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11.Lazos de amor

Vale, lo de las tres semanas había sido demasiado poco tiempo. Había pasado demasiado rápido. Jesús tenía que concederle ese hecho a sus hermanos que, con caras de sueño, esperaban el camión de la mudanza en el antiguo piso de Alejandro. Él ya subía y bajaba cosas repleto de energía. También, Jesús podía decir en su defensa que, Alejandro, no le había dicho que tuviera tantas cosas. Al menos, no tantas cosas pequeñas. Jules se rio cuando lo vio bajar con una caja transparente repleta de papel burbuja. Cajas muy, pero qué muy pequeñas, que debían ir individualmente.

—¿Qué es todo eso? —preguntó, divertido, enarcando una ceja.

—Son figuritas. Alejandro es coleccionista. Le encanta un juego que se llama «World of Warcraft» y tiene un montón de figuras llenas de... bueno, complejidades —dijo Jesús. Owen le miró divertido—, por decirlo de alguna manera.

—A mí también me encanta el Warcraft. La película, por desgracia, no reflejó lo más importante del juego. Voy a echarle una mano —Owen desapareció escaleras arriba con Alejandro hablando del juego. Y, supuso, dispuesto a admirar su colección. 

—¿Dónde vas a colocar todo eso? —señaló Jules las pequeñas cajas apiladas con delicadeza, dentro de otra caja repleta de porexpan. Jesús le miró, sin saber de dónde, Jules se había sacado una barrita de chocolate y caramelo. Resopló molesto. Su hermano comía toda clase de porquerías.

—He despejado la sala de estudio. Se ha quedado anticuado tener algo así en una casa. He diseñado una sala de juegos para que tenga su ordenador y vitrinas con toda la colección. Toda una habitación friki —musitó con entusiasmo a pesar de todo. Le seguía sorprendiendo conocer partes de Alejandro que nadie más conocía. Y le encantaba, porque no decirlo de paso—. También tuve excusa para rediseñar tu antigua habitación. Ahora la habitación de David. Además de montarle un estudio de diseño. Helena ya le ha comprado uno de sus vestidos.

—David llegará lejos. Por eso le he pedido que eche una mano a mi diseñador con la nueva colección de mi marca —dijo Jules orgulloso, el pecho de Jesús también se agrandó con alegría—. Estoy seguro de que se hablará mucho de él.

Jesús no supo qué decir. Su hijo le enorgullecía, por tantos motivos que ya no sabía cuál era el más importante. Era un joven fuerte, carismático, empático, con talento y... que justo le estaba llamando. Descolgó y se alejó unos pasos del jaleo.

—Buenos días, papá. ¿A qué horas estaréis más o menos en casa? —le preguntó. Jesús escuchó la música de Z-Lech que su hijo siempre estaba escuchando; junto a su grupo favorito de cantantes de K-Pop que él nunca recordaba el nombre. Dos gustos tan diferentes, pero que David hacía que combinarán de extraña forma. 

—Yo creo que en menos de una hora estaremos ya allí con todo. ¿Por qué? —preguntó de vuelta.

—Verás es que... me ha llamado Cornelia. La chica que hace conmigo la clase de patronaje. Se ve que se ha encontrado con unos gatitos abandonados y... no he podido decir que no —dijo con voz afligida.

—¿A qué? —preguntó Jesús algo nervioso y confundido. 

—A quedármelos. Te llamaba para saber cuándo encerrarlos y... evitar que se pongan nerviosos. Son muy pequeños y... —David parecía estar lejos del teléfono, por lo que Jesús gritó un poco cuando volvió a hablar. Aunque no estaba entendiendo mucho lo que decía su hijo.

—¿Has adoptado a un gato? —preguntó Jesús para aclararse. Ellos no sabían de cuidar de esas criaturas. A él le gustaba planificarlo todo y...

—He adoptado tres —el corazón de Jesús se detuvo en su pecho.

