioridad. Lo saludes y luego mandalo a la mierda.
Lo pienso por unos segundos, pero la necesidad de encontrarme cerca de él me gana, así que acompaño a mi amigo hasta la mesa dónde se encuentran sus acompañantes.
Saludo a todos los que están en la mesa, intento no mirarlo. Después de intercambiar unas cuantas palabras con Niko y Afroditi, ellos se marchan para esperarme en la piscina y quedamos los cuatro, Ari, Gaby, Mijaíl y yo, pero eso no dura más que unos cuantos minutos hasta que mi ex amigo encuentra una excusa y tomando a su novia en sus brazos se marchan.
Al levantarme para marcharme, él me detiene agarrando delicadamente mi brazo. Su toque me hace sentir cosas que tenía olvidadas, me devuelve a la vida. Me quema, me hace desearlo. Como puedo, pronuncio su nombre y me alejo de él. Tengo que demostrarle y a mí también que no soy ningún perrito faldero, al que cuando decide acariciar, este le va a mover la cola. Quiere que me siente para que conversemos pero me niego rotundamente y lo dejo ahí solo, deseo con todo mi corazón que sienta una décima parte de lo que yo sentí en el momento en que él me abandonó.
Al encontrarme lejos de su vista me recuesto en la pared para que mi respiración vuelva a la normalidad. Reconozco que lo amo, y que todo este tiempo el estar lejos de él ha sido un infierno; pero si quiere volver, tendrá que que demostrar cuánto lo desea.
Una vez recompuesta, me voy directo donde me espera mi paciente y su novia. Una vez más la escena que me encuentro es para mayores de dieciocho.
—¡Por Dios...! Que no volverán a dejarnos usar la piscina —exclamo fuerte y claro para ser escuchada y no puedo evitar reír.Veo como Afroditi se separa de su novio completamente roja, por ser pillada en esa escena.
Después de una hora, doy por terminados nuestros ejercicios. Mientras esperamos a que Niko termine de prepararse, me siento con Afroditi al borde de la piscina, con los pies dentro del agua. Hacemos pequeños movimientos con nuestras piernas provocando pequeñas olas que nos hacen reír.
—¿Era él, cierto? —pregunta sin siquiera mirarme y sé exactamente a quién se refiere.
—Sí.
—Niko le contó su historia. —La miro sin saber qué decir—. Cuando nos dimos cuenta de quién era, quiero decir, que yo no sabía que tu ex... —Eso duele, lo admito—. Era un actor tan conocido.
—Sé lo es, y muy bueno —admito orgullosa y confío que volverá a demostrarlo.
—¡Exacto! Niko le contó que lo habíamos visto actuar, y tú ya sabes como es él. —Pone los ojos en blanco y niega con la cabeza—. Me dejó en ridículo diciendo que lo había vuelto loco hablándole de él y que se puso celoso. —Ríe—, y entonces, cómo siempre, le dije: que lo mejor habría sido que se hubiera quedado sin lengua después del accidente. —Esta vez reímos las dos, porque la verdad es que a pesar de que todavía no habla del todo bien, las bromas no le faltan—. Todos reímos, con excepción de Mijaíl, quien a lo contrario se molestó un montón. Así que ahí, Niko tuvo que contarle todo lo sucedido. Para que de esa manera comprendiera el porqué podíamos hacer ese tipo de bromas después de que lo visitara la muerte.
—Entiendo —afirmo simplemente. Muero por saber más pero mi egoísmo no me permite preguntarle por él.
—Y sabes muy bien que puedo leer a la gente.
—Eso dímelo a mí. —Como siempre le he dicho, eso era un don lo que tenía, no importaba si le era un completo extraño o no, ella podía leer en su mirada demasiadas cosas, llegaba a dar miedo.
—Pues te aseguro que ha cambiado de opinión.
—¿Qué quieres decir con eso? —Me giro y quedo frente a ella, mirándola directamente a los ojos con los cuales me encuentro al darme la vuelta.
