CAPITULO 2
ELPIDAMarzo 2013
— ¡Dónde mierda está!
Está sonando mi despertador, pero no lo puedo encontrar, bueno es que así como me encuentro, hundida en mi cama, y con el brazo que no sale del enredo que tengo con mis sábanas, pero me da lo mismo, sigo removiéndome de un lado a otro, hasta que escucho como el aparato aterriza en el suelo, siento alivio durante los dos segundos que cesa la música, pero nada, mi gozo se va al pozo cuando vuelve a sonar, e incluso creo que se escucha más que antes, tengo que recordar apagarlo antes de irme, no quiero que despierte a mi dulce hermanito, no cualquiera lo aguanta después, su ánimo puede llegar a ser incluso mucho peor que a diario.
Aún lucho por encontrar mi despertador, hace rato que dejó de sonar, pero tengo que dejarlo en su lugar para que pueda volver a torturarme con su musiquita, odio ese sonido, de repente alguien entra a mi habitación, el invitado entrometido es un tonto, se ríe, en realidad se ríe de mí, seguro que en este momento soy todo un espectáculo. Escucho como deja algo encima de mi escritorio, y después de un rato abre mis ventanas. El despertador vuelve a sonar.
— ¡Ay, joder! ¿Dónde estás? Deja que te encuentre... te voy a tirar por la ventana.
Le hablo al despertador ante los ojos incrédulos de mí no invitado, pero no me importa para nada que esté sonando de nuevo, porque ahora la música que se escucha es una que me gusta mucho, y es exactamente como me siento hoy, no quiero hacer nada, ni siquiera levantarme, quiero quedarme aquí relajada sin que nadie me moleste ¡como amo a Bruno Mars! pero sé que es imposible y sobre todo hoy.
— ¡Vamos bella durmiente, hora de levantarse! - me grita Strato, toma mi almohada, que me tapaba la cabeza, y me regala un beso por encima de mi pelo. Menos mal que en la noche me hago una trenza antes de dormir o en estos momentos seria solo pelos derramados por la cama.- ¿Cómo puedes escuchar esto tan temprano? — pregunta poniendo cara de asco.
— Me anima el día. — Le digo mientras trato de sentarme —Encima estoy en mi dormitorio, y escucho lo que me da la gana — le sacó la lengua, haciéndolo reír una vez más.
— ¿Cuándo crecerás?
— ¡Ya lo he hecho, pero tú no quieres entenderlo!
— Pequeña, para mí nunca —me trae una bandeja, eso debe ser lo que se había escuchado antes — te he preparado el desayuno, será un día largo y quiero pasarlo contigo todo el tiempo que pueda.
¡Anda! Acabo de darme cuenta que no va vestido con su común traje a medida que usa normalmente en la clínica, sino que lleva unos vaqueros desteñidos y una playera de color verde, que le queda maravillosa, porque le hacen resaltar el color de los ojos, me encanta con esta ropa, porque demuestra su edad, y enseña su cuerpo bien ejercitado, en lo único en lo que nos parecemos son nuestros ojos, porque yo tengo el pelo totalmente negro, en cambio él es rubio, de un color oro.
— ¿No irás a trabajar?
— No — dice y me regala una preciosa sonrisa.
— ¡No lo deberías haber hecho! — voy a continuar hablando pero lo veo y su mirada me lo dice todo, necesita hacerlo, es la primera vez que viviremos separados por tanto tiempo, sé qué es demasiado difícil, porque no es que me traslade a un pueblo cercano, sino que me cambio de país.
Le es imposible aceptarlo, pero para mí y mi bienestar, necesito hacerlo.
— Gracias hermanito, de verdad, por todo lo que has hecho por mi todos estos años.
Agarro el disco que estaba en mis pies, dejándolo a un lado, y me hundo en sus brazos, siento que lo he sorprendido, pero no dura más de unos segundos, porque de inmediato me envuelve con sus brazos, cubriéndome casi desde la cintura hasta el cuello, se cuida y hace tanto deporte, estamos descompensados, uno de sus brazos es igual a dos de los míos, y así nos quedamos por bastante tiempo, como cuando éramos niños, y le temía a la oscuridad.
Sentía como si fuera la última vez que estaríamos así, tan cerca los dos, como si estuviéramos despidiéndonos de una vida y le diésemos la bienvenida a otra.
— ¡Por Dios princesa! — su voz me demostró que estaba sufriendo — Sé que debes hacerlo, y que es lo mejor para tu carrera - mientras me habla con los labios pegados a mi cabeza, no me separa ni un centímetro — pero siento que te estoy perdiendo, y eso me está matando.
