CAPITULO 17
ELPIDA
Llevamos diez maravillosos días en este viaje y de verdad que mi país tiene lugares únicos en el mundo. Mijaíl se ha dedicado a mimarme a cada instante, pero también hemos tenido momentos de chicas en los cuales hemos terminado todas borrachas.
En Lefkada decidimos que era hora de salir solas, necesitábamos una noche de diversión y claro la idea era darle a conocer a Gaby como se disfrutan las noches griegas y puede que al principio los chicos no estuvieran completamente de acuerdo pero al fin se dieron por vencidos y lo aceptaron, claro debería de pagar unas consecuencias que mi queridito gruñón tenía en mente.
Ingreso al bar del yate donde están nuestros adonis conversando, no se han dado cuenta de mi presencia y la verdad es que este grupo de cuatro hombres es un pecado para cualquier mujer, comenzando con mi Dios Griego, quien para mi sobre sale de todos ellos, lleva puesto unas bermudas de jeans que le llegan un poco más abajo de las rodillas y un polo de color turquesa que hacen resaltar el color de sus ojos, su pelo está como siempre despeinado y totalmente sexy.
Kyriako es casi de la misma estatura que Mijaíl pero mucho más macizo, sus ojos son castaños al igual que su pelo y su piel es morena se parece mucho a su padre en cambio mi chico se parece a su madre. Lleva puesto unos pantalones de lino blanco conjunto con una camisa del mismo color y la verdad es que le queda perfecto.
Luego está mi hermano y Ari que ahí están los dos como salidos de las mejores revistas de moda para hombres.
Mi amigo se da cuenta de mi presencia y me mira con una sonrisa de lado y sé que está pensando "Tú quieres matar a este pobre hombre" le devuelvo mi sonrisa traviesa porque tampoco se imagina cómo está vestida Gaby, me conoce tan, tan bien que entrecierra los ojos y niega con la cabeza, una media sonrisa asoma en sus labios.
En ese momento los demás se dan cuenta de mi llegada.
Mijaíl escanea mi cuerpo de pies a cabeza, llevo mi pelo recogido en una larga cola de caballo, mi maquillaje no es nada intenso simplemente me he delineado los ojos con eyeliner y pintado las pestañas haciendo que parezcan mucho más densas y largas, así mi mirada se ve mucho más intensa, un poco de polvo y rus, un gloss solo para dar brillo a mis labios
Llevo puesto un vestido blanco strapless que resalta en mi bronceada piel, lleva un lazo bajo el pecho y cae suelto quedando muy por encima de mis rodillas, es decir tapa lo justo y necesario, es uno de los vestidos más cortos que tengo pero lo amo. Me he puesto unas sandalias color violeta de tacón alto, que hacen ver mis piernas mucho más largas de lo que son y en mis manos un bolso a juego
Sé que le gusto, pero también me doy cuenta que no le agrada para nada que vaya vestida de esta manera, sin que él me acompañe. Se acerca con pasos lentos y decididos, cuando llega a mi lado me siento deseada y mucho más sexy, él tiene ese poder sobre mí. En la habitación reina el silencio pero no me importa, en estos momentos estamos él y yo.
—Hola. —lo saludo, pero mi voz casi no sale por la excitación.
—Hola. —puedo sentir lo afectado que se encuentra el también— te ves impactante. —Coloca su mano abierta justo donde termina la espalda y cambia de nombre—. Es injusto que otros admiren lo que es mío.
—Eso mismo digo yo cuando te comen con los ojos. —pasa su dedo por mi hombro siguiendo un recorrido hasta llegar a los míos y entrelazarlos.
—Tienes razón. —Dice— ¿Puedo ir con ustedes?
—No. —mi respuesta es inmediata y aunque su cara me da pena los dos debemos tener también vida por separado.
—Lo sé, me has puesto duro de solo verte así. —susurra para que solo yo lo escuche— será todo un placer desvestirte y follarte solo con estos zapatos puestos —no puedo evitar gemir antes sus palabras y el muy cabrón ha logrado ponerme en duda a salir o quedarme con él y que me haga lo que desee, pero en ese momento una exclamación en coro por bocas masculinas me regresan a la realidad y me doy cuenta que las chicas ya están listas.