—Luchará por volver a caminar y también por volver a ganarse tu confianza y tenerte a ti de vuelta. —Niego con la cabeza, porque no lo creo posible—. Lo hará, como que me llamo Afroditi. —Sonríe—, y harás muy bien en no aceptarlo de inmediato. Tiene que aceptar que cometió un gran error y poder ganarse tu perdón. —Sin esperarmelo me abraza y demoro unos segundos en devolverlo, pero lo hago—. Te ama, lo vi en sus ojos —susurra—, haz que se arrastre, que pague lo que has sufrido; pero no te niegues a ayudarlo o a darle una segunda oportunidad, cuando veas que ya es suficiente.
—Eres una b...bruja —la acusa Niko, que al parecer nos ha escuchado. Nos separamos y las dos sonreímos al ver la postura que ha tomado con su bastón y la cara de travieso.
—Lo sé, ratoncito —acepta su novia—, y esa es la razón por la que me amas.
—B...bueno. —La mira por unos minutos—. Sí, por eso t...tam...bién. —asegura serio, pero los tres sabemos muy bien que simplemente está bromeando.
—Me gustaría saber si alguien te aguantaría como yo. —Se pone de pie para quedar frente a su novio. Él la toma posesivamente por la cintura y la atrae a él con fuerza.
—Eso no será n...necesa...rio averig...guar...lo —afirma después de besarla apasionadamente. Me encanta esta pareja, me siento feliz por estar presente en sus logros, a pesar que me da un poco de envidia al verlos así, me gustaría poder tener lo mismo con Mijaíl, pero él no lo quiso.
—T...ten...drás que es...tar p...prepa...rada. —Esta vez sus palabras van dirigidas a mí—. Él ven...drá por ti —declara.
—No lo creo —respondo mientras me coloco de pie y evito su mirada.
—Pues lamen...to decir...te. —Deja a su novia de lado y se acerca a mí, con su dedo bajo mi mentón hace que lo mire a los ojos.
«Él te ama y vendrá a que tú lo ayudes a salir de su desgracia». Esas palabras, por ya diez días son las que golpean en mi cabeza, pero desde ese día en el centro, no he vuelto a verlo, ni tampoco he sabido nada de él.
Todos se han mantenido en silencio, parece que volvemos a lo mismo y eso me mata lentamente. Ari por su parte, después de haberme dicho su punto de vista, se ha quedado al margen, dándome mi espacio. Lo peor de todo es que en estos momentos necesito de mi amigo, me siento sola, si no fuera por mi trabajo, lo más seguro es que hubiera caído en depresión.
Hoy es lunes, así que mi turno comienza bien temprano por la mañana.
—Buenos días, Jo —saludo y le dejo un café como sé que le gusta. Ya se ha hecho nuestra costumbre.
—Buenos días, cariño. Muchas gracias. —Levanta su vaso y le da un trago a su bebida, haciendo un gracioso gesto al sentir su sabor—. ¡Exquisito...! —exclama aún con los ojos cerrados—. Tu paciente está en la oficina esperando por ti.
—¿Ya está aquí?
—Si, cariño —responde aún extasiada por su café y no me dice nada más sobre el nuevo paciente que me espera.
Antes de entrar a mi oficina me siento un poco extraña, mi cuerpo se paraliza y una corriente me recorre por completo. Algo me presiona en el pecho, pero por esta vez lo dejaré pasar y sin demorarme más abro la puerta. No puedo creer lo que tengo delante de mis ojos. Dentro de mi oficina está él en su silla de ruedas mirando hacia una pared donde están colgados mis títulos y una que otra foto. Pero veo claramente en cuál se ha quedado su mirada, es en una en que salimos todos, Strato y Nefeli, Ari con Gaby y Hans, Kyriako y Athina, él y yo, estábamos en el yate, en las afuera de Santorini. Sí, eran hermosos días los que vivimos, todo era pura felicidad nada que ver con lo que hemos vivido en el último tiempo.
Respiro profundamente para tomar fuerzas y poder enfrentarme a su presencia.