— ¡No me pierdes Strato! — le digo ya mirándolo a los ojos —. España está a dos horas de vuelo, podemos darnos el lujo de hacer estos viajes, cuando mis estudios y tú trabajo nos lo permitan. Te voy a echar de menos, ahora nadie me va a volver loca con sus estupideces sin sentido — pienso unos segundos y continúo —: no, en realidad no voy a echarte de menos.
Intento que mis palabras le quiten importancia a todo esto, no sé si lo consigo, pero tanto él como yo sabemos que cuando me marche nada será como hasta ahora. Y así seguimos, casi una hora de conversación de tonterías, cosas de aquí y de allá, cosas de hermanos.
En realidad habla él, apenas me deja intervenir en la conversación, así que mejor me dedico a comer, y de fondo escucho frases como: "A ver dónde vas esta noche", "Ni te acerques a las drogas", "No dejes que te inviten, pueden echarte algo en la bebida". ¡Ja! Como si yo no fuese ya grande para saber esas cosas, sé que debo cuidarme, y lo más importante, no olvidarme mis medicinas.
— ¡Por Dios Strato, cállate! Que no estaré sola, voy a ir con Ari, y si crees que él podría dejar que algo me sucediera, creo que no lo conoces muy bien, además — digo levantándome de la cama, y abriendo el armario para sacar la ropa que había dejado lista para hoy, porque la hora corre, y yo tengo cosas que hacer — también le has avisado a tú amigo — no quería que viera mi cara, porque seguro que parezco un tomate —, para que me hospede y haga tu trabajo sucio — me dirijo hacia el baño — así que puedes por fin estar tranquilo — le grito para que me escuche —. ¡Y por lo que me dijo ayer Nefeli, Ría se encuentra en su casa, así que también comeré bien mientras me quedo con ellos!
— No se te olvide que me prometiste que cuando no tengas clases te quedarás en casa de Mijaíl — hago que no siento mariposas volar en mi estómago, incluso más abajo, mientras escucho su nombre, me doy la vuelta para mirar a mi hermano y me lo encuentro parado en la puerta del baño, con los brazos entrelazados a la altura del pecho. Su rostro ha perdido la serenidad, puedo ver como su mandíbula está tensa, está demasiado nervioso.
— Strato — digo ya cansada.
— ¡Por favor princesa! — veo cómo se rompe, ya no es el fuerte y duro, el hombre al que nada le afecta — cuando perdimos a nuestros padres, solo tú quedaste conmigo — dando tres pasos gigantes llega justo delante de mí, y con sus inmensas manos toma mi rostro y mirándome a los ojos me dice: — Si te llega a pasar lo que sea, no sé qué será de mí, por favor, ya hablé con él para decirle tu hora de llegada, pero por favor, cuídate mi vida.
— ¡Te lo juro! — Lo abrazo antes de echarlo, porque ahora necesito mi baño mucho más que antes.
Por fin estoy sola, es hora de dar por terminado mi día, me desvisto y dejo la ropa en la canasta de la ropa sucia, una vez que estoy desnuda frente al espejo, aprecio una vez más mis tatuajes, están en lugares que no son muy fáciles de ver, porque no lo hice para que lo viera la gente, sino para disfrutar yo de ellos.
Uno de ellos está cerca del corazón, pero por la parte opuesta, la de la espalda, y es fácil de ver en el verano, cuando uso traje de baño, pero el otro no, ya han pasado seis años y he logrado mantenerlo solamente para mí, sola dos personas saben de su existencia, una es Ari, ya que él también tiene uno por la misma razón que yo, y la otra persona es mi amiga Irene.
Antes de meterme a la ducha suena un teléfono pero que no es el mío, miro y justo debajo de mi toalla Strato ha dejado su móvil y al ver el nombre que marca se me corta la respiración, es Mijaíl, ¿Qué hago? ¿Respondo o lo dejo sonar y le digo a mi hermano que no alcancé a responder? Pero como toda mujer mi bichito no me deja así que quiero torturarme.
― ¿Strato? ― escucho como habla y yo aquí desnuda, su voz tan gruesa tan varonil puedo decir que las mariposas que sentía hace poco ahora son sensaciones mucho más fuertes―. ¿Strato me escuchas? ―vuelve a decir y cuando estoy segura que de mi boca no saldrá ni una palabra digo
―Soy Elpida ¿Quién habla? ― ¿claro como si no supieras quién es? Solo escucho su respiración y creo que no he escuchado nada más excitante que esto― ¿me escuchas?
―Si perdona Elpida soy Mijaíl llamaba para preguntarle a Strato si mi hermana te había dado el pedido que le hice.
―Si tranquilo está ya en mi maleta.
―Vale, gracias ¿Tu ya estás lista? ― ¡Preparadísima! Mierda espero eso no haberlo dicho en voz alta.
―Sí, me faltan unas pocas cosas y ya.
―Entonces nos vemos en unas horas. ―puede que sea mi idea pero lo escucho nervioso.
