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Capitulo 7: ¿Te volveré a ver?

Una vez llegaron al edificio donde vivía Shun, ambos bajaron de la motocicleta, e ingresaron, hasta llegar a las puertas del elevador, que Shun no consiguió evitar maldecir por lo acontecido la noche anterior.

— Otra vez el maldito elevador.

— Podemos ir por las escaleras como ayer.

— Ya te dije que no puedo hacer mucho esfuerzo físico.- Repitió el peli-verde sonrojado, recordando la solución de Hyoga.

— Podemos subir despacio y detenernos para descansar cuando lo necesites.

— Bien.- Accedió finalmente Shun.

Una vez llegados a un acuerdo, ambos comenzaron a subir por las escaleras, despacio y haciendo pausas cada determinado tiempo para revisar el pulso del peli-verde y verificar que todo estuviera bien. Hasta llegar al piso correspondiente, y avanzar por el pasillo, hasta la puerta del apartamento.

— Al fin, llegamos.

— Sí.- Asintió Hyoga.- Fue sencillo, ¿no?

— Sí...

Por unos segundos, el silencio se apoderó del pasillo, sin saber qué más decirle al otro.

— Supongo que... Ya tienes que irte.- Rompió Shun el silencio con nerviosismo.

— Creo que sí...- Confirmó Hyoga del mismo modo.- Y... creo que tú debes entrar ya.

— Sí.- Asintió el menor.- Bueno, adiós. Gracias por traerme.

— No fue nada.- Dijo el rubio con una tímida sonrisa.- Adiós.- Añadió, dándose la vuelta para caminar.

— Espera...- Le detuvo Shun, logrando captar su atención nuevamente.- ¿Nos volveremos a ver?

— Revisa el bolsillo de tu pantalón.- Respondió el rubio con una sonrisa.

Shun hizo lo que el rubio le indicó, sacando un pequeño trozo de papel. No sabía qué era, y no tardó en preguntarle a Hyoga.

— ¿Recuerdas qué me pidió esa chica de la heladería ayer?

Claro que lo recordaba, aquella joven le había pedido su número telefónico.

— Lo recuerdo.- Sonrió, entendiendo el contenido de ese pequeño papel.- Pero aún no respondiste mi pregunta.

— Si así lo quieres, nos volveremos a ver.

— Espero que así sea.

— Yo también.

Luego de esa pequeña despedida, Hyoga se marchó sobre sus pasos, y Shun siguió su camino, abriendo la puerta y entrando al apartamento.

— ¡Mime!- Llamó a su amigo, anunciando su regreso.- ¿Aún sigues con vida?

El mencionado no tardó mucho en aparecer por el pasillo, aún en pijama, con unas ojeras enormes bajo sus ojos y el cabello hecho una maraña.

— Shun, baja un poco el volumen, siento que la cabeza me va a estallar.- Pidió el peli-naranja frotando su frente con su mano.

— Ya lo creo, pero seguro no pensaste en eso anoche.- Expresó con una pequeña sonrisa burlona.

— ¿Q-Qué?- Exclamó nervioso el pelirojo, olvidando su dolor de cabeza.- ¿De qué hablas?

— Vamos, Mim. No tiene caso que lo niegues.

— Aquí no pasó nada.- Afirmó con un leve rubor en sus mejillas.- No sé de qué estás hablando.

— Como digas...

— Es la verdad.- Repitió, tratando de ocultar su nerviosismo.

— De acuerdo...- Rió el peli-verde.- Entonces, no te molestará que vaya a tu habitación.- Añadió, antes de salir corriendo hacia la habitación mencionada.

— ¡Espera, no corras!- Gritaba Mime, yendo detrás de él.

La carrera no fue tan larga, solo un par de vueltas alrededor de la sala, buscando despistar a Mime, y después escabullirse por el pasillo, hasta llegar a la puerta.

— ¡Te gané!- Celebró sofocado el peli-verde.

— ¡¿Acaso estás demente?!- Exclamó alarmado el pelirojo, haciéndolo sentarse en el suelo.- ¿Traes tu inhalador?

Shun asintió jadeante, sacando el pequeño objeto de su ropa.

— ¿Qué esperas entonces? Úsalo.

Shun hizo caso, llevando el dispositivo a su boca, y oprimiendo el botón. Logrando normalizar su respiración unos segundos después.

— ¿Ya estás mejor?

— Sí.

— No vuelvas a hacer eso.- Pidió con un suspiro.- Si no hubieras traído contigo tu inhalador quien sabe que hubiera pasado.

— Lo sé.- Suspiró el menor.- Pero aún así...

Sin previo aviso, Shun se levantó rápidamente, abriendo la puerta de la habitación sin que Mime pudiera hacer algo para detenerlo.

— Hola, Alberich.- Saludó al chico de tez clara y cabello rosa en la habitación de Mime.

— Hola, Shun.- Respondió algo apenado el peli-rosa, aún envuelto en las sábanas.