Habíamos logrado convencer a Athiná y su compañera Alexandra venir con nosotras y la verdad es que las dos se veían estupendas.
Kyriako y Athiná habían decidido darse una oportunidad, pero ella como toda una mujer orgullosa no aceptó dejar su puesto de trabajo, así que seguía sirviéndonos en su turno, claro estaba que mi cuñado se sentía bastante molesto, así que ella se dedicaba a lo que no tenía que ver directamente con nosotros, es decir a ordenar las cabinas y cocinar, luego venía y se sentaba con él.
Logramos hacer muy buenas migas entre todas y aunque al principio era algo extraño, luego todas pusimos de nuestra parte y así poder disfrutar de nuestro viaje.
Miro de reojo a los chicos y uno está más baboso que el otro, Ari es el más chistoso, se golpea la frente y me mira mal, se ha dado cuenta que yo soy la encargada del vestuario de cada una de ellas.
Me rio y le saco la lengua, Kyriako pasa a mi lado y dice "pequeña eres un monstruo" Mijaíl no puede dejar de reír, luego pasa mi hermanito "Princesa esto me lo cobraré" dice y se dirige hacia mi amiga, por último llega a mi lado Ari y dice pero en voz alta para que escuchen todos "Que jodido gusto tienes, pero me las pagarás porque estoy seguro que a todos nos han dejado con un puto dolor" le golpeo la nuca por lo que dijo, pero no puedo evitar reír viendo como todos asienten con sus cabezas afirmando lo que acaba de decir.
Después de unos minutos por fin nos dejan partir, pero no sin antes aceptar al chofer que nos esperaba en la marina.
Llegamos a uno de los clubs más nombrados de Lefkada "Copla" el cual se ubica en la playa con el nombre Kathisma, es una playa bien larga y con arena fina y blanca que se encuentra a los pies de un cerro.
El club se encuentra cerca de las rocas justo donde termina la arena, es todo de madera y su nombre a salido por los habitantes del lugar, "Copla" en griego Κοπλα son los palos de madera que saca el mar.
Al llegar al lugar todo está en una completa armonía, y te da la impresión exactamente como dice su nombre que está hecho con palos que tira la marea, pero de una manera elegante, con su piscina y también lugares para sentarte en privado o tomarte un trago de pie.
La noche llegaba bastante calurosa pero gracias a los ventiladores que dejaban un aire helado y húmedo el ambiente era mucho más fresco, en el lugar donde nos sentamos era como si estuviéramos en las mil y una noches.
La música era de todo un poco hasta las dos de la mañana que comenzó a sonar solo griego y ahí todo revivió, los vasos de la mesa desaparecieron y sin darme cuenta me encontraba encima de ella con Nefeli bailando chifteteli, las demás aplaudían y tiraban flores que nos habían traído los meseros. Al terminar, un par de músculos, porque no eran hombres normales, se nos acercaron para invitarnos un par de tragos algo que Gabriela de su manera no aceptó y tampoco les dio la oportunidad para cortejarnos, desaparecieron al instante.
No recuerdo cuantas rondas de chupitos y nuestros tragos nos tomamos, hasta que comenzaron a salir los primeros rayos del sol y Mario, nuestro chofer, nos llevó de regreso, menos mal que a ninguna de nosotras nos dio por vomitar, pero si nos quedamos dormidas y aunque el pobre trato de despertarnos, fue imposible, así que no le quedó de otra que llamar a mi gruñón que no estaba para nada contento.
Sentí como me tomaba en sus brazos y besaba pero de ahí nada más, caí en un completo coma.
La mañana siguiente, bueno mejor dicho la tarde siguiente cuando desperté, ya eran pasadas las dos de la tarde, estaba desnuda y con un tremendo dolor de cabeza.
Me di un baño y al salir mi adonis se encontraba parado en la puerta con los brazos cruzados a la altura de su pecho.