― ¿Mijaíl?
―Dime.
―Muchas gracias por lo que haces, sé que mi hermano te ha vuelto loco.
―Tranquila, todo bien, nos vemos.
―Sí, nos vemos. ―los dos nos quedamos en línea sin cortar.
―Hasta luego. ―me dice y sin darme oportunidad cierra la comunicación.
¿Qué ha sido todo esto? Si me produce estas sensaciones solo por teléfono que sucederá cuando este delante de él. ¡¿En qué me he metido!?
Después de una hora por fin estoy lista para salir, y hacer unas últimas cositas que me han quedado pendientes, menos mal que anoche pude terminar mis maletas, así que nos vamos de inmediato al aeropuerto.
Cuando llego a la cocina no me sorprendo para nada encontrarme con Ari al lado de mi hermano, el cual estoy segura, le está dando las instrucciones de cómo cuidarme.
— ¡Buenos días preciosa! — me saluda al llegar a su lado, colocando su mano en mis caderas, y atrayéndome hacia él me besa el cuello —. ¿Todo listo para hoy?
— Sí, anoche termine de empacar con Nefeli, así que hoy me toca sesión de peluquería y mis uñitas — levanto mis manos delante de su cara, y le muevo mis deditos para darle énfasis a lo que haré.
— Bueno te acompañaré por dos razones; el primero porque yo también necesito un corte de pelo, y el otro porque me gusta demasiado tu peluquera.
— Tranquilo tigre con Irene — digo, y le doy un golpe en su hombro.
— ¿Estás celosa pequeña? — el imbécil comienza hacerme cosquillas —. ¡Lo sabes, sabes que eres la única mujer en mi vida!
— ¡Sí, claro! ¿Esto me lo dices después de... cuantas?
— Eso no tiene importancia — me guiña un ojo —, porque siempre vuelvo a ti y ahora eres tú — me toma y me pega a su cuerpo, no puedo evitar reír, siempre es el mismo, y que lo tenga conmigo en un país extraño me hace estar más positiva a lo que se venga.
— ¡Ustedes no cambiaran nunca! — nos dice mi hermano, quien no a apartado sus ojos de nosotros en ningún momento.
— ¿Por qué debo hacerlo? — le pregunto —. Así lo quiero después de tantos años.
— ¡Exacto! — dice Ari —. Así la soporto, de otra form... Auts!! — le doy un manotazo, me mira con cara de pena, pero no podía dejar pasar la oportunidad de castigarlo por las estupideces que dice.
Nos vamos los tres de la casa con el coche de Strato, Irene me espera lista para comenzar, y me da un regalo en una pequeña cajita, pero me dice que lo abra cuando ya me haya ido porque seguro que lo necesitaré, – ella es mi rubia, así le digo por cariño, porque su pelo es maravillosamente largo y abundante, como el mío, pero totalmente rubio. Lo que le falta de estatura lo tiene de carácter, es franca, lo que tenga que decirte no lo pensará para nada, aunque no te guste, la conozco muchos años ya, es una de las muy pocas personas a la cual he contado todos mis secretos, no sé por qué congeniamos tan bien desde el primer momento, con ella puedo conversar y nunca me reprocha cosas, sino que siempre me da consejos para estar mejor.
— ¿Estás lista mi pequeña? — me pregunta.
— ¡Sí! — le respondo totalmente segura.
— ¿Para todo?
— Para todo lo que venga — la miro a través del espejo encontrando sus ojos los que me pasan por rayos x para ver si estoy siendo sincera.
— ¡Perfecto! — Me dice cuando ya está convencida de que le digo la verdad, me sonríe con sinceridad — ¡Es hora de ponerte aún más bella!
— ¡Ni que se te ocurra cortárselo! — nos amenaza mi hermano que se encontraba en la otra esquina, esperando su turno. De inmediato las dos a la vez levantamos la vista al cielo.
— Tranquilo niño — le dice Irene —, simplemente le hare una limpieza — y con su manera le corta la conversación, y lo manda de nuevo a su lugar de espera.
¡Por Dios mi hermano no cambiará nunca!
—Tranquila – me dice al verme como lo mato con mi simple mirada – puedo entenderlo, pero al fin esto les hará bien a los dos, él podrá tener por fin alguna relación que lo hará ver también que ya has crecido.
— Lo sé y de verdad que deseo que mi hermano sea feliz porque se lo merece, él creía que debía de tomar el lugar de mi papá, y vivir solo por mí — le explico, y siento que mi mirada se nubla por las lágrimas que no he dejado correr, y no pienso hacerlo.
—Cariño — me dice ella —, cada principio es difícil, pero vale la pena intentarlo.