— Parace que tuvieron una noche ocupada.

— ¡Cállate!- Interrumpió el sonrojado peli-naranja.

— Está bien. No se preocupen.- Añadió Shun.- Creo que tienen derecho, son novios después de todo.

— Solo no te metas en lo que no te importa.

— Eso intento, Mime. Así que la próxima vez, asegúrense de que yo no vaya a regresar.

— ¿Qué?- Exclamó confundido su compañero de piso.- Pero si acabas de llegar.

— Sí, porque no tuve otra opción más que quedarme a dormir en la casa de un amigo.

— Entonces...

— Sí.- Confirmó Shun sus temores.- Escuché cosas que no debí, y que preferiría no haber escuchado.

Ante tal confesión, ambos involucrados se quedaron completamente callados. Sus mejillas estaban rojas a más no poder, deseando internamente que la tierra se partiera en dos y los engullera en ese mismo instante.

— Shun, eso...

— Mejor no digan nada.- Sonrió algo nervioso el peli-verde.- Estaré un rato en la sala. En la tarde tengo que ir a dejar los papeles a la escuela.

— Lo olvidé por completo.

— Descuida, aún hay tiempo.- Le tranquilizó el peli-verde.- Pero ya me voy para que puedan "despedirse"

Después de soltar esa pequeña broma, el peli-verde se fue a la sala, tal y como dijo, dejando a solas a la pareja.

— Pensé que no volvería ayer.

— Tal vez después se le olvide.

— Eso lo dudo.- Suspiró Mime.

— Igual no me arrepiento.- Rió Alberich.

— Yo tampoco.- Rió de igual forma el pelirojo.

Mientras tanto, a unos kilómetros de ahí, Hyoga ya se encontraba de camino de regreso a casa en su motocicleta. Sin conseguir sacar de sus pensamientos a aquel peli-verde, cuestionandose si estaría bien, deseando volver a verlo... Hasta finalmente arribar a su edificio.

— Hyoga, veo que ya regresaste.- Le saludó con una sonrisa una chica en la recepción.

— Hola, Eri.- Correspondió sin ganas.

— ¿Te encuentras bien?- Preguntó la rubia.- ¿Qué ocurre?

— No pasa nada.- Afirmó, intentando seguir su camino.

Sin embargo, solo consiguió llegar al elevador y oprimir el botón, antes de ser alcanzado por Eri.

— Hyoga, sabes que nos alarmas a todos cuando te pones así.

— Lo que me faltaba...- Suspiró con fastidio.- Shiryu ya te contagió.- Añadió, mientras las puertas del elevador se abrían, intentando escapar.

— Hyoga.

Su intento de escape fue fácilmente frustrado por la joven, terminando atrapado con ella en ese pequeño espacio.

— ¿Por que insistes tanto?- Cuestionó, mientras el elevador comenzaba su ascenso.

— Porque me preocupas.

— Yo no veo el porqué.

— Por favor, Hyoga. Te conozco desde que éramos niños.

— ¿Eso tiene algo que ver?- Cuestionó, cruzando con los brazos.

— Hyoga, eres un tonto.- Exclamó Eri.- ¿Porque no te das cuenta de que yo te...?- Al caer en cuenta de lo que iba a decir, de inmediato se cubrió los labios.

— ¿Que tú qué, Eri?

La chica agachó la mirada con vergüenza, intentando hallar una excusa para ocultar su patético intento de confesión. Pero Hyoga decidió hablar.

— Escucha, Eri, ya sé lo que vas a decir.- Habló el rubio.- El mismo cuento que ya estoy acostumbrado a escuchar. Así que mejor ahorremonos todo ese circo y vayamos directo al grano.

— Hyoga...

— Me agradas mucho y siempre tendrás un lugar muy importante en mi vida, pero solo te veo como mi amiga. Casi una hermana.- Añadió.- Y nunca te podré ver como algo más.

— Hyoga... Solo...

— No.- Interrumpirla de nuevo.- Lo siento, pero ya sé lo que vas a decir, y la respuesta es no.

Para su suerte, el elevador llegó a su destino, y las puertas se abrieron, permitiéndole salir de ahí. Intentó seguir su camino, pero la voz de Eri lo detuvo.

— ¿Por qué me tratas así?- Le cuestionó con los ojos cristalizados.

— Ya te lo dije, Eri.

— ¿Por qué tienes que ser así, Hyoga?- Insistió la rubia.- ¿Por qué no aceptas a nadie?

— No tengo porque explicarte eso.

Eri no respondió nada más. Solo sollozó, intentando limpiarse las lágrimas, para después accionar nuevamente el elevador y bajar.

Hyoga suspiró, sintiendo una opresión en el pecho, sin poder dejar de pensar en su amiga.

— Ella va a estar bien. Solo soy un capricho, después se le pasará.- Pensaba, intentando calmar su conciencia.- De seguro ahora me odia... Tal vez no le cueste mucho dejar de quererme.

