10. Hacia rutas salvajes
Eva dormía profundamente a su lado, aunque Tonik había dormido más bien poco. Se había quedado mirándola, como un bobo. Debería descansar, pero no podía. Sentía que si cerraba los ojos ella desaparecería. Estaba actuando como un tonto sin remedio. Ella se removió y él la abrazó instintivamente. No había pensado en que sentiría cuando la tuviera entre sus brazos, pero había sido todo una delicia. Abrazarla, besarla, hacerla suya. Todo había sido mejor de lo que llevaba imaginando esas últimas semanas. Eva ocupaba todo su pensamiento y porque no decirlo, su corazón. Le gustaba. Le encantaba. De una forma especial. Como hacía tiempo no le había gustado nadie. Como creía que nunca le había gustado nadie. Le gustaba ella, pero también quién era él con ella. A través de ella. Y aunque le daba un poco de miedo, porque bueno... su vida era ahora distinta, confiaba mucho en Eva. Lo suficiente como para saber que ella no le haría daño. Al menos, no a propósito. Ni a él, ni a lo más importante en su vida, Iván. Eva abrió los ojos. Aún era temprano para levantarse, pero parecía bastante despierta.
—¿Cómo has dormido, enana? —ella le besó el hombro y Tonik se deshizo. Ese tierno gesto le aceleró el corazón. Eso, y sentir que ella lo hacía con gusto, con necesidad, con deleite. Aún le sorprendía que él le gustará.
—Muy bien. Nunca había dormido tan bien —reconoció con una sonrisa que a Tonik le petrificó el corazón. Se la veía tan dulce, tan tierna, tan suya—: ¿Y tú?
—Estupendamente —mintió, pero sin darle tiempo a más la besó. Eva se dejó llevar en ese beso. Aunque la noche anterior le había dejado el mando, en ese momento, ella se mostró mucho más decidida. Sin pensarlo, se montó a horcajadas sobre él, y le instó a que se dejará guiar. Tonik puso los brazos tras la cabeza y observó a la mujer que le tenía cautivado. Que le encantaba. Susurró—: Eres preciosa.
—Para ti que me ves con buenos ojos. Soy resultona y... sé hacerlo muy bien —dijo con picardía. Eva se montó sobre él para darle placer. Tonik se dejó hacer. Era una delicia que le mimarán de esa manera. Eva tenía razón. Sabía hacerlo muy bien y le gustaba saberlo. Esa mañana se entretuvo y se aprovechó de él. Pero, Tonik rogó al cielo, que siempre se aprovecharán así de él.
Cuando acabaron de disfrutar y drogados de placer, se levantaron para meterse en la ducha. Estaba seguro de que su exmujer no tardaría en venir con cualquier excusa barata. Es más, antes de que se hubieran metido ambos en la ducha, sonó el timbre. Lo sabía. La conocía demasiado bien. Y, cómo había pasado más tiempo con Iván del estipulado, lo dejaría antes de la hora. Tonik salió solo con la toalla y fue a abrir. Iván entró corriendo en casa como un bólido.
—Hemos ido a desayunar un bocadillo al centro y mira que me ha comprado mamá —dijo enseñándole un precioso dinosaurio de madera. Era bonito, debía reconocerlo. Pero, poco práctico, para los juegos de su hijo.
—¿Dónde está mamá? —le preguntó Tonik. Su hijo no se había dado cuenta de la desnudez de su padre, pero tampoco parecía importarle. Estaban acostumbrados. Realmente, muchas veces se duchaban juntos para ahorrar tiempo.
—Se ha ido cuando abriste la puerta. Tenían una comida en casa de los padres de papa Luis —dijo Iván que se sentó en el sofá con el juguete de madera entre sus manos.
—Cariño, ponte la tele, ¿vale? Voy a acabar de ducharme y hacemos algo —dijo Tonik con alegría. Le gustaba tenerle de vuelta, la verdad.
—¿Dónde está la tita Eva? —preguntó su hijo muy serio. Su mirada pareció ver más allá de él y Tonik se sintió nervioso.
—Esto... aún duerme —dijo incómodo porque su hijo le mirará de esa forma.
—Pero la escucho en el baño cantar —dijo pensativo. Tonik maldijo lo perceptivo que era su hijo. O lo gritona que era Eva—: ¿Vas a ducharte con ella? Mamá y Papá Luis se duchan juntos. ¿Te duchas tú con Eva? —Tonik se cogió más fuerte la toalla. Madre mía, ¿qué decía? Vaya día le había dado al pequeño con las preguntas. Su hijo ya no era un niño al que pudiera engañar con bobada. Ya se daba cuenta de las cosas. Una punzada de nervios y melancolía le atravesaron. Iván pareció darse cuenta—. No pasaría nada, papi. Eva me gusta como mami.
—Eva no es tu mami —dijo Tonik muy serio y agobiado de repente. Iván estaba pensando cosas que ellos aún no habían hablado—. Y... papi se ducha solo. Es solo que hoy...
—Vale, vale. Me pongo la tele —su hijo sonrió con una perversión que a Tonik le sacó una sonrisa. Estaba claro que no tenía intención de cejar en su obsesión a que Eva fuera su mami. Y que saber que estaban más cerca le gustaba. Maldita sea, helena había convertido a su bebé ya en un niño. Seguro que era su culpa. No de que creciera. Tonik entró en el baño, donde Eva estaba en medio de una nube de vapor y espuma, cantando. Tonik la besó con fiereza y ella se removió con ternura entre sus brazos.
—Lucía ya nos ha traído a Iván —la incluyó a ella, como si Iván también fuera suyo, y eso les gustó. Eva pareció relamerse en estar incluida y a él le encantó ver la mirada de emoción en sus ojos—. Está viendo la tele. Muy contento porque su papi comparta ducha.
—No es posible. Eres... ¿Por qué se lo has contado? —Eva le miró molesta, pero Tonik la besó hasta sacarle una sonrisa. Incapaz de hablar de lo que sentía en esos momentos. Emoción e ilusión por lo que pasaba entre ellos, melancolía y preocupación por lo rápido que creía Iván—. Tonik... no quiero que....
—Tranquila, no sabe nada de esto. Lo sospecha. Pero es que mi hijo se está convirtiendo en un pequeño diablillo chismoso como sus tías. Dios, está ardiendo el agua —dijo Tonik, bajando la temperatura. La miró divertido desde su altura. Dios, es que era tan pequeña—. Se trata de limpiar la piel, no quemarla hasta que salga nueva —ella le sacó la lengua, y Tonik no pudo evitar devorarla otra vez. Aunque se ducharon rápido y salieron. Ella en pijama negro y Tonik en chándal. Iván miraba una serie de dibujos y así pasaron la mañana. Sentados los tres en el sofá y riendo con esas bobadas de dibujos. Tonik no hubiera querido nada mejor. A la hora de la comida, Eva se levantó anunciando que le apetecía cocinar.
—Esta noche pediremos pizza —dijo prometiendo al pequeño, que había sacado varias veces a relucir lo de su pijamada fallida. Iván sonrió a Eva con alegría.
—En casa de mamá las pizzas las compramos en el súper —dijo quejoso. De golpe, sus ojos se abrieron y musitó emocionado. Era la mirada del peligro. La misma que Helena y Eva compartían a veces—: Por cierto, vi al tito Jesús con su novio, tita Eva.
—¿Con su novio? —preguntó Tonik, mirando suspicaz hacia Eva y volviendo la mirada a su hijo.
—Sí, el que era el novio de la tita Helena —dijo Iván pensativo—. Alejandro —Eva sonrió. Estaba claro que ese niño tenía los genes Carjéz para el cotilleo—. Se dieron un beso.
—Espera un momento... —Tonik miró a Eva y se levantó decidido cuando ella empezó a andar hacia la cocina. La detuvo antes de que entrará—: ¿Jesús y Alejandro están juntos? —ella se metió en la cocina riendo como Iván—: Te he hecho una pregunta, enana. ¿Son pareja?
—Eso tienen que decirlo ellos. Pero... parece que lo están intentando —Tonik negó divertido y la miró con perversión. Esa mujer era el demonio. Siempre lo sabía todo—. Eso fue lo que me estuvo contando la última vez que vino. Y que te enfadó tanto por estar encerrados... —Tonik rebufó y le sonrió con ternura.
—Papi, si tú y Eva sois novios, a mí me lo podéis decir —dijo Iván muy serio. Su padre le miró agobiado. Se le veía tan resuelto de pie en medio de la cocina, mirándoles a ambos muy serio—. Mamá dice que por eso estáis viviendo juntos.
—Espera, ¿qué? —preguntó Tonik. La rabia le empezó a subir por el pecho. Miró a Eva que le miraba sorprendida, tanto por verle enfadado como por lo que decía el pequeño.
—Sí, fuimos ayer por la tarde a ver a la abuela Concepción —Tonik ya negaba molesto. Su exsuegra se pasaba la vida quejándose de él. Diciendo que no había sido suficiente para Lucía, que era poco y cosas así. Nunca le importó, hasta que Iván estuvo en la ecuación. Lucía evitaba que ella le dijera cosas de su padre a su nieto—. Mamá le dijo a la abuela que vivías con tu novia Eva. Dijo... bueno, algunas cosas feas —Eva se echó a reír, lo que no ayudó a disminuir el enfado de Tonik. Lucía había perdido la cabeza—. No las repetiré porque soy un buen hombre y a las mujeres se las cuida —dijo Iván orgulloso. Eva le alborotó el cabello con ternura y ese gesto calmó un poco su creciente enfado. Su hijo le devolvió la mirada con ilusión—: Pero, ¿es verdad, papi? Tú y yo nos lo contamos todo.
—Iván yo... Tengo que llamar a tu madre —Tonik huyó de la cocina. Lo sabía. Pero no podía hablar con sinceridad sobre la mujer que amaba, delante de ella. Al menos, no cuando aún no sabía que sentía ella al respecto. Le deseaba. Eso le había quedado claro. Pero... madre mía... ¿en qué estaba pensando Lucía? ¿Cómo había podido soltar esas cosas por la boca? Cogió el teléfono y la llamó sin dudarlo ni un segundo. Ella le descolgó al segundo timbre—: ¿Se puede saber por qué vas contando mentiras sobre mí? —Lucía permaneció callada—. En estos años, jamás podrás decir de mí que me haya inmiscuido en tu vida personal. Lucía, Iván me ha dicho que vas contando que Eva es mi pareja y diciendo cosas feas de ella.
—Te gusta, por lo que si no lo es ahora, lo será en este tiempo. Dudo que no te hayas ya acostado con ella —le replicó su mujer molesta. Tonik guardó un silencio revelador—. Te olvidas que te conozco. Estuvimos quince años juntos. Sé cuando estás enamorado —Tonik maldijo esa extraña sensación que todos lo veían, pero que no estaba dispuesto a admitir. No a otros antes que a ella—. Y no dije cosas feas.
—¿A no? Preguntaré a Iván que dijiste, tenlo claro —le replicó mordaz.
—Solo dije que es demasiado joven para ti. Vamos, ya no eres un crío. Os lleváis doce años, joder. Además... ella se la ve tan libertina y... viva la vida. No sé, no te pega nada —dijo con altanería.
—Y yo te digo si te pega o no Luis —escuchó el crujir de sus dientes. Su voz sonaba enfadada. Pero tenía razón, ¿por qué motivo se metía en su vida? ¿Le metía inseguridades? Él ya sabía todas esas cosas, pero ella no conocía a Eva de verdad—. Lucía, que sea la última vez, que metes ideas así en la mente de mi hijo. Eva no es mi novia, y decirlo solo genera tensar una convivencia que nos funciona. ¿O prefieres que Iván se quede contigo estos seis meses que debo vivir fuera de casa? —el «no» de su mujer fue rotundo y desesperado. A él le dolió escucharlo, pero mejor él que Iván. Sería tan duro para su hijo saber que su madre solo le quería a ratos—. Entonces, antes de volver a hablar de mí o de Eva, piénsalo dos veces.
—Lo siento. Me he comportado como una cría —reconoció Lucía—. Pero es que... Tonik solo quiero lo mejor para ti. De verdad. Quiero que seas feliz, pero nunca había pensado en cuando rehicieras tu vida. Yo...
—¿Por qué me besaste el otro día? —preguntó nervioso, ante su silencio señaló—: Lucía, no vuelvas a hacerlo. Siempre has sido así. Te gusta tener lo que ya sabes que no puedes. Eres caprichosa y... si las cosas no van bien con Luis, pues déjale. Pero, a mí, no me metas en medio. Hace años te amé como pensaba que nunca amaría a nadie más —dijo con sinceridad. Probablemente, Lucía le conociera muy bien. Pero él también a ella.
—¿Y ahora la amas a ella? ¿Es eso? —le gritó. Tonik cerró la mano en un puño, enfadado. No iba a reconocerlo. No ante otros, antes que a Eva.
—Ahora ya no es asunto tuyo. Lo nuestro es pasado y así debe ser —Tonik colgó furioso. Cansado de oír la voz de Lucía. Cuando levantó la mirada, la vio en el umbral. Se levantó nervioso. No sabía qué decir. No sabía que había escuchado. Agobiado se tocó la nuca.
—¿Seis meses? —preguntó ella. Tonik asintió. Le había pillado, él no le había dicho nada aún sobre el tiempo, pero no parecía agobiada. Lo que relajó su nerviosismo. Eva parecía más o menos contenta. Solo asintió—: ¿No se llevará a Iván, verdad? —Tonik negó. Le gustó que eso fuera lo primero en lo que ella pensará. Pero, temía abrir la boca y cagarla—: ¿Te besó?
—Sí, lo hizo —Eva sonrió con perversa diversión. Su mirada relucía, Tonik no pudo evitar rebufar y quejarse—. No sonrías así.
—Las mujeres somos lo peor —musitó ella divertida. Tonik negó—: Iván, cotilla número uno de la familia Carjéz, me ha dicho que su mamá cree que soy joven y una devora hombres. Cree que romperé tu corazón en mil y un trocitos y me los merendaré. Cosa que... la verdad es que no me desagradaría. Aunque prefiero comerte otras cosas —Tonik sonrió de medio lado divertido.
—Estoy seguro de que sí lo podrías hacer, enana. Me romperías en mil y un trocitos mi corazón —dijo Tonik, pasándole los brazos por la cintura y acercándola hacia él. Necesitaba tanto tenerla cerca—. Pero no lo harás, porque te gusto. Como nadie te ha gustado antes —Eva puso los ojos en blanco y él la besó. Luego, fueron a comer y pasar el día con su niño. No hacía falta nada más.
Ariel colgó a su hermano. Tonik le había contado lo ocurrido la pasada noche y durante ese día. Tanto su relación con Eva, como todo lo sucedido con Iván y Lucía. Ariel intentó darle buenos consejos, aunque se sentía un poco perdida. Las cuestiones del amor, no siempre eran sencillas. Y la paternidad/maternidad solo las agrandaba. Jules ya estaba tumbado en la cama. Ella le observó desde el umbral de la puerta del dormitorio. Jules leía un manga. Solo llevaba el pantalón negro de pijama y ella se mordió el labio. Era tan atractivo que le dolía. Era demasiado guapo. Siempre lo había sido, siempre lo sería. Al menos para ella. Ella que estaba dispuesta a verlo envejecer. Él no alzó la mirada, aunque sonreía de medio lado como a ella le gustaba.
—Deja de mirarme así. No soy un postre —su voz sonaba grave y aterciopelada.
-—Eres mejor que eso —dijo subiendo a la cama y besándole. Jules la miró con dulzura, acariciándola con delicadeza—. Estaba hablando con Tonik. Sabes que...
—¿Es un chisme? —ella asintió. Jules dejó el manga y centró la atención en ella. Ariel le relató lo que Tonik le había revelado. Incluso sus confusos sentimientos sobre la relación con su amiga. También, Ariel le habló sobre como había intentado aconsejarle y sus propias dudas. Cuando acabó, Jules negó—: A Helena no le va a gustar.
—¿Por qué lo dices? Yo estoy encantada. Eva es mi mejor amiga. Sé que adora a mi sobrino y mi hermano la hará feliz. Son la pareja perfecta, en muchas maneras que ni siquiera nosotros sabemos. En cierta forma... encajan de una manera única.
—Sí, pero tu hermana piensa diferente. Es más negativa que tú, caracol. Pensará en lo que ocurrirá si las cosas no salen bien —Jules la miraba muy serio—. Y sobre todo pensará en lo que pueda dañar a Iván. Se pone como loca con él. Es como una madre osa con su cría.
—¿Y por qué no van a salir bien entre ellos? Lo más difícil ya lo hacen, están conviviendo —musitó, convencida.
—¿Eso es lo más difícil? —dijo Jules enarcando una ceja, que a ella le sacó una sonrisa—. Yo creía que lo más difícil en una relación es ser padres.
—También lo hacen —replicó Ariel con suficiencia. Jules rio de esa manera que a ella le encantaba. Se apretujó contra él, feliz y relajada—. Saldrá bien. Tengo una corazonada.
El domingo se levantó temprano. Extrañamente, se sentía repleta de energía. Quizá fuera su nueva forma de vida, la comida rica y sana que comía, o la extraña ilusión que le oprimía el pecho. Eva nunca había sentido antes lo que sentía ahora. Era así de simple. La manera en que miraba, tocaba, pensaba en Tonik. Era cierto que había tenido rollos con otros, pero nunca había sentido... nunca les había contado sobre ella. Lo que generaba una barrera insalvable. ¿Cómo podías querer a alguien si no te sentías segura de contarle sobre tus propios dramas? Siempre que preguntaban por el negro, ella se sentía cerrada. A veces, tentada. Con Emilio, casi lo contó todo. Casi logró hablar de Nico. Pero no pudo. En último momento huyó, y luego, se olvidaba. Con Tonik había sido diferente. Había necesitado contárselo, incluso antes de intimar con él. Quizá todo era distinto entre ambos porque habían sido amigos. Porque todo era diferente. Por qué le conoció al poco de perder a Nico y le gustó. Pero, desechó el pensamiento de gustarle a él. Un hombre que siempre le había atraído, pero le parecía imposible. Demasiado centrado y bueno para ella. Hasta que se habían conocido. Con él era otra Eva. Una Eva que le gustaba. Suspiró y giró en la cama. Tonik no solo le atraía. Le sorprendía, le hacía sentir diferente. Le había dicho una vez a Helena que sobreestimaba al amor. Que al amor no era más que amistad y deseo juntos. Y lo mantenía. Ella sentía eso por Tonik. Quizá no fuera lo más romántico o especial del mundo, pero era real. Ella le consideraba su mejor amigo, y también le deseaba de una forma diferente al resto. Era totalmente distinto a como pudiera describirlo, y eso que ella era escritora. Con él su mundo estaba recuperando color. Por primera vez, en mucho tiempo lamentaba solo vestir de negro. Pero Eva, que ya tenía muchos defectos, no iba a tener ese. Ella mantenía sus promesas.
Se levantó y se dispuso a ducharse. Podía aprovechar para cocinar y llevar algo a su familia. Fue directa al baño, y justo la puerta se abrió. Le reveló a un Tonik recién duchado muy apetecible. Salía solo en toalla y cuando la vio sonrió. Iván aún dormía. La hizo pasar y antes de que cerrará la puerta ya la estaba besando. Eva se recreó en ese beso. Le soltó la toalla dispuesta a pasárselo bien. Le acaricio, le tentó, le besó para absorber su placer. Tonik recibía con deseo sus mimos y ella se deleitaba de dárselos. Él estaba muy cerca y ella muy acalorada. La subió el lavamanos, con una facilidad que a ella le excitó. Pero, unos golpecitos en la puerta les tensaron.
—Sé que estáis ahí dentro, pero tengo pis —Tonik negó por lo bajo y se puso la toalla. Eva sonrió divertida ante los comentarios de Tonik. El padre abrió la puerta—: Está bien eso de que seáis novios, pero yo necesito entonces un baño para mí mismo.
Eva salió dejando a padre e hijo discutiendo en el baño. Ya se ducharía después. Sin embargo, antes de que cerrará la puerta de su cuarto, Tonik la cogió y besó muy fuerte. Con deseo y anhelo, antes de meterse a su cuarto a vestirse. Cuando ambos hombres estuvieron listos y desayunando, Eva se metió a ducharse. Tenían la comida con su familia y se moría de ganas de ver a Helena y Owen tras su luna de miel. Parecía que habían pasado milenios, pero solo unas pocas semanas. Como todo había cambiado tanto en su vida, aún se sentía algo extraña. La pena es que tras esa comida, se marchaban Ariel y Jules, no les verían ya hasta Navidad. Cuando Eva salió, Tonik hablaba muy serio con su hijo.
—¿Lo has entendido? —Iván rebufaba, aunque asentía—. Habló en serio, pequeñajo.
—Que sí, que no diré nada de vuestro rollo novios —Eva sonrió como una tonta. El día anterior, cuando Iván le había contado lo que había dicho su madre, se había sentido agobiada. Ellos no se habían dicho nada tan formal, ni siquiera que se querían o nada similar. Tonik la deseaba, eso estaba claro. Por eso había ido a buscarle y contarle que eran cosas de críos. Escuchó la conversación por error y tras ella, no había dicho nada. Tonik no había negado que la amará, y eso era mejor que nada. Él se había encargado de contarle a Iván que Eva y él tenían algo especial. Y a Eva le gustaba pensarlo así. Aún no se habían dicho nada ellos, pero no podían negarlo ante Iván, con quien convivían. Pero, debían guardarlo bien ante los otros. O si no, todos preguntarían por algo que ellos no habían hablado formalmente. Eva quería decírselo a Tonik, solo a él, antes que al resto. Sobre lo que sentía o pensaba.
Tras la conversación, padre e hijo, se fueron en el coche de ella. A Eva le gustaba conducir. Le hacía sentir que controlaba la situación. Tonik hablaba con Iván sobre su tía, su sobrina y el resto de familia. Esa agradable conversación le recordó que ese día era muy especial. Iban a estar todos y tenía muchas ganas de ello. Cuando llegaron, Eva lamentó ser los últimos para variar. Pero, bueno, al menos llegaba con Tonik, a quien nadie le diría...
—¿Por qué no sois capaces de llegar puntuales? —les criticó Jesús, nada más traspasar la puerta—. Existen los relojes.
—Te ha incluido en el lote —le espetó divertida, al menos ya no solo era ella quien se comía la bronca. Tonik se rió—. Perdona, mister puntual, pero la vida a veces se me pone en el camino. Además, el concepto del tiempo es construido. ¿Quién dictaminó que son las doce cuando el sol está en este punto? Quizá este aún en las doce menos cuarto.
—Eres imposible —dijo Jesús, antes de que los gritos de la loca de su amiga la alertarán. Helena besuqueaba a su hermano con ganas y luego apretó a Eva. Pero, cuando vio a Iván, ya no hubo nadie más. Ella sabía que su sobrino era su mundo. Helena e Iván se metieron en su propio universo y el resto desconectaron. Era imposible seguirles el mismo camino. Tenían su propio lenguaje. Eva fue a ayudar a Ariel. Cuando vio a Nuria sentada se acercó entusiasmada.
—¿Qué haces aquí? —dijo abrazándola. Nuria reía divertida.
—Soy vuestro regalo de Londres —indicó. Eva se sentó a charlar con Nuria. Ambas se llevaban muy bien. Era parte del aquelarre. Aunque ahora viviera en un apartamento en Londres, trabajará en uno de los mejores hospitales, y disfrutará de su independencia. Hablaron de sus vidas, de Londres y de su hogar. Con Nuria era fácil hacerlo. Había encajado muy bien entre ellas. Aunque se sentía cómoda con sus amigas, Eva no podía evitar mirar de reojo a Tonik. Tomaba una cerveza con los Larraga y charlaba animado con Owen. Cuando observó que ella le miraba, Tonik le guiñó un ojo. Eva no pudo evitar sonrojarse—: ¿Cómo os van las cosas?
—¿A quién? —preguntó nerviosa. Ariel la miraba muy atentamente. ¿Qué podía decir? Mierda...
—A Tonik y a ti —ante su silencio, Nuria añadió—: Por la convivencia, digo. Debe ser complicado con el pequeño y...
—No, qué va. Está yendo muy bien. Tonik es un cielo. Es genial vivir con él —dijo con efusividad. Eva se levantó nerviosa. Las manos le temblaban, así que las hizo un puño—. Voy a por una cerveza, enseguida vuelvo —se metió dentro y suspiró aliviada. Pero, en cuanto escuchó los pasos, se tensó. Por suerte, solo era Helena. La abrazó con fuerza.
—Te he echado mucho de menos, amiga —Eva la apretó con ganas. No quería pensar en nada más. Solo en la sensación de tener a su amiga de vuelta Cogieron dos cervezas, Helena la miraba también con mucha intensidad. ¿Qué les pasaba a todos? ¿Es que se podía leer en su cara que estaba colgada como una boba de Tonik? Helena indicó sorprendiéndola—: ¿Te puedes creer que me acaba de contar Iván? —Eva negó, aunque una burbuja de pánico se le instauró en el pecho—. Que Tonik y tú sois novios. ¿Te puedes creer como son los críos? —ella intentó no mover ni un músculo—: Solo porque os toca vivir juntos, ya cree que sois parejas. Dice que ayer os duchasteis juntos y todo.
—Vaya imaginación... —soltó Eva sorbiendo su cerveza. Intentando disimular el temblor de su voz y sus manos.
—Tú nunca me harías algo así —dijo Helena muy segura. Eva no supo qué sentir al respecto. Quizá fuera buen momento para decirle algo, pero ella no quería decir nada sin hablar primero con Tonik—. Mi hermano es intocable. Es familia. Tú nunca te acostarías con él como si fuera cualquiera —Eva negó muy segura. Sí, eso era cierto. Ella jamás se acostaría con él como con otros. Lo que sentía por él era especial. Quizá era el mejor momento para contar la verdad, o quizá fuera el peor. No estaba segura y se sentía muy nerviosa—. Porque te juro que si eso pasará, no me importaría por Tonik, pero sí por Iván. Le destrozaría el corazón querer a alguien y que no...
—Sabes que nunca haría algo así —le aseguró Eva. Eso lo tenía muy claro. Tanto como respirar—. Yo jamás dañaría a Iván. Sabes que yo... con lo de mis padres y...
—Lo sé. Lo sé. Por eso sé que nunca saldrías con mi hermano —musitó Helena sonriente. Con picardía —. Además, no es para nada tu tipo. No digo que sea feo. Mi hermano es un bombón —Eva tenía que darle la razón. Era un bombón de licor muy dulce—. Pero un poco soso. Tú necesitas a uno que te dé marcha. Y en eso Tonik está anticuado —en eso Helena estaba equivocada, pero Eva no iba a decir nada sobre lo ardiente que era su hermano—. En fin, ya le he dicho a Tonik que se lo aclare. Tiene que ir con cuidado con estas cosas.
Helena salió y Eva apoyó la cabeza contra la nevera. ¿Cómo podía ser todo tan absurdo? Aunque su amiga tenía razón en algo. Ninguno de los dos estaba pensando en Iván. Al menos no todo el tiempo. No querían ocultarle nada, pero y si las cosas no salían bien. Y si, finalmente, solo estaban de rollo un tiempo. Que pasaría si... Ariel interrumpió sus cavilaciones.
—¿Va todo bien? —Eva asintió agobiada. Su amiga la miró como si fuera tonta. Eva no sabía como tomarse todo eso. Estaba un poco sobrepasada—. Sabes que puedes contar conmigo.
—Ya lo sé. No pasa nada. Solo un poco cansada —Ariel la miró divertida y Eva negó. No tenía ganas de que otra de las hermanas Carjéz la hiciera sentir mal por otra cosa. Salió y se sentó a charlar con Alejandro. Al menos, esperaba distraerse. Él también agradeció la conversación. Se sentía un poco raro ahí, como novio de Jesús, pero sin poder serlo o demostrarlo. Ambos un poco perdido en sus relaciones.
Durante la comida, Helena y Owen contaron muchas cosas de sus viajes. Eva se puso tensa cuando Tonik se sentó a su lado, pero el resto parecían ajenos a ellos. Acostumbrados a que estuvieran juntos. Aunque Eva se tensaba cada vez que Tonik le acariciaba el hombro, el muslo o le susurraba algo. Él parecía notar que algo le pasaba, pero no el qué. Se notaba que quería relajarla. Que quería que estuviera bien. Eso le encantaba. Pero, no podía mirarle o demostrarlo. Todos se darían cuenta. Cuando acabaron la comida, tras despedirse de Jules y Ariel por unas semanas, cogieron el coche. Pero antes de salir, Jesús la atrapó. Tonik y Helena hablaban muy concentrados.
—Me acaba de decir Owen que se llevaban a Iván a pasar la noche con ellos. Necesitan una noche de titos para ponerse al día. ¿Os apetece venir a cenar a casa a Tonik y a ti? —Alejandro esperaba con las manos en el bolsillo—. Es nuestra última noche de relativa libertad antes de tener a Anna y...
—Venid vosotros. Nosotros cocinamos —aseguró Eva. Jesús asintió emocionado. Cuando Tonik regresó solo, ella le miró divertida. Aunque ya lo sabía, le preguntó—: ¿Dónde está nuestro Alan Grant?
—Secuestrado por su tía favorita —Tonik se encogió de hombros y se subió al coche—. Vamos a casa —ella le contó sus planes y Tonik asintió. Cuando aparcó, antes de bajar, Tonik le cogió de la mano. Se le veía muy serio y preocupado.
—¿Qué ocurre? Te has pasado el día rara y tensa. Si es por algo que he dicho o... —a ella le encantó verlo tan preocupado por ella. Sin pensarlo, le cogió el rostro entre las manos.
—Iván se lo ha contado a Helena —dijo Eva agobiada. Quería que él viera lo que ella sentía. Esas emociones que la dejaban noqueada.
—Eso ya lo sé. Mi hermana me ha dado la chapa por irresponsable —Tonik puso los ojos en blanco—. ¿Te preocupa lo que piense sobre... lo nuestro? —él había elegido muy bien esas palabras.
—No. Bueno, sí. Ella es mi amiga, igual que Ariel. No solo amigas, las considero como mis hermanas. Las quiero mucho —dijo Eva con sinceridad—. Pero, también a ti y a Iván. Y no quiero.... Helena ha dicho que no estamos pensando en lo que pueda pensar Iván y en si le haremos daño. Yo no quiero que él sufra o...
—Eva, ¿qué has dicho exactamente? —le pregunto con picardía y una mirada intensa—. Has dicho que me... —dijo alargando la «e» para que lo repitiera.
—Que te quiero. A ti y a Iván. Mucho —volvió a decir en un susurro—. Y no quiero... haceros daño.
—Justamente por eso, sé que no lo harás. Ambos somos adultos, responsables y sinceros. No imagino que puedas dañarme, enana. Porque nunca jamás podría hacerte daño yo —dijo Tonik muy cerca de su rostro—. Porque yo también te quiero muchísimo —a Eva se le aceleró el corazón ante esa mirada. Al oír que él la quería, como ella a él—. Y lo haremos bien. Y no es asunto de mi hermana meterte miedo.
—Yo no tengo miedo —dijo cuadrando los ojos. Él sonrió con picardía.
—Entonces, subamos a casa y terminemos lo que empezamos esta mañana. Porque me muero de ganas —Eva le besó divertida. Dispuesta a perderse en ese hombre que le encantaba. Que adoraba. Que quería.
Ambos subieron a casa y se deleitaron con una larga ducha de intenso placer. Luego cocinaron juntos. Una de esas deliciosas tortillas de patatas. A las ocho se presentaron Alejandro y Jesús. Los cuatro cenaron entre bromas, cálidos besos entre ellos y dulces conversaciones. Los cuatro sabían de la naturaleza de la relación que les unía, pero el resto no. Algo que a Eva y Jesús les incomodaba un poco. Pero... aún no era el momento. Aún tenían que disfrutar un poco más de su intimidad. Aún tenían que decirse más veces cuánto se querían. Cuando la pareja se fue, tras pasar una agradable velada, Eva se cambió. Se puso uno de los saltos de cama más atrevidos que tenía y salió al salón. Tonik la miró con descarado deseo. Con una necesidad que a ella le encantó. Era suya, y estaba dispuesta a demostrárselo mil veces, si hacía falta.
—Una vez dijiste que el cabezal de mi cama te hacía imaginar algunas cosas. Hoy vamos a dar vida a esas fantasías —Tonik se levantó como un resorte y la siguió. Eva se dedicó toda la noche a cuidar, besar, tentar, mimar. A llevar al placer a ese hombre que le gustaba. Que le sorprendía. Que le tentaba. Que le volvía loca. Que le daba miedo. Le hizo algo que no había hecho antes a nadie más. Le hizo el amor. Y esperaba hacerlo durante mucho tiempo.
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