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Parte 4

Él eligió el lugar. Anduvimos en taxi por media hora aproximadamente. Era un bar casi a las afueras de la capital. Una casa de piedra, de estas antiguas, muy parecida a las que salían en las películas basadas en la Edad Media, como el Señor de los anillos o Las Crónicas de Narnia. Namjoon conocía mi obsesión por estas historias, no era una coincidencia la elección de ese lugar. Adentro, a pesar del intento por mantener la temática, se volvía lujoso, mesas y asientos de madera, pero de roble, con mármol en su superficie, varios candelabros colgantes y en la pared. Espejos, plantas, alfombras de felpa y velas rojas.

—Solo vine una vez. Estuve un tiempo pensando en que te encantaría este lugar.

—Pero nunca lo mencionaste— él deslizó mi silla hacia atrás, muy caballeroso, sentandome en consecuencia.

—No creí que te gustara el alcohol— le di una mirada desaprobadora pero astuta, —no quise juzgarte, yo...

—Lo hiciste. Me gusta la cerveza, el vino, el whisky. Cuando vives sola, se hace imprescindible.

Rio dejando caer suavemente su cabeza para darme una mirada desde ahí, algo seductora, encantadora con el hoyuelo formado en su mejilla izquierda. —Te llevarías muy bien con mis amigos, principalmente con Taehyung y Jimin, quizás Yoongi, aunque, eres muy pequeña para él...

—¿Me estás buscando novio?

—Nunca haría eso, solo me hiciste acordar de ellos, no los veo hace mucho.

—¿Dónde están? Oh— la camarera se aproximó a nuestra mesa y dispersó el tema que se acababa de imponer, olvidandolo por completo cuando Namjoon pidió con notable experiencia sobre la carta presentada: dos cervezas Mahou cinco estrellas, un Ironroot Harbinger, 500gr de carne de res, corte de lomo medio cocido con una salsa de rocoto y cóctel de frutas en almíbar.

—¿Quieres pedir algo más? — me preguntó luego. En mi mente tenía un alimento infaltable para mí cuando bebía, pero luego de atender su pedido quizás lo que diría se escucharía ridículo. Aun así, no perdí la oportunidad.

—Papas fritas— observé a la mesera con completa inocencia esperando su reacción. Ella solo asintió, en vez, y ofreció los distintos cortes con los que contaban: rejilla, rulo, rústicas con merken y sin merken, y en chips. —Rústicas con merkén, por favor— sonreí.

—Las papas fritas. Cómo pude olvidarlo— murmuró Namjoon luego que quedamos solos otra vez.

—No tienes que saber todo siempre.

—Cuando estás constantemente delante de todo, llega un momento en que se te exige hacerlo sin ni siquiera consultarlo. Me falta mucho por aprender de la vida, soy muy torpe, señorita Meier...

—Lo sé.

—No. No me conoces, para nada.

Tragué fuerte. Su semblante serio hizo que un pequeño temblor subiera por mi espalda. —No creo que después de casi seis meses seamos unos desconocidos, Namjoon.

—Quizá tú para mí no, pero yo aún sigo siendo un desconocido para ti.

—No es necesario conocer detalles de tu vida para saber quién eres. Mírame Namjoon y dime, ¿tú crees que tu trabajo te define? ¿Tus posesiones? ¿Tus amistades?... Lo que he conocido de ti es suficiente, tu esencia, tu corazón. Sé que has sido muy esquivo con todo lo que concierne a tu privacidad, que tú conoces prácticamente toda mi rutina diaria, pero tampoco conoces mi historia, Namjoon, mis temores, por ejemplo. Pero ¿eso cambiaría lo que soy? Quizá, solo me haría quedar más vulnerable frente a ti... Y entiendo que no quieras mostrar tus debilidades... Lo que quiero decir es que, todo lo demás que no sé de ti, es solo un apartado, un comentario en tu libro. Una anécdota, que ayuda a entender de mejor forma, pero... Dios, perdóname por incomodarte de esta manera pero, me gustas mucho, me gusta Kim Namjoon, el chico que veía en la biblioteca interesado con la lectura, sonriendo porque quizás lo que leías era muy tonto para tu alto nivel intelectual. Que ama andar en bicicleta, perderse en los detalles de la naturaleza, apreciar los árboles como ningún otro. Tu amabilidad, tu labia, tu sabiduría. Tu simpleza. Te conozco lo necesario como para decir que me gustas.

Estaba metida en una especie de cápsula de la sinceridad. Apenas terminé, me di cuenta del rumbo que habían tomado mis palabras sin siquiera pensarlo, de lo valiente que había sido y lo arriesgado que era repetir y repetir lo embobada que estás de alguien sin siquiera haber llegado la comida. Él se había quedado pensativo, escondiendo su sonrojo, manteniendo la mirada fija en algun punto de la mesa. Me arrepentía un poco, ahora sí, porque el silencio siguió hasta que llegó la orden. Un vaso gigante para mi mano, lleno de cerveza, y dos vasos bajos y anchos con un plano cubo de hielo en el fondo. La mesera dejó una ovalada botella con un líquido coincidentemente de color ámbar. Al minuto después, la carne en una tabla con superficie de greda y las papas fritas en un rústico canasto. Solos otra vez y, la verdad es que, no podría comer con el nudo que se había formado en mi estómago.

Aclaré mi garganta y todo me decía que esta cena había acabado sin siquiera haber comenzado. —Lo-lo siento. Te incomodé. Es mejor que me vaya... — mis piernas temblaban, ya no soportaba su indiferencia. —Gracias por intentarlo, pero ya no hay remedio ¿verdad? Yo no te gusto. Lo entiendo. Pero, tampoco podríamos seguir siendo amigos cuando no es lo que deseo ¿no? Siento mucho haberlo arruinado, Namjoon, ojala poder reunirnos alguna vez, en el futuro— me puse de pie, mirándolo fijamente, su entrecejo contraído, su mirada severa. Volví a tragar en seco, estaba aterrada porque comenzaría a llorar en cualquier minuto.

Entonces, sentí sus manos envolver la mía. —Perdóname. No tienes que irte.

—Nam— sentir su tacto fue inesperado. Su mano sobre la mía, impensado luego de tantos meses conformándome con su cercanía, con su mirada, con el roce involuntario de nuestras manos o pies.

—Siéntate, por favor— lo hice. Mi corazón saltaba con desesperación. —Siento tanto todo lo que te he hecho pasar. No era mi intención romper tu corazón... Esa noche que me fui sin decir nada y ahora... Soy tan cobarde — era como si estuviera hablando consigo mismo, porque su cabeza se mantenía baja, intentando ordenar cada idea que tenía en su mente.

—El amor es así ¿no? Gris.

—Evette, me gustas... Ah... Me gustas tanto... —rio, incrédulo a su propia confesión. Suspiró luego y tomó la palma de mi mano besándola por encima con sus labios rigidos pero cálidos. Ese beso se sintió como una disculpa. —Podemos tener esta cita ignorando lo que sienten nuestros corazones, por favor, como los buenos amigos que llegamos a ser.

—S-sí... Espera— lo había dicho, había dicho mi nombre. Mi nombre al fin salía de su boca y yo había quedado descolocada. ¿En serio mi nombre era tan bonito? ¡Dios! Sentía mi rostro arder, ni siquiera podía procesar lo que seguía de la oración. —¿Qué-qué dijiste?

—No me digas que no escuchaste.

—Quedé en Evette, Namjoon— reímos. Era grato mirarnos luego de haber soltado lo que estaba tan oprimido. Ver la sonrisa del otro, sintiéndonos más cohibidos que nunca. —Bien, comamos. Necesito probar ese whisky, de seguro tiene toques de caramelo.

—Me sorprendes, señorita Meier. Sí, tiene esencias de caramelo y vainilla.

—Volvimos a la formalidad. Serás el señor Kim para mí, entonces.

Comimos, bebimos, hablamos como viejos amigos en un reencuentro: lo lindo que estuvo el día, lo bueno de la carne, trabajo... "Eres bonita", lo volvió a imponer para motivar mi autoestima, aunque junto a él ya iba por los cielos. "Creo que soy demasiado bonita", dije de forma engreída.

—Mi amigo Seokjin estaría orgulloso.

—Creo que tus amigos ya me agradan, podríamos hacer algo juntos ¿te gustaría?

—Me encantaría— su voz no sonó muy convincente luego de que su respiración se notara algo contenida. Moduló algunas palabras, pero sin sonido alguno. Noté que algo andaba mal cuando volvió a esquivar mi mirada. —Evette. Me iré en dos días.