Sin poder evitarlo, y al estar en completa soledad, el recuerdo del día en que conoció a Eri, apareció en su memoria.

Eso ocurrió varios años atrás, cuándo tenía tan solo diez años, y se encontraba con Dohko y sus "hermanos mayores" en un parque. Cada uno haciendo sus actividades.

Shiryu leyendo un libro bajo la fresca sombra de los árboles. Shunrei divirtiéndose en la zona de juegos. Dohko trotando un poco y usando las máquina de ejercicio al aire libre. Y él, simplemente caminando por ahí, sin un plan fijado.

— Qué aburrido es este lugar.- Dijo para sí mismo, tirándose en el pasto.

Solo se quedó acostado sobre el césped, observando el cielo, hasta que la voz de su "hermana" llamándolo, lo sacó de sus pensamientos.

— ¡Hyoga!

— ¿Qué pasa, Shunrei?- Preguntó, incorporándose.

— Estaba jugando en los columpios, y una niña se cayó del tobogán.

— ¿Y?, de seguro no es nada grave y solo se raspó a lo mucho.

— No.- Negó su hermana.- Se lastimó y está sangrando.

— ¿Y por qué no dijiste eso desde un inicio?, eso puede ser grave.- Dijo, levantándose rápidamente, para después preguntarle a su hermana la ubicación de la niña.

Shunrei de inmediato lo guió a dónde se encontraba la niña herida. La pequeña azabache le cuestionó si estaría bien, pero Hyoga le dijo que no lo sabía.

Su hermana no tardó en pedirle que ayudara a la pequeña rubia, y él aceptó, con un par de condiciones: Primero, que fuera ella quien se acercara a la rubia para preguntarle su nombre y si estaba bien. Shunrei, siendo desde siempre la chica dulce y amable que era, no dudó en aceptar y hacerlo.

Así fue como ambos se acercaron a la niña rubia que, aunque adolorida y asustada, consiguió sobreponerse a sus emociones y presentarse con ellos y explicarles su mal.

— Tranquila, Eri, dejame ver esa herida.- Pidió Hyoga.

La pequeña dudó por un momento, pero la mirada del pequeño blondo, aunque de un aspecto serio y frío, le hizo confiar.

— Estarás bien.- Afirmó Hyoga.- Solo hay que lavarte la herida y vendarte.

— ¿Qué hacemos, Hyoga?- Preguntó nerviosa Shunrei.

— Llama a Shiryu y a Dohko.- Pidió a su hermana.- Ellos sabrán como curarla.

Shunrei accedió de inmediato, yendo a toda prisa a hacer lo que su hermano le había indicado, dejando a ambos rubios solos por unos minutos.

Eri lo miró por unos segundos, hipando levemente por el dolor, pero después de un rato, le preguntó su nombre.

— No suelo responder a esa pregunta, pero debo mantenerte distraída para que no pienses en el dolor de la herida.- Mascullò el rubio.- Me llamo Hyoga.

Poco después, Dohko apareció al lado de Shiryu y Shunrei, preguntando qué sucedía. Hyoga le explicó brevemente lo ocurrido, así como el estado de la lesión y posibles soluciones.

El mayor se presentó con la niña, y procedió a revisar la lesión, confirmando las palabras de Hyoga. No era tan grave, pero necesitaba que Eri permaneciera quieta. Eri asintió, confiando en ellos. Fue un poco doloroso, pero pudo soportarlo.

— Ahora necesito algo para vendarle la herida.

Hyoga, sin decir nada, le arrancó un trozo de tela a su camiseta y se lo entregó a Dohko, diciéndole que lo usara como vendaje.

— Gracias, Hyoga.

Dohko tomó el trozo de tela y lo usó para vendarle la herida a Eri, logrando detener la hemorragia. Y por suerte, pasó mucho para que la madre de la pequeña fue a buscarle.

La madre de Eri se mostró muy agradecida con todos, pero especialmente con él por su "acto de valentía y caballerosidad", como llamó ella al hecho de romper su camisa para brindarle un vendaje. La mujer incluso le obsequió un conjunto de ropa nuevo para compensar la camiseta rota.

Gracias a eso, siguió frecuentado a Eri en aquel parque, volviéndose amigos eventualmente, creciendo juntos y compartiendo cientos de experiencias. Incluso llegaron a trabajar juntos en la misma agencia de modelaje, y gracias a la madre de Eri, tenía su apartamento.

Eri siempre había sido una buena amiga, era una buena chica. Dulce, amable, inteligente, valiente, aguerrida cuando era necesario, y muy bonita... Sin duda, una mujer que muchos amarían. Pero para él era imposible verla como otra cosa que no fuera una amiga.

— En fin, ella estará bien.- Se repitió una vez más a sí mismo, intentando dispersar aquellos recuerdos.- Mejor me doy prisa, tengo muchos trabajos que terminar... Además, la única persona a la que espero y deseo volver a ver con todas mis fuerzas... Es a él.

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