—¡Buenos días! —saludo y me dirijo hasta mi lugar sin mirarlo una sola vez.
—Buenos días — él me saluda de vuelta con su voz que tantas veces lo escuché decir que me amaba. «Joder, Elpida, no puedes pensar en esas cosas ahora», me regaño, mientras menos piense en él así, más fácil será para mi hacer mi trabajo, por lo menos eso espero.
Miro los documentos que me han dejado en mi escritorio con su caso, no quiero levantar mis ojos, no quiero ver esos ojos azules.
—¿Qué haces aquí? —Mi pregunta es seca y bastante dura—, hay muchos centros de rehabilitación con personal con mucha más experiencia que nosotros. ¿Por qué aquí? —Cruzo mis dedos por encima de la mesa y por primera vez le dirijo la mirada. Su ceño está fruncido y se ve nervioso. No me gusta para nada verlo así, pero no puede ser de otra manera.
—Porque sé que aquí están los mejores. —Sus ojos miran directamente a los míos intensamente—. Te aseguro que lo busqué porque no quería incomodarte, pero ustedes son los mejores. —Levanta sus hombros como que si lo que dijera no fuera importante.
—Creo que será mejor que te atienda Ari o Pedro que tienen mayor experiencia que yo y harán un gran trabajo. —Veo la desilusión en sus ojos, me agrada ver que reacciona. Hago el movimiento para llamar por teléfono pero él alcanza mi brazo y no me lo permite y al hacer contacto con mis ojos ve algo y me suelta de inmediato.
—Perdona... —se disculpa—, pero quiero hacer esto contigo, por favor no te niegues —implora y recuerdo las palabras de Afroditi: «Luchará por volver a caminar y también por volver a ganarse tu confianza y tenerte a ti devuelta. Lo hará, como que me llamo Afroditi y harás muy bien en no aceptarlo de inmediato. Tiene que aceptar que cometió un gran error y poder ganarse tu perdón. Te ama, lo vi en sus ojos, hazlo que se arrastre, que pague lo que has sufrido; pero no te niegues en ayudarlo o en darle una segunda oportunidad, cuando veas que ya es suficiente».
—No creo que sea lo correcto.
—Sé que merezco toda tu negación por ser un hijo de puta mal agradecido. —Puedo escuchar en su voz la emoción, pero lo dejo que siga aunque me rompa el corazón escucharlo así—. Te dejé, mientras te necesitaba más que nunca y me arrepentiré toda mi maldita vida por ese gran error que cometí. Perdoname, Elpida, te lo suplico. —Sus ojos no soportan más y deja caer gruesas lágrimas por sus mejillas—. No te pido que vuelvas conmigo, porque sé que para eso tendré que volverme a ganar tu confianza; pero ayúdame a levantarme de esta maldita silla y por fin devolvernos la tranquilidad a todos.
Me levanto de mi asiento hasta donde se encuentra él, me arrodillo a su lado y sin pensarlo le limpio las lágrimas que ha dejado correr. Su primer paso, ya está dado y eso hace que mi corazón brinque de esperanza.
—Está bien —acepto, lo habría hecho de cualquier modo pero necesitaba que él lo pidiera, que se diera cuenta de cuánto lo necesita. Él coloca su mano también en mi mejilla y una tranquilidad inunda mi ser. No sé por cuánto tiempo nos quedamos mirando el uno al otro hasta que el momento es interrumpido por nuestros móviles que suenan a la vez. Frunzo el ceño y me levanto corriendo para ver quién es y veo el nombre de mi hermano y Mijaíl anuncia que es su madre.
—¿Hermani...? —Mi hermano me interrumpe gritando.
—Estamos en la clínica, llegó la hora. —No puedo creerlo,
—Voy para allá —digo sin más y corto el llamado.
—Llegó la hora de conocer a nuestra sobrina —dice Mijaíl y después de mucho tiempo lo veo feliz.
Por fin las cosas comienzan a tomar su rumbo...
Mή^u
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