Comienza con mi pelo y olvida al instante lo que acaba de suceder. Después de, más o menos, cinco horas salimos de ahí, mi pelo como siempre largo, brillante, y mis uñas esta vez de mi color preferido lila, con pequeños dibujos blancos como si fuera encaje dentro de la uña, una vez más ha puesto todo su inspiración en ellas, están simplemente perfectas.
Luego de una muy larga despedida salimos corriendo hacia la casa, no alcanzamos ir a comer, así que lo haremos en el aeropuerto.
Llegamos a casa y le indico a mi hermano, que aún no se ha separado de mí, donde están las cosas que tengo que llevarme, él comienza a meter todo en el maletero del coche, mientras yo voy a despedirme de la mujer que me crio.
Sofi está en casa desde que tengo uso de razón, antes de nosotros nacer, ella ya estaba con mis padres, cuando llegamos al mundo mi hermano y yo, se dedicó en cuerpo y alma a cuidarnos. La miro con añoranza, está preparando alguna que otra cosa para poder llevarme, es la clásica madre griega.
— Sofi — le digo, y la abrazo desde atrás colocando mi mentón en su hombro, y hundiendo mi nariz en su cuello y así sentir su olor tan especial, tan de ella, su pelo es tan blanco como el algodón, aunque tenga tan solo sesenta años.
— ¡Mi niña! — me besa mi mejilla —. Te he preparado algunas cosas para que te lleves contigo.
— No era necesario que te molestaras.
— Mi vida, sabes que para mí es un placer el poder atenderlos — está lista para llorar, y no lo soportaré — ahora que te vas no podré hacerlo las veces que quiera, y tampoco estaré ahí para cuidarte.
— ¿Tú también? Soporté todos estos días a Strato, por favor, yo estaré muy bien y además no estaré sola.
— Lo sé mi vida, pero...
— Nada, ustedes cuidaran uno del otro, y cuando tenga libre vendré, o cuando mi hermano tenga la oportunidad, vendrán ustedes.
— Pero mi amor, yo...
— Lo hemos conversado, y por increíble que parezca, nos hemos puesto de acuerdo. Ahora dame las cosas para ponerlas en la maleta, porque ya llegamos tarde.
— Eres como tú madre — me dice de repente —, siempre insistía en lo que creía, y tú — me toma la cara con sus manos arrugadas y que huelen a jabón verde — es momento que persigas tus oportunidades, ellos dejaron sus huellas en este mundo, quienes tuvimos la oportunidad de conocerlos los quisimos demasiado, y se ganaron el respeto de mucha gente — su voz se quiebra por la emoción —, ahora es su turno de encontrar tu camino y da igual que ese esté aquí, o en otro país.
Sin más la abrazo, esta mujer ha sido más que una madre para mí y mi hermano, nuestro apoyo, siempre haciendo más fácil llevar el dolor de la pérdida.
— Gracias por todo mi Sofi — le doy pequeños besos por todo el rostro —. ¡Te quiero tanto! de eso no te olvides nunca.
— Lo sé mi niña, y yo a ustedes.
— ¡Por dios déjense de llorar! — Nos regaña mi hermano y nos abraza a las dos — debemos de irnos — me recuerda.
Después de una muy larga despedida, por fin logramos llegar al aeropuerto "Eleftherios Venizelos" en Atenas. Ya nos están esperando Ari, con Nefeli a su lado.
— Mi pequeña, ya creía yo que te habías arrepentido — coge nuestros pasaportes y se dirige para hacer el check in y poder abordar el avión.
— ¡Cariño, por favor cuídate mucho! — me dice mi amiga en el momento que me da uno de sus abrazos de oso, como les digo yo — y no le des importancia a mi hermano, lo amo y lo adoro con el alma, pero a veces es simplemente un idiota, pero en el fondo es muy buena persona.
— Lo mismo le digo yo — dice mi hermano, no sé por qué pero lo veo actuar extraño con mi amiga, y es una de las pocas veces que lo veo tan distanciados a los dos, aquí sucede algo, pero en este momento no tengo tiempo para averiguarlo.
— Sí, está bien, ya me lo han dicho, espero que él tenga mucho trabajo, y yo mucho que estudiar para no encontrarnos demasiado por la casa. — Digo, pero es la verdad, porque de lo contrario no sé cómo lo soportaré.
— No te preocupes, pequeña — dice Ari, que ya ha vuelto y se encuentra a mi lado —. De todas maneras tenemos tantas cosas que ver, te prometo que no pasarás demasiadas horas en esa casa — me abraza y me besa el cuello.
— Ari — mi hermano está listo para protestar cuando escuchamos que anuncian nuestro vuelo.
Vamos juntos hasta la entrada de los pasajeros, después de diez minutos, abrazos, besos y consejos, nos adentramos con Ari hasta la salida, pero cuando ya he cruzado la puerta, me doy la vuelta una última vez, para ver a mi hermano y mi amiga, pero lo que veo me deja sin palabras.
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