Al asomarme por la puerta, lo hice con un bate en la mano y realicé un acto de príncipe al rescate que dejó impresionada a la niña. El padre se Travis era un hombre bastante fuerte, pero yo también lo era, así que, mi juventud consiguió superar por poco la brutalidad del tipo.

Cuando la policía llegó, me encontró sometiendo al hombre, con heridas de golpes muy feas y gritos tan lastimeros que podrían arrastrar a alguien al infierno.

Una vez que la patrulla se hizo presente, todo se movió con mayor rapidez. Una ambulancia apareció en cuestión de minutos, sacaron a dos personas en camilla de la casa. Una gritaba sin detenerse y la otra estaba muy quieta.

No pude ver como se encontraban porque yo también fui requerido en el hospital para que me pusieran puntos y también me llevaron a declarar. Mis padres casi se mueren cuando los llamaron por teléfono, no se podían creer lo que les estaban contado, pero al llegar a buscarme se mostraron muy orgullosos por mi forma de actuar.

Era media noche cuando me dejaron ir, fue entonces cuando pregunté por Travis y su madre. Los policías, debido a la situación en la que me encontraron, terminaron por contarme que la madre estaba en mal estado, tenía un par de fracturas y algunos golpes fuertes. Pero el hijo mayor se encontraba delicado y necesitaba una transfusión de sangre.

Cuando se mencionó el asunto, mis padres hablaron un poco más al respecto y se dieron cuenta que Travis y yo compartíamos grupo sanguíneo. 

Luego de rellenar unos formularios, aceptaron una donación del chico que le cerró la puerta en la cara a una niña indefensa y asustada.