Capitulo 1: El café de todos los días
Mi nombre es Hyoga y tengo 18 años. Mi historia no es precisamente la más linda del mundo, déjame contarte. Perdí a mi madre y me quedé completamente solo en el mundo a la corta edad de 3 años. Mi padre nunca se hizo responsable de mi, abandonó a mi madre, y ella se tuvo que hacer cargo de la enorme responsabilidad de criar un hijo por su cuenta. Ella era rusa, mi padre japonés, así que como seguramente ya pudiste deducir, soy mitad ruso y mitad japonés.
Yo nací en las heladas tierras Rusia, pero al ser mitad japonés, podía viajar y vivir en cualquiera de los dos países, o al menos algo así me mencionó mi madre en una ocasión. El día en que la perdí, viajábamos en un barco, con Japón como destino. Siendo sincero, no recuerdo muy bien para que.
El barco sufrió un accidente, y comenzó a hundirse. Nunca olvidaré ese día... El terror que me invadió, las personas gritando y corriendo, tratando inútilmente de salvarse, el capitán y los demás oficiales, tratando de calmar a todos, los pasajeros empujándose y corriendo hacia los botes salvavidas, bebés y niños de mi edad llorando asustados por todo lo que estaban viendo...
Nunca olvidaré esas escenas tan horribles, me consta porque me atormentan día y noche. Muchas veces no me dejan dormir, incluso aún creo escuchar los gritos y llantos de esa pobre gente desesperada, rezando por un milagro.
Pero lo mas horrible, fue cuando solo quedaba un bote salvavidas. Solo había espacio para una persona más, era mi madre o yo. Solo uno podía salvarse, y esa valiente mujer prefirió salvarme a mí. Prefirió mi vida antes que la suya.
Recuerdo mis llantos desesperados para que ella no me abandonara, no podía dejar de llorar. Fue entonces que mi madre me dio el último recuerdo que tengo de ella: un rosario que siempre llevaba consigo. Recuerdo que lo puso en mi cuello, y me dijo que si alguna vez me sentía solo, lo mirara, y pensara en ella. Prometiendo que de esa manera, ella siempre estaría conmigo.
Después de eso, el bote salvavidas comenzó a alejarse del barco, que vi hundirse con mis propios ojos.
El capitán había enviado un mensaje de auxilio antes de que la nave se hundiera, así que nos rescataron a nosotros, junto con los demás botes salvavidas que lograron salvarse.
Cuándo llegamos a Japón, los oficiales de la guardacosta que nos rescataron, me llevaron a solas a una habitación y me hicieron un millón de preguntas. Todo por ser el único niño que estaba solo, sin ningún adulto cuidando de mí, o al menos eso creí.
Luego de que me hicieran tantas preguntas, y supieran que era mitad ruso y mitad japonés, y no tenia a nadie, me dejaron salir y me ordenaron esperar unos minutos en una sala. Allí pude ver a otro niño.
No parecía haber mucha diferencia de edad entre nosotros. Recuerdo que tenia los ojos de color azul, o su ojo, más bien, ya que tenia una herida bastante grande en el ojo izquierdo. Su piel era mestiza, ni muy clara ni muy morena. Y corto cabello verde. Él no hacia nada, solo estaba allí, como una estatua. No reflejaba emoción alguna, en cambio yo, era bastante obvio que estaba muerto de miedo e inundado por la tristeza.
Ninguno de los dos hablaba, solo estábamos allí, observandonos de reojo. Hasta que decidí hablarle para no sentirme tan solo.
— Hola.- Lo saludé con temor.
— Hola.- Respondió con frialdad.
— ¿Como te llamas?
— Isaac.- Contestó con la misma frialdad.
— Yo me llamo Hyoga.
— ¿Y?
"¿Qué pasa con este niño?", fue lo primero que pensé después de como había contestado todo lo que le dije.
— Bueno... Pensé que podíamos hablar.
— ¿Hablar?, ¿Hablar de que?- Respondió con aquel tono gélido que parecía ser normal en él.- ¿De a que orfanato te enviarán? Porque si es así, temo que la respuesta no te va a gustar. Se ve que solo eres un pequeño llorón.
— ¡Claro que no soy un llorón!
— Sí, claro, lo que tu digas.- Rió el peli-verde.
Realmente estaba enfadado de que se burlara de mí de esa forma. Simplemente, no pude contener el impulso de responderle.
— ¡Eres un pesado!
— ¿Disculpa?, ¿Como me llamaste
— Eres un pesado, yo solo quería hablar contigo.