—¿Qué? —Jesús tenía ganas de echarle la bronca, gritarle, volverse loco, cuando su corazón volvió a latir. Pero, justo en ese momento, Jules le llamó. Había una crisis en la mudanza. Otra más, pensó. Owen acababa de tirar una de las figuras de Alejandro. El día empezaba fatal. 

Eva le dio un beso en la frente a Iván, que ya iba completamente equipado para su salida al aeropuerto. Ella le miró con ternura, antes de despegar los ojos de su pequeño, para centrarlos en su atractivo novio. Tonik les observaba apoyados en el umbral de la cocina. Sus dos hombres iban a despedirse de Lucía, antes de su viaje para Galicia. Iván no volvería a verla hasta de aquí dos meses, cuando fuera a pasar una semana con ella. Eva les sonrió dándoles ánimos. Luego, se acercó para besar a Tonik.

—¿Seguro que no quieres cambiar? —le preguntó, refiriéndose a la mudanza. Tonik negó espantado, sacándole una sonrisa.

—Ni por un millón de euros —ella se rió y les dejó.

Se fue para echar una mano, directa a casa de Jesús. Sin embargo, su mente estaba preocupada por Iván. El día anterior había estado nervioso. Ella sabía que el pequeño tenía que digerirlo a su manera. Tenía que darse tiempo para asimilar que su madre se iba lejos. Pero le preocupaba y se sentía terriblemente mal por no tener buenos consejos que darle. Frustrada, apoyó la cabeza en el volante. Se sentía perdida en eso de la maternidad, pero contar con Tonik a su lado siempre hacía las cosas más fáciles. Aunque él tampoco tenía respuesta para ello. Lo averiguarían, seguro. De la mano, uno del otro. Suspiró para calmarse y salió. El camión de mudanzas ya estaba descargando. Eva vio a David en la entrada, sentado en la escalera. Él la miró entre triste y suplicante. Dios mío, ¿qué habría pasado? Puso su mejor sonrisa y se acercó a David.

—¿Tan mal están las cosas?

—Mi padre está enfadado, Owen no para de perseguir a Alejandro pidiéndole perdón y le está agobiando. Alejandro se ha acabado escondiendo. Y Jules se ha quedado con mis gatos, puesto que odian a mi padre. Va todo mal —le dijo del tirón, escondiendo la cabeza entre sus manos. Ella se sentó a su lado. David sonreía a pesar de todo. Supuso que entre agobiado y divertido por esa extraña situación. 

—Vale, está claro que la situación es complicada. Pero, las mudanzas siempre lo son. Por eso solo los valientes las enfrentan. ¿Algún plan? —David negó, sonriéndole con evidente astucia—. Yo me encargo de tu padre y de Alejandro. Te dejó a Owen a ti, que tienes más maña. Y de tus gatos... espera, ¿desde cuándo tienes gatos? 

—Les han abandonado. Los encontraron metidos en la basura, dentro de una bolsa para ahogarlos. Es terrible. Cornelia me los trajo. Ella no se los puede quedar, tiene un perro enorme que adora perseguir gatos —Eva se echó a reír. No podía imaginarse a Jesús con un gato, menos con tres. Menos sin planificarlo antes. Ni siquiera, sin hacerse un primer curso de cuidado—. No podía decir que no. Además, creo que harán de esta casa un hogar. Pero papá...

—Yo me encargo del gruñón de tu padre —Eva entró en la enorme casa de su amigo. Ese lugar siempre le ponía un poco nerviosa. Era una casa demasiado grande y ostentosa. A ella le daría algo de miedo vivir en una casa así. Como de revista. No era real. Sin desorden, ni manchas. Bueno, al menos de momento. Subió hasta el despacho. Era el refugio de Jesús siempre que las cosas no salían como le gustaban. Y ese día estaban saliendo muchas—. Toc, toc. ¿Qué haces aquí escondido de tu propia mudanza?