—Hola. —saludé ajustando más la toalla a mi cuerpo.
—Hola. —respondió sin siquiera mover un dedo. Si estaba muy, pero muy molesto—. Te he traído eso. —señala una bandeja que tiene un jugo que puedo ver que es de naranja, una pastilla y un plato con comida. Bebo todo el jugo junto con la pastilla y me siento en la cama a comer. Él no pierde ninguno de mis movimientos.
—Veo que lo pasaron muy bien anoche —dice un poco más alto de lo que me gustaría y mi cabeza comienza a quejarse— ¿te duele mucho? —pregunta al ver que hago una mueca y simplemente asiento.
— ¿Qué hubiera pasado si hubieran estado solas? —se acerca a mí pero deja un espacio entre los dos.
—No lo estábamos. —Digo lo más bajo posible para que no resuene en mi cabeza— no te enojes. —susurro y pongo mi mejor cara de niña buena y puedo ver cómo trata de no reír.
—Dios mío, en cualquier momento moriré antes de lo debido. —niega con la cabeza y ríe.
Dejo mi plato en la mesita de noche que está justo al lado de mi cama y me siento a horcajadas de mi hombre dejando caer la toalla, me mira por un momento con ojos llenos de pasión, sus pupilas se intensifican, haciendo desaparecer el azul que tanto amo. Esta mirada indica cuanto me desea. Me toma sin permiso, porque sabe que conmigo tiene carta blanca y puede tomar de mí lo que quiera.
Cuando ya nos habíamos saciado el uno del otro decidimos ir al encuentro de los demás, era casi de noche, así que pasamos una velada bastante tranquila.
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Ahora nos encontramos en Santorini listos para hacer nuestro recorrido, hoy habrá luna llena y tengo una idea para nuestra cena, así que Kyriako me ayudará.
— ¿Tía nos subimos? —Hans señala los burritos que esperan por nosotros ya que estamos en el puerto viejo para subir a Fira.
— ¡Si tú quieres, puedes hacerlo campeón! —Sonrío— pero irás tú, porque a mí me da pena que maltraten a estos animalitos de tal manera.
Hans se queda por un momento pensando en mis palabras, pasa su mano por encima del animal y veo como trata de esconder y deshacerse de las lágrimas de sus ojos.
— ¿Qué sucede cariño? —me arrodillo delante de él para poder quedar a su altura y mirarlo de frente.
—Nunca lo habría pensado de tal manera tía —sorbe su nariz y sigue— la verdad es que a mí tampoco me gustaría que me trataran así, y ellos sufren —veo como levanta su cara y mira hasta donde termina el camino que debemos tomar— y más encima es un camino muy difícil para ellos —asiento ya que estoy de acuerdo con lo que me dice— mejor nos vamos caminando. —declara y comienza a caminar y así todos tomamos nuestra ruta de subir más de seiscientos peldaños y trescientos metros de altura.
Todo es risa pero después de unos minutos los hombres comienzan a quejarse por los olores que van dejando los animalitos al hacer sus necesidades, pero también estos muchas veces nos empujan al caminar haciendo que choquemos con las murallas o rocas que se encuentran en el camino.
Al llegar a Fira todos estamos cansados, porque la verdad es que la subida ha sido bastante movida y bueno hemos llegado agotadísimos y con más de un golpe en nuestros cuerpos.
— ¡Estoy hecha una mierda! —Se queja Gaby— me duelen hasta las pestañas.
No lo soporto y me pongo a reír y aunque aún siento que se me quema el pecho por el cansancio, debo ser la única que está en las mejores condiciones.
— ¡Aun no entiendo por qué no subimos por el teleférico! —se queja Ari.
—Simplemente porque la mejor vista y las fotos más preciosas se sacan en el camino. —Le doy un golpe en la cabeza— ¡vamos no sean tan quejicas!
—Ya déjense de payasadas y vamos a tomarnos algo para seguir con nuestro recorrido. —dice mi adonis abrazándome por la espalda y poniendo su mentón en mi hombro.