No saben lo difícil que fue controlarme luego de oír esa noticia. El alcohol no ayudaba demasiado, mis extremidades se volvieron temblorosas y sudorosas. Ni siquiera recuerdo bien cómo llegué al jardín de aquel bar. Yo solo quería estar en mi cuarto para poder llorar por la desilusión, por la angustia que comenzaba a colapsar mi pecho y la incertidumbre por qué vendría después. —¿Pensabas decírmelo?

—A eso fui a la biblioteca— estaba a dos pasos de mí, sereno pero, sin saber mucho qué hacer.

—Antes Namjoon, decírmelo antes. Yo... Dios... Podrías haberme dicho que estabas aquí por un viaje de... De negocios o algo.

—No supe manejarlo... Tampoco sabía que me iría tan pronto, creí que aún tenía un mes más.

—Un mes más... Nam, me acabas de decir que te gusto. Estaba conforme o intentaba estarlo con que tú no sintieras lo mismo que yo. Y ahora... ¿Qué puedo hacer? Dime. No volverás, ni siquiera vives en el mismo continente, el vuelo sería carísimo...

—No, Evette. Que me gustes no... Perdóname, pero no significa que estaremos juntos.

—¿Por qué?

—Nuestras vidas son muy distintas.

—Eso es una excusa— dejé de mirarlo, mi vista comenzaba a volverse borrosa por las lágrimas amenazantes. Respiré hondo, llenando mis pulmones de entendimiento, quería ser empatica, no sobre exagerar mis impulsos. Me concentré en lo que tenía al frente: árboles decorando un prado. La noche impuesta, la luna brillando junto a las estrellas. Era hermoso. Yo también era una amante de la naturaleza, de la lectura. Sería una ilustradora famosa, tal vez también pintora, escultora si mis manos y mi capacidad de interpretar ideas era fructífero en el futuro. Nuestras vidas no eran demasiado distintas. Sin embargo, nunca me interpondría en las decisiones de otros. En las de él. —Lo siento, el alcohol me vuelve impulsiva. Yo no soy quién para imponerme de esta forma en tu vida ni en cómo continúa. Te respeto, Namjoon, eres un hombre sabio... Pero, déjame darte un consejo. A veces deberías apagar por unos segundos tu mente y hacerle caso a tu corazón. Sé que puede hacerte ver vulnerable, ilógico a veces, pero eso también puede ser un acto precioso que te hará crecer más alto de lo que crees.

—Evette...

—Tranquilo, Namjoom, estaré bien— comencé a alejarme sin darle la espalda, sin poder dejar de verlo complementar la fría noche. —Ten un buen viaje de regreso...

—Espera, no te vayas así — avanzó un par de pasos hasta que fue detenido por mi voz.

—No vengas, Namjoon, yo volveré a casa... ¡No me gustan las despedidas! — cada vez me alejaba más, turnando la vista entre el camino y su ser inquieto e indeciso. Saqué mi teléfono como mi recurso más preciado para la recopilación de recuerdos, y le tomé una foto, ahí en el centro del césped, con sus manos dentro del abrigo, el bar a sus espaldas con sus focos cálidos, mirándome, anclado a la tierra. Llegué a la intersección justo donde desaparecía la calle. Su imagen parecía una triste escena de un enamorado solitario. Eso era Kim Namjoon, pero demasiado racional para que aquello le afectara.

Ese fue el último día que estuve con ese chico especial. Lloré como nunca, en mi habitación, mientras me duchaba y cuando los árboles danzaron con el viento. Su vuelo salió un sábado, no me enteré de la hora, solo observaba el cielo y seguía cada avión que voló ese día. Deseaba enviarle un mensaje, escribirle que esperaría su visita aunque tardara años, pero, al final la torpeza era de ambos. Unos tontos que habían olvidado algo tan tradicional como compartir su número telefónico.

—¡María!

—No me hables— pasé detrás del mostrador sin querer hacer contacto visual con nadie, era una buena táctica para que ignoraran tu existencia. Sentí su mirada mientras ordenaba y clasificaba los libros en el mostrador. Su presencia acercándose, deslizando un sobre celeste pastel hasta que mis ojos pudieran divisarlo. —¿Qué es?

—¿Puedo hablar ahora?

—Porqué no lo harías si eres mi jefe.

—Ah pues, sí. Después veré qué hago contigo por esa falta de respeto— intentó hacerse el duro. Aclaró su voz y tomó el sobre otra vez. —Ese chico, el manos torpes, vino el viernes en la noche. Dejó esto y ese paquete— apuntó hacia el otro extremo, a mi lado izquierdo. Era evidente lo que había debajo de ese envoltorio de papel, lo que no lo era, fue esa nota de su puño y letra, donde al leer "Querida Evette" en la parte superior, supe que sería la carta más solemne que jamás había recibido.

Querida Evette,
Probablemente estés en la biblioteca ahora mismo o te hayas tomado un tiempo para leer esto en la cafetería. Estás bien ¿verdad? Me duele el pensar que hayas tenido que pasar un mal rato por mi egocéntrismo.
Te extraño, lo leerás más de una vez en este escrito y probablemente también ya lo sepan mis amigos, que te extraño y que no puedo hacer nada para remediarlo. De seguro ya me regañaron por ser tan negligente y no pedir tu contacto. Pero sé que estás de acuerdo conmigo de que no era necesario un número de teléfono para encontrarnos, para comunicar lo que queríamos decirle al otro. Lo siento por decir que eramos muy diferente, creo que no es así del todo, nuestras mentes siempre conectaron de una manera particular. Y no me quiero ir al lado de lo romántico: "el destino", "las almas gemelas", "al amor de mi vida". Yo no creo en estas palabras mágicas. Evette, me da vergüenza reconocer esto pero, ese día yo dejé caer mis libros a propósito para tener tu atención. El desastre que causó mi bolso luego, ese sí fue a causa de mi torpeza pero, todo era porque quería conocerte y fue mi mejor plan. Ahora debes estar pensando que fue un horrible plan, pero lo sabes, soy pésimo cuando se trata de ligar.
Evette, linda Evette, me tenté tanto por escribir "mi linda Evette", pero sé que nunca serás mía. Sé que cuando vuelva a buscarte alguien ya estará cuidándote, quizás ya estarás planeando tu boda y, estoy seguro de que ese gusto por mí, (no sabes cuanto miedo me da reconocerlo), ya se habrá ido antes de que mi corazón te haya soltado. Pero, por favor, no te preocupes, puedo manejarlo, para eso estoy entrenado.
Te extraño y lo siento tanto, fui muy egoísta, un cobarde y mentiroso, pero no contigo, espero que estés de acuerdo con que fui lo bastante sincero. Pero conmigo fue distinto, me mentía cada día pensando que podría seguir compartiendo mi vida contigo, que la normalidad de mis días en ese pequeño y tranquilo país continuaría, que... Me mentí tanto que me imaginé llegando al aeropuerto contigo de la mano.
Creo que sabrás muy pronto quién soy, aunque tu alrededor esté alejado de información poco relevante como es el espectáculo, las redes sociales que tanto ocupas quizás te traigan a mí muy pronto. Entenderás en ese momento porqué fui recatado con aspectos de mi vida y entenderás también porqué me tuve que ir y porqué no podré regresar... Por lo menos no tan pronto.
Otra vez te lo digo, Evette, eres hermosa. Otra vez lo pienso, al igual cuando leí tu nombre en tu tarjeta de identificación, tú nombre es el más bonito que he conocido. Recuerdo que estaba muy emocionado porque intuía de donde venía ese nombre. Pues, en Inglés significa Tejo. No me pondré a explicar su procedencia ni sus características, así que no te asustes. Solo diré que es un árbol muy longevo, lleno de historia. Espero que puedas lograr todo lo que se te ocurra en esa mente brillante que posees y que escribas tanta historia como un árbol de Tejo.
Gracias. Nunca te agradecí lo bien que me hiciste durante todo este tiempo.

Te dejé mi cuadro, el de la exposición. Mi amor en una pintura, tú mi Ámbar.

Antes de comenzar a escribir esta carta entendí otro aspecto de mi obra, otra realidad:

Yo soy el gris de tus colores.

Comienza a vivir tus sueños, Evette, y llega lejos, crece tan alto hasta que yo pueda verte.

Chao, señorita Meier

Te quiere,
Kim Namjoon

Sonriente y llena de lágrimas terminé de leer esas dos páginas. Me reí tan solo al verme ahí, sentada sobre la tapa del baño, cayendo bajo sobre las expectativas que él había tenido de mí en sus primeras oraciones. Observé otra vez su letra, cuidadosa y adulta. Inspeccioné las caras en blanco al reverso, buscando... Negué con la cabeza sin remedio. Sí, otra vez no había dejado su contacto.

—¿Cómo te respondo ahora, Kim Namjoon?— murmuré mientras aclaraba las lágrimas con agua fría. —Tengo varias cosas que objetar— recogí el sobre que había dejado olvidado sobre el estanque de agua. Y... Dios... —¡Mark! — llegué a su lado con la ilusión hecha sonrisa. Me hizo bajar la voz antes que pudiera seguir hablando. —Mark, mira— levanté la solapa del sobre y bajo esta decía.

No puedo dejarte mi número escrito aquí pero puedes hablarme a mi e-mail. No dudes en hacerlo, estaré al pendiente cada día esperando tu mensaje.

—¿E-mail? ¿Te dejó su correo electrónico?

—¡Sí! ¿Por qué te ríes?

—Ay, María. Debe ser alguien muy importante como para dejarte su correo en vez de su número... Espera, aún eres María, ¿verdad? ¿Tú...?

—¡Mark! No seas idiota.

—¡Shh! Deja de gritar y-y hablarme así... Hoy te quedarás más horas, muchachita insolente.

Sonreí, sonreí mucho. Podría trabajar 24 horas seguidas ahora.

══════⊹⊱≼≽⊰⊹══════

Le respondí. No tan pronto, pero tampoco demasiado tarde. Algunos pensarán que esperé una eternidad y otros, no lo suficiente. Lo cierto fue que cuando estuve al frente del ordenaron y mis manos sobre el teclado, estas fluyeron como si esas palabras ya estuvieran escritas en mi mente.

Hola, Nam...
Lo primero que te voy a confesar creo que te causará algo de decepción. Tu carta la leí, pero no fue en un lugar solemne ni esperado, yo elegí la intimidad del cuarto de baño porque llorar en público no me sienta bien.
¿Estás bien? Yo no te voy a mentir. Hoy me tuve que quedar en cama porque tengo una gripe que no me deja ni respirar. No me voy a morir, tranquilo, no es necesario que vengas, Luna me está cuidando.
Yo... Te extraño mucho. A veces olvido que estás a kilómetros de aquí y Mark me tiene que recordar que no vendrás por la llave del candado de tu bicicleta ¿recuerdas? Los últimos meses siempre me pedías que te la guardara.
Kim Namjoon, estoy de acuerdo, no sabes ligar pero, deberías quedarte tranquilo al saber que yo tampoco. Suelo escapar de quien presenta un interés en mí, quizá lo hubiera hecho contigo si tu forma de coquetear no hubiera sido botar unos libros. Ah, extraño tanto tu voz, escucharte, aprender de ti. Cuando dijiste mi nombre mi corazón latió tan fuerte que si no hubiera sido por la música del ambiente, lo hubieses escuchado. Eres hermoso, tú también lo eres y creo que no lo escuchas a menudo. Lo eres, hermoso como nadie.

Tengo una duda. ¿Sigues extrañandome? ¿Aunque me haya tardado casi dos meses en escribirte?
Entendería que mi mensaje se perdiera en tu buzón. Ahora que lo pienso bien, creo que tardé demasiado. Pero lo hice porque necesitaba contarte algo que te hiciera sentir orgulloso. Como esa vez que fui a tu departamento y me miraste con esa alegre expresión porque al fin entendía que mi belleza era única. Ese día te transformaste en mi persona favorita, con quien quiero compartir mis logros porque, sé que a ti te importa. Por eso, me tardé. Necesitaba contarte que me matriculé en la escuela de Diseño e Ilustración Digital. En dos meses más estaré comenzando mis estudios y espero que todo resulte bien.
Estoy muy nerviosa, Nam, pero todos confían en mí, en que seré de las mejores, así que nos los voy a defraudar.

Ah... No soy buena despidiéndome, debe haber quedado claro ese día en el bar. Lo siento por haber huido así, pero creo que si me hubiera quedado habría sido la más patética rogandote que no me dejaras. Por eso, ahora lo haré bien. Aunque antes, tienes que saber que...

Mi color favorito es el gris.

Nos vemos, Nam. Espero que así sea, lo deseo con muchas fuerzas.

¡Adiós! Kim Namjoon.

Te quiere,
Evette Meier

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