—Como si pudiera esconderme —resopló Jesús. Ella se dio cuenta de que estaba agobiado, por lo que entró y se sentó. A pesar de intentar evitarlo, su mirada buscó el retrato donde ella sabía que estaba el padre de Jesús y Jules. Desde que su amigo le contó lo que había vivido, no había podido dejar de pensar en ello. En ese maldito hombre. Observó esa fría mirada, Jesús interrumpió sus pensamientos—. El retrato muestra su lado amable, créeme. He pensado en cambiarlo. Creo que... es buen día para descolgarlo. Anda, ayúdame.

—¿Qué dices? Eso debe pesar un... —su amigo hizo caso omiso a lo que ella dijera, y lo descolgó él solo. Jesús dejó caer el cuadro que se rompió por un lado, y se rasgó. Eva había interpretado mal su humor, Jesús estaba muy enfadado—: ¿Qué te ocurre?

—Pues que todo va mal —gritó—. Owen se ha cargado una de las figuras que más le gustaban a Alejandro y le ha agobiado tanto que se ha acabado escondiendo. Encima, mi hijo ha decidido que este es buen lugar para todos los gatos desamparados de este mundo. Madre mía... seguro que odia este hogar, este inicio y a esta familia —Eva le quitó el cuadro y le cogió las manos a su amigo. Ambos miraron la sombra de la pared que denotaba la desaparición del pesado retrato—. Me odia a mi seguro por no controlar esto. Por no saber hacer nada ante toda esta situación. Por no planificarlo todo tan bien como debería. 

—¿Quieres dejar de decir bobadas? —Jesús evitó su mirada—. Alejandro te adora y eso no son más que tonterías. Estás nervioso porque...

—Porque quiero que salga todo perfecto, para nosotros. Por nosotros. Los inicios son muy importantes y quiero que este día sea memorable. Está saliendo todo mal —Eva se echó a reír y él la miró furioso—: ¿De qué te ríes?

—Pues de que las cosas siempre saldrán mal si te impones la perfección como ideal. Jesús debes dejar de querer controlarlo todo. La vida es imposible de controlar, excepto si la vives en soledad. Y creo que de eso, hace rato que estás cansado. Cuanto más gente esté en tu vida, más caos habrá. Y es un caos precioso. Deberías reírte de lo ocurrido. Es una tontería —Jesús rebufó, aunque sus hombros se destensaron un poco—. Anda, vamos a buscarle. Por cierto, ¿qué vas a poner ahí?

—Hace semanas que lo encargué. Está ahí —dijo señalando un enorme bulto apoyado contra las estanterías—. Creo que os gustará a todos. Esta tarde os lo enseñaré —el ánimo de Jesús pareció mejorar y Eva sonrió.

Juntos fueron a buscar a Alejandro. Pero, no le encontraron. Ni en la cocina, ni en su sala de juegos, ni en el dormitorio, ni en el gimnasio. La casa era enorme. Y la tarea no la facilitaba tener a Jesús quejándose y preocupándose a su lado. Finalmente, Eva se decantó por ir a la habitación de David. Era el último lugar donde esperaba que estuvieran. Pero, allí le encontraron. Estaba sentado con una cesta en las manos. Eva se percató de que eran tres gatitos bebé. 

—David dice que son nuestros —dijo Alejandro con suavidad—. Estaban asustados por el ruido y el loco de tu hermano casi les da leche de vaca —Alejandro negó divertido—. No podía dejarlos solos. ¿Sabes si los obreros tardarán mucho? Tendríamos que ir a comprarles leche y papel absorbente. He pensado que podríamos montarles un pequeño refugio en nuestro baño y...

—¿Aún quieres quedarte? —Eva se removió incómoda para marcharse, pero Jesús la tenía sujeta del brazo —: ¿No estás asustado con tanta locura?

—¿Por qué debería estarlo? —Alejandro alzó la mirada, para observar a Jesús con detenimiento.

—Pues por qué mi hermano te ha roto una figura que adorabas y sé que te ha dolido perder. Encima, mi otro hermano ha hecho que los obreros se retrasen por ir a desayunar. Además, mi hijo ha metido tres gatos en esta casa sin consultarme. Todo está saliendo mal —Jesús estaba agobiado—, y es mi culpa por no controlar este caos.

—Yo lo único que veo es que se ha roto una figura antigua, dándome la oportunidad de comprarme otra. Que, además, Owen se ha ofrecido a comprar, lo que me da la oportunidad de pasar un día con él de compras frikis —Alejandro se levantó con delicadeza—. Jules se ha preocupado de que los obreros estén contentos y bien comidos. Y estos tres gatos, son adorables y creo que harán de esto un hogar —Jesús sonrió y miró a Eva, que puso los ojos en blanco. Su amigo había encontrado al chico de oro. Se fue dejándoles solos con los gatos y se puso a echar una mano a descargar cajas. Aunque fue con cuidado de no tirar ninguna. Otra crisis y Jesús enloquecería, estaba segura. 

Tonik e Iván llegaron al aeropuerto detrás del coche de Lucía y Luis. Iban con tiempo de sobra. Por lo que fueron a tomarse un café. El vuelo era corto, y solo llevaban una pequeña mochila. Gran parte de sus cosas ya estaban llegando a su nuevo hogar. Hablaron de ello, y también de la habitación de Iván en su nuevo hogar. Habitación que no decorarían hasta su próxima visita en pocas semanas. Lucía le dijo que tendría unas vistas preciosas, pero Iván guardaba silencio. Su hijo parecía agobiado. Tonik se maldecía por no saber qué decirle. Por no saber cómo consolarle. O por no saber qué era lo que necesitaba. Aunque, lo averiguaría. Estaría ahí para él sin dudarlo. Iván siguió callado, sin tocar su Cacaolat. Tonik sonrió a Lucía, cuando Luis les dejó solos.

—Iván, sé que te parece que va a ser muy triste y difícil estar separados, pero verás que el tiempo se pasa volando —le dijo Lucía. Su tripa empezaba a estar abultada y se la tocó con cariño. A Tonik ese gesto le enterneció—. La próxima vez que me veas, tu hermanito ya dará patadas —Iván asintió indiferente—: ¿Estás bien, cariño? ¿No vas a decirme nada? —Iván la miró con intensidad. 

—Sé que pasará rápido, mamá. Todos me lo decís —su rostro denotaba una seriedad que hizo que Tonik le cogiera la mano—. Tengo ganas de ver esa habitación, pero mi habitación está aquí, con papi —dijo muy serio—. En mi casa.

—Lo sé. Eso ya lo sé, cariño —Lucía crispó un poco las manos, pero no dijo nada más. Si le dolía lo que Iván decía, no lo demostró—. Pero en casa de mamá, también tienes el tuyo —Iván asintió todavía serio.

Los tres guardaron un silencio incómodo. Luis regresó para decirles que ya estaba todo listo. Tenían que marcharse. Tonik e Iván les siguieron por el aeropuerto hasta la puerta de embarque. Luis se despidió con cariño de ambos y se fue sonriente. Debía estar emocionado de empezar una nueva vida en su pueblo natal, con un trabajo emocionante y un precioso hogar cerca de los suyos. Además de ser padre. Tonik no le culpaba. No podía culparle de su felicidad. Lucía le miró con tristeza.

—Te echaré de menos, mister nerd —le dijo. Él la abrazó con cariño. La próxima vez que Iván fuera con ellos, le iría a buscar Luis y le traería Luis. Ella ya no viajaría por el embarazo—. A pesar de las distancias, estaremos cerca —dijo mostrándole su móvil—. Cuida muy bien de Iván, pero también de ti mismo. Mereces ser feliz —le dijo tras abrazarle. Lucía se agachó para estar a la altura de Iván—. Nos veremos muy pronto, mi pequeño Alan Grant, ¿vale? El tiempo pasará como un suspiro —Iván asintió y dio un abrazo a su madre. Lucía se levantó algo agobiada y se giró. Antes de que diera dos pasos, Iván gritó: 

—¡Mamá! —Lucía se giró y se acercó con cautela. Casi como si temiera lo que Iván pudiera decirle. Tonik se estrujó las manos nervioso—. No estoy enfadado porque te vayas. Es solo que no sé qué decir. Te echaré de menos, pero estaré bien —dijo mirándole confundido—. Porque papi y mami están conmigo siempre. Sé que te vas por mi hermanito y eso está bien. No estés triste. Solo eso —dijo muy serio—. Al principio me enfadé, pero... esto es lo normal. Es lo correcto —Lucía le dio un beso e Iván sonrió algo más relajado—. Nos veremos, mamá.

Lucía se marchó y Tonik miró a su hijo. Debía ser complicado lidiar con sentimientos que no se sabían expresar. Seguramente eso les pasaría más veces en el futuro. Al fin y al cabo, pronto dejaría atrás la infancia. Pero, aún no. Aún podía disfrutarle un poco más. Decidieron irse a comer como en los viejos tiempos y disfrutaron de un par de horas de padre e hijo. Donde Iván pareció olvidar por completo esa extraña sensación de no sentirse del todo parte de la vida de su madre. Y a pesar de eso, no sentir tristeza. Debía ser tan raro. Pero en algo tenía razón. Todo eso era lo correcto.

A media tarde, y tras recibir el mensaje de Eva de que ya habían acabado, Tonik decidió presentarse en casa de Jesús. Ahora, también de Alejandro. Su familia y amigos estaban en el gran salón. Tonik sabía que su amigo tenía un salón más pequeño, más familiar. Pero, en ese momento, eran tantos que necesitaban ese gran espacio. Cogió a su sobrina y la achuchó con fuerza. Feliz de verla. De que cada día fuera más grande y lista.

—Tito Todik, Alejandro vivida con mi tito. Ahora podremoz ser novios siempre —dijo divertida. Tonik miró a Jules que resopló audiblemente. Dejó a Anna en el suelo, donde correteando se fue a jugar con Iván y Mika y Eira, los perros de Owen y Helena. Que, aunque creían, se seguían comportando como dos cachorros juguetones y bondadosos. 

Tonik la buscó en la habitación. Lo había hecho tantas veces de manera inconsciente, que le salía tan natural como respirar. Entonces no se había dado cuenta de por qué lo hacía. Ahora, sabía que era un interés genuino por ella. Que siempre había sentido ese tirón de atracción e interés por ella, aunque durante años se lo había negado. Pero, ahora, lo dejó fluir. Eva estaba charlando animada con David y Helena. Jules consolaba a Owen, que parecía algo decaído jugando con sus sobrinos y los perros. Jesús y Alejandro, estaban sentados con Ariel, que le saludó sonriente. Ella se levantó y le puso una mano en el hombro.

—¿Cómo ha ido la despedida? —Tonik negó algo confuso.

—Mejor de lo que esperaba —dijo mirando a Iván, para luego, volver a mirar a Eva. Se la veía sonriente y algo desaliñada. Llevaba una camiseta vieja suya, de colores vivos. Él se la quería comer a besos, no podía negarlo—. ¿Cómo ha ido por aquí?

—Hubo algunos dramas, pero por suerte, tuvimos a Eva para arreglarlos. ¿Sabes una cosa? Nunca había pensado que os parecías tanto —Tonik la miró confuso ante esa afirmación—. Sois dos pilares a los que aferrarse cuando las cosas se hunden. Tú con tu calma, ella con su positividad. Supongo que por eso el destino os juntó. Porque sin vosotros, nosotros nos perdemos. Tu guía y su luz nos hacen seguir. Supongo que estáis hechos el uno para el otro —dijo su hermana, visiblemente emocionada—. Déjame... estoy algo sensiblona.

—No me digas que... —dijo algo preocupado y emocionado, pero Ariel negó divertida.

—No es eso. Dios me libre. Es solo que... bueno, cosas de mujeres —su hermana fue a sentarse con Helena, que la achuchó contra ella. Jesús carraspeó para aclararse la garganta y que le prestarán atención. Todos le miraron atentos.

—Bueno, debo decir que la operación de mudanza ha sido un éxito —dijo sonriente. Miró a Eva significativamente, que le guiñó un ojo—. Y sin bajas, lo que es un logro —todos rieron—. En fin, ya que estamos todos, quería aprovechar para mostraros un cambio muy importante, que he hecho en el despacho y que me hace muy feliz. 

Todos le siguieron entre emocionados y expectantes. Jesús era arquitecto y hacía complicadas estructuras. No sabía que iba a enseñarles, pero la verdad es que no se esperaba ver lo que encontró. El despacho estaba... bueno, francamente igual. Las altas estanterías, la gran mesa de caoba con el impresionante ordenador. Sí... todo estaba igual. Excepto... el retrato de la chimenea. En su día, un cuadro pintado al óleo, mostraba a los dos patrones Larraga con sus tres hijos. Sus mujeres tras ellos. Rostros serios y tristes. Nunca le había gustado ese retrato, pero no era su hogar. Así que no dijo nada. Pero... ahora, en su lugar. Un retrato del mismo tamaño. Enorme. Aunque repleto de fotografías. Tonik vio algunas de ellas con detalle. La imagen central era de todos ellos en la boda de Helena y Owen. Estaba Nuria también. Alrededor había múltiples imágenes. Tonik supuso que del verano en que Ariel empezó a trabajar para ellos. En una se les veía comiendo una paella en la playa, tomando el sol en la piscina, David y Ariel jugando a Pokémon, algún concierto de Jules, la noche de la inauguración del hotel Xubec. Había imágenes de la preciosa boda de Jules y Ariel, de algunas barbacoas tras la llegada de Helena. Tonik recordó la fiesta de cumpleaños de Anna. Había imágenes de David de pequeño. Jesús e Iván en la exposición de dinosaurio cuando fueron al parque de atracciones. Había otra de una cena con Alejandro y Eva. El mosaico mostraba recuerdos felices, familiares y repletos de luz y alegría. Era precioso, íntimo. Eran ellos. Todos estaban sin palabras.

—¿Os gusta? —nadie sabía qué decir. Fue Jules quien se acercó a su hermano, para mirar más de cerca algunas imágenes. 

—Me gusta mucho, Jesús —dijo. Él notó la voz de su cuñado cargada de emoción. Más cuando miró Ariel que sonreía con lágrimas en los ojos no derramadas. Lágrimas de felicidad. Lo que siempre había querido ver en el rostro de su niña. Repletas de amor y felicidad—. Es precioso, ¿no crees? Lo que hemos construido solo por esperar a la persona correcta —Jules se giró para Ariel y todos vieron que tenía lágrimas en los ojos—. Creo que ha valido la pena esperar.

—Siempre vale la pena si es por ti —dijo Ariel, besando a Jules. Tonik buscó a Eva, que emocionada le devolvió la mirada y asintió. Ella pensaba igual. Él no lo dudaba. Valía la pena esperar a todo por ella.

—Pues me alegra que os guste, porque he encargado otros tres —dijo con voz contenida Jesús.

—¿Tres? —preguntó Tonik.

—Pues claro. Uno es para ti. Tú eres para mí un hermano más —dijo Jesús. Tonik sintió que le temblaban las manos. Se emocionó al darse cuenta de que formaba parte de algo mucho más grande de lo que creía. Abrazó a Ariel y Helena con cariño. Cuando Jesús le entregó su collage, sonrió ante la imagen de una barbacoa. Eva y él se miraban sonrientes. Eso había sido mucho antes de que llegaran a ser lo que eran ahora. Y ya se miraban. De una manera distinta a los demás. Íntima y divertida. 

—¿Dónde lo pondremos? —le preguntó Tonik. Eva se acercaba sonriendo con emoción y ternura.

—Por suerte, como salgo guapa en todas, cosa que no es difícil. Creo que podemos ponerlo en el comedor. Esta es nuestra familia —le dijo Eva, sonriente. Él le acarició el rostro con ternura.

—Vale, pero falta gente —dijo muy serio—. Tendremos que añadir una imagen de Almudena y Vanessa — Eva asintió sonriente. Feliz de que él pensará en ellas, en incluirlas también.

—Y otra de Nico —respondió ella. Tonik no pudo más y la besó. Lenta y profundamente. 

Jesús se despidió feliz de su familia. Todos habían cenado en su enorme jardín. Era inicio de verano y habían disfrutado al aire libre. Al ver la casa tan repleta, se sentía francamente bien. Ya no estaba solo. Nunca más lo estaría. Alejandro le abrazó por detrás.

—¿Quieres que friegue los platos? —Jesús negó.

—Da igual, mañana lo haremos antes del veterinario —David entró a la cocina con los tres gatos en las manos. Sonriendo feliz.

—Son tremendos. Han asustado a Eira y Mika —le dijo divertido—. No hemos pensado qué nombre ponerles. He pensado que, como somos tres, cada uno elija uno. Para que así cuando le hagamos las fichas, cada uno tenga el suyo. 

  —Me parece bien —le dijo Alejandro, sonriendo con cariño a David. Jesús adoró esa mirada entre ambos—. Muy bien repartido.

—Son dos machos y una hembra —dijo David pensativo—. Yo me voy a quedar con la hembra. La voy a llamar Versace.

—¡Qué feo! —dijo Jesús arrugando el morro. David le sacó la lengua divertido. La hembra era blanca con parches negros y David la achuchó con fuerza. Alejandro cogió al más grande de los tres, totalmente negro.

—Pues yo también se lo pondré con la letra V. Te llamaré Varian, como mi personaje favorito del «World of Warcraft».

—Pero... qué nombres más terribles —se quejó Jesús. Observó al gatito esquelético de color gris que le miraba escéptico— Tiene que ser con V...

—Bueno, como quieras —dijo David nervioso.

—Tu padre lo elegirá con V, no ves que es así de perfeccionista —se quejó Alejandro, sacando una amplia carcajada a David.

—Serás Veggeta, por el mejor anime de todos —respondió muy serio.

—Vaya friki, luego dices de nosotros —dijo David. Los tres se rieron en la cocina. Jesús se sentía muy ligero y feliz. Como nunca se había sentido y esperaba no dejar de sentirse jamás. 

Tonik y Eva regresaron a casa en un cómodo silencio. Cómplice y feliz. Así era. Iván dormía en la parte de atrás. Ninguno de los dos quería interrumpir la magia de ese momento. Sin embargo, cuando aparcaron el coche en la entrada, Tonik tuvo que despertar al pequeño. Eva les abrió la puerta. Tonik ya no podía cargar con Iván, pero aun así, le ayudó a acostarse. Eva dejó el precioso cuadro en el sofá y sonrió pensando en las fotografías que añadirían. Ella también quería poner una de Lorena y su madre. Parte de ella aún se sentía rara por esa extraña reconciliación con ambas, pero era una parte de su pasado que, aunque doliera, aceptaba y abrazaba. Tonik la abrazó por detrás, sorprendiéndola. Tras darse cuatro mimos, ambos se contaron cómo les había ido el día respectivamente. Charlaron hasta bien entrada la noche, pero ninguno de los dos tenía sueño. Sin embargo, a pesar de la hora, Eva se sorprendió cuando su móvil vibró. Era un mensaje del grupo de sus amigas. Y se preocupó cuando vio el contenido. Parecía que las buenas noticias y la alegría se acababan. Eva se durmió preocupada. 

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