Esa noche, durante la cena, mientras miraba a mis hermanos reír y hablar con Ofelia, mientras mis padres compartían sus momentos de felicidad, me di cuenta de algo: había desperdiciado todos mis años de vida hasta ahora.

Cuando Honey me acusó falsamente de haber difundido su video, no había una sola persona que saliera a dar la cara por mí. Nadie me dijo "yo te creo". Todos decidieron por su cuenta que yo era eso y más, incluso la gente externa, que pensaba que realmente era una tontería que yo hiciera esa clase de cosas, parecía dispuesta a fingir que su opinión era la contraria. Bueno, no había mucho que dudar, incluso yo hubiese dudado de mí mismo teniendo en cuenta las pruebas, pero sé que si alguien realmente me hubiese querido, me habría defendido a pesar de todo.

Creo que debería agradecerle eso a mi familia, aunque cuando estábamos a solas aún trataban de descubrir que había pasado realmente con ese video, querían creerme cuando les dije que no era culpable, pero no podían.

Ahora estaba sentado en la mesa, mis padres a un lado, los niños al otro y por la puerta, entró Travis para compartir la mesa por insistencia de mis progenitores. Él se sentó frente a mí, comenzó a hablar con todos, aunque se veía incómodo, su mirada tenía un poco de culpabilidad por el golpe que me había dado ayer, aunque no alcanzó a expresarla con palabras.

Mientras comía me di cuenta de que yo era una estatua en medio de toda la conversación. Mi silencio no era extraño, en realidad yo no hablaba demasiado, casi siempre eran los demás quienes se dirigían a mí, contándome sus cosas.

Estaba frío, mi corazón, mi cuerpo. Observé a Travis y su culpabilidad, pensé en Honey y su arrepentimiento o en Dara y el amor extraño que me profesaba.

Todas estas personas que disfrutaban de una comida mientras yo revolvía el contenido de mi plato y mordisqueaba alguna que otra cosa sin disfrutar realmente de los sabores.

Yo quería ser cómo ellos, pero no me atrevía a pensar en intentarlo, porque sentía que mi camino hasta este punto había sido demasiado fácil. Sentía que no había méritos en lo que estaba haciendo porque no sufrí tanto cómo los demás, creía que debía ser un mártir para poder enderezar mi camino, pero yo no me veía capaz de hacer esas cosas.

—Lo siento, por lo de tu nariz —dijo Travis de repente, sorprendiendo a mis padres, con quienes creo que ya había hablado de manera secreta sobre el tema.  Estoy seguro de que estaban horrorizados por la forma en que habló de algo tan desagradable en la mesa.

Yo también estaba sorprendido, porque en casa, por lo regular, no se habla temas sórdidos durante el almuerzo, en ningún momento, de hecho.

De manera disimulada miré a mi madre, quien observaba a Travis y parecía estar haciendo planes para reeducarlo.

Ella abrió la boca, seguro para decir algo que haría que los demás se sintieran aún más incómodos y decidí, de manera espontánea, intervenir.

No me interesaba ser bueno, no me importaban mis padres, menos un montón de raros que murieron de formas horribles bajo circunstancias extremas. Quería cambiar, así que hablé, sin estar seguro de si lo que estaba diciendo era lo correcto.

—No te preocupes —dije soltando un suspiro—. Lo tomaré cómo una retribución por el brazo que te rompí.

Y por la mirada de Travis, supe que había respondido la única cosa que nadie esperaba que dijera.

Fin