Hay una historia que quiero contarle a estas páginas, una historia larga y complicada que comenzó en el instituto. Justo en el momento en que Honey, una gran amiga de la infancia, se echó novio.

A ver ¿Por dónde empiezo?

Por Honey, supongo, quien como su nombre dicta, era dulce como la miel. Todos lo sabían, ella era la chica más buena que pudieras llegar a conocer. Su bondad no solo se basada en cosas superficiales como, ayudar a los necesitados, ir a la iglesia o tener buenas notas. No, Honey era buena de verdad, tan buena como uno podía ser.

Tenía sentido de la justicia.

Era de carácter amable, pero podía ser dura si lo necesitaba.

A ella no le gustaba ilusionar a la gente, no le gustaba ser una coleccionista de corazones. Siempre intentaba vivir su vida y respetar la de los demás. Honey era como un petirrojo, volando lejos, en libertad y volviendo los días luminosos con su canto.

Ella era inalcanzable y preciosa. Una inmaculada pieza de museo que nadie se atrevía a tocar. Ni siquiera nosotros, los que nos hacíamos llamar sus amigos. Éramos felices tonteando alrededor de ella, la protegíamos de todo y ella, supongo, también era feliz con nosotros.

Honey siempre estuvo a nuestro lado, hasta que un día, ella desapareció.

Enseguida nos preguntamos ¿Qué había pasado? La respuesta no era algo que quisiéramos escuchar.

"Quiero presentarles a mi novio" nos dijo un día, con una sonrisa en los labios "Su nombre es Travis"

Travis.

Desde que lo vimos, supimos que traería problemas.

A mí no me gustaba Travis, a nadie le gustaba Travis. Dara pensaba que era insoportable, Morgan creía que solo quería a Honey para pasar rato y Joe siempre se quejaba de que ella era demasiado para él.

Ninguno de nosotros lo quería cerca, ninguno más que Honey.

La dulce Honey.