Me doy la vuelta y puedo ver que está exactamente igual a como comenzamos, lleva una gorra azul y unas gafas de aviador, está completamente comestible.
—Sé de una cafetería donde podemos ir a tomar algo y seguir. —anuncia Kyriako y todos lo seguimos.
Llegamos a Select Lounge Café, una joven nos saluda y veo cómo se come a cada uno de nuestros acompañantes, pero ellos ni siquiera la miran. Kyriako pide hablar con un tal Nico así que esperamos unos minutos, pero con Hans nos vamos a una de las terrazas y apreciamos la magnífica vista que nos da el lugar con el volcán al fondo.
—Cielo, vamos. —nos llama Mijaíl y nos dirigimos a una terraza que está un nivel más arriba de donde nos encontramos, llegamos y nos sentamos en una mesa justo en una esquina que sobresale y ahora puedo entender la razón por la cual mi cuñado buscaba a ese tal Nico, quién es el dueño del negocio, un hombre de un metro ochenta más o menos con un cuerpo bien cuidado y con su piel bien afectada por el sol, nos saluda a todos y cuando llega el turno de Athiná puedo ver la sorpresa en su rostro, no dice nada solo que mira a su amigo y entre los dos se comunican.
— ¡Que belleza! —exclama Gaby y la verdad es que donde estamos sentados es como si estuviéramos flotando en el aire y todo está cuesta abajo, hecho de encantadoras casas blancas con ventanas azules y puertas, separadas entre sí por las pequeñas calles empedradas, algunas tienen terrazas con piscinas y otras simplemente algunas hamacas. Muchos de sus hermosos edificios se construyeron en los tiempos de la invasión veneciana, incluyendo algunas iglesias con cúpula azul y terrazas.
Pasamos un buen momento mientras descansamos entre risas y contarles a nuestros invitados un poco de la historia de Santorini.
Al terminar damos una vuelta por Fira y sus pequeñas tiendas de joyas, ropas y suvenir así que ahí nos entretenemos por bastante tiempo hasta emprender nuestro camino a Oía son casi dos horas de recorrido bien merecidos, hemos sacado un montón de fotos en la caldera o por donde se nos dé, al llegar a Oía las antiguas casas de los pescadores excavadas en la roca, pintadas con cal y con los techos en forma de bóveda de cañón, nos dan la bienvenida y es ahí donde uno se da cuenta de que está encaramado en la boca misma de un volcán. Oía es uno de los pueblos más bellos del Mediterráneo, famoso sobre todo por sus espectaculares puestas de sol y eso mismo hemos venido a ver, mirando mi reloj me doy cuenta que debemos apresurarnos para llegar y buscar los tholos, las antiguas casas de los pescadores excavadas en la roca, o los cafenion que se aferran a la escollera, aristocráticos y esenciales, para poder tener una imagen completa y esperar que el mar se disponga a engullir el sol.
Menos mal que aún es temprano y logramos acomodarnos todos juntos para apreciar la maravillosa vista. Estoy sentada entre las piernas de Mijail, recostada en su pecho sintiendo el latido de su corazón que me da tranquilidad.
Al pasar las horas vemos como el lugar se va llenando de turistas de distintas nacionalidades, preparando sus cámaras, móviles y todo con lo que puedan captar el mágico espectáculo. El tiempo está de nuestra parte porque en el cielo no existe ni una sola nube que pudiera arruinar el momento.
Al acercarse la hora Ari llega con uno de los vinos más famosos de la isla y unos vasos de plástico para poder hacer un brindis.
El sol se hunde en el Mediterráneo en mitad de un paisaje idílico, con el azul oscurecido del mar, los tonos cambiantes morados, malvas, rojizos y amarillos del cielo y el panorama primigenio de la caldera, Mijaíl no deja de susurrar palabras de amor y promesas que sé que cumplirá y ahí, en el momento que el sol casi ha desaparecido, toma mi rostro entre sus manos. Me pierdo entre su mirada y me besa como si no existiera nada ni nadie más a nuestro alrededor.
Al separarnos por falta de aire, junto nuestras frentes y nos quedamos por no sé cuánto, me abraza y hunde su rostro en mi cuello y es en ese momento en el que me siento completa, miro a mi alrededor y estamos rodeados de un mar de gente, parejas jóvenes que se juran amor eterno, ancianos abrazados con un brillo en su mirada que no puedo determinar, novios recién casados sacándose fotos, todos ubicados donde puedan tener la mejor vista. Mi hombre me saca del momento cuando me toma por la cintura me atrae a su cuerpo y nos saca una foto dejando inmortalizado el momento en su móvil.
Al regresar al yate ya era de noche y todos estábamos agotados, había sido un día que quedaría grabado en nuestros corazones por siempre.
Hans cenó y se durmió de inmediato así que nos quedamos todos en la terraza donde se encontraban unos sillones y podíamos simplemente relajarnos.
Kyriako me había ayudado a encontrar un buzuki para ser la noche más animada.
Llevaba muchos años sin escuchar a Mijaíl tocar, recuerdo cuando se juntaba con mi hermano y los demás, tomaban prestado el instrumento de mi padre y él comenzaba a tocar y la verdad es que lo hacía muy bien.
—Vamos viejo a ver si te acuerdas. —dice mi cuñado entregándole el instrumento en la mano, algo que sorprende bastante a mi gruñón.
— ¿De dónde lo has sacado? —pregunta mirando el aparato determinadamente.
—Pues por ahí. —le responde quitando importancia.
—Vamos viejo, anima un poco la noche. —lo alienta mi hermano.
Me mira esperando por una respuesta y yo solo asiento, pero la sonrisa no se me puede borrar de la cara.
Comienza con canciones lentas, que sé que son dedicadas para mí, su voz hace que todo mi cuerpo se erice y en este punto existe solo él para mí.
En algún momento se da cuenta que no está solo y detiene su toque para mirar a su alrededor, algo que omito y ninguno de nuestros amigos han apartado la mirada de él, los chicos comienzan a aplaudir.
—Vamos hombre, ahora algo más movido. —lo motiva Ari.
Y así comienza a tocar un chifteteli que me sé muy bien.
Llevo puesto un pareo largo amarrado en el cuello y por debajo mi bikini, sé que le daré el mejor espectáculo, porque detrás de mí se encuentra la caldera con las pequeñas casas iluminadas con diversos colores y con la Luna llena a todo su esplendor.
Me pongo de pie justo delante de él y comienzo a moverme al compás de la música, de algo me ayudaron las clases de baile que hice hace años.
En el momento dado, desato el nudo del pareo y lo uso para bailar, por la mirada que me dedica, sé que le ha agradado la sorpresa, sé que me desea, pero no deja de tocar, todos aplauden, este es un espectáculo que en algún momento se lo haré en privado y sin el traje de baño.
Sé que mis movimientos son bastantes sexy y que la tela del pareo al moverla hace una imagen de cuento, sus ojos brillan con pasión, y a mí me hace sentir aún más segura de mis movimientos.
Al terminar el baile estoy sudada y no solo por los movimientos, sino que también me encuentro excitada por la manera en que me comía con la mirada.
Deja el instrumento a un lado sin mostrar apuro, se levanta, en ningún momento aparta la mirada de mí y es un lobo que viene por su presa que está dispuesta a dejarse cazar.
—Eres maravillosa. —susurra por encima de mis labios antes de perderse en ellos.
— ¡No sean aguafiestas! —grita mi amigo.
—Viejo sigue. —pide Strato.
—Ha no, creo que por hoy ha sido bastante —les responde mi adonis— ahora es tú turno hermano. —dice y todos nos sorprendemos porque nunca lo habíamos escuchado a él tocar y aunque en un principio se niega, luego acepta y la verdad es que también toca muy bien, y su voz, lo admito es aún mejor que la de Mijaíl.
Y así pasamos una velada más que no será olvidada porninguno de nosotros...
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