Su mirada me asustó un poco, pero estaba demasiado enfadado como para retractarme.
— Escucha, niño, sin ofender, pero se ve que eres un pequeño ingenuo.- Añadió, sin dejar de mirarme.- ¿Por que crees que estás aquí?
— Yo... Yo no lo se.- Admití con vergüenza.
— ¿Y tus padres?
Esa pregunta se clavó como un cuchillo en mi pecho. Sentí un nudo en mi garganta, y pronto las lágrimas escaparon de mis ojos.
— M-Mi madre...- Por más que intentaba, no podía responder.
Isaac solo me miró de arriba a abajo, y siguió con su interrogatorio.
— Tal como pensé... Dime, ¿tienes algún otro familiar que se pueda hacer cargo de ti?
— No...
— Entonces creo que estás pasando por las mismas que yo.
— ¿Que pasó con tus padres?
Pregunté hipando, mientras me limpiaba las lágrimas. Isaac solo sonrió con tranquilidad, y respondió:
— Están muertos.
No podía creer como dijo eso con un tono tan tranquilo y despreocupado. ¿No le importa haber perdido a sus padres?
— ¡¿Y como es que lo dices así de tranquilo?!- Exclamé asombrado.
— Mi padre se lo merecía, y me alegra que esté muerto.- Respondió.- De mi madre no sé qué diablos fue. Probablemente esté muerta también.
— ¿Cómo puedes decir que te alegra la muerte de una persona?, ¡estás loco!
Para mí era espantoso algo como eso, no pude contener el impulso de gritarle lo que pensaba, ni siquiera me detuve a pensar en las consecuencias.
Después de decir aquellas palabras, Isaac me sujetó del cuello de la camisa y me estampó contra la pared. No esperaba que tuviera tanta fuerza, pero no podía respirar.
— ¡Escúchame, y escúchame bien, rubiecito, porque no lo volveré a repetir!. Tú no sabes por lo que he pasado, ni todo lo que he tenido soportar.- Dijo, apretando su agarre, mientras intentaba soltarme.- No sabes nada de mí, ni de mi vida. Así que si quieres seguir viviendo, más te vale que no me vuelvas a hablar así en lo que te quede de vida. ¡¿Está claro?!
Respirar era cada vez más difícil, y apenas si pude asentir.
— Bien.- Siseó, antes de por fin soltarme.
Después de ese altercado, él volvió a su lugar, y yo intenté calmarme.
Ninguno dijo nada por un rato, hasta que, de nuevo, pensé que era buena idea abrir la boca.
— Oye...
— ¿Qué quieres ahora?
— Lo siento.- Murmuré con timidez.- Perdón por hablarte así. Tienes razón, no sé lo que has vivido. Por favor, perdóname.
— Ya no importa.- Suspiró.
Al fin verlo cambiar su expresión, me hizo pensar que no era tan malo. Al fin y al cabo, era solo un niño, igual que yo
— ¿Me podrías contar como es que llegaste aquí?
Isaac se quedó callado por unos segundos, seguramente analizando y reflexionando mi pregunta.
— Bien.- Accedió.- Mi madre me abandonó cuando era un bebé. Tenía apenas unos seis meses, y nunca supe nada de ella. Ni siquiera sé cómo era, pero una vecina que me cuidaba de vez en cuando, me contó que era una mujer muy bella, y que muchos hombres la pretendían.- Inició su historia.- Después de que ella se fue, mi padre me cuidó, o se supone que eso debía hacer. Era un borracho que siempre me golpeaba y trataba muy mal.
Al escuchar su historia, pude comprender mejor porqué se había expresado de esa forma. Pero decidí dejarlo continuar.
— Así que tuve que ingeniarmelas solo para sobrevivir. Pero hace tres días, estaba en casa, como cualquier día, ocultádome de mi padre. Pero de pronto, unos tipos entraron, llevaban todas las armas que te puedas imaginar, y comenzaron a disparar.- Al escuchar ese relato, solo pude asustarme.- Yo solo me quedé en mi cuarto, me encerré y me escondí debajo de la cama para que no me encontraran. Escuché varios disparos, y unos de esos hombres subieron a donde yo estaba, pero no me vieron.- Añadió.- Después escuché unas sirenas de policía, y ellos escaparon. Así fue como terminé aquí. ¿Y tú?
Yo aún estaba muy triste y asustado, pero le conté mi historia, y seguimos hablando sobre todo lo que nos pasó para llegar a ese lugar.
— ¿No te preocupa que pasará con nosotros?
— Deberías estar tranquilo. A mí, de cualquier modo me enviaran a una correccional, o a algún hospital psiquiátrico, al menos hasta que consideren que estoy rehabilitado.- Respondió, intentando calmarme.- A ti probablemente te envien a un orfanato.
Y efectivamente, pasó lo que Isaac dijo. Después de un rato, unos oficiales fueron a buscarnos, y cada uno llegó a un destino diferente. A mi me dejaron en un orfanato, como dijo mi nuevo amigo, y de él, no volví a saber nada.
Así fue como a la edad de tres años llegué al orfanato de la fundación Kido. Ahí conocí a Shiryu, mi amigo de la infancia.
Él fue el primero en recibirme, al ser cuarto su nuevo compañero de habitación, y al poco tiempo, nos hicimos inseparables. Sin embargo, no permanecí mucho tiempo ahí.
Los dos escapamos del orfanato cuando teníamos, Shiryu nueve y yo ocho años de edad, al no desear separarnos. Fue una época difícil, al no tener a dónde ir y vivir de limosnas. Hasta que nos recogió de la calle un hombre llamado Dohko, nuestro "padre", como lo llamamos.
Él era padre soltero de una niña llamada Shunrei. Su esposa murió dos años después de que su hija naciera, y no había vuelto a casarse. Pero decidió hacerse cargo de nosotros como si fuéramos sus hijos. Gracias a Dohko, tuvimos un hogar, y acceso a todo lo necesario. De no haber sido por él y Shunrei, seguramente habríamos terminado muertos.
Yo solo viví con ellos hasta que cumplí dieciséis años, cuando al conseguir un trabajo de medio tiempo, pude permitirme rentar mi propio departamento. Dohko entendió mis razones, y accedió a dejarme vivir solo, con la condición de que siguiera estudiando. Así que aún estoy estudiando en la misma escuela que mis "hermanos". Shiryu y Shunrei en primer grado de universidad, y yo en tercer grado de preparatoria.
En pocas palabras, vivo sólo en mi departamento, pero Dohko sigue cubriendo algunos de mis gastos.
Esa es mi historia. Tal vez pueda parecerte algo melancólica, o incluso ridícula y dramática, o absurdamente triste. Y no te culpo, realmente es así.
Pero nunca imaginé que mi amarga historia cambiaría de un día para otro, y todo, gracias a mi amigo, Shiryu y nuestra costumbre de ir a tomar un café y algún bocadillo a una cafetería todos los fines de semana.
Porque allí, conocí al ángel que me cambió la vida.
Como de costumbre, fuimos a la cafetería y ordenamos lo de siempre. Shiryu con su típico té verde y un sándwich de pavo, y yo un café negro sin azúcar. No sé porqué, pero odiaba el sabor del azúcar en el café.
Mi mejor amigo y yo estábamos hablando sobre los típicos temas de la escuela. Los proyectos, tareas, el examen final, qué carrera o profesión debería elegir... Lo esperado de dos jóvenes. Todo estaba normal, hasta que vi algo que me inquietó.
Así comenzó esta historia...
— Hyoga, tienes que decidirte ya por una carrera. Te quedan pocos meses para pensarlo.
— Relajate, Shiryu. Todavía hay tiempo, casi un año.- Respondió confiado, dándole un sorbo a mi café.- Recién iniciamos el año escolar.
— Hyoga, no puedes vivir así de despreocupado toda la vida.- Replicó con cansancio el azabache.- Ya eres un adulto, y es tiempo de que sientes cabeza.
— Yo estoy mas que bien. Me puedo cuidar solo.
— No tienes remedio.
— Así es.
Hyoga continuó tomando su café, disfrutando hacer rabiar a su "hermano mayor", cuando vió a un chico de largos cabellos verdes, siendo molestado por otro chico.
— Shiryu, mira.
— ¿Qué pasa?- Cuestionó el pelinegro, bebiendo algo de té para calmarse.
— Están molestando a ese chico.
Ante las palabras de su amigo, Shiryu dió la vuelta de forma discreta, y pudo confirmar lo que Hyoga había señalado.
— ¿Qué piensas hacer?
— Te diré lo que haré.
— ¡Hyoga!
Antes de que Shiryu pudiera impedirlo, Hyoga había comenzado a caminar hacia los dos desconocidos.
— Ya te he dicho que me dejes en paz.- Decía el peli-verde tratando de safarse del agarre de un chico de cabello mostaza.
— La perrita quiere que la suelten.
El peli-verde logró darle un empujón a su agresor, soltandose para alejarse unos cuantos centímetros.
— ¡Déjame en paz!
— ¡Escúchame bien, a mi ninguna zorra como tu me da ordenes!
El trigueño se enfureció ante las palabras desafiantes de su víctima, y no tardó en sujetar al peli-verde del cuello de la camisa, buscando intimidarlo. Hasta que un puñetazo le impactó la mejilla, forzandolo a soltar su agarre al caer.
— ¿Por que no te metes con alguien de tu tamaño?- Retó Hyoga al desconocido.
— ¡No te metas donde no te importa!
— Es una verdadera lástima para tí que poner la basura en su lugar sí me importe.
El desconocido gruñó con furia, antes de abalanzarse contra Hyoga, intentando golpearlo. Definitivamente, no esperaba que su oponente supiera defenderse, logrando acertar varios golpes, y no recibir casi ninguno de regreso.
— Y ahora dime, ¿qué se siente estar sólo y en desventaja?
Hyoga supo de inmediato que su oponente no se iba a rendir, y estaba listo para un segundo asalto. Pero un jóven pelirojo apareció para impedirlo.
— ¿Tú otra vez, Jabu?- Encaró al joven problemático.- Creí haber sido bastante claro la ultima vez, al decirte que no volvieras por aquí.
— Lo que faltaba, apareció la zorra mayor a defender a su zorrita.
Hyoga estaba por lanzarse de nuevo contra el irrespetuoso joven, pero entonces Shiryu apareció para interponerse en medio de todos.
— Mejor haz caso y vete por las buenas, antes de que llamemos a la policía.- Mencionó el azabache, mirando fijo al tal Jabu.- Se ve que ya eres mayor de edad, y aquí hay cámaras de seguridad y muchos testigos. No vas a librarte tan fácilmente si deciden presentar cargos.
El trigueño rechinó los dientes con frustración, y finalmente desistió.
— ¡Ya me las pagaras, maldito rubio, esto no se queda así!- Amenazó, para después marcharse, humillado y con la dignidad por los suelos.
— ¡Me parece bien!- Respondió Hyoga al desconocido desde la puerta de la cafetería.- ¡Con gusto te enseño buenos modales!
— Ese tipo, de verdad que ya no lo aguanto.- Suspiró el pelirojo, hablando con Shiryu.
— ¿Quien es ese idiota?- Cuestionó Hyoga, acercándose a ambos.
— Jabu, tal como dijiste, un idiota.- Respondió.- Un vago sin oficio ni beneficio, además de hacerle la vida imposible a las personas. Gracias por darle su merecido.
— No fue nada. Hay que poner la basura en su lugar en vez en cuándo.
El pelirojo solo mostró una sonrisa y asintió con la cabeza. Parecía que lo peor había pasado.
— Mime...
Al escuchar la débil voz del peli-verde, los tres dirigieron la mirada hacia él.
— ¡Shun!
El jóven de cabello cobrizo de inmediato fue corriendo hacia donde estaba su compañero, llamándolo desesperadamente por su nombre, cuestionádole qué ocurría.
— No... No me siento muy bien...- Jadeó el peli-verde con dificultad, antes de caer desmayado.
— ¡Shun, Shun!- Seguía repitiendo el peli-naranja, moviéndolo de un lado a otro.- No, otra vez no, Shun. Por favor.
— ¿Que le pasa?- Cuestionó Shiryu, acercándose a ambos.
— Por favor, llamen a una ambulancia.
— ¿Qué le ocurre?- Preguntó Hyoga poniéndose a la altura del pelirojo, que aun sostenía al otro chico en brazos.
— Es su corazón. Le puede dar un infarto en cualquier momento.
— ¿Qué hacemos?
— Por el momento no podemos hacer nada, más que esperar la ambulancia.
Hyoga no pudo evitar sentir terror ante la sola idea de ver morir a alguien. Su cuerpo se movió por su propia cuenta, hasta poner su cabeza en el pecho del peli-verde, en su corazón.
— No responde...- Murmuró con temie.- ¡Shiryu date prisa!
— Tranquilízate, Hyoga. Ya llamé la ambulancia, ya está en camino.- Respondió el azabache, acercándose.
Entonces escucharon la sirena de la ambulancia. Los paramédicos entraron, y se llevaron a Shun en la ambulancia. Hyoga, Mime y Shiryu también se fueron en la ambulancia.
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