XV. Reencuentro
Ya están aquí. Las eslovenas ya están aquí. Qué nervios, voy a reencontrarme con Avgusta... Después de tantos años... ¿Pero cómo le diré que Matt murió por mi culpa? Me pegará una bofetada, y ella tenía una fuerza increíble. Bueno, a ver con qué me encuentro...
Nate miró por las cámaras de seguridad. Allí se encontraba Avgusta. Una chica de pelo castaño y ojos oscuros, muy maja, vestida con unos vaqueros azules oscuros y una camiseta de un anime yaoi... La alegría que le hará saber que mi pareja es un chico. Y al lado suya hay una chica pelirroja de ojos azules, vestida mayormente de rojo y azul. Su piel es algo pálida, parece que va vestida como la bandera eslovena.
Cojo el micrófono y digo:
-¿Sí?
-Buenos días, somos Jolanda y Avgusta -dice la chica pelirroja-. Near nos contrató para trabajar aquí.
-Muy bien, podéis entrar.
Les abro la puerta desde aquí y Nate y yo corremos hasta el ascensor. Entramos y pulso el botón del primer piso.
Nate mira al frente, parece un poco nervioso. Yo también lo estaría, voy a reencontrarme con mi amiga de la infancia de la que me enamoré. Parece como si fuera Near de nuevo, como si hubiéramos vuelto a ser como hace doce años. Qué horror, no me gusta verle así.
Le tomo del brazo y le hago mirarme, sus ojos no muestran expresión alguna, parece un muñeco. Un velo de preocupación cubre mis ojos, tampoco es para ponerse así, digo yo. Pero Nate es mi novio, así que voy a averiguar qué pasa.
-Nate, no pongas esa cara -le suplico-. Ya te he dicho que la he olvidado, no te preocupes, no pasará nada.
-Mihael, no es eso lo que me preocupa, no le des más vueltas -replica-. Sé que anoche no estuviste en el FBI, les llamé hace un rato y dijeron que no sabían nada de vosotros. Así que dime: ¿dónde estuviste anoche?
¿Eh? ¿Tan poco se confía mí? Nate, no tienes que investigarme cada vez que salgo de casa. Déjame vivir mi vida, coño.
Obviamente no iba a decirle eso en voz alta. Pero esto demuestra que Nate no confía mucho en mí, ya lo veo. Si no hay alguien que pruebe donde estaba anoche, él no se lo cree. Aunque Brooks 2 podría contarle... No, mierda, no, voy a tener que decirle la verdad un poco variada.
-Estaba con Brooks, sí -digo-. Pero le estaba interrogando yo.
-¿Dónde? -repite.
-Nate, ¿no confías en mí? ¿Por qué tuviste que llamar al FBI?
-Quería preguntarles algunas cosas sobre el caso, y de paso pregunté por vosotros.
Ah... O sea, yo es que pienso y hablo sin siquiera entender la situación.
Abrazo a Nate, calmándole un poco, qué sentimentales estamos últimamente. Él pasa sus manos por mi espalda, yo rodeo su cuello con mis brazos. Acaricio su melena blanca, suave, como una almohada. Lo separo un poco de mí, quedando muy cerca del otro, y le doy un beso en los labios. Él corresponde, y al separarse de mí al cabo e unos segundos, le veo sonreír.
-Yo tampoco debería tomar medidas tan drásticas -me dice-. Lo siento, Mihael.
-Yo tampoco debí haberte mentido, no te preocupes -lo abrazo otra vez.
Miro el número que marca el “contador” del ascensor. Estamos en la tercera planta. Ya estamos llegando. 3, 2, 1 y...
Las puertas del ascensor se abren. Nate y yo salimos, encontrándonos con las chicas nuevas en el vestíbulo.
-Buenos días -saluda Nate-. Soy Near, pero mi verdadero nombre es Nate River. Soy británico.
-Yo soy Mello -me presento en esloveno-. En realidad me llamo Mihael Keehl.
-¿Mihael? ¿Eres tú?
La chica de la derecha ha pronunciado mi nombre. La chica castaña. Es Avgusta.
-Avgusta -saludo con una sonrisa.
Nuestros ojos se encuentran, su mirada muestra alegría y en cambio la mía se camufla de la sorpresa. Yo ya sabía que vendrían, así que no me sorprende tanto verla aquí. Pero eso no significa que no esté contento de volver a verla.
Ella también sonríe y viene corriendo a abrazarme. Correspondo a su abrazo, jugando con sus cabellos castaños, mientras ella ríe sin humor. La alejo un poco de mí para observarla detenidamente.
-Cuánto tiempo -dice ella.
-Ya te digo -asiento-. Desde que me alejaron de ti.
-Sí... Aún pienso que tengo la culpa de que te llevaran.
Vuelvo a abrazarla, esta vez más fuerte que antes. ¿Cómo se atreve a decir eso? Ella sabe que no fuera culpa suya, sino de su padre.
-Olvida eso, tú no tienes la culpa de nada -replico.
-Está bien.
Se separa de mí y vuelve junto a la otra chica. Las dos miraron a Nate, supongo que se presentarán en inglés.
-Yo soy Avgusta Kopitar -dice.
-Y yo Jolanda Novak -sonríe la otra chica.
-Bien, hechas las presentaciones, vamos arriba -dice Nate.
Nos acercamos a ellas para ayudarlas con las cuatro maletas que traían en total. El ascensor aguantaba a diez personas, así que no había problema.
Seguro que te preguntarás para qué queremos veinticinco plantas si siempre vamos a una. En tres almacenamos los casos, en otras cuatro tenemos analistas y científicos, en otras tres informáticos, etc. No es que estemos solos en el edificio, es que recibimos los informes desde abajo.
-Necesitáis un nombre falso para cuando estemos trabajando -dice Nate-. Así que tú serás Jacqueline -señala a Jolanda-, y tú serás Amy, ¿entendido?
-Entendido -asienten las dos chicas.
-Ah, por cierto, tenemos contratado a otro chico, Christopher Brooks, que está arriba -comento yo-. Si veis que es un completo gilipollas, ignoradle.
-Hecho.
-Una preguntita tonta -dice Nate-. ¿Desde cuándo sois pareja?
-Llevamos ya dos años -sonríe Jolanda, algo sonrojada-. ¿Y vosotros?
-Cinco meses, pero nos conocemos de la Wammy's House. Tuvimos nuestros problemas, así que...
-Puto Jack -susurro yo en mi idioma.
-¿Quién es Jack? -pregunta Jolanda.
-Quién era, mejor dicho. Uno que acosaba a Nate para acabar suicidándose para compensarle. Por poco lo viola veinte mil veces.
-Ay, pobre -murmura Avgusta-. ¿Y tiene algo que ver con el que está arriba?
-Sí, son hermanos. El problema es que este va a por mí.
Las dos se me quedan mirando como si hubiese dicho una barbaridad. Pues es la verdad.
-¿En serio? -preguntan a la vez.
-Sí, por difícil que parezca de creer, después os cuento.
Las puertas del ascensor se abrieron, y Nate me mira un poco confuso. Claro, no entiende el esloveno, seguro que se muere de ganas por saber de qué estábamos hablando pues no es algo que le pueda contar tan fácilmente.
Primero salimos Nate y yo con las maletas. Después salieron las chicas hablando. Mi novio y yo estamos un poco lejos, por lo que sólo puedo entender que están hablando sobre mí. Seguramente Jolanda quiere saber de dónde me conoce. Avgusta sonríe mientras responde y le da un beso en los labios a su novia.
No puedo ver eso... No sé porqué, pero no puedo ver eso. Nate y yo nos adelantamos y dejamos las maletas a la entrada del pasillo.
-A ver -dice Nate-, chicas, ¿queréis habitaciones individuales o una compartida?
-Una compartida -responde Avgusta.
Seguro que ella es la de arriba.
Las dos se empiezan a instalar mientras Nate y yo seguimos trabajando. Volver a mi escritorio me recuerda a la nota que Brooks 2 había dejado en él. Voy a tener que ir si no quiero ver a Nate morir ante mis ojos.
Nate y yo intercambiamos teorías sobre cómo murió Conrad Finch. Y, casualmente, llegamos a la misma conclusión. El sistema del ascensor se puede alterar desde un ordenador, con lo cual se puede aumentar o disminuir el número de plantas. Death Star puso una planta de más, con lo cual el ascensor se pararía en una planta cualquiera. Las puertas se abrirían y el asesino podría apuñalar al agente Finch. No nos había sido nada fácil descubrirlo, pero cuando estuve en el ascensor del hotel y aquella niña entró, todo cobró sentido.
Bien, ya sabemos cómo y porqué. Investigar a su familia estaría bien, habría que hacerles unas preguntas.
-Voy a averiguar dónde vive la mujer y los hijos de Finch -digo.
Pregunto al FBI, y me dan la dirección. Nada más tenerla, decido ir allí. No estaba muy lejos, gracias a Dios. Avgusta insistió en venir conmigo, no pude decirle que no. En el camino, hablamos de todo lo que pasó desde que no nos vimos. Al contarle la muerte de Matt, casi se echa a llorar.
El viaje fue corto, puesto que ya estamos frente a la casa de Finch. Según el FBI, su hijo y su hija viven a unas calles de aquí. Así que sólo podemos hablar con la señora de la casa.
Llamo a la puerta.
-¿Quién es? -pregunta.
-¿Sarah Finch? -respondo yo.
-Sí.
-Somos de la ICE. Estamos investigando la muerte de su marido.
La mujer nos abre y nos deja pasar. Nos conduce hasta el salón, en el cual se encuentran los hijos de Conrad Finch, Ryan y Rachel.
Al final no tendremos que ir a tres sitios. Es hora de descubrir un poco la